COMENTARIO DEL EVANGELIO Y EUCARISTÍA EN ESTE 15°DOMINGO DURANTE EL AÑO(A)
Provincia Mercedaria
de Chile

COMENTARIO DEL EVANGELIO Y EUCARISTÍA EN ESTE 15°DOMINGO DURANTE EL AÑO(A)

Viernes 10 de Julio, 2020

 
Con el evangelio de este domingo, entramos en el tercer discurso llamado discurso parabólico (Mt 13, 1-53) de san Mateo. Este domingo iniciamos las parábolas con que Jesús manifiesta la presencia del Reino de Dios en medio de los hombres. ¿Qué piensa y siente Jesús acerca de esta realidad que él anuncia?

¡SEÑOR JESÚS! Que mi vida sea una tierra fértil donde tu Palabra fecunde y produzca frutos abundantes

Nos encontramos con una de las parábolas más conocidas de Jesús, la del sembrador. Es, como dice Benedicto XVI, “una autobiografía” de Jesús porque refleja la experiencia misma de Jesús al identificarse el mismo con esta imagen del mundo agrícola, “el sembrador”. Jesús se nos muestra como un insuperable comunicador, un pedagogo extraordinario. Es, sobre todo, en el recurso del género literario de la parábola donde se despliega su maestría. En efecto, la parábola pertenece a una forma narrativa, una forma de enseñar a partir de una breve narración de un suceso  imaginario, del que se deduce, por comparación, una enseñanza moral. La parábola es un relato breve y obedece a un sencillo esquema donde se describe normalmente hechos de la vida común y corriente. Como relato tiene una forma típica de inicio: “Un hombre tenía dos hijos...” “Salió el sembrador a sembrar…” Frecuentemente contiene la parábola una interpelación o llamado de atención en forma de pregunta o una reflexión final. La intención de la parábola es enseñar y Jesús quiere enseñar los misterios del Reino de Dios que él anuncia a través de parábolas. Siempre la parábola tiene un punto central que el o los oyentes deben captar. No todo lo que narra la parábola es importante sino sólo aquel aspecto que pretende enseñar a los oyentes. ¿Cómo captar el  punto central de una parábola como la del sembrador? Dos actitudes fundamentales en quien la escucha o  lee: escuchar, prestar atención, lo que significa concentración externa e interna a lo que se escucha o lee. Escuchar es  el acto central del ser humano que quiere conocer lo que Dios dice en su palabra. Escuchar es también el acto básico de la comunicación humana. “No hay peor sordo que el que no quiere escuchar”. Escuchar es un acto voluntario: quiero, estoy dispuesto a escucharte. Por eso es un acto tan despreciable cuando alguien nos está hablando pero el oyente está inmerso en su celular, es decir, físicamente parece que escucha pero psíquica y emocionalmente no lo está haciendo. Es una falta de consideración por el otro, un acto de completa incultura y mala educación. El que así obra, se acostumbra y ya ni siquiera se da cuenta de su espantosa actitud. ¿Cómo corregir esta grave falla que afecta la convivencia y el buen trato? Cuando el  sujeto sepa  que la tecnología es un medio y no un fin en su vida, cuando logre valorar el encuentro humano y solidario con el prójimo real comenzando por casa. La parábola del sembrador es un fuerte llamado a los oyentes sobre la falta de atención a la palabra que Jesús les anuncia para que den frutos de bondad, sinceridad, justicia, solidaridad, amor, entrega, servicio…Los “distraídos”, los que no dejan ni  a sol ni a sombra su celular, es decir, sus objetos de placer, “su mundito” que se han fabricado, sin relaciones verdaderas con los demás ni menos con el Señor son señalados en esos tres tipos de tierra donde cayó la semilla del evangelio y no logró germinar ni dar fruto. Jesús nos invita a tomarle el peso a la vida, a vivirla con responsabilidad y no seguir la chacota de una vida light, hueca, vacía, sin gusto a nada. Si le prestamos atención a Jesús y Buena Noticia, otro gallo cantaría en este  Chile secularista  que hemos construido. Ojalá que la pandemia nos permita recuperar la más antigua capacidad y talento del ser humano: la capacidad de saber comunicarse humanamente, en el cara a cara de los seres humanos, en el ejercicio de aprender a compartir y vivir con los demás, no como cosas inertes sino como seres vivientes. 

