FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ (A)
Provincia Mercedaria
de Chile

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ (A)

Sábado 28 de Diciembre, 2019

 
El evangelio de San Mateo, en el capítulo 2, después de narrarnos la adoración de la Magos, nos ofrece un relato acerca de la huída de la sagrada familia a Egipto. ¿Se trata de una crónica de viaje? Ciertamente que no. En este relato hay una serie de reminiscencias o recuerdos del Antiguo Testamento sobre todo de la vida de Moisés.

¡Señor!, enséñanos a ser tu familia, que anuncie el Reino con el testimonio de su vida

               “El que teme al Señor honra a su padre y sirve como a sus dueños a quienes le dieron la vida”, nos dice el precioso libro del Eclesiástico en la primera lectura de hoy. Mejor todavía cuando dice: “El que honra a su padre expía sus pecados y el que respeta a su madre es como quien acumula un tesoro”. Y el cuarto mandamiento de la Ley de Dios nos dice: “Honra a tu padre y a tu madre como el Señor, tu Dios, te lo ha mandado, para que tengas una larga vida y seas feliz en la tierra que el Señor, tu Dios, te da” (Dt 5, 16). Es bueno recordar esta Palabra en todo tiempo pero muy especialmente en el nuestro. La familia vive una prolongada y delicada crisis, lo que repercute directamente en la sociedad en la que estamos inmersos como levadura del evangelio en la masa. Una de las cosas hermosas que nos ofrece el Catecismo de la Iglesia Católica es la especial significación de los sacramentos del Orden Sagrado y el Matrimonio “ordenados a la salvación de los demás. Contribuyen ciertamente a la propia salvación, pero esto lo hacen mediante el servicio que prestan a los demás. Confieren una misión particular en la Iglesia y sirven a la edificación del Pueblo de Dios” (1534). Y ambos, “sacramentos de servicio”, se encuentran en el tope de una crisis cuyas consecuencias son de largo aliento y de una innegable repercusión social y cultural como la que estamos padeciendo. Crisis de la sociedad porque están en crisis dos componentes esenciales de la misma: la familia y el ministerio sacerdotal. ¿Por qué? Porque ambas vocaciones de servicio a la vida individual y social no logran superar su estado de deterioro moral dejando una estela de situaciones muy desgraciadas que han afectado gravemente a la familia humana y a la familia o Pueblo de Dios de creyentes. Y en el trasfondo  de esta situación que nos plantea no sólo a la misión evangelizadora sino también a la vivencia misma del mensaje cristiano, se encuentra el problema de Dios para el hombre moderno. La familia de Nazaret es una invitación a descubrir las infaltables virtudes evangélicas que hacen de la experiencia humana un espacio digno para el ser humano según el proyecto de Dios y para el mismo Dios – con – nosotros, Jesucristo el Señor.                 

              

PALABRA DE VIDA

Eclo 3, 3-7. 14-17           El que abandona a su padre es como un blasfemo

Salmo 127, 1-5                ¡Felices los que temen al Señor y siguen sus caminos! 

Col 3, 12-21                      Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección

Mt 2, 13-15. 19-23          José tomó de noche al niño y a su madre y entró en Israel

Tenemos la mesa servida en este domingo de la Sagrada Familia de Nazaret; se nos ofrece un banquete nutritivo  y sustancioso de la Palabra de Dios. Los comensales del banquete dominical deben estar muy agradecidos por esta “mesa de la Palabra” que el Señor nos ofrece prácticamente al final del año civil y cuando ya se percibe en el ambiente la espera del Nuevo Año. La  liturgia de nuestra madre y maestra, nuestra Iglesia, nos invita a contemplar el maravilloso intercambio de dones que nos ofrece la familia divina de Nazaret,  hasta el punto de convertirse en un paradigma de lo que pudiera ser también cada familia humana. ¡Cuánto de humanidad se respira en el taller de Nazaret, el hogar del Hijo de Dios en medio de los hombres! Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

Del libro del Eclesiástico 3,3-7.14-17

La primera lectura de este domingo está tomada de libro del Eclesiástico, un libro que no figura en el listado de los libros sagrados de la biblia hebrea sino que forma parte de la Biblia griega conocida como “Biblia de los Setenta”. Sin embargo, su original es la lengua hebrea. Aunque su nombre más corriente es “Libro del Eclesiástico” su nombre original es “Sabiduría de Jesús Ben Sirá”, razón por la cual se suele llamar Ben Sirá o Sirácida. Está clasificado  dentro de los Libros Sapienciales de la Biblia porque su centro de interés es la sabiduría como un don que viene del Señor, su principio es el temor del Señor, forma a la juventud y procura la felicidad.

Todo esto es iluminador para comprender el texto de hoy. El capítulo 3 se refiere a los deberes de los hijos con los padres. Este mandato es el cuarto mandamiento de la ley de Dios que conocemos como “honrar padre y madre”. Es importante descubrir que este mandato encabeza la lista de los siete mandamientos relacionados con el prójimo y está a continuación de los tres relacionados con los deberes para con Dios.  Repase los mandamientos y comprobará lo que digo. El texto que nos ofrece la misa de hoy es una invitación a contemplar las consecuencias prácticas y espirituales que tiene el vivir los deberes que tienen los hijos hacia los padres.

