3° DOMINGO DE CUARESMA (A)
Provincia Mercedaria
de Chile

3° DOMINGO DE CUARESMA (A)

Domingo 15 de Marzo, 2020

 
Durante estos tres domingos de Cuaresma vamos a disfrutar de la Buena Nueva tomada del evangelio de san Juan. Hoy empezamos con el llamado “Libro de los Signos” desde el capítulo 2 al 12. El encuentro de Jesús con la mujer samaritana es una extraordinaria manera de presentar una catequesis bautismal como inicio del encuentro de Jesús con la samaritana, representación del proceso que vive todo cristiano.

¡Señor! Dame de esa agua para que no tenga más sed

                Es impresionante la insistencia de comentaristas acerca de la necesidad de dialogar para encontrar caminos de entendimiento y de solución a la grave situación social que nos tiene ya con los nervios deshechos. Pero, como nos enseña la Palabra de este domingo, Dios dialoga, Jesús dialoga pero con personas concretas, con rostros descubiertos. Una de las dificultades más graves que tenemos hoy es la impersonal forma de salir a la calle y apoderarse de los espacios públicos que nos pertenecen a todos. Junto al anonimato de las masas no hay cabezas visibles con las cuales dialogar. El domingo se reunieron miles de mujeres pero nadie sabe para qué y qué es lo que proponen. Es un llenar las calles y vociferar las más increíbles ofensas contra todo  lo que les parece que les molesta. Así no se puede realizar una consulta tan seria como es una consulta nacional sobre algo tan delicado como una nueva constitución política para el país. No se puede dialogar cuando no hay interlocutores reales, a rostro descubierto, sin ofensas  rabiosas y descalificaciones irreproducibles. Sin  interlocutores dispuestos a la escucha no se puede.   

PALABRA DE VIDA

Éxodo 17, 1-7    Tú golpearás la roca, y de ella brotará agua para que beba el pueblo      

Sal 94, 1-2.6-9                Cuando escuchen la voz del Señor, no endurezcan el corazón 

Rom 5, 1-2.5-8 El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo

Jn 4, 5-42            Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: Dame de beber

 

                 Del libro del Éxodo 17, 1-7        

                Las protestas no son tan modernas como parece y como señalan algunos “analistas” que quieren hacernos creer que la historia humana comenzó con la modernidad. La Palabra de Dios deja constancia del hecho en varios pasajes como en este del libro del Éxodo. Las carencias tampoco son tan actuales, siempre las ha habido. El pueblo israelita nace a partir de una carencia de libertad y abundancia de esclavitud bajo el dominio de los faraones egipcios. Tampoco dejan el estado de esclavitud por iniciativa propia; son sacados de allí por la “mano poderosa de Dios” que llama a Moisés y lo envía a cumplir la complicada misión de sacarlos de Egipto. Logrado  el objetivo central de su misión por encargo de Dios, el pueblo liberado comienza a vivir las más variadas carencias: pan, carne, agua. Expresan su malestar e incluso se rebelan contra Moisés y contra Dios. Por eso, el texto bíblico conserva dos palabras hebreas bien significativas de la situación del pueblo: Masá y Meribá. La “prueba” y “querella” es por carencia de agua, resaltando, sin embargo, la pronta respuesta de Dios como madre solícita y misericordiosa. Agua y alimento, elementos esenciales de la vida, en los pueblos antiguos, debían ser provistos por la madre a los integrantes de la familia. En el texto que nos ocupa se expresa que Dios cumple con su pueblo  aquella tarea como una madre proveedora. Al mismo tiempo, se resalta el brazo poderoso de Dios como de un guerrero invencible que los sacó de Egipto. El mandato es también digno de atención: “Golpea la roca y saldrá agua para que beba el pueblo” (v.6). Agua y roca son dos elementos muy opuestos y sirven para señalar la misma oposición entre la libertad y la pasada vida de Egipto que el pueblo añora, sin lograr asumir un proyecto de libertad todavía. Es el pueblo – roca (esclavitud) de donde brotará agua- vida (libertad) por la acción de Dios. Finalmente Dios manda a Moisés: “Empuña el bastón con el que golpeaste el Nilo y camina” (v. 5). Así se expresa que es la misma acción divina la que golpea y guía para transformar la realidad. Ser libre cuesta un largo proceso de aprendizaje paciente y perseverante, no sin añoranzas aunque sean esclavizadoras y opresoras. El famoso refrán dice  “echar de menos las cebollas de Egipto” sirve para indicar que el hombre aún liberado tiene la tentación de volver a su esclavitud pasada, aunque le  haya sido fuente de sufrimientos.

