3° DOMINGO DURANTE EL AÑO (B)
Provincia Mercedaria
de Chile

3° DOMINGO DURANTE EL AÑO (B)

Viernes 22 de Enero, 2021

 
El evangelio de san Marcos es el primero de los cuatro evangelios escritos y es el más breve ya que tiene sólo 16 capítulos. Contiene el texto de hoy, un anuncio importantísimo y una llamada a la conversión. Luego hay una invitación a los primeros discípulos que son también los primeros en responderla.

 

Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos

                Señor Jesús, te miro, y mis ojos están fijos en tus ojos. Tus ojos penetran el misterio eterno de lo divino y ver la gloria de Dios. Y son los mismos ojos que vieron Simón, Andrés, Natanael y Leví. Tus ojos, Señor, ven con una sola mirada el inagotable amor de Dios y la angustia, aparentemente  sin fin, de los que han perdido la fe en este amor y son “como ovejas sin pastor”.                                          Cuando miro en tus ojos me espantan, porque penetran como lenguas de fuego en lo más  íntimo de mi ser, aunque también me consuelan, porque esas llamas son purificadoras y también me consuelan, porque esas llamas son purificadoras y sanadoras. Tus ojos son muy severos, pero también  muy amorosos; desenmascaran, pero protegen; penetran, pero acarician; son muy profundos, pero también muy íntimos; muy distantes, pero también invitadores.                                           Me voy dando cuenta poco a poco de que, más que “ver”, deseo “ser visto”, ser visto por ti. Deseo permanecer solícito bajo tu morada y crecer fuerte y suave a tu vista. Señor, hazme ver lo que tú ves- el amor de Dios y el sufrimiento de la gente - , a fin de que mis ojos se vuelven cada vez más como los tuyos, ojos  que puedan sanar los corazones heridos. [H.H.M. Nouwen]

                Continuamos con el primer evangelio, el de San Marcos, escrito hacia el año 65 de nuestra era cristiana, siendo la primera expresión escrita de la vida de Jesús y su ministerio público, es decir, su predicación. Marcos es una discípulo muy cercano a los grandes apóstoles de la primera etapa del cristianismo, Pedro  y Pablo. No cabe duda que era un gran misionero. Cuando la generación que había conocido y compartido con Jesús, los testigos directos, van muriendo, entonces es necesario poner por escrito lo que han visto y oído. San Marcos enfrenta el desafío de poner por escrito el mensaje y vida de Jesús de Nazaret. Este primer evangelio está escrito en griego común ya que el evangelio había llegado a los gentiles a través del fogoso Pablo de Tarso alias San Pablo. Es de notar que el primer evangelio escrito comienza con una absoluta confesión de fe que será la guía de lectura y comprensión del texto. Así dice  como puerta de entrada: Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Buena Noticia de Jesús es igual a Evangelio de Jesús, ya que en griego euangelion es buena  noticia, buena nueva. Se trata de Jesús que significa salvador y se refiere al profeta Jesús de Nazaret de estirpe humana, se trata de un ser humano,  hijo de María y cuyo padre adoptivo es José. Se trata del Cristo o Mesías, el Enviado y esperado por los siglos. Se trata del Hijo de Dios, el Hijo amado por el Padre del Cielo, el Hijo Único del Padre. Esta es la confesión de fe fundamental para el cristiano y para la Iglesia: Jesús es el Cristo o Mesías, Hijo de Dios. Esto se resume en el nombre: Jesucristo que es nuestra confesión de fe que dice: Jesús es el Cristo. De este modo san Marcos nos presenta una catequesis fundamental de la  persona, vida y obra de Jesús de Nazaret. No dejará de ofrecernos esa doble realidad que hay en Jesús: es hombre y es Dios. No es solo hombre ni es solo Dios. Es verdadero hombre y verdadero Dios. Este es el misterio que nos convoca a leer el evangelio de san Marcos. Si hacemos una lectura detenida y continua lograremos conocer  mucho mejor al Señor Jesucristo y así se acrecentará  nuestra fe en Él y acogeremos su propuesta magnífica del Reino de Dios. Invitación cordial a dejarnos guiar por la Palabra de Dios que Marcos nos ofrece para este hoy de pandemia y cuidados. ¡Atrévete!

