5° DOMINGO DURANTE EL AÑO (B)
Provincia Mercedaria
de Chile

5° DOMINGO DURANTE EL AÑO (B)

Sábado 06 de Febrero, 2021

 
Nos podemos preguntar ¿qué hacía Jesús, cómo vivía su ministerio público? Marcos nos ofrece una jornada, un día de la actividad misionera de Jesús, dentro de lo que llamamos su ministerio público.

5° DOMINGO DURANTE EL AÑO (B)

¡Señor Jesús! Enséñame el arte de la oración al Padre

                Uno de los asuntos más difíciles de abordar es, sin lugar a dudas, por una parte, la fe en Dios y por otra, el drama del sufrimiento humano, sobre todo, el sufrimiento del inocente o del hombre justo. El sufrimiento también plantea siempre la más dura prueba a la fe cristiana.  El sufrimiento es como nuestra sombra y nos acompaña hasta el final de nuestra existencia. El sufrimiento no puede ser ignorado porque afecta al ser humano, sea creyente o no. Tampoco está ausente en la historia de la salvación ni de la vida de Jesús de Nazaret. La historia de la Iglesia es una prueba indesmentible de la presencia del sufrimiento del hombre cristiano. Cuando leemos los evangelios constatamos cómo gran parte de sus protagonistas son personas necesitadas, pobres, ciegas, leprosas, posesas, pecadores, enfermos, etc. En las páginas del evangelio desfilan las pobrezas humanas, sus penurias, sus fracasos, sus situaciones, sus anhelos y necesidades. Ese es el panorama de la humanidad concreta, que Jesús visita y redime con su propio sacrificio tan extremo como la crucifixión. Si hay algo que nos cuesta aceptar e integrar en nuestra vida es la experiencia del sufrimiento. La Biblia nos ofrece un libro excepcional al respecto. El Libro de Job, dice un autor,”es quizás la obra más difícil, pero también una de las más bellas y profundas del Antiguo Testamento. Su tema es, ni más ni menos, el más incomprensible de los misterios: el sufrimiento de los inocentes. Si Dios es justo, ¿por qué le pasan cosas malas a la gente buena? ¿Por qué sufrimos?” (Alberto de Mingo, La Biblia de principio a fin, Ed. Sígueme, p. 218).  Así el Libro de Job traspasa los límites de Israel y se convierte en una reflexión absolutamente universal, ya que el tema afecta  al hombre mismo. Job representa el drama del hombre herido y sus tres amigos que lo visitan defienden una postura tradicional que intenta defender a Dios. La convicción de los tres amigos es que siempre el mal corresponde a un castigo por pecados cometidos. Job, por el contrario, proclama su inocencia y plantea la necesidad de que Dios responda a sus preguntas en términos de un juicio que asegura tendrá una sentencia favorable a su causa. El drama se resuelve con la intervención de Dios en el encuentro con Job y la humilde aceptación de que se ha equivocado al llamar a Dios a enfrentar un juicio donde Job pensaba que saldría airoso. Resalta la humildad de Job al encontrarse con la verdad de Dios. El tema del Libro de Job es hermoso y profundo y de una actualidad evidente. Nosotros experimentamos el sufrimiento no sólo a nivel de individual sino también colectivo. Estamos enfrentando una pandemia a nivel mundial. Este sufrimiento colectivo e individual nos puede dejar lecciones que podrían mejorar nuestra manera de construir nuestra vida individual  y colectiva pero esto no es seguro que así sea. En algún momento del siglo XX y en los inicios de este siglo XXI hemos creído que era tiempo de ser felices y realizados, gracias a los avances de las ciencias y la tecnología; creímos que estábamos preparados para resolver los más graves desafíos y problemas. La pandemia nos aterrizó rápidamente en la realidad que habíamos olvidado: precariedad de lo humano. El aprendizaje  ha sido doloroso y difícil pero necesario. Junto al drama de salud y de vida que estamos viviendo, la pandemia nos ha puesto ante el drama de la  miseria de amplios grupos humanos frente a la abundancia de bienes de otros sectores de la sociedad. El sufrimiento  es una realidad y una gran oportunidad. Es tiempo de contemplar la cruz y su misterio pero no sin Cristo porque quedaría como un signo vacío. Se trata del “amor crucificado”.  

