DOMINGO 12° DURANTE EL AÑO ( B )
Provincia Mercedaria
de Chile

DOMINGO 12° DURANTE EL AÑO ( B )

Sábado 19 de Junio, 2021

 


¡Señor! auméntanos la fe, todavía pequeña y frágil

                 Pero la que permanece y no pasa de moda nunca es la Palabra de Dios que, domingo a domingo, vamos escuchando con fe para meditarla y llevarla a la vida real que cada uno está haciendo. No puede la escucha de la Palabra quedar encerrada en un puro ejercicio de pensamiento; si fuera así, estaríamos negándole lo más valioso que ella tiene, a saber, la fuerza para transformar nuestra vida. No hay ejercicio espiritual más decisivo en la vida cristiana que escuchar la Palabra de Dios y practicarla en el día a día de su vida. Dios nos habla en la Sagrada Escritura, en la historia del pueblo de Israel y en la historia de la Iglesia. Dios nos sigue hablando también en la creación y la misma realidad de las personas y de los pueblos. Nuestro Dios no es un dios mudo como los ídolos que fabricamos nosotros para reemplazar al Dios verdadero. Los hombres han fabricado en todos los tiempos sus dioses o ídolos de polvo que no pueden salvar porque son hechura humana. Hoy no es una excepción. La humanidad sigue fabricando ídolos tales como el dinero, el poder, el placer, el tener, el éxito, etc. Todas apariencias que llevadas al extremo no son capaces de lograr un mundo mejor ni más humano siquiera. En este ambiente cultural que nos rodea, el ser cristiano se ha convertido en algo controvertido y difícil. Hay que ser testigos de un Dios que ya no es tan evidente que sea el Creador de todo lo existente ni tampoco el fin último de nuestra existencia. Hay muchos para quienes Dios simplemente no tiene ninguna importancia ni relevancia para sus vidas. El cristiano debe permanecer fiel y firme “nadando contra corriente”. Mantener su identidad de discípulo y testigo del mundo nuevo que sólo es perceptible desde la fe en Dios y en Jesucristo, puede ser una tarea titánica. No resulta fácil ser cristiano en los tiempos y en los ambientes que vivimos. Podemos hoy comprender la tempestad de que nos habla el evangelio de este domingo como una posibilidad de actualización de esta imagen para nuestra Iglesia, para nuestra familia, para nuestra sociedad. Y si estamos en medio de una tempestad que afecta nuestra vida de fe, nuestro amor fraterno, nuestra esperanza del reino y el mismo estilo de vida cristiana,  los valores que han sido parte de nuestro patrimonio espiritual y cultural, entonces ¿qué actitud es la que corresponde tomar? Los discípulos del evangelio de hoy fueron sobrepasados por la tormenta. Afligidos y llenos de miedo despertaron a Jesús que dormía tranquilamente pero clamaron porque les invadía el miedo y no porque tuvieran fe en él. El miedo normalmente nos lleva a clamar a Dios pero no por la fe puesta en él, sino porque no tenemos otro recurso ante la violencia del viento y las olas del mar. El hombre que proclama que ya no cree en Dios y ha dejado de ser cristiano es un desesperado frente a la tormenta que vive nuestra humanidad hoy. Sin Dios ni Cristo, sólo puede sobrellevar la penuria de una existencia vacía de sentido, vacía de Dios, principio y fin de la existencia. Naturalmente que la crisis de sentido o la crisis de trascendencia  o simplemente la crisis de la ausencia y silencio de Dios, tan fuertemente sentida en nuestro tiempo,  puede explicar la sensación de naufragio que vivimos a diversos niveles de nuestro tiempo. Naufragio de las instituciones, naufragio de las ideas, naufragio de las utopías de sello humanista, naufragio de las religiones, naufragio de la  ética y la moral, en suma naufragio del hombre. Es bueno abrir los ojos y saber “leer” la profundidad de los hechos mirándolos en el espejo de la Palabra de Dios. Dios permanece mientras todo cambia.

PALABRA DE VIDA

Job 38,  1.8-11                   El Señor habló a Job desde la tormenta

Sal 106, 23-26.28-31             Dad gracias al Señor porque es eterna su misericordia

2Co 5, 14-17                       Quien vive en Cristo es una nueva criatura

Mc 4, 35-41                        ¿A qué viene ese miedo? ¿Dónde está vuestra fe?

