2° Domingo durante el año. Comentario del Evangelio
Provincia Mercedaria
de Chile

2° Domingo durante el año. Comentario del Evangelio

Domingo 14 de Enero, 2018

 
El evangelio de San Juan nos ofrece otra página hermosísima de un proceso de llamada y respuesta. El texto está a continuación del testimonio de Juan Bautista acerca de Jesús (Jn 1, 19 – 34) y se refiere a los primeros discípulos (Jn 1, 35 -51) pero el evangelio de hoy toma los versículos 35-42.

2° DOMINGO DURANTE EL AÑO (B)

AÑO JUBILAR DE LA ORDEN DE LA MERCED

En unos días recibiremos la visita del “Vicario de Cristo”, el Papa Francisco, dice la carta del Arzobispo de Santiago que el Presidente de la Conferencia Episcopal hace suya. Llega a nuestra ciudad y a nuestro país. Es un gran regalo para la Iglesia Católica, pero también para todo hombre y mujer de buena voluntad que quiera escuchar el mensaje de paz, de entendimiento y de fraternidad que nos trae, continúa el mensaje.

Con su estilo pastoral, franco y directo, el Santo Padre viene a Chile para ser una voz que clama invitando a la sabiduría, a una convivencia justa y solidaria, a una esperanza que se funda en los valores más profundos de la conciencia humana y a la fe de quienes creemos en el mensaje del Evangelio de Jesús, dice la carta. Esta característica del Papa Francisco reclama de todos, sin excepción, una actitud de acogida que se manifieste en el básico hábito de la buena educación que es escuchar al Pastor de la Iglesia Universal, seamos o no creyentes. Y la escucha, actitud esencial también en la experiencia religiosa, es lo indispensable de una persona y de una comunidad que se autoproclama “democrática”. Porque sólo en la escucha del otro tiene cabida el diálogo interpersonal también en el ámbito de la relación del creyente con Dios. Es igualmente necesario que esta escucha sea desde la interioridad, es decir, con la mente y el corazón. Sólo así la escucha será constructiva, enriquecedora, restauradora. Si escuchamos así al Papa Francisco puede ser una muy favorable oportunidad que se nos brinda como país de escucharnos y aprender a respetarnos con más benevolencia. Nos hace falta este ejercicio de una escucha distinta, porque el Papa es un mensajero de la paz, es un peregrino de la esperanza y un valiente testigo de la fe encarnada en la vida de las personas y de los pueblos.

Como comunidad eclesial hagamos oración por este ministerio que ejerce el Papa Francisco, para que su breve estadía entre nosotros nos despierte y nos impulse a seguir edificando una mejor calidad de vida en este querido Chile.

LA PALABRA DE VIDA

1Sam 3, 3-10.19               “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. 

Sal 39,2.4.7-10                  Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

1Cor 6, 13-15. 17-20       “¿No saben acaso que sus cuerpos son miembros de Cristo?”.  

Jn 1, 35-42                          “Maestro ¿dónde vives? Vengan y lo verán, les dijo”.

                ¿Para  qué sirve la liturgia? Conviene no olvidarlo. La liturgia representa la obra fundamental de la Iglesia porque con ella ejercita la adoración a Dios  y Dios es lo primero; la liturgia hace posible recuperar el primado de Dios en la vida del creyente y en la humanidad. Y la Palabra de Dios es la lámpara que nos guía en esa dirección. “Poner a Dios en la vida” es la clave de una auténtica liturgia y misión evangelizadora. Prestemos atención a los modos cómo el Señor nos despierta y nos conduce hacia Él.

                La primera lectura tomada del primer libro de Samuel es un bellísimo texto que vale la pena leerlo y meditarlo muchas veces. Tanto este texto como el evangelio de hoy son relatos de llamada y respuesta. Aquí el mediador es el anciano sacerdote del templo llamado Elí  y el  Bautista y los protagonistas  los dos discípulos de éste, Andrés y su hermano Simón. En ambos relatos, la iniciativa procede de Dios, en la primera lectura, o de Jesús en el caso del evangelio. De este modo queda clara la unidad interna del plan de Dios para salvar al hombre y podemos perfectamente comprender que hay un tiempo de preparación (el Antiguo Testamento) y un tiempo de realización (el Nuevo Testamento).

