Santiago, 02 de marzo de 2020
Estimados hermanos y hermanas:
En primer lugar reciban un fraterno saludo, deseando de todo corazón que el tiempo de vacaciones que ya esta llegando a su fin haya significado para todos, un espacio de gracia junto a sus cercanos.
Me permito enviar esta comunicación para animarlos y desearles todo el éxito en los proyectos personales y comunitarios para este año 2020. Este éxito al cual me refiero ha de ir de la mano con lo que Dios quiere de cada uno, de nuestros proyectos pastorales y educativos. En la medida que podemos mostrar de mejor manera el rostro amoroso de Dios, seremos realmente exitosos. Ese ha de ser nuestra preocupación primera: ¿Cómo estoy mostrando el rostro amoroso de Dios?
No olvidemos nunca que como creyentes hemos de vivir desde la confianza que Dios conduce nuestra historia. Aunque parezca obvio en los tiempos difíciles y de incertidumbre es cuando Dios está mas presente, así lo podemos ver al largo de nuestra historia nacional. El mejor aporte que podemos realizar desde nuestra fe en este tiempo es intensificar nuestra oración en nuestras comunidades, para que todos los procesos políticos que estamos viviendo y que enfrentaremos en las próximas semanas se realicen desde la paz y la fraternidad, junto con ello condenando abiertamente toda violencia. Somos un país de hermanos, donde nadie debe sentirse al margen; es el llamado que en estos últimos meses a realizado la CECH: “Pedimos a todas nuestras comunidades y a las personas de buena voluntad, orar por la paz social y la amistad cívica en nuestro país y que el buen Dios nos ayude a abrir nuestra inteligencia y nuestra voluntad en la búsqueda de nuevos caminos de entendimiento y comprensión mutua”. [1]
Será, sin duda, un año de gracia y de grandes desafíos. Y con certeza hemos de sabernos enfrentados a situaciones y circunstancias sociales que, nos exigen lo mejor de nosotros para generar en nuestras comunidades educativas y pastorales espacios de diálogo y entendimiento.
Tenemos que hacer vida nuestra vocación de diálogo. Solo desde este escenario se puede soñar y proyectar la sociedad en la cual todos soñamos, una sociedad cuya característica principal sea la justicia y la fraternidad.
Días atrás iniciamos junto a toda la Iglesia, el sagrado tiempo de Cuaresma y el evangelio de ese día (Mt 6, 1-6.16-18) nos invitaba a revisar nuestra preocupación por los más necesitados: ¿desde dónde lo hacemos?, ¿desde un verdadero amor al prójimo o desde la vanidad, esperando recibir esa recompensa hipócrita?: La cuaresma es un tiempo para romper con la rutina que termina poniendo nuestra vida en las manos del piloto automático. La vida, nuestra vida puede ser más. No tiene que reducirse a ese pragmatismo condescendiente que nos empuja a una vida de tibieza que ni siquiera nos satisface a nosotros mismos. Es importante no perdernos en diagnósticos ni en teorías elevadas. La propuesta de Jesús es muy práctica: más oración, más ayuno (tanto físico como espiritual) y más limosna. Aprovechemos esta oportunidad. Es tiempo de renacer.[2]
Como cada año la Cuaresma es un tiempo privilegiado para vivir intensamente la conversión; solo desde nuestra conversión personal y comunitaria podremos seguir trabajando en el objetivo que nos hemos trazado para este período. Permítanme volver a recordarlo. Hemos tenerlo siempre presente:
“Los religiosos de la provincia Mercedaria de Chile, movidos por la Gracia Divina, queremos avanzar en el crecimiento humano, conociendo nuestras limitaciones y fortalezas, para posibilitar una vivencia más coherente con nuestro proyecto de vida consagrada”.
También aprovecho esta comunicación para entregarles algunas informaciones:
Sin otro particular me despido en María Nuestra Madre de la Merced. Inspiradora de toda nuestra obra Redentora.
Fraternalmente:
Fr. Mario Andrés Salas Becerra O. de M.
Superior Provincial