                El mar, poderoso y violento, inspiraba temor a los antiguos israelitas, quienes veían en él a un enemigo de Dios. Pero dado que Yahvé no tiene rival, su dominio sobre el mar era indiscutible, y así lo expresa el libro de Job en la primera lectura de hoy. El evangelio de Marcos, desde la certeza que Jesús es Dios, lo muestra calmando la tempestad que amenazaba las vidas y la fe de los discípulos. A quienes hemos subido a la barca de Jesús nos siguen amenazando tormentas de diversa naturaleza, nos inunda el miedo y la falta de fe. Estas lecturas de  hoy nos pueden ayudar a confiar en Cristo, a vivir desde Él. Podríamos hacernos cargo de  las preguntas que Jesús dirigió a sus discípulos, quienes seguían aterrados a pesar de que Jesús había calmado el viento y la bravura del mar sólo con sus palabras. ¿En qué nos parecemos a los discípulos? Dejemos que la Palabra nos cuestione nuestra fe y nos despierte el deseo de volvernos a Jesús en serio y en verdad.

                Del Libro de Job, 38, 1.8-11

                El libro de Job es posiblemente la obra más difícil y, al mismo tiempo, la más bella y profunda del Antiguo Testamento. Su tema central es el más incomprensible de los misterios como es el sufrimiento de los inocentes. La pregunta que flota en el conjunto del libro es también la pregunta de todos los tiempos: si Dios es tan bueno ¿por qué le pasan cosas malas a la gente buena? ¿Por qué sufrimos? Al comienzo del libro Job se muestra paciente y muy leal a Dios a pesar de las pérdidas de todo tipo que le sobrevienen; sin embargo, entrando en la  trama de la obra el paciente Job se convierte en el adolorido y desgarrado Job que da rienda suelta a su dolor y angustia. Tres amigos representan la postura oficial y se lanzan a defender a Dios: Dios premia a los buenos y castiga a los malos. Las palabras de los amigos, lejos de consolarlo, lo exasperan hasta el extremo de arremeter contra Dios, apelando a su inocencia. El drama va subiendo de tono e intensidad. Los amigos hacen denodados esfuerzos por convencer a Job que es pecador y como tal merece el castigo merecido que está padeciendo. Y entonces Job cita a Dios a un juicio donde está seguro tiene todas las de ganar. Interpelan a Dios a presentarse al juicio pero Dios lo ha escuchado todo y decide hablar. “¿Quién es ese que enturbia mi consejo con palabras sin sentido? Si eres valiente, prepárate: yo te preguntaré y tú me responderás” dice Dios. Lo cierto es que Job no puede responder y Dios tampoco responde las preguntas de Job pero le plantea nuevas preguntas que revelan que la ignorancia del ser humano acerca de los misterios del mundo. El texto de la primera lectura está tomado de los bellos capítulos 38, 1 a 41, 26. Se trata de la bella descripción del inmenso mural del  cosmos, del  mundo. Así entramos al nivel de la contemplación más profundo que el del discurso humano o racionalidad. Mientras Job estaba protegido por los bienes materiales y el éxito su fe era casi natural pero cuando ese mundo se derrumba y cae en  la hondura del mal y la enfermedad despierta un Job cuestionador y enjuicia al mismo Dios. Cuando tiene una experiencia de encuentro con Dios y dice: “Te han visto mis ojos”, experiencia inexplicable a nivel racional que lo transforma. Job ha encontrado la verdadera paz y lucidez, más allá de la tranquilidad adormecida de su existencia anterior.

                Así el texto de la primera lectura nos acerca a la mentalidad del antaño que  consideraba el  mar como símbolo de un enorme poder de la naturaleza que siempre infundía terror sobre todo cuando se desencadenaba la tormenta. El mar era símbolo de un misterio profundo e impenetrable y a la vez amenazador y destructivo. La primera lectura nos enseña que solo Dios es el Señor de todo y el hombre, una criatura pequeña. Sin embargo, el mar fue como un niño pequeño formado por Dios: “le puse nubes por mantillas y nubes de tormenta por pañales”. Dios también le puso límites: “cuando determiné sus límites poniéndole puertas y cerrojos”. Dios es el Señor y Dueño del universo y no solo del hombre. Hay misterios que el hombre no puede comprender y entre ellos el misterio del sufrimiento del inocente y del  mal. Por eso,  solo Dios conoce todas las cosas.