Es importante esta invitación en el tiempo presente. Se ha distorsionado muchísimo el panorama en la relación de padres e hijos. Es cierto que los padres tienen deberes que cumplir con sus hijos y sobre ello se insiste mucho; pero, desde la palabra de Dios, es importante también insistir en los deberes que tienen los hijos con sus padres. Amarles, respetarles, obedecerles, ayudarles, ser cariñosos con ellos, ser amables, bien educados, atentos y comprensivos. ¡Cuánto más se podría decir! Hemos caído en una acentuación exagerada de los derechos de los niños y hemos olvidado los deberes de los niños. Meditemos cómo estamos educando: el amor verdadero es recíproco, es intercambio, es apertura, es comprensión. Hay niños tiranos, pequeños dictadores, reyecitos o reinas muy malcriados. Velemos por una familia en que cada uno aprende a dar y recibir, clave de las virtudes sociales.

Salmo 127,1-5 es una bendición de los justos donde resalta que los sencillos y cotidianos placeres de la vida familiar constituyen la felicidad de los justos. El versículo 5 abre los horizontes de la felicidad hogareña hasta la ciudad de Jerusalén y a todo el Pueblo de Israel, mostrando el vínculo entre la felicidad familiar y personal de los individuos y el gozo comunitario y social. Qué bien nos hace orar con este salmo pidiendo que volvamos a ser familias felices y un pueblo feliz nuevamente.

De la carta de san Pablo a los Colosenses 3, 12-21

La segunda lectura, dentro del género de la exhortación para el diario vivir, San Pablo nos ofrece una muy necesaria llamada a vivir “Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión”( v.12) Si hemos sido purificados por el bautismo que nos ha liberado del pecado y nos regalado la condición de hijos adoptivos de Dios, entonces hay que preocuparse de llevar una vida acorde con esta condición tan honda y significativa. Prestemos atención a cada palabra que el Apóstol nos recuerda como parte de nuestro proyecto práctico de vida cristiana. Estas actitudes cristianas no son instantáneas y de ahí una llamada imperiosa a revestirse de entrañas de misericordia, “de bondad, humildad, mansedumbre y paciencia”. No son posturas externas o apariencias o juego de imagen. Son actitudes que tocan lo más hondo de cada uno. Es interesante la mención de las “entrañas”, que indica profundidad, interioridad, compromiso desde lo más profundo de uno mismo. Y entonces las verdaderas normas cristianas deben anidarse en la interioridad de cada uno. Sólo así pueden ser auténticas, sinceras, creíbles. En definitiva, la vida cristiana se funda en una convicción fundamental: “Que la Palabra de Cristo resida en ustedes con toda su riqueza” (v.16). Con toda razón, la auténtica conversión de un hombre y mujer sólo es posible si se conecta con la Palabra que Dios ha pronunciado para salvar nuestras vidas. Quien desconoce esta Palabra no sabe qué es lo que Dios le regala ni qué debe hacer para alcanzar la salvación. Esto plantea la urgencia de una evangelización desde el encuentro con la Palabra.

Del evangelio de san Mateo 2, 13-15. 19-23

El evangelio de San Mateo, en el capítulo 2, después de narrarnos la adoración de la Magos, nos ofrece un relato acerca de la huída de la sagrada familia a Egipto. ¿Se trata de una crónica de viaje? Ciertamente que no. En este relato hay una serie de reminiscencias o recuerdos del Antiguo Testamento sobre todo de la vida de Moisés, el caudillo de Israel. El protagonista es José como en los relatos del libro del Éxodo era Moisés. El medio de la revelación divina es el sueño, un tema muy frecuente en la Biblia. Se le propone a José una huida, un desplazamiento, porque el peligro de muerte acecha al Niño Jesús. La familia donde Jesús crece es una familia bajo amenaza, en dificultades. Permanece en el exilio en Egipto “hasta la muerte de Herodes”.

El retorno de la sagrada familia a su tierra también está anunciado por un sueño que tiene José. Es muy destacada la actitud del padre adoptivo de Jesús: escucha, obedece, realiza lo que Dios le pide. Junto al pesebre emerge la cruz. Jesús será efectivamente “piedra de tropiezo para muchos y roca de salvación para otros”. Jesús ya comienza a vivir su pascua, ese misterioso paso de la muerte a la vida.

¿Qué pretende San Mateo con este relato de la infancia de Jesús? Desde luego instruirnos a todos acerca de la realidad del rechazo de que seremos objeto si seguimos las huellas del Salvador. En segundo lugar, su intención más que contarnos detalles de una crónica de la infancia de Jesús quiere mostrarnos como en Jesús se están cumpliendo las Escrituras Santas. Jesús vive en su propia persona lo que el pueblo escogido vivió en su larga historia de esperanza del Mesías. Jesús cumple las promesas y asume el itinerario del Israel de Dios. El relato ofrecido por San Mateo está lejos de ser ingenuo e infantil. Es una profunda mirada del misterio del origen y de la infancia de Jesús desde la vivencia del misterio pascual de Cristo. No olvidemos que estos relatos se construyeron tardíamente, ya que lo primero que se anunció fue la muerte y resurrección de Cristo, centro de nuestra salvación.

Que la Sagrada Familia nos ilumine también nuestros senderos de cristianos que debemos ser testigos del verdadero amor en medio del mundo de hoy. Que nuestras familias sean también lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del evangelio y pequeñas iglesias domésticas.                                                                                                                                                                      Muchas bendiciones para todos los que acogen este comentario dominical de la Palabra de Dios, con el único propósito que aprendamos a gustar los tesoros escondidos de la Sagrada Escritura y susciten en nosotros un ferviente deseo de Dios.                                                                               Un saludo cordial y fraterno en Cristo y María de la Merced, Nuestra Madre.

                                                                                   Fr. Carlos A. Espinoza Ibacache, O. de M.

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