PALABRA DE VIDA

Is 55, 10 – 11      “Para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come”.

Salmo 64           La semilla cayó en tierra fértil y dio fruto

Rom 8, 18 – 23 “La creación será liberada de la esclavitud de la corrupción”.

Mt 13, 1 – 23     “El que tenga oídos, que oiga”.

                El Evangelio puede ser comprendido por todos los hombres de buena voluntad que se dejan amar por el Padre Dios. La Buena Noticia crece allí donde se deja espacio a la gratuidad, pues no es fruto de los limitados medios humanos. Ningún “programa” produce la felicidad del Reino; hay que abrirse al don, al regalo de un Dios que sale a nuestro encuentro en la persona de su Hijo Jesucristo, y dejarse empapar como la tierra se empapa en la benefactora lluvia, tomando la imagen del profeta Isaías. Quedamos invitados a entrar en esta sintonía del Reino de Dios, dejando de lado nuestra “lógica humana” y dejando que fluya el don de la gracia liberadora de Dios en Cristo Redentor del  hombre. El don de su vida es ofrenda, víctima, sacrificio, oblación, donación total, entrega, amor hasta el extremo,  todo como rescate por nosotros.

                Del libro de Isaías 55, 10-11

                La primera lectura del profeta Isaías, brevísimos dos versículos, pero su contexto es más amplio. Desde el verso 6 de este capítulo 55 y hasta el verso 11 el autor llama a prestar atención al Señor, que lo busquen, que lo llamen, que regresen al Señor los malvados ya que Él tendrá piedad porque es un Dios rico en perdón. Los planes de Dios no son los planes humanos, los caminos del Señor no son los caminos humanos. Y en este ambiente se inserta nuestra primera lectura de este domingo. La imagen es sugerente como la lluvia y la nieve que descienden y empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar produciendo semilla y pan para comer; así también acontece con la Palabra de Dios. ¿Qué podemos aprender y reflexionar de este texto? 1° Que la Palabra de Dios es viva porque procede de Dios vivo. Detrás de los textos bíblicos está la realidad de Dios que habla y actúa, es el Dios Viviente, el Eterno. Por eso, no basta con leer y estudiar los textos bíblicos; hay que descubrir al Señor que está hablándonos mediante su Espíritu. 2° Que la Palabra de Dios es eficaz, porque realiza lo que ella anuncia, promete, ofrece. Y la Palabra anuncia la salvación, promete la liberación del pecado y de la muerte, proclama un mundo nuevo a partir del corazón de todo aquel que la acoge y responde. 3° Que la Palabra engendra la vida nueva y fecunda la vida humana permitiendo frutos tan hermosos como la caridad fraterna, la esperanza, la alegría, la paz, la libertad, la unión fraterna, la solidaridad. El oyente de la Palabra es el que deja que ella vaya produciendo las obras de justicia del Reino de Dios en medio de los hombres. 4° Que este es el criterio de fidelidad del creyente, es decir, ser fiel a la Palabra que se nos ha anunciado a través de la Iglesia. Escuchar y practicar lo escuchado, estupendo resumen de la actitud ejemplar de María Santísima en el orden de la fe y de la obediencia filial al Padre Dios. Cada cristiano es un “oyente de la Palabra” razón por la cual cada domingo nuestra celebración dedica un tiempo significativo a la proclamación y meditación de la Palabra de Dios. Si no escuchamos al Señor que nos habla en la vida, en su Palabra, en Jesús, ¿cómo vamos a ser y vivir como cristianos? Si la escucha es esporádica y  a  la ligera, ¿cómo vamos a practicar la vida nueva de Jesús? Si no escuchamos al otro, ¿cómo vamos a ser más fraternos, solidarios y redentores?