                Recordemos  que Samuel fue entregado o consagrado al Señor por su madre Ana que acongojada por lo que significaba no tener un hijo, suplicó a Dios y el Señor le concedió el hijo anhelado. Lo llamó Samuel  “por eso yo se lo cedo al Señor de por vida, para que sea suyo”, dijo su madre al llevarlo al templo (1Sm 1,28). Lo acogió Elí, el sacerdote. El niño crece en silencio, conocido sólo por Dios. En este ambiente, Dios lo llama aunque demorará en reconocer su voz y su Palabra. El modo como Dios lo llama  constituye una preciosa lección acerca de la manera como Dios llama. Llama a cada uno por su nombre. Aquí llama: ¡Samuel, Samuel!.  Así su llamada es siempre personal y no anónima y significa que nos conoce de antemano por medio de un conocimiento del amor. Pero Samuel no está en condiciones de conocer de inmediato la voz del Señor, como acontece con todo llamado. Aquí emerge un aspecto extraordinariamente rico: Dios usa una pedagogía cuyo fin es insertarse en el corazón del hombre. Dios se adapta; llama de manera gradual y le da tiempo al hombre. E incluso le renueva la llamada.

                Dentro de esta divina pedagogía cabe el lugar a los intermediarios que ayudan  a reconocer la voz de Dios, como en el caso de Samuel esta función la cumple el sacerdote Elí que enseña al joven Samuel a cómo comportarse ante la insistente llamada. Las mediaciones humanas  son indispensables para recibir y responder la llamada.

                Finalmente destaquemos la respuesta de Samuel: la total disponibilidad. “Habla, Señor, que tu siervo escucha” expresa la total apertura hacia el misterio que habla llamando. No será la única vez que Dios llame; en la historia de una vocación Dios seguirá llamando muchas veces a reemprender el camino de nuevo, con nuevas exigencias y desafíos.

                El salmo 39 es un canto de acción de gracias en su primera parte (vv. 2-11) y de súplica la segunda parte (vv.14-18). La respuesta no puede ser más adecuada a la Palabra que escuchamos hoy cuando decimos: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Propiamente en esto se resume el camino de respuesta del discípulo verdadero.

                La segunda lectura tomada de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios podemos entenderla como una de las consecuencias de la respuesta a la llamada de Dios. El cristiano que acoge el llamado de Jesús está comprometido con un estilo de vida que lo distingue incluso de la anterior forma de vida que tenía cuando todavía no abrazaba la fe. En el capítulo 6 de esta carta los versículos 12-20, San Pablo pone en el tapete un tema bien sensible en el mundo pagano y que representa un importante cambio de conducta en el camino cristiano. El tema de estos versículos es el de la libertad cristiana y la fornicación. El tema es de candente actualidad y se trata de la libertad sexual. Argumentos a favor de la llamada libertad sexual no han faltado nunca como tampoco la sana doctrina que parte de un principio fundamental: “El cuerpo no es para la fornicación sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo” (v. 13). Entregarse a una relación fuera de aquella que el Creador propuso es entregar el propio cuerpo al pecado porque se aparta de aquella realidad teologal que vive el cristiano: “¿No saben que su cuerpo es santuario del Espíritu Santo que han recibido de Dios y habita en ustedes?” (v. 19). El discípulo ya no se pertenece a sí mismo sino al Señor que lo ha adquirido a precio de su propia sangre. El discípulo goza de la libertad que Cristo le adquirió con su sacrificio redentor. Somos miembros de Cristo y tanto el cuerpo como la comunidad son signos visibles y templos del Espíritu de Dios. Por lo tanto, la vida moral evangélica también se juega en el uso de nuestro cuerpo. La sexualidad también está dentro del ámbito “sagrado” de la redención de Cristo. No sólo ha sido redimida nuestra alma, también nuestro cuerpo con todos sus atributos. El pansensualismo de hoy tiende a confundirnos con una visión sesgada del ser persona humana.