                Salmo 94, 1-2.6-9 nos remite a una liturgia procesional de entrada al santuario y claramente tiene dos partes. La primera de los v.1-7 es la invitación  de los encargados del culto a la asamblea para entrar en el recinto sagrado con vítores y aclamaciones y luego en los v. 8-11 una exhortación divina  a no volver a la rebeldía de la antigua generación del desierto en Meribá y Massá. Nos hace bien recordar ambas lecciones para que nuestro encuentro dominical sea festivo y oyente de la Palabra.

                De la carta a los Romanos 5, 1-2. 5-8

                El mensaje de esta segunda lectura se resume en los versículos iniciales cuando san Pablo señala: “Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo” (v. 1). De ello nos ha venido hablando hasta ahora. Alcanzamos la salvación, es decir, la relación con Dios en paz, la que había roto el pecado desde Adán hasta Jesucristo y esto significa que somos salvados por y mediante la fe en Jesucristo y no por la Ley ni las obras de la Ley. Lo que ya poseemos es gracias a “que resucitó de la muerte a Jesús, Señor nuestro, que se entregó por nuestros pecados y resucitó para hacernos justos”. De este modo podemos afirmar que “ahora hemos sido justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de Jesucristo Señor nuestro” (v. 1). Por la muerte y resurrección de Cristo se ha quitado el gran impedimento, el pecado, que nos separaba de Dios. Cristo lo ha destruido con su entrega redentora a favor de todos los hombres. Gracias a la fe en Cristo somos amigos de Dios, estamos en paz con el Padre de nuestro Señor Jesucristo. El centro de atención ya no es sólo el tema de la justicia que Dios ofendido puede reclamar al hombre pecador, sino el predominio del amor: “hemos alcanzado la gracia en la que nos encontramos” (v. 2). Poseemos el don gratuito de la redención  ya no por nuestros méritos y esfuerzos humanos sino por Jesucristo, y esto no lanzado a un futuro sino con la fuerza del “ahora”, en nuestra condición de cristianos en el aquí y ahora, en nuestra vida diaria. ¡Cuánto nos cuesta ser cristianos en el día a día, las 24 horas de la jornada! Tendemos a separar lo cristiano, entendido como ritos o ceremonias solamente, de la vida corriente. “Ahora” es el día a día que el cristiano vive “en gracia de Dios”. Se nos habla de un “estar en paz con Dios” y se tiende a confundir con un estado de bienestar psicológico o humano. Hay que entender la paz en el sentido bíblico: el don máximo que puede gozar aquel que es amigo de Dios. Los santos hablan de la “amistad con Dios”, se los identifica como los “amigos de Dios”. No cualquier bienestar es sinónimo de paz sino  aquella cercanía y amistad con el Señor. Esto es lo que Cristo ha restaurado con su entrega redentora. Y desde aquí podemos comprender la magistral certeza del cristiano: “Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestro corazón por el don del Espíritu Santo” (v. 5).

                Del evangelio de san Juan 4, 5-42           

                Durante estos tres domingos de Cuaresma vamos a disfrutar de la Buena Nueva tomada del evangelio de san Juan. Hoy empezamos con el llamado “Libro de los Signos” desde el capítulo 2 al 12. El encuentro de Jesús con la mujer samaritana es una extraordinaria manera de presentar una catequesis bautismal como inicio del encuentro de Jesús con la samaritana, representación del proceso que vive todo cristiano.                                                                                                                               Algunos detalles interesantes a tener en cuenta para una mejor y más profunda comprensión del extenso relato, sobre todo para captar el progresivo simbolismo del camino de la fe. Al respecto señalemos los siguientes:                                                                                                                        Preparativos del encuentro. Jesús abandona  Judea, atraviesa Samaría y se dirige a Galilea. La escena acontece en Samaría, en Sicar, donde se encuentra el pozo de Jacob. Los judíos y los samaritanos no eran amigos, tenían grandes diferencias que hacían su trato conflictivo. La escena acontece alrededor del pozo: en la cultura del medio oriente éste es un lugar clave para la sobrevivencia y es lugar de encuentro social. Hay que ir al pozo todos los días o frecuentemente a sacar el agua. No todos los encuentros son amistosos alrededor del pozo, también hay conflictos y riñas. El pozo pertenece a la cultura del pueblo. Y a este lugar de encuentro llega también Jesús “fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era mediodía” (v. 6). Llega también “una mujer de Samaria a sacar agua” (v. 7).