                PALABRA DE VIDA

Jonás 3, 1-5.10                  Al ver todo lo que los ninivitas hacían para convertirse de su mala conducta, Dios se arrepintió de las amenazas que les había hecho.

Sal 24, 4-9                           Muéstrame, Señor, tus caminos.

1Cor 7, 29-31                     Lo que quiero decir, hermanos, es esto: queda poco tiempo 

Mc 1, 14-20                        El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca

                “El magno e inefable diálogo entre Dios y el hombre que constituye nuestra religión supone en el hombre mismo, una actitud receptiva particular. Si el hombre busca y escucha la Palabra de Dios, la Verdad salvadora entra en el alma y engendra nuevas relaciones entre Dios y el hombre: la fe, la vida sobrenatural. Pero si el hombre no escucha, Dios habla en vano; se abre un drama tremendo” (G.B. Montini, El sentido religioso, Sígueme, Salamanca 1964). Con esta cita invito a ponerse en actitud de escucha de ese Dios, que no es “dios de muertos”, sin palabra, sino “Dios vivo” que tiene palabra que compartir con aquel ser que fue creado con capacidad de escucha y de diálogo, el hombre.

                Del libro de Jonás 3, 1-5.10

                 El profeta Jonás pertenece a los llamados “Doce profetas menores” de la Biblia Hebrea. Es un libro de la época postexílica escrito entre los siglos quinto y segundo antes de Cristo. Más que profecía, el libro de Jonás es considerado como parábola y por lo tanto más acorde con la literatura sapiencial. Es un escrito de carácter didáctico en lenguaje parabólico cuya pretensión es enseñar, a través de una narración, que la salvación no es exclusiva de Israel sino que también los paganos acceden a ella.  La trama es clara: un profeta israelita se niega a anunciar la Palabra de Dios bajo un pretexto verdadero: los destinatarios son paganos, opresores y enemigos mortales de su pueblo. Dios le hace ver a este profeta que él puede compadecerse de estos paganos. De este modo, la narración es un alegato contra el estrecho nacionalismo del pueblo elegido, que pretende monopolizar la misericordia de Dios en nombre de los privilegios recibidos del Señor. El amor de Dios no conoce fronteras y la predilección por Israel es para que sea luz de las naciones.

                El texto de esta primera lectura contiene dos elementos importantes en las lecturas de hoy: la llamada y la necesidad de conversión. Dios llama a Jonás y lo envía a una misión a la ciudad de Nínive: “Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida” (v. 4). Es la segunda vez que Dios lo llama. La respuesta de los ninivitas es inesperada: “Al ver todo lo que los ninivitas hacían para convertirse de su mala conducta, Dios se arrepintió de las amenazas que les había hecho y no las cumplió” (v. 10). En Israel era normal la convicción que lo que Dios dice se cumple inexorablemente pero aquí hay una clara delimitación de esta convicción. Ya el profeta Jeremías decía que Dios se arrepiente de sus amenazas cuando ve un pequeño signo de cambio o conversión. Esto se convierte en el mensaje de Jesús en una convicción absoluta: Dios quiere que los hombres se salven, y en ese sentido, nada limita su misericordia y compasión. El evangelio está lleno de ejemplos de esta actitud de Dios a través de su Hijo Jesús. ¿No les parece extraño que el papá del hijo pródigo lo reciba, acoge y hace fiesta por su regreso? Y la “vida” que llevó el retornado estaba muy lejos de ser ejemplar y edificante. La misericordia divina no tiene límite.  

                La actualización de esta lectura de Jonás nos ayuda a revisar nuestros afanes de enmendarle a Dios su misericordia y absolutizar nuestra tendencia a hacer de la salvación un bien más bien exclusivo y sujeto a un complejo sistema de normas y restricciones. Es como encerrar el Espíritu de Dios en nuestra comunidad eclesial cuando en verdad actúa en el conjunto de la humanidad. Miremos nuestros exclusivismos religiosos creyéndonos salvados y asegurados. Lo único que debemos imitar es la misericordia de Dios y la acogida admirable de esa ciudad pagana que hizo penitencia y Dios los perdonó. ¿Dónde está hoy esa Nínive pecadora y orgullosa?