                Salmo 106,23-26.28-31 es una liturgia de acción de gracias. El orante encuentra cuatro  motivos para agradecer a Dios su especial providencia: el retorno del destierro entendido como un nuevo éxodo, la liberación de los  cautivos, la protección de los enfermos, el auxilio o salvación de los navegantes en peligro (vv.23-32). Notemos la belleza poética para describir la experiencia de estar ante un mar embravecido (vv. 25-27) y la providencia de Dios que los salva (vv.28-31).  Nos ayuda este salmo  a comprender mejor el evangelio de hoy y la vida misma de cada uno. ¿A quién recurrimos en caso de peligro y males diversos? Preciosa lección de este salmo 106.

                De la segunda carta de san Pablo a los Corintios 5, 14-17

                Siempre es bueno y saludable recibir estímulos, ánimos en la vida, y san Pablo, que no dejó de tener experiencias duras y durísimas por el nombre de Cristo y por anunciar el Evangelio, nos ofrece hoy en la segunda lectura, valiosas razones para vivir cristianamente. Los estímulos siempre hacen bien y los necesitamos constantemente. ¿A qué nos invita el Apóstol? Nos llama a mantener  la mirada en los “bienes de arriba”, “los bienes invisibles”. Quienes seguimos a Cristo no lo hacemos como si fuera un proyecto de este mundo sino por la fe y la esperanza en Cristo resucitado que nos permite otear el horizonte que está más allá de la mirada terrena. Pero sabemos que mientras estamos aquí, en la tierra, nos sentimos como en el exilio, “lejos del Señor y caminamos a la luz de la fe y no de lo que vemos” (v.6-7). Por lo tanto lo que identifica al cristiano es caminar en la fe, con la certeza que los bienes eternos no se ven mientras permanecemos en esta tierra. La fe nos  asegura que los bienes  eternos  que Dios nos promete son verdaderos y existen, “aunque todavía no en su plena manifestación”. En esta nuestra situación histórica concreta, el cristiano vive de la confianza: “Pero estamos llenos de confianza y preferimos dejar el cuerpo para ir  a habitar junto al Señor” (v.8). La confianza se repite dos veces (v.6 y 8) es un término clave en la vida concreta del cristiano. La  palabra griega pepoizesis procede del verbo peizomai = “fiarse de”, “estar persuadido, convencido”. La confianza del cristiano está puesta indefectiblemente en Dios ante un futuro incierto humanamente hablando. La confianza se cimenta ante la victoria definitiva de Dios que ha vencido a la muerte y al pecado en Jesús, su Hijo. La confianza no se funda en el hombre sino en Aquel  que nos llamó a la vida y nos salva. Y Dios no nos engaña porque es la Verdad misma,  absoluta y plena que buscamos. Y una tercera nota del cristiano es el esfuerzo por ser gratos a Dios: “Sea como sea, en este cuerpo o fuera de él, nos esforzamos en serle gratos” (v.9). ¿Qué significa serle gratos a Dios? Se trata del compromiso activo de vivir siempre bajo la mirada paternal de Dios, lo que significa vivir lo que Él nos propone y manda y evitar todo lo que lo ofende, es decir, el pecado y sus múltiples consecuencias. “Vivir en gracia de Dios”,  es decir, “ser amigos de Dios”, “abandonarse en Dios”. La razón de este estilo cristiano de vida es que “todos nosotros hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo, para  que cada uno reciba el premio o castigo que le corresponda por lo que hizo durante su existencia corporal” (v. 10).  Esta última certeza nos hace reflexionar sobre nuestra responsabilidad presente pero siempre mirando al futuro trascedente de nuestra vida e historia.

                Del evangelio según san Marcos 4, 35 – 41

                Como en la primera lectura de hoy y en el salmo responsorial nos vuelve a aparecer el mar. Notemos que los primeros discípulos eran pescadores y conocían el arte de la pesca pero el mar siempre les provocaba ese respeto basado en el miedo. Sin embargo, el verdadero protagonista del evangelio de hoy es Jesús con sus discípulos. Veamos los detalles de esta página del  primer evangelio.