                Salmo 64, 10-14 es una oración de acción de gracias por los beneficios que recibimos de Dios, muestras de su bondad infinita que hace salir su sol sobre malos y buenos. Y en sintonía con la primera lectura que hemos escuchado, el salmista nos ayuda a reconocer y meditar la mano de Dios en la fertilidad de la tierra, algo así como la alegría que nos han producido las lluvias y la abundante nieve que cubre nuestra cordillera, lo que más nos admira que los pronósticos y  estadísticas quedaron hecho pedazos. Una bendición de Dios es la creación que el hombre ha destruido sobre todo en estos dos últimos siglos, razón para impulsar una verdadera espiritualidad ecológica como una condición para cuidar también nuestra frágil humanidad.

                De la carta de san Pablo a los Romanos 8, 18-23

                En la segunda lectura, en continuidad con el domingo anterior, seguimos disfrutando de la belleza espiritual de este extraordinario capítulo octavo de la Carta a los Romanos. Recurre el Apóstol a una imagen bien incisiva, la de los dolores de parto, para hacernos comprender que la vida nueva no queda reducida y enclaustrada en el individuo; por el contrario, la vida nueva del Espíritu de Dios, manifestada en la “gloriosa libertad de los hijos de Dios”, también se manifestará en la creación entera. Hoy, ésta todavía gime, balbucea en esperanza esa venturosa realidad escatológica que significará que será “liberada de la esclavitud de la corrupción”. Tampoco nosotros los bautizados podemos gozar de aquella plenitud; todavía “gemimos por dentro esperando la condición de hijos adoptivos, el rescate de nuestro cuerpo”. Saludable recuerdo para que no caigamos en sentimientos de superioridad y exclusividad con respecto a los que no son creyentes. Poseemos las primicias del Espíritu Santo pero sin dejar nuestra frágil condición humana de peregrinos de lo eterno y definitivo. Como los demás seres humanos experimentamos “los sufrimientos del tiempo presente” pero repletos de porfiada esperanza. Saludable invitación a mirar nuestra realidad concreta con más cariño y optimismo. La pandemia que sobrellevamos, aún con toda su carga de sufrimiento y de complejas consecuencias, nos ha permitido comprender la  fragilidad de nuestra vida y de nuestras obras, librándonos del exitismo individualista y, queramos o no, descubriendo los múltiples rostros de la miseria y de la pobreza tanto material como moral y espiritual. ¿No será una oportunidad de edificar un Chile más inclusivo, solidario, justo, integrado y fraterno? ¿Cuáles son nuestros “dolores de parto” de que habla el Apóstol? ¿Qué necesario, fundamental, para que “algo nuevo nazca entre nosotros”? ¿Qué es eso de nuevo?

 

                Del evangelio según san Mateo 13, 1-23

                Con el evangelio de este domingo, entramos en el tercer discurso llamado discurso parabólico (Mt 13, 1-53) de san Mateo. Ya hemos tenido la ocasión de leer en la liturgia el primero, el sermón de la montaña (Mt 5-7) y el discurso del envío misionero (Mt 9, 36 – 11, 1).  Este domingo  iniciamos las parábolas con que Jesús manifiesta la presencia del Reino de Dios en medio de los hombres. ¿Qué piensa y siente Jesús acerca de esta realidad que él anuncia? Al leer las parábolas podemos entrar a comprender este especial reinado de Dios que Jesús proclama como centro de su misión y que exige una respuesta para ser comprendido. Quien lo acepta lo comprende y quien no lo acepta, se niega a comprenderlo. Así se entiende la sentencia con que concluye el relato de la parábola del sembrador: “El que tenga oídos, que oiga” (v.9).

