Prot 068. /2021
Santiago, 23 de diciembre de 2021
Estimados hermanos (as)
Ya en la antesala de la celebración de Navidad, vaya para ustedes un saludo fraterno y cordial, deseando que esta celebración del misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, nos permita renovar nuestro compromiso de servicio en cada una de nuestras comunidades.
Permítanme una breve reflexión a partir del evangelio que se proclamará en la misa de medianoche del 24 de diciembre (Lc.2,1-4) “…Hoy nos ha nacido el salvador”. El nacimiento del Hijo de Dios es el mejor reflejo del compromiso radical que Dios tiene con el ser humano y la más alta promoción de su dignidad, porque Dios lo ama profundamente. Se muestra optimista respecto a su criatura, cree en el hombre y se hace uno más entre nosotros. Por eso Navidad es la fiesta y la gran esperanza de la humanidad nueva.[1]
Frente a un escenario mundial y nacional muchas veces pesimista, amplificado por los estragos de la pandemia, la desconfianza y la violencia, la Buena Nueva del nacimiento del Hijo de Dios, nos vuelve a llenar de esperanza. Dios se la juega por el hombre y viene a nosotros siempre, para rehacer la historia humana transformándola en nueva y mejor. Si la palabra de Dios, Cristo Jesús, se hizo carne y plantó su tienda en el campamento humano, su presencia entre nosotros es germen de esperanza en nuestro peregrinar. A pesar de todo lo inhumano y degradante que puede ser nuestro mundo en muchos sitios y ocasiones, a pesar de todo: siempre hay una esperanza última.[2]
En la noche de navidad nos desearemos mutuamente la paz y felicidad porque es el nacimiento de Jesús. No es un simple saludo, y en sentido cabe preguntarnos: ¿a qué me compromete? Hagamos el ejercicio antes de dar el saludo, pensemos un par de segundos antes; ¿el nacimiento del Hijo de Dios, a qué me desafía?
Es realmente significativo y desafiante el poder profundizar el misterio de la Navidad, para nosotros familia mercedaria, se nos invita a renovar cada día nuestro servicio por la dignidad de todo ser humano, porque en cada ser humano está Dios presente. Especialmente los que están en peligro de perder su libertad, impidiéndoles con ello desarrollarse espiritual y humanamente. En pocas palabras, esa es nuestra misión en la Iglesia. Nuestras constituciones así lo señalan: “Para cumplir esta misión, impulsados por la caridad, nos consagramos a Dios con un voto particular, llamado de redención, en virtud del cual prometemos dar la vida como Cristo la dio por nosotros, si fuere necesario, para salvar a los cristianos que se encuentran en extremos peligro de perder su fe, en las nuevas formas de cautividad”. [3]
Desde este trasfondo mercedario y a a pocos días de terminar nuestro año 2020, también quisiera agradecer a todos, el esfuerzo desplegado este año en cada una de nuestras comunidades (parroquias, colegios y residencias de menores). No ha sido un año fácil, y a pesar de todo hemos sido testigos de la dedicación y el amor que se manifiesta en cada una de nuestras obras, acompañando a nuestras familias y ayudando a los que la han pasado mal. ¡Muchas gracias!
Al finalizar este pequeño saludo navideño, nos encomendamos a María nuestra Madre y madre de Jesús que nos ayude a renovar nuestro compromiso de servicio redentor, que brota del Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y nos acompañe en este nuevo año que se avizora. Ella como inspiradora de toda la obra redentora bendiga cada uno de nuestros proyectos personales y comunitarios.
¡Una feliz Navidad y un próspero año 2021…!
Fray Mario Andrés Salas Becerra O. de M
Superior Provincial
[1] La Palabra de Cada Domingo; B. Caballero. Edit San Pablo 1993
[2] Ibid
[3] COM nº 14