                Jesús toma  la  iniciativa. Caída la tarde, Jesús se separa de la multitud que ha escuchado las parábolas. Es Jesús mismo el que les  ordena: “Pasemos a la otra orilla” (v. 35). Los discípulos obedecen y llevan a Jesús con ellos “tal como se encontraba” (v. 36). Un detalle que solo san Marcos nos trasmite: “y le acompañaban otras barcas”. Es un simple detalle que  no tiene  mayor importancia, ya que el relato se centra en Jesús y los discípulos y de esto nos habla el evangelio de hoy.

                Jesús estaba durmiendo sobre un cabezal en la popa (v.38a). Es una manera de entender que Jesús  no está sometido como los discípulos a la furia de los elementos y abrumados por las tinieblas. Tengamos presente el detalle siguiente: a pesar de la grave situación que están viviendo ninguno de los  discípulos recurre a Jesús para pedirle ayuda. La situación era extremadamente grave como lo dice san Marcos: “Se levantó entonces una fuerte borrasca, y las olas saltaban por encima de la barca de suerte que estaba a punto de llenarse” (v. 37). Es decir, están en inminente peligro de hundirse. Y Jesús duerme. Y cuando están en extremo  peligro se acuerdan de Jesús.

                Ellos lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos? (v. 38b). Hay en el fondo de esta reacción un reproche y claramente una distancia de los discípulos con Jesús, lo que expresa el título de Maestro que le  dan. Señala claramente que no lo conocen todavía, lo tratan con un título que era completamente común. Y la frase que le dirigen deja claro que aún no lograban comprender que, junto a Jesús, no podían hundirse. Una semejante convicción será fruto de un largo camino de “estar con Jesús” y llegar a conocerlo en profundidad. Esta  es también, en muchas circunstancias de nuestro camino cristiano, la misma distancia y el mismo reproche, sobre todo cuando estamos ante situaciones de extremo peligro. También pensamos que Dios no está presente ni se interesa por lo que pasamos. Creemos que Dios está dormido y ausente. Esto revela que nos falta mucho camino por recorrer en el seguimiento de Jesús.

                Él se levantó, increpó al viento y dijo al mar: “¡Calla! ¡Cálmate!”. Y el viento cesó y se hizo una gran calma (v. 39). Y el viento y el  mar obedecieron al mandato de Jesús, la naturaleza volvió a la calma. Jesús tiene poder de dominar a la  misma  naturaleza, su señorío es magnífico pero todavía sus discípulos están en  un estado de no comprender. En el evangelio encontramos muchas manifestaciones de la autoridad de Jesús sobre los demonios. Así por ejemplo en Mc 1, 21 -28, en la sinagoga de Cafarnaún donde Jesús domina al demonio con la simple orden de ¡Cállate!   

                Después les dijo: “¿Por qué son tan miedosos? ¿Por qué no tenéis fe?”(v.40). Es parte del camino que hay que recorrer para convertirse en discípulo de verdad. El miedo es parte de la vida pero la fe es siempre don de Dios. La respuesta a ambas preguntas puede ser simplemente porque no acaban de conocer a Jesús; todavía es muy inicial su encuentro con él. Necesitarán de la pascua de Jesús para que entren en el verdadero misterio de Jesús. Por eso, la mejor respuesta está en la actitud de los discípulos al final del relato: “¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?”(v. 41). Tendrán que descubrir  algún día que Jesús es el Salvador poderoso que vence el pecado y la muerte.

                Jesús es el único Salvador capaz de vencer la furia del viento y del mar y por lo tanto es el único que puede salvar al hombre de todas las fuerzas maléficas. Y Jesús actúa por iniciativa propia y con su propia fuerza domina el mar y salva  del naufragio. Los discípulos hace tiempo seguían a Jesús pero no lo han entendido porque aún no tenían fe. Al mismo Jesús parece sorprenderle que todavía tengan miedo y no tengan fe. Miedo y falta de fe parece van de la mano. Puede ser nuestra propia experiencia de un seguimiento miedoso y dubitativo a pesar de los años que llevamos de cristianos bautizados.

                Fraternalmente en Cristo.                                          

Fr. Carlos A. Espinoza I., O. de M.   

 

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