                PALABRA DE VIDA

Job 7, 1-4.6-7                     Recuerda que mi vida es un soplo y que mis ojos no verán más la felicidad

Sal 146, 1-6                      Alaben al Señor, que sana a los afligidos

1Cor 9, 16-19.22-23         ¡Ay de mí si no anuncio la Buena Noticia!

Mc 1, 29-39                        Jesús sanó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males y expulsó a muchos demonios

                “¿Qué significa celebrar la Eucaristía de modo adecuado?”, se pregunta Benedicto XVI. Y luego contesta: “Es encontrarnos con el Señor, que por nosotros se despoja de su gloria divina, se deja humillar hasta la muerte en la cruz y así se entrega a cada uno de nosotros… La Eucaristía debe llegar  a ser para nosotros una escuela de vida, en la que aprendamos a entregar nuestra vida”. De esta manera, se trata de sumergirse en las palabras, en las acciones, en el acontecimiento que en la Eucaristía se realiza. De lo contrario, nos quedamos fuera de lo que realiza Jesús por nosotros y con nosotros. ¿Celebro la eucaristía de modo adecuado? ¿Cuál es mi actitud interior cuando participo en la santa misa?

                Del libro de Job 7, 1-4. 6-7

                La primera lectura de hoy nos prepara para comprender mejor el evangelio de este domingo. Partamos recordando que el libro de Job es un drama escrito con pasión por un autor genial acerca de un protagonista anticonformista y apasionado. Queda claro que el autor está disconforme con la tradicional doctrina de la retribución y opone la experiencia de un hombre que encarna este descontento existencial. Extrema la presentación del protagonista inocente para que su grito brote “desde lo hondo”. La pasión o sufrimiento de Job enciende su búsqueda y su lenguaje; los argumentos de los tres amigos, representantes de la tradicional idea de la retribución, apuntan a convencer a Job que el sufrimiento que vive es consecuencia del pecado. Prestemos atención al texto de esta primera lectura.                                                                                                                El texto de Job 7, 1-4.6-7 está situado en la respuesta de Job a su amigo Elifaz que ha hecho un largo discurso que abarca los capítulos 4 y 5. La respuesta también es extensa y abarca los capítulos 6 y 7. Tengamos presente que en esta primera respuesta Job replica con un fuerte arrebato emocional. Angustia y sufrimiento son demasiado grandes como para expresarlo en palabras comedidas. El sufrimiento nos saca de nuestra normalidad incluso creyente, ¿no te has sentido también como Job?

                El texto acentúa el carácter finito y pasajero de la vida a través de imágenes elocuentes tales como la del hombre que está en la tierra como el que cumple el servicio militar o como un asalariado que cumple sus días como de un jornalero. Otra potente imagen sirve para señalar la vida como la de un esclavo que añora la sombra que viene a darle algo de descanso de una dura jornada al sol; o la de un jornalero que espera su salario (soporta los días de su tarea esperando el fin de mes con el consuelo de recibir su sueldo). Es una vida sin sentido, el tiempo transcurre como suma de meses vacíos y las noches aumentan el sufrimiento. Dice Job que “se hace larga la noche y me canso de dar vueltas hasta el alba”. Así, no sólo aflige la enfermedad sino también el correr de los días “más que la lanzadera del telar” y pasan y pasan “sin esperanza”. Y el colmo de la angustia existencial: “Recuerda que mi vida es un soplo y que mis ojos no verán más la dicha” (v.7). Nos hace bien detenernos porque muchos vivimos en el torbellino de una actividad que nos esclaviza y nos mantiene “fuera de casa”, siempre expuestos a la exterioridad y superficialidad, con las cuales acallamos y suspendemos nuestra realidad humana concreta. ¿Cuántas veces nos preguntamos por el sentido que tiene nuestra vida aquí y ahora? ¿Qué pienso sobre mi destino final? ¿Cómo miro la muerte, la enfermedad, el mal, las esclavitudes, las adicciones? La pandemia nos ha dejado al descubierto el drama que no queremos ver. ¿Hemos podido ver con los ojos de la fe en Dios este sufrimiento presente?

                Salmo 146, 1-6  Es un solemne himno litúrgico de alabanza a Dios todopoderoso. En los vv. 1-6 que hoy recita el salmista, se celebra el poder y la bondad  de Dios que, tras la tragedia del exilio que vivió el pueblo escogido en Babilonia, quiso reconstruir la Ciudad Santa y “reunificar y   congregar a su Pueblo”. Interesante el verso 6, “El Señor eleva a los oprimidos y humilla a los malvados hasta el polvo”, por su cercanía con el Canto de María Santísima, el Magníficat que canta la exaltación de los pobres y el hundimiento de los ricos y poderosos de este mundo.