                La parábola del sembrador es la dramatización de las diferentes actitudes que los hombres toman ante el mensaje del reinado de Dios. Quienes le siguen porque lo escucharon son los que han aceptado la palabra y, por lo mismo, van comprendiendo y entrando en el misterio del reinado de Dios. Es la semilla que cae en buena tierra y va produciendo fruto. Jesús puede hablar de las distintas tierras que reciben la semilla en base a la experiencia de quienes le siguen, es decir, los pobres o empobrecidos de Palestina del siglo primero. Los oyentes ubican perfectamente las situaciones que enfrenta la semilla cuando es arrojada por el sembrador; comprenden las dificultades con que se encuentra el crecimiento de la semilla. La parábola no pone el acento en las dificultades que encuentra la semilla sino en el resultado sorprendente de la cosecha: un 30, un 60 y hasta el 100 por uno. Es una cosecha sobreabundante, inesperada, inimaginable. Los oyentes saben que sus cosechas reales alcanzan apenas el 10 por ciento. Lo que Jesús está señalando es que el Evangelio es verdaderamente Buena Noticia, cosa que sólo pueden comprender los que tienen los oídos bien abiertos.

                ¿Por qué es necesario enseñar  por medio de parábolas? (Mt13, 10-17) Los discípulos saben de las dificultades que enfrentan en la predicación ante muchos de oídos cerrados. Jesús necesita confortarlos e indicarles que ellos ya han entrado a comprender los misterios del reinado de Dios y por tanto son dichosos. También nosotros necesitamos comprender que la palabra del evangelio acarrea penurias, incomprensiones, tensiones, fracasos, oposiciones. No nos es fácil evangelizar hoy. Necesitamos comprender la trama interna del evangelio como camino con cruz, con exigencias, con dolor. Sentimos muchas veces que los corazones de hoy no quieren “oír” el mensaje pero hay que sembrar sin fijarnos ni esperar los resultados de la siembra. Tocamos el misterio de la libertad humana de la  que depende  la decisión incluso ante Dios mismo. Jesús indica que no basta con oír o ver, es necesario descubrir la novedad del Reino que sólo descubren los pequeños de este mundo.

                ¿Por qué la parábola necesita una explicación? (Mt 13, 18-23). Ciertamente en este texto se le atribuye a Jesús un objetivo distinto a la  parábola. Como vimos, la parábola del sembrador tiene por objetivo explicar el misterio del Reino de Dios. En cambio aquí, el objetivo es señalar los peligros o amenazas a que está sujeta la fe de los creyentes. Se mencionan  cuatro amenazas externas al sujeto creyente: el Maligno, la tribulación, la persecución y el mundo. Y, entre las amenazas internas a la persona misma del creyente se mencionan la superficialidad, la inconstancia y la seducción de las riquezas. Concluye la explicación con un llamado a la esperanza cuando la semilla cae en buena tierra, es decir, cuando el hombre escucha la Palabra y la comprende, ésta produce frutos de cien, sesenta  y treinta por uno.

                En conclusión. No basta con escuchar la Palabra es indispensable comprenderla. La persona debe hacer un proceso de comprensión lectora, es decir, que sea capaz de entender lo que está escuchando o leyendo. Cuando la persona escucha pero no comprende lo que escucha, lee pero no comprende lo que lee, habla pero no sabe lo que dice es muy difícil que llegue a profundizar el mensaje de Jesús. De ahí la necesidad de “enseñar al que no sabe” como una obra de misericordia, es decir, como obra redentora. El eunuco que iba en su carruaje leyendo pasajes de la Biblia pero el mismo reconoce que no comprende lo que iba leyendo del profeta Isaías. Felipe, movido por el Espíritu Santo, se acerca y le explica a partir del texto todo lo relacionado con Jesús (Hch 8, 26- 39).  Hay que hacer el esfuerzo por comprender lo que escuchamos, lo que leemos, lo que escribimos, lo que hablamos. El ejercicio de lectio divina nos ayuda a lograr una  más  profunda  y permanente comprensión de la Palabra de Dios.                                                                  

Que esta Palabra de Dios nos conforte, anime y empuje a evangelizar sin desmayar pero siempre empezando por nosotros mismos.   

                                                                                                              Un saludo fraterno.       

                                                               Fr. Carlos A. Espinoza I. O. de M.   

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