                El salmo 24 es una súplica para conocer los caminos de Dios. Una certeza absoluta mueve al orante: Dios se preocupa de los humildes, los pobres y los pecadores. Esto da confianza porque revela la bondad de un Dios que se fija en las situaciones deprimidas de la persona humana. Se apela a la compasión y al amor que el Señor tiene como atributos eternos del Dios verdadero. Esto es fuente de consuelo y esperanza para todos. Conocer los caminos de Dios y aceptarlos por difíciles que parezcan. La persona tiende a perder la brújula, a perderse en las miles de solicitaciones que el mundo le ofrece. ¿Necesitas conocer los caminos por donde Dios te quiere llevar? ¿Estás dispuesto a aceptar sus condiciones?

                De la primera carta de san Pablo a los Corintios 7, 29-31

                Si quiere vaya a  su biblia y busque el capítulo 7 de la primera carta a los corintios. San  Pablo, siempre preocupado del andar de las comunidades cristianas que había fundado, aborda diversas situaciones complejas que estaban viviendo estos cristianos de Corinto. Y la primera  que aborda es un tema  complejo: el matrimonio y el celibato. Ambas cuestiones están también en la preocupación actual de nuestras iglesias y de la sociedad. Casi al final del capítulo 7 san Pablo propone un criterio iluminador de ambas realidades humanas y cristianas. Estamos viviendo ya en el último tiempo, el de la gracia de Jesucristo. Estamos en el tiempo definitivo marcado con el sentido de plenitud. Y nuestra plenitud es la vida de fe, de esperanza y de amor. Pero ¿cómo vivir este tiempo nuevo que Jesucristo inauguró con su muerte y resurrección y las vicisitudes temporales? No tiene mucho sentido vivir el presente sin desarrollar el sentido de lo definitivo.  ¿A qué tiempo presente se refiere el Apóstol? Se refiere al tiempo inaugurado con la resurrección de Cristo, es el tiempo de la Iglesia, en el que el cristiano participa de la vida de Cristo resucitado, es decir, es ciudadano del cielo por más que esté aquí en el tiempo histórico terreno. Sírvanos esto para comprender el texto de esta segunda lectura de este domingo. Desde esta perspectiva del tiempo nuevo inaugurado por el Resucitado, y el cristiano por el bautismo es un resucitado, puede afirmar el Apóstol que “queda poco tiempo” (v. 29) lo que es cierto al comparar nuestro tiempo histórico con la eternidad inaugurada por el Resucitado. Por eso el cristiano puede relativizar todas las estructuras históricas, entre ellas el matrimonio, los sufrimientos, las alegrías, los bienes materiales, los deleites del mundo. La razón es clara: “Porque la apariencia de este mundo es pasajera” (v.31). Y la apariencia de las cosas de este mundo nos engaña ofreciéndonos una sensación de lo definitivo. Lo único definitivo es el Reino de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado. ¡Qué bien nos hace percibir esta verdad! Los antiguos acuñaron una sentencia: Gloria mundi transit, es decir, la gloria del mundo pasa. El que no pasa nunca es Dios, el Eterno, el Absoluto. ¿Tengo conciencia de la finitud humana y de la vida eterna?

                Evangelio según san Marcos 1, 14 - 20

                El evangelio de san Marcos es el primero de los cuatro evangelios escritos y es el más breve ya que tiene sólo 16 capítulos. Contiene el texto de hoy, un anuncio importantísimo y una llamada a la conversión. Luego hay una invitación a los primeros discípulos que son también los primeros en responderla. Veamos algunos aspectos interesantes a destacar.

                “Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea” (v. 14). En el evangelio de Marcos, Galilea y Judea no son sólo lugares geográficos de Palestina sino  también tienen un valor y un significado teológico. Galilea, considerada por los de Judea “territorio de los gentiles”, tierra despreciable, es la región donde se comienza a manifestar por primera vez la salvación que nos trae Jesús. Así se afirma la elección de los más humildes y de las personas  a quienes Israel rechaza oficialmente. En Judea está Jerusalén, la ciudad santa y el corazón de la religión judía, y representa la hostilidad extrema contra Jesús. No resulta extraño que el Resucitado retorne a Galilea e invite a los suyos a seguirle (Mc 16, 7). El contexto de este inicio del ministerio público de Jesús es el arresto de Juan Bautista, dejando así el campo abierto al despliegue de Jesús. Este hecho acontecido en Judea lleva a Jesús a Galilea, la tierra de los pobres. Aquí encontramos una opción notable de Jesús y su Reino: se dirige primero a los pobres de la tierra y no a la poderosa organización religiosa y política de Jerusalén que contaba con gente preparada y pudiente.