                De la primera carta de san Pablo a los Corintios 9, 16-19. 22-23

                El texto está dentro de la unidad del capítulo 9, 1-27 donde Pablo hace una apasionada y vehemente defensa de su misión apostólica. Así se inicia el texto de hoy: “Anunciar  la Buena Noticia no es para mí motivo de orgullo, sino una obligación a la que no puedo renunciar. ¡Ay de mí si no anuncio la Buena Noticia! (v. 16). Aquí nos encontramos con una de las más bellas expresiones del Apóstol Pablo. Así lee su misión apostólica como la de un profeta que siente la fuerza de anunciar lo que se le ha encomendado, como un Jeremías movido por un fuego interior que “aunque hacía esfuerzos por contenerlo no podía”. Rechaza Pablo que anunciar la Buena Noticia tenga como objetivo recibir un salario; ya ha hecho la defensa de ganarse el sustento por su propio trabajo manual. Su paga es precisamente: “Anunciar gratuitamente la Buena Noticia sin hacer uso del derecho que su anuncio me confiere” (v.18), ya que el trabajador del Reino tiene derecho a su paga, ha recordado antes. Pero tengamos presente que no basta con declarar la condición de hombre libre. Hay una interesantísima afirmación: “Siendo del todo libre, me hice esclavo de todos para ganar al mayor número posible” (v. 19). La libertad cristiana, la que Cristo nos consiguió con su sacrificio redentor, nunca se vive como un absoluto sino en profunda relación con el amor fraterno. Por ser liberados, somos responsables del otro. También la condición de hijos de Dios liberados exige la caridad como un “servicio” al estilo de Jesús que no vino a ser servido sino a servir. El hombre libre es el que mejor vive el amor servicial. La ideología de la libertad que la considera como un valor absoluto, “soy dueño de hacer lo que quiera”, no es cristiana, porque olvida el amor fraterno como condición indispensable de la verdadera libertad. ¿Tengo ese “fuego interior” o ese “instinto” para vivir y anunciar la Buena Noticia? ¿O vivo un opaco cristianismo de costumbre y rutina? ¿Cómo sería el ardor de un San Pedro Nolasco por rescatar cautivos? ¡Qué falta nos hace una vida cristiana con ardor del Espíritu!

                Del evangelio según san Marcos 1, 29-39

                Llegamos al  mejor momento de la “mesa de la Palabra” o “Liturgia de la Palabra”, el evangelio o Buena Nueva de Jesús. Nos podemos preguntar ¿qué hacía Jesús, cómo vivía su ministerio público? Marcos nos ofrece una jornada, un día de la actividad misionera de Jesús, dentro de lo que llamamos  su ministerio público. Veámoslo.

                El texto de este domingo se encuentra en una sección más amplia que abarca desde Mc 1, 16- 3,6 y el objetivo es mostrarnos a Jesús con autoridad. Esto se muestra en el uso de expresiones en imperativo. Es interesante buscar en esta sección todas las expresiones que indican mandato  u órdenes de parte de Jesús. Y lo más importante no es sólo que manda sino que lo que dice se realiza inmediatamente. La autoridad de Jesús es un rasgo fundamental en la actuación de Jesús.        En este contexto el evangelio de hoy nos presenta tres momentos donde  se manifiesta la autoridad del Señor, a saber: 1° La curación de la suegra de Pedro (vv. 29 – 31); 2° Resumen de la actividad taumatúrgica de Jesús (vv. 32-34). 3° La preocupación misionera por llegar a todos (vv. 35-39). Son tres momentos aparentemente sin conexión pero recordando que el primer milagro de Jesús, que hemos comentado el domingo pasado acerca de la liberación de un hombre de la posesión diabólica o “espíritu impuro”, ha dejado en claro la superioridad de Jesús al vencer al mismo enemigo de Dios, el mayor de los obstáculos que encuentra en la humanidad. Justamente es el aspecto que se menciona al final del evangelio de hoy en el v. 39: “Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios”. Esto mismo queda señalado en el v. 34: “Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él”. Y la gente, “al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados” (v.32). Y la curación de la suegra de Pedro también está vinculada con el poder demoníaco, ya que, en tiempos de Jesús, la fiebre estaba relacionada con el poder demoníaco. Es interesante leer en el texto paralelo de Lc 4, 39 el mismo episodio donde dice Lucas que Jesús “increpó a la fiebre” como si la fiebre fuera una   persona. En el Antiguo Testamento, Lv  26, 15- 16 se menciona a la fiebre entre los castigos con que Dios amenaza al pueblo. Sin embargo, no corresponde forzar el texto y llegar a decir que la suegra estaba poseída por el demonio. Más bien, el relato de la curación de la suegra deja en claro la autoridad soberana de Jesús que libera de la enfermedad, que es otra manifestación de la negatividad que envuelve al ser humano y de la cual el Demonio es lo máximo.