                El evangelio de San Juan nos ofrece otra página hermosísima de un proceso de llamada y respuesta. El texto está a continuación del testimonio de Juan Bautista acerca de Jesús (Jn 1, 19 – 34) y se refiere a los primeros discípulos (Jn 1, 35 -51) pero el evangelio de hoy toma los versículos 35-42. Veamos algunos aspectos a resaltar.

                Al día siguiente es ya el tercer día del ministerio de Jesús. Y hasta aquí, en este evangelio de Juan, encontramos las primeras palabras de Jesús: “¿Qué buscan?” (V.38),dirigidas a los discípulos de Juan Bautista que, cuando escuchan a su maestro decirles: “Viendo pasar a Jesús, dice: Ahí está el Cordero de Dios” (v. 36), éstos “siguieron a Jesús” (v.37). Son también las primeras palabras del Resucitado dirigidas a María Magdalena: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” (Jn 20, 15). Y será la primera pregunta de  Jesús al comienzo de la pasión en Getsemaní: “Jesús, sabiendo todo lo que le iba a pasar, se adelantó y les dice: ¿A quién buscan?” (Jn 18,4). ¿Qué podemos concluir de este proceder de Jesús? En realidad, es la pregunta que todo cristiano debe formularse antes de cualquier proyecto o acción que se le presente. Los dos versículos 35 – 36 con que se inicia el evangelio de hoy, representan un momento importante en la historia de la salvación. Estamos en el tercer día de la semana de preparación para la revelación de Jesús, quien se adentra en el mundo y en la historia como un hombre cualquiera, acudiendo a escuchar al Bautista, confundido entre la gente. Es el momento en que el Precursor, rodeado de sus discípulos y la gente, tiene una iluminación profética e indica, dirigiéndose a Jesús: “¡Este es el Cordero de Dios!” (v. 36). ¿Qué significa este hecho? Que la misión del Precursor está a punto de terminar, porque cuando llega el esposo (Jesús), tiene que retirarse el amigo del esposo (Juan). Es el momento en que Juan debe dejar el lugar para que Jesús tome la iniciativa. Es interesante otro detalle: no se dice de dónde viene Jesús ni adónde va, ni por qué pasa por allí. Así queda claro que Jesús no es de este mundo sino del Padre. De este mismo modo, Jesús sigue pasando en medio del tiempo de la Iglesia, esperando que alguno dé testimonio y diga: “¡Este es el Cordero de Dios!”. El Precursor señala con claridad el cumplimiento de las promesas en Jesús, aquellas que están escondidas en el Antiguo testamento. Él es el último de los profetas de la antigua alianza y da testimonio y señala claramente al que es la Nueva Alianza, perfecta y definitiva, a Jesús el Cristo.

                Una palabra final acerca del seguir o seguimiento de Jesús. El sentido técnico y teológico del verbo “seguir” en el evangelio de Juan es “hacerse  discípulo”, “ir tras un maestro”. Los dos discípulos de Juan se hacen discípulos de Jesús y asumen también ellos la tarea de dar testimonio de él, caminando detrás de Él. Seguir a Jesús es entrar en contacto con Él. Así el seguimiento inicial compromete ya su entrega futura. Queda clarísimo que la iniciativa es de Jesús, lo que se expresa en ese volverse hacia ellos y preguntarles: “¿Qué buscan?”.

                 Este proceso vocacional es la clave de la vida cristiana y de toda vocación discipular en el estado laical, religioso o ministerial. La pregunta de Jesús sigue resonando hoy también. Porque la vocación nunca es un proyecto propio ni un plan personal; siempre es el Señor que llama y exige. Todo parte de saber escuchar su voz y atreverse a hacer el proceso de estos discípulos del evangelio de hoy. Una cosa es abrazar el proyecto del reino que Jesús tiene y otra muy distinta hacer valer el propio proyecto y adornarlo con un falso ropaje del reino.

                Sigamos orando por esta visita pastoral del Papa Francisco a nuestra patria y al Perú. Y no se olvide que la Orden de la Merced está cumpliendo 800 años de su fundación, motivo para alegarnos en el Señor y renovarnos en el don vocacional que recibió San Pedro Nolasco, Padre de la Familia Mercedaria.

                Un buen descanso en estas vacaciones de verano.  Fr. Carlos A. Espinoza I., O. de M.

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