                “Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca” (v. 14.15). El mensaje de Jesús no fue un libro sino un anuncio, una proclamación, es decir, una palabra o pregón como se acostumbraba a publicar las buenas noticias. Y ciertamente el mensaje cristiano fue en su primer momento predicación, anuncio. Sólo después se fijará en los cuatro escritos que llamamos “evangelios” que transmiten el “único evangelio” es decir, Jesucristo, Buena Noticia, Mesías, Hijo de Dios, títulos con que se abre el evangelio de Marcos. La palabra “evangelio” es griega y significa “buena noticia”, “buena nueva”. Originalmente esta palabra se usaba para anunciar, por ejemplo el nacimiento de un hijo del emperador mediante pregoneros que iban por todos los rincones del imperio anunciando esa buena noticia. Hoy, la palabra Evangelio se refiere al anuncio de Jesús, el Salvador. Y se puede decir “Jesús, evangelio del Padre”. Así, pues, San Marcos nos narra que Jesús proclamaba la Buena Noticia de Dios.

                “El tiempo se ha cumplido”.  Esta frase señala el tiempo presente como el momento de la llegada de un acontecimiento esperado largamente. Lo que Juan Bautista anunciaba como futuro, ya se ha convertido en presente, de un modo nuevo. Es el tiempo de Dios en el que se cumplen las promesas. Jesús anuncia que ha concluido el tiempo de la preparación de largos siglos y entramos al tiempo del cumplimiento definitivo. Estamos en el kayrós o  plenitud de los tiempos, es el “año de gracia” que Dios otorga a través de su Enviado, Jesús de Nazaret.

                “El Reino de Dios está cerca” es una expresión que señala las promesas divinas en que se fundaba la esperanza de Israel. Jesús es el heraldo del evangelio de Dios y en su persona, palabras y acciones ya se hace presente, hasta tal punto que ante Él el hombre debe tomar una decisión para entrar en él. Los signos de esta presencia del Reino de Dios en Jesús van a ser la enseñanza de Jesús, la acogida a los pobres y pecadores, los exorcismos y las curaciones. El hombre entra al Reino mediante la liberación de sus ataduras gracias al poder de Jesús. Es el reino de la justicia, del amor, de la verdad y de la libertad, es decir, el Reino de Dios es un estado de plenitud humana – divina que afecta toda la persona y la historia.

                “Conviértanse y crean en la Buena Noticia”. La fe  se presenta como una conversión. Creer es convertir el corazón y toda la vida al Dios viviente que se nos revela en su Palabra. La Palabra que llama a la fe es el Evangelio, la Buena Noticia de la venida de Dios en Jesucristo para establecer su reinado en el mundo. De aquí que no hay vida de fe si no hay una conversión continua.

                Desde esta lógica de Galilea, Jesús procede a invitar a los primeros discípulos a ser parte de su programa. Los llama “para estar con Él” y “para ser enviados en su nombre a predicar el Reino”. He aquí dos aspectos inseparables en la vocación cristiana: comunión con Jesús y misión evangelizadora. Una separación entre esta comunión con Jesús y la misión se convierte en un escandaloso divorcio en el mismo corazón del discípulo. Siempre una vocación implica un envío misionero. Por eso es muy feliz la expresión fundamental del Documento de Aparecida cuando define al cristiano como “un discípulo misionero”.

                El Evangelio es la buena noticia de que el Padre nos ama locamente. ¿Qué hemos de hacer entonces? Dios no nos pide cosas grandes, hiperbólicas, sino simplemente cambiar de vida, volver a Él. Convertirse no es sólo cesar de hacer el mal – como pedía Jonás a los ninivitas -, sino reconocer en nuestras dificultades al Dios cercano a nosotros, que nos ama aun cuando las cosas no vayan como nosotros quisiéramos.

                Un saludo fraterno y hasta pronto                             

             Fr. Carlos A. Espinoza I. O. de M.

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