Comentario Religioso del Evangelio. Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Corpus Christi
Provincia Mercedaria
de Chile

Comentario Religioso del Evangelio. Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Corpus Christi

Viernes 31 de Mayo, 2013

 
“Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51)”.

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Corpus Christi

Primera lectura: Gn 14, 18 -20

Salmo 109, 1 – 4

Segunda lectura: 1Cor 11,23 – 26

Evangelio: Lucas 9, 11 – 17

CorpusChristi es el nombre latino de una fiesta que se celebró por primera vez en el jueves siguiente a la fiesta de la Santísima Trinidad en el año 1247. El Papa Urbano IV, elegido en 1261, hizo extensiva la fiesta a toda la Iglesia mediante la Bula Transiturus de hoc mundo el 11 de agosto de 1264 desde la ciudad de Orvieto, Italia, en cuya iglesia se guardan hasta hoy los corporales ensangrentados por la hostia consagrada en aquel año.  

Aunque la fiesta del Corpus Christi instaurada por Urbano IV no incluye procesión sino Oficio de las Horas y Misa, muy pronto la devoción popular empezó a celebrarla con especial fervor y alegría. Los primeros indicios de la “procesión de Corpus”  se encuentran hacia el 1279 en Colonia y luego en Augusta en 1305, ambas en Alemania. Al comienzo se trataba de llevar en procesión el copón, baso donde se guardan las hostias consagradas, después de la misa o el mismo cáliz o copa donde se consagra el vino; muy pronto surgió la necesidad de exponer la hostia consagrada y así se usa el ostensorio que servía para exponer las reliquias de los santos; y, finalmente, la custodia como se usa hoy.

Vamos a la Palabra de Dios de esta importante solemnidad.

En la primera lectura, del libro del Génesis, el primer libro de nuestra Biblia, se nos ofrece un breve relato del encuentro de Abrahán, que había vencido a los cuatro reyes que tenían cautivo a su hermano Lot, con Melquisedec, rey de Salem que el salmo 76, 3 junto a toda la tradición judía y muchos Padres de la iglesia identifican Salem con Jerusalén. Lo verdaderamente importante es el ofrecimiento de “pan y vino, pues era sacerdote del Dios Altísimo” que este misterioso sacerdote rey hace a Dios a nombre del vencedor Abrahán. Esta breve referencia ha llevado a descubrir una figura del sacrificio eucarístico y también se ha aplicado al sacerdocio de Jesucristo como en la Carta a los Hebreos 7.

Otro elemento a destacar es la bendición que es una palabra eficaz e irrevocable que, aun pronunciada por el hombre, transmite el efecto de lo que ella expresa ya que es Dios quien bendice. También el hombre bendice a Dios cuando alaba su grandeza y su bondad. En este texto están los dos aspectos de la bendición bíblica: a Dios que “entregó a tus enemigos en tus manos”. En realidad la victoria es “del Dios Altísimo” aunque el favorecido es Abrahán.

En el salmo 109 se resaltan las prerrogativas del Mesías como su realeza universal y su sacerdocio perpetuo “según el orden de Melquisedec”. En Cristo se cumple literalmente este oráculo del salmo: es el Rey Universal y el Sacerdote Eterno.

La segunda lectura de hoy está tomada de la primera carta a los Corintios. Ésta fue escrita alrededor de la Pascua del año 54 desde Éfeso por el apóstol Pablo. Nuestro texto se inscribe en el tema de la “Cena del Señor” que los corintios celebran con algunas dificultades. Para corregirlos, señala lo recibido del Señor y no por revelación especial. Y la sustancia de lo recibido de los apóstoles es coincidente con lo que nos narra san Lucas 22, 19 – 20. Es la esencia de la eucaristía “hacer memoria de lo que hizo el Señor”, es anuncio de la muerte del Señor “hasta que venga” al final de los tiempos. La misa será siempre “de Cristo y de su Iglesia” y no obra de un grupo o de una persona como el sacerdote.

El evangelio de San Lucas nos relata una única multiplicación de los panes como acontece en el evangelio de San Juan; Marcos y Mateo nos relatan dos. Es uno de los últimos episodios de Jesús en Galilea en la perspectiva de San Lucas. El relato se inicia señalando tres acciones que Jesús hace a favor de la multitud: acogía a la gente, les habla del Reino de Dios y curaba a los que necesitaban. Cada una de estas acciones pone de manifiesto la identidad más profunda de Jesús, esa misma que ignora Herodes que se pregunta “¿Quién es, pues, éste de quien yo oigo tales cosas?”(Lc 9, 9) y la respuesta de Pedro “El Cristo de Dios”(Lc 9,20).

Jesús enseña porque es la manifestación visible y definitiva de la Palabra de Dios. Es la Verdad que los hombres buscan y anhelan incesantemente. Es el Maestro que anuncia el Reino de Dios, esa realidad nueva que es su propia persona y mensaje.

Jesús sana, no sólo el alma sino también el cuerpo, es decir, la persona total. Es el médico que ha venido para los que están enfermos, condición que nos iguala a todos sin excepción. La lepra servirá para expresar mejor la realidad más profunda del pecado que está en el corazón de cada uno. Nos sana o salva o redime de la raíz de todo mal, el pecado.

Jesús da de comer, es decir, nos enseña a compartir el don del pan. Vienen a nuestra memoria las referencias al Antiguo Testamento: como Moisés alimentó al pueblo en el desierto con el maná, Jesús nos alimenta con un nuevo maná que es el mismo, su persona. Elías y Eliseo dieron de comer, ahora Jesús los supera porque en Él se cumplen las promesas de Dios al pueblo.

Ciertamente el centro del relato es Jesús quien toma la iniciativa y acepta la poca cantidad de panes y peces que disponen los discípulos. Siempre será así. Jesús “pronunció sobre ellos la bendición levantando los ojos al cielo, los partió y se los fue dando a los discípulos para ellos los sirvieran a la gente”. La Eucaristía es aprender a compartir la vida entera con los más necesitados.

Un saludo fraterno. Fr. Carlos A. Espinoza Ibacache, O. de M.

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