COMENTARIO DEL EVANGELIO EN ESTE 29° DOMINGO DURANTE EL AÑO(A) Y TRANSMISIÓN DE LA EUCARISTÍA
Provincia Mercedaria
de Chile

COMENTARIO DEL EVANGELIO EN ESTE 29° DOMINGO DURANTE EL AÑO(A) Y TRANSMISIÓN DE LA EUCARISTÍA

Domingo 18 de Octubre, 2020

 
El evangelio de San Mateo nos ofrece el encuentro de Jesús con el frente unido de quienes se le oponen. Los fariseos tienden una trampa a Jesús sobre uno de los más odiados asuntos como era la obligación de pagar el impuesto per cápita al imperio de turno, a Roma, sin importar los ingresos de cada uno.

¡Señor Jesús! Ayúdame a descubrir que toda persona lleva impresa la imagen de Dios y merece ser reconocida como tal

                 Esta es una época donde sobreabunda el tema y la preocupación por la autoimagen y la imagen misma. Hay que intentar ver y verse muy bien según las parámetros de la belleza y el cuidado personal. No está mal hacerlo pero con tal que no nos haga olvidar lo esencial de la vida, entendida como ese espacio de nuestras existencias que Dios ha acompañado silenciosamente sin que muchas veces nos diéramos cuenta. Sí. El Señor ha caminado con nosotros, sorprendidos y aturdidos por la espantosa pandemia. Para nosotros los creyentes ha sido un tiempo de reafirmación de la eternidad de Dios y de la levedad de nuestra naturaleza humana terrena. Si hay algo que nos ha impactado en esta pandemia mundial es la experiencia, tantas veces ignorada, de nuestra precariedad, de nuestra imposibilidad de dar respuesta inmediata al gigantesco desafío a que nos enfrentó la presencia del COVID 19. La experiencia del límite, tan importante en nuestro desarrollo humano y espiritual, nos  debería  hacer reflexionar y recapacitar acerca de nuestros estilos de vida y de convivencia que, cimentados en la abundancia de bienes de consumo a pedir de boca, nos ha mostrado el lado oscuro y patético de las pobrezas de nuestros tiempos o “las nuevas pobrezas” como las llama la Iglesia. Y ¿cuáles son esas pobrezas o “nuevas pobrezas”? Las diversas formas de soledad, de abandono, de olvido en que viven muchos seres humanos. Es una manifestación patente que muchas veces hemos perdido el sentido humano que hace bella la convivencia, la ayuda mutua, la cercanía amistosa, la mutua colaboración, el respeto, el amor, la compasión. No pensemos que faltan declaraciones, informes, estadísticas, proyectos, planes, y un largo etc. Es un signo de las “nuevas pobrezas” que las instituciones se llenan de buenos deseos e intenciones pero son incapaces de hacerlos vida, realidad. Somos ricos y abundantes en declaraciones como  por ejemplo la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sin embargo, sin decoro, se los suprime con pecados graves contra la vida humana, la dignidad de todo ser humano, el aborto, la eutanasia, los atropellos, la destrucción del bien común, etc. ¿Por qué llegamos hasta este peligroso límite?  Hay muchas respuestas pero podrían ser insuficientes. Hay un elemento fundamental: ya no reconocemos la imagen de Dios en el ser humano. La respuesta de Jesús, después de ser abordado y ver la imagen del emperador en la moneda que uno de ellos le mostró es digna de atención. El “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” reclama una interpretación que nos ayuda a vivir en clave de su Reino. No han faltado búsquedas de interpretación. Tenemos claro que al César hay que pagarle los impuestos pero ¿qué es lo que es Dios? Podríamos pensar que hay que hacer los aportes para el templo y para el culto dando a Dios lo que le pertenece. Pero más que esto, que es bueno hacerlo, lo que es de Dios es su creatura, el hombre, donde el Creador estampó con un sello imborrable  su imagen. Dar a Dios lo que es de Dios es reconocer su imagen en toda persona y darle todo lo que le daríamos al mismo Señor en la persona del prójimo. De ese sagrado reconocimiento depende todo lo que debemos hacer por el otro. Pero no sólo el ser humano es imagen de Dios, nuestro Creador. También la creación entera es creación de Dios, puesta en las manos del hombre para que éste la cuide y viva en ella como en “nuestra casa común”. Respetar a toda persona y a la naturaleza son los desafíos urgentes.                      