                Inicio del diálogo. Jesús toma la iniciativa: “Dame de beber”. Siempre es el Señor que toma la iniciativa para llamar y para enviar. Nadie elige ser cristiano, siempre es Cristo el que llama y así se inicia un proceso de intercambio mutuo hasta llegar a la madurez de una opción por Él y su reino. El diálogo se hace desde la propia situación del interlocutor. La mujer samaritana señala su sorpresa de que un judío le pida de ver a ella que es samaritana. Así expresa la postura de los samaritanos respecto a los judíos. Y tenemos que descubrir en esta mujer la representación simbólica del pueblo de Samaría. La pedagogía de Jesús es hermosa. Le responde dejando en claro la doble ignorancia de la mujer: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva” (v.10). La mujer entra poco a poco en otra dimensión del encuentro con el tema del “agua viva”. Jesús le aclara hablando de las dos aguas: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; quien beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, porque el agua que le daré se convertirá dentro de él en manantial que brota dando vida eterna” (vv.13-14). Así Jesús suscita en la mujer un más profundo interés: “Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed y no tenga que venir acá a sacarla” (v. 15). Fruto del diálogo, al comienzo áspero, se han invertido los papeles: si Jesús es el que abre el diálogo y pide de beber, ahora es la mujer la que pide de “esa agua”.

                Confrontación con la vida. La petición de la mujer todavía revela el deseo que Jesús le hiciera la vida más fácil el problema de la sed y de acarrear el agua día a día. Otro paso: “Ve, llama a tu marido y vuelve acá” (v. 16), le dice Jesús. “No tengo marido” responde la mujer. La palabra de Jesús es clarificadora para la mujer: “Tienes razón al decir que no tienes marido; porque has tenido cinco hombres, y el que tienes ahora tampoco es tu marido. En eso has dicho la verdad” (v. 17-18). Si la mujer samaritana representa al pueblo de Samaria, estos cinco maridos de que habla Jesús son los cinco dioses originales que adoraban  los samaritanos. Primer reconocimiento de la persona de Jesús de parte de la mujer: “Señor, veo que eres profeta” (v. 19). El profeta es un hombre que habla en nombre de Dios, un hombre escogido para comunicar la Palabra de Dios. La mujer reconoce su pecado, la idolatría del pueblo, el culto a los dioses. Esto da pie a que Jesús señale el fin de la adoración al Padre en montes y templo de Jerusalén; desde ahora la adoración será “en espíritu y en verdad” y Jesús mismo es la presencia de Dios que los hombres deben reconocer. Segundo reconocimiento de parte de la mujer: “Sé que vendrá el Mesías – es decir el Cristo -. Cuando él venga, nos lo explicará todo” (v. 25) dice la mujer. Entonces Jesús le dice: “Yo soy, el que habla contigo” (v. 26). Estamos ante el único caso en que Jesús revela directamente su identidad y lo hace a una mujer de una raza despreciada y no de raza judía, escoge a una pecadora y no a una santa, escoge una mujer y no a un hombre. Dios pone los ojos en los últimos y los eleva. Los caminos de Dios, los de la fe, son inescrutables y pasan todos por y confluyen en Jesús, el Hijo del Padre.

                Compromiso. “La mujer dejó el cántaro, se fue al pueblo y dijo a los vecinos: Vengan a ver un hombre que me ha contado todo lo que yo hice: ¿No será el Mesías?”(v. 28). La mujer se ha convertido en apóstol y mensajera de la Buena Noticia. No hay llamado sin misión. Lo que anuncia no es una nueva doctrina sino a una Persona que le ha llevado a descubrir su vida de pecado y dolor. El testimonio mueve los corazones cuando está hecho desde la autenticidad y humildad. Muchos abrazan el camino de la fe gracias a este testimonio. La evangelización es tarea de todo bautizado, pero la clave está en la calidad y profundidad del encuentro con Jesús, Mesías, no sólo hombre sino también Dios. Muchos bautizados siguen todavía pegados en el pozo de los bienes puramente materiales, del dinero, del estatus social, del partido o ideología de turno, etc. No despegan nunca porque no dejan que la Palabra de Jesucristo empiece a anidarse en el corazón. Hoy se requiere cristianos como esos samaritanos que le dijeron a la mujer: “Ya no creemos por lo que nos has contado, porque nosotros mismos lo hemos escuchado y sabemos que éste es realmente el salvador del mundo” (v. 42). La mujer  de este evangelio es figura de la Iglesia que nos anuncia y nos ofrece la vida nueva del Señor Jesucristo.

                Un saludo especial a la Congregación de Religiosas Adoratrices por los 100 años de la  presencia adoratriz en Chile (1919 – 2019). Felicitaciones por su aporte carismático y espiritual al servicio de la dignidad de la mujer y tantas  otras manifestaciones a la difusión del Evangelio. Unidos en la Eucaristía de acción de gracias este sábado 14 de marzo de 2020

                Un saludo fraterno.            

                                                           Fr. Carlos A. Espinoza I. O. de M.

 

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