                Notemos que  Jesús no realiza ninguna acción ni pronuncia palabra alguna, tampoco ofrece alguna medicina como solía hacerlo el médico ni siquiera invoca a Dios frente a la mujer en cama y con fiebre. Es claro que la fiebre le impide prestar el servicio de dueña de casa que se espera en el hogar. Simplemente la  toma de la mano y la levanta. Parece un gesto de resurrección y Jesús ha venido a salvar y a sanar. Es el Señor que manifiesta su autoridad primero sobre el Demonio, el gran seductor de la humanidad, ahora sobre la mujer, la gran seducida por el demonio (recordar el relato de la tentación en el paraíso) y el Señor le restituye la vida, le vuelve a dar la vida. Así queda claro que donde vaya Jesús lleva y hace presente el Reino sea en la sinagoga, sea en la casa de Pedro. Este episodio muestra que la victoria sobre el mal es posible. Y la mujer enferma es sanada y “ella se puso a servirle”.

                Respecto al segundo relato de Mc 1, 32-  34 podemos decir que estamos ante un resumen de la actividad misionera de Jesús y así dice el texto: “Al anochecer le llevaron todos los enfermos y endemoniados; y toda la ciudad se agolpó a la puerta”. Esta indicación temporal, “al anochecer” introduce el programa de Jesús. “Jesús curó a muchos enfermos de diversas enfermedades y lanzó muchos demonios; pero no les dejaba hablar, porque le conocían”. Dos son las líneas de acción: sanar enfermedades diversas y expulsar demonios. Así Jesús  vence toda fuerza hostil a Dios y su paso es salvador. Predica el Reino y actúa salvando. De este modo, la salvación es un acontecimiento y la irrupción del Reino en la historia se hace visible en hechos concretos de liberación y de salvación. Son hechos universales como lo dice claramente Marcos: Toda la ciudad se agolpó a la puerta.

                En cuanto al tercer momento que nos describe  Mc 1, 35-39 fijémonos en un detalle siguiente. Cuando la gente busca a Jesús, éste se va y va a orar. “Muy de madrugada se levantó, cuando aún era de noche, salió se fue a un lugar solitario, y allí estuvo orando”. Jesús nos enseña con su ejemplo de vida que apostolado sin oración es imposible. Deja la actividad y busca el espacio de aislamiento para vivir momentos de reflexión y de revisión, un diálogo con el Padre que le ha enviado, una búsqueda de su voluntad. La actitud de Pedro y el grupo que van a buscarlo indica claramente que ellos no estaban con Jesús, es decir, no tienen actitud de seguimiento. Están más pendiente del éxito inmediato.   

                ¿Cómo podemos actualizar esta Palabra de Dios para nuestra vida? Contemplando esta jornada de Jesús quisiéramos renovar ese contacto con la gente, sumergidos en los problemas de los demás pero sin perder la compostura y aplomo, sin el patético afán de cambiar a todos y cumplir con las expectativas del medio. Jesús hace lo que le parece justo, no se deja invadir por la psicosis del apostolado. Con toda probabilidad Jesús duerme bien y su secreto está en el diálogo con el Padre del cual no sabemos qué le decía y qué escuchaba del Padre. Posiblemente le habló de todos los que sufrían y estuvieron en su programa de la jornada. Y luego vuelve a retomar la misión para ir a otros que esperan. ¿Se unir el diario vivir y el diálogo con el Padre? ¿Vivo un divorcio entre misión y diálogo con el Señor, entre fe y vida, entre actividad y vida espiritual? Como dice la Carta a los Hebreos caminemos “fijos los ojos en Jesús” aprendiendo a ser discípulos suyos, con las bellas disposiciones de María, Nuestra Madre.

                Un saludo fraterno.                                                      

                    Fr. Carlos A. Espinoza I., O de M.

    

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