Santiago, 05 de abril de 2021
Familia Mercedaria en Chile y Angola
Estimados hermanos (as)
¡Feliz Pascua de Resurrección! Una pequeña frase con la cual quiero comenzar mi saludo y que, de alguna manera condensa de manera admirable, las alegrías y esperanzas de los discípulos del Señor, y todo el pueblo cristiano. La muerte ignominiosa de la cruz, no tuvo la última palabra; Dios por su gran bondad ha resucitado a su Hijo motivando con ello la gran alegría y gozo en las primeras comunidades cristianas, como hoy lo hace con nosotros. Él es la fuente de esperanza y gozo del hombre y que en las actuales circunstancias se vuelve más significativa que nunca.
Hemos contemplado y conmemorado en estos días el triunfo de Dios, la verdad más fundamental y central de nuestra experiencia de fe, como es la Resurrección de Jesús. Dios vence a la muerte y la angustia que trae consigo el dolor. El evangelio proclamado (Jn 20, 1-9) así lo demuestra, fue la experiencia de María Magdalena, un detalle que puede paradójicamente iluminar mucho nuestra realidad, el relato evangélico menciona que “…Cuando todavía estaba oscuro...”. Cuando la angustia, la incertidumbre y el dolor abundan en nuestros corazones y cuando la noche aplasta nuestros sueños y proyectos, todo se nos vuelve oscuro. ¿No ha sido la experiencia que todos hemos vivido en este tiempo? Ahora bien, esta oscuridad no sería permanente, habrá un momento en que ya no estará oscuro. Hay un futuro distinto y lleno de luz, luz que traerá la presencia del resucitado en medio de la comunidad. Es la esperanza de la primera comunidad cristiana y es hoy nuestra esperanza.
La experiencia de María Magdalena nos ha de llenar de confianza, cuando descubre que “…la piedra había sido sacada…”. María, llena de júbilo y sorpresa, corre a dar esta noticia a Pedro y a los demás discípulos. María es transformada internamente, de la pesadumbre y el dolor, pasa a la alegría de vislumbrar una realidad diferente, es capaz de anunciar esa noticia que esa enorme piedra, la que habían visto ayer, ya no estaba en el mismo lugar, que algo había ocurrido y que alguien probablemente la había movido. Nace en ella, en su corazón, la profunda esperanza que el Señor, su Maestro, no estaría muerto. Tratemos de imaginar brevemente la alegría de esta mujer y la sorpresa de los discípulos.
A la luz de este pasaje de San Juan, permítanme formular una pregunta: ¿Cómo nos hacemos cargo de la noche y la incertidumbre que está presente en nuestra vida cotidiana? Como seres humanos, es habitual que nos tengamos que enfrentar a estos sentimientos. Somos seres humanos, frágiles y necesitados. Desde esa condición ineludiblemente humana: ¿Cómo la Resurrección de Jesús toca mi vida y me ayuda a enfrentar los desafíos que se presentan en el día a día de nuestra existencia?
Con esta pandemia ha quedado en evidencias nuestras debilidades y precariedades a nivel personal y a nivel estructural. Nadie estaba preparado para enfrentar esta emergencia, se nos ha exigido una mayor flexibilidad en nuestras planificaciones y proyectos, hemos tenido que adaptarnos a esta nueva realidad. Una última pregunta: ¿Cómo estoy tomando este desafío cotidiano?
Estimados hermanos, dejémonos tocar por la alegría que trae el Resucitado. Desde esta experiencia han de brotar todo nuestro servicio en medio de nuestras comunidades. Un servicio marcado por la Misericordia y la entrega generosa de nuestra vida, que María Madre del Resucitado e inspiradora de nuestra misión redentora, bendiga y acompañe cada una de nuestras comunidades y apostolados, que podamos comunicar la alegría del resucitado.
Un saludo fraterno y nuevamente ¡Una Feliz Pascua de Resurrección!
Fray Mario Salas Becerra
Superior Provincial