                PALABRA DE VIDA

                Is 45, 1.4-6                          Yo soy el Señor, no hay otro, no hay ningún Dios fuera de mí                   Sal 95, 1.3-5.7-10           Aclamen la gloria y el poder del Señor                                                 1Tes 1, 1-5                         Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes                                            Mt 22, 15-21                     Den, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios

                Nos disponemos a escuchar al Señor que nos habla mediante su Espíritu no sólo en los textos bíblicos de este domingo sino también en la vida misma, en la historia del pueblo escogido y en la historia humana. La acción de Dios se manifiesta en la creación y en la historia; Él les da sentido y en ellas Dios manifiesta su soberanía y salvación. Abramos la mente y el corazón para dejarnos interpelar por el Señor y renovemos nuestra adhesión sincera de fe.

                Del libro del profeta Isaías 45, 1.4-6

                El profeta Isaías, en la primera lectura de hoy, conocido como el “Segundo Isaías”, nos ofrece un sorprendente aspecto de la historia de Israel, cuando afirma que Ciro, rey pagano y persa, sin saberlo es “Ungido” por Dios para llevar a cabo el plan de liberación de Israel que está cautivo en Babilonia. Así afirma Isaías que la investidura real de Ciro es un acontecimiento querido por Dios. Es un instrumento providencial para que Israel vuelva a su tierra que tanto añora en el destierro. Es la primera vez que un texto bíblico se refiere a la palabra de Dios dirigida a un rey pagano como Ciro de Persia. La unción que significaba consagración para alguna misión que Dios encomienda, destina a este pagano para que libere a los cautivos del imperio babilónico y ahora con Ciro, persa. Efectivamente es Ciro el que promueve la política de hacer volver a todos los pueblos deportados a sus países de origen, porque era más llevadero cobrar impuestos a los pueblos que deportar a los más connotados de cada pueblo bajo el dominio imperial. Pero el profeta es tajante acerca de la exclusiva y total soberanía de Dios: “Doblegaré ante él naciones, desarmaré a los reyes, abriré ante él las puertas, los batientes no se le cerrarán” (v.1). Cuando Dios elige y encomienda una misión, allana el camino quitando los obstáculos. Esta providencia de Dios mira al bien de su pueblo escogido: “Por mi siervo, Jacob; por Israel, mi consagrado. Te llamé por tu nombre, te di un título, aunque no me conocías” (v.4). Por dos veces se repite el absoluto señorío de Dios que interviene: “Yo soy el Señor, y no hay otro” (vv. 5-6). Así queda descartado cualquier intento de divinización de figuras políticas o religiosas como emperadores, reyes o autoridades religiosas. Es muy saludable recordarlo en estos tiempos de populismos y tiranías teocráticas. ¿Te sorprende que Dios elija a un pagano como instrumento de salvación para Israel? ¿Crees que Dios tiene poder y soberanía sólo en Israel y en la Iglesia?

                Salmo 95, 1.3-5.7-10 centra su atención en la gloria del Señor, proclamado como rey del universo, en el contexto de una gran celebración litúrgica. Podemos imaginar a los encargados del culto animando a la asamblea e invitándola a entrar en el santuario: Canten al Señor un canto nuevo, cante al Señor toda la tierra(v.1). Es lo que hacemos en nuestro encuentro litúrgico dominical mediante los medios digitales aunque anhelamos el día en que podamos nuevamente reunirnos en los templos para celebrar en comunidad la fiesta de la presencia del Señor en medio de su pueblo. Por ahora, debemos cuidar la salud y la vida propias y de los demás mientras dure esta pandemia que nos afecta. Podemos con el deseo unirnos a la comunión eclesial en el Espíritu.

                De la primera carta de san Pablo a los cristianos de Tesalónica

                La primera carta de San Pablo a los Tesalonicenses es considerada como el primer escrito cristiano con toda probabilidad. Fue escrita hacia el año 51 d.C. y pertenece a la pluma de San Pablo. Encontramos los detalles del estilo epistolar de su tiempo: se nombra al remitente: Pablo, Silvano y Timoteo;  y a los destinatarios: a la Iglesia de Tesalónica. Concluye este saludo con buenos augurios: “en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz a ustedes” (v. 1). Aunque se mencionen tres remitentes, sin embargo, el autor es uno solo: Pablo, sin ningún agregado que, en las cartas posteriores no faltará: “Pablo, Apóstol de Jesucristo”. La palabra “Iglesia”, que para nosotros es sinónimo de templo o institución jerárquica, para los tiempos de Pablo tenía su especial significación. “ekklesía” es una palabra griega que designaba a la asamblea de dirigentes que encarnaba el ideal democrático de participación ciudadana, que dio origen a la polis o ciudad griega. Pero para los creyentes de las comunidades primitivas cristianas, la “ekklesia” es una comunidad que se forja desde la autoridad de Dios Padre y el Señor Jesucristo, polo opuesto a la “ekklesía” griega que es creada y guiada por el emperador de turno como una forma de ejercer un poder incontrastable. Así la palabra Iglesia está más en comunión con la “Asamblea de Dios” o “qahal” de Israel. “Gracia” es el saludo griego, en sentido cristiano, es el don que Dios nos otorga por medio de Jesucristo. “Paz” es el saludo hebreo “salom”, el don más apreciado para el hombre creyente que Dios le regala. Luego del significativo saludo, se abre la acción de gracias donde la alabanza y la oración van de la mano. San Pablo da gracias, sobre todo, porque los cristianos de Tesalónica han acogido el evangelio no sólo como palabra sino “ con la eficacia del Espíritu Santo y con fruto abundante”(v.5). Es decir, la comunidad vive los frutos del evangelio: “Recordando su fe activa, su amor entrañable y su esperanza perseverante en nuestro Señor Jesucristo ante Dios nuestro Padre” (v.3). Ojalá se pudiera decir otro tanto de nuestras comunidades de hoy. ¿Vive mi comunidad los frutos del evangelio?¿Hemos acogido a Jesucristo como Salvador?

                Del evangelio según san Mateo 22, 15-21

                El evangelio de San Mateo nos ofrece el encuentro de Jesús con el frente unido de quienes se le oponen. Los fariseos tienden una trampa a Jesús sobre uno de los más odiados asuntos como era la obligación de pagar el impuesto per cápita al imperio de turno, a Roma, sin importar los ingresos de cada uno. Esta causa reúne a otro grupo los herodianos, completamente opuestos a los fariseos en este asunto pues les interesaba el apoyo a Herodes Antipas y a Roma como garantía de estabilidad para los negocios y el comercio en la región. La pregunta que dirigen a Jesús está precedida de unos comentarios aduladores acerca de Jesús y la adulación pretende que el interlocutor crea que realmente lo que se dice sea verdad. En efecto tampoco son ellos, los jefes, los que enfrentan a Jesús. Han mandado a los discípulos de uno y otro bando, quienes adulan y luego preguntan  a Jesús: “Maestro, sabemos que eres sincero, que enseñas con verdad el camino de Dios y que no te dejas influir por nadie, pues no miras las apariencias  de las personas. Dinos, pues, tu parecer: ¿estamos obligados a pagar tributo al César o no? (v.16-17)).                  

                La pregunta, tras unos halagadores comentarios que hacen a Jesús, lo enfrenta a un dilema complejo: si dice que hay que pagar el impuesto a Roma perderá el respeto y el respaldo de la gente que lo considera un profeta. Si dice que no, arriesga ser acusado ante las autoridades romanas de incitar a la insurrección. Entonces Jesús de inmediato les echa en cara su hipocresía y les pide que le muestren el denario usado para pagar el impuesto, el que debía ser pagado con la moneda romana que llevaba la imagen y la inscripción del César. La célebre respuesta de Jesús: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (v.21) era una forma adecuada de evitar la trampa que los fariseos le han tendido.                                                                            

                Pero conviene no pasar de largo ante la afirmación que abre el encuentro. Ciertamente ellos no creen en lo que están afirmando pero lo dicen para captarse la buena disposición de Jesús hacia ellos. Esta constatación sobre Jesús no nace de la sinceridad sino de la hipocresía lo que significa que sus palabras no nacen del corazón sino muy lejos del convencimiento. La intención no se ajusta a este reconocimiento: “Entonces los fariseos se reunieron para buscar un modo de enredarlo con sus palabras” (v.15). Tender una trampa es justamente el objetivo y Jesús lo sabe: “Jesús, adivinando su mala intención, les dijo: ¿Por qué me tientan, hipócritas?”(v. 18). Tienden una trampa con el fin de tener de qué acusarlo pero Jesús descubre lo que hay en el corazón, no se deja engañar ni seducir por los “elogiosos comentarios” con que han iniciado su arremetida. Sin embargo, para nosotros los creyentes lo que ellos dijeron es precioso y verdadero, porque Jesús, en verdad, es sincero y enseña el camino de Dios y no depende de nadie. Es por esencia el Hombre Libre, el que es Camino, Verdad y Vida en quien experimentamos la cercanía amorosa del Padre. Es nuestro Maestro y Modelo a seguir cada día.

                Jesús, para responderles, ha hecho un pedido: “Muéstrenme la moneda del tributo. Le presentaron un denario” (v. 19). A reglón seguido: “Y él les dice: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción?”(v.20). La respuesta es verdadera porque la imagen impresa en la moneda es la del César. Es importante el tema de la imagen que es clave en la respuesta de Jesús. El tributo al César hay que pagarlo porque la imagen de la moneda es suya; pero el hombre lleva la imagen de Dios, ha sido creado a imagen de Dios, y, por lo tanto, sólo a Dios debe cada uno su existencia. La imagen del César está impresa en una materia corruptible; la imagen de Dios está en todo ser humano. Y esto es lo que la Iglesia debe proclamar una y otra vez. De este modo, la respuesta de Jesús es impresionante: hay que darle a Dios lo que es de Dios, es decir, el hombre, su creatura, debe ser reconocido en su dignidad más honda. El respeto al ser humano, el reconocimiento de su dignidad, el carácter inviolable de su conciencia, su señorío en la creación, su vocación trascendente, su rescate por obra de Cristo son formas concretas de “dar a Dios lo que es de Dios”. De ahí la gravedad que reviste el atropello, el abuso, el rechazo, la esclavitud y toda forma de deshumanización. Atropellando al hombre, estamos atropellando al mismo Dios, a Cristo que ofreció su vida por rescatarlo. A los derechos humanos hay que agregarle los deberes humanos. Así el evangelio es inseparable de la humanización como acontece en el carisma redentor de la Orden de la Merced. Pedro Nolasco ha visto la imagen verdadera de Dios en el cautivo sometido a opresión. Fue capaz de descubrir el rostro de Cristo en el rostro sufriente de los cautivos cristianos. Hoy nuevas formas de cautividad vuelven a empañar la imagen de Dios en tantos hombres y mujeres humillados y sometidos.

                Algunos piensan que la respuesta de Jesús apunta al hecho que hay que cumplir con las obligaciones que el estado civil impone y, al  mismo tiempo, hay que cumplir con las obligaciones religiosas que tienen relación con Dios. Si fuera así, cabría preguntarse en qué consistiría la novedad de la respuesta de Jesús. Por el contrario, Jesús restablece la absoluta soberanía de Dios sobre todo lo creado y que no son identificables los compromisos con Dios y los que corresponden al César. Ciertamente el evangelio no nos propone un reparto de poderes de tal modo que el César gobernaría los asuntos materiales y Dios lo que se refiere al espíritu o espiritual. De esto resultaría que el ser humano estaría sometido a dos poderes: al César que representaría el poder político y a Dios que representaría el poder religioso. Repito que la respuesta de Jesús restablece la absoluta soberanía de Dios que antes que los poderes humanos imprimió su imagen en el hombre desde su misma creación.

                Que el Señor nos libre de caer en el feo defecto de la adulación hipócrita y nos haga amantes de la verdad y del bien. Solo en la verdad se edifica el bien.   

                 Un saludo fraterno y que Dios nos bendiga con la Gracia y la Paz.

                Fr. Carlos A. Espinoza I., O. de M.     

 

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