DOMINGO 15° DURANTE EL AÑO ( B )
Provincia Mercedaria
de Chile

DOMINGO 15° DURANTE EL AÑO ( B )

Domingo 11 de Julio, 2021

 


¡Cristo Redentor! Ayúdanos a cumplir la misión

que nos has confiado como discípulos tuyos

Todos tenemos el grave compromiso de llevar a cabo la misión que Jesús encomienda a los apóstoles y, aunque nos parezca raro, se trata de la misma misión de Jesús. Necesitamos tener el vigor y fortaleza del profeta Amós que enfrenta al sacerdote Amasías que le pide: “Vete de aquí, vidente, refúgiate en el país de Judá”. Amós, lejos de abandonar la  misión, la reafirma diciendo: aunque yo no soy profeta ni hijo de profeta, “pero el Señor me sacó de detrás del rebaño y me dijo: “Ve a profetizar a mi pueblo Israel”. Así como  Amós es elegido y enviado por Dios a anunciar su Palabra, de igual modo el Señor nos ha elegido para enviarnos a anunciar su Evangelio. Podría el Señor haber enviado a los ángeles a predicar el evangelio, pero no lo hizo. Se confió de nosotros y nos encomienda semejante tarea, que de ella depende que la gente pueda escuchar el evangelio y ser llamada a la conversión del corazón, a experimentar el poder sanador de Jesús y su liberación del cautiverio del demonio y a ser ungida con el óleo de la salvación. La misión del cristiano, de todo cristiano, es fundamental para la extensión del Reino de Dios entre los hombres. ¿Estamos cumpliendo la misión encomendada? ¿Qué crees tú? Desgraciadamente los torpes hechos que nos duelen y avergüenzan están mostrando que  la misión no está siendo cumplida. Y la misión no es automática por el sólo hecho de haber recibido el bautismo; es necesario cultivar la vida de fe en Dios, en todos los aspectos de la vida diaria del cristiano. La misión no es posible si nuestra vida cristiana está marcada por la falta de compromiso práctico, es decir, decidirnos a tomarnos en serio el evangelio de Jesús dejando que impregne nuestra vida individual y comunitaria. La misión se robustece cuando nace de un convencimiento profundo, lleno de autenticidad y lealtad. Muchos se preguntan ¿cómo vamos a salir de esta situación que nos preocupa? El Señor nos dice hoy: “Sed santos, porque yo soy santo”. El mundo quiere vernos como un pueblo santo, ungido con la fuerza del Espíritu de Dios, pero sin camuflar la condición humana, marcada por la fragilidad o vulnerabilidad que nos lleva al pecado si no estamos despiertos y vigilantes. ¿Cuál es el secreto de la misión? No son las grandes planificaciones pastorales ni los proyectos pastorales de largo aliento. El secreto de la misión es la amistad con Cristo, el trato familiar y cercano con el que envía a evangelizar, es decir, con el Señor. Y esto es lo que busca y sostiene la vida de oración personal y comunitaria. Sin oración ni vida interior el misionero se marchita, languidece y termina lejos de la misión con sello evangelizador. Ya no anuncia el evangelio sino que “cumple” su ministerio como un funcionario eclesiástico. Lo mismo le puede suceder al laico que comienza con el fervor de la primera hora pero poco a poco va “cumpliendo” su tarea como catequista, animador de comunidad, participante de la liturgia o responsable de la  acción solidaria, animador de grupo, etc. pero cada vez más vacío. ¿Por qué? Porque descuidó el fuego interior que al comienzo ardía y encendía a otros pero se envalentonó con la pura actividad externa y se fue apagando hasta perder la misma fuerza espiritual. Olvidó una regla de oro de la vida cristiana: el trato frecuente con el que nos envía, con Jesús. Olvidó la oración como el sostén de la fe y de la misión. El trato con el Señor es fundamental y  de él depende el testimonio y la evangelización.

PALABRA DE VIDA

Am 7,12-15         Pero el Señor me arrancó de mi ganado y me mandó a profetizar

Sal 84, 9.10-14       Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación

Ef 1, 3-14             Por él nos eligió para que fuéramos consagrados e irreprochables

Mc 6, 7-13          Llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos

                Continuamos este domingo meditando el capítulo 6 de San Marcos. La frialdad e incredulidad de los nazarenos ante Jesús de Nazaret no detiene el dinamismo del Reino ni es motivo para dejar de anunciar la Buena Nueva a todo el mundo. Jesús sigue sumando adherentes al Reino y nuevos discípulos hacen suyo su estilo. La misión evangelizadora no es exclusiva del Maestro de Galilea; no tiene los rasgos tan típicos de los protagonismos personalistas o de caudillos ególatras a que nos tiene acostumbrado la sociedad. Por el contrario, Jesús llama a otros a colaborar, a comprometerse, a embarcarse. En todas las épocas y lugares no han faltado esos valientes discípulos  y discípulas. Hoy, gracias a Dios, los hay en todas partes. Son constructores del Reino, trabajadores de la viña del Señor, de todas las condiciones sociales, estados de vida, de lenguas y naciones diversas. El Reino no se detiene y sigue creciendo, a pesar de las turbulencias, rechazos, pecados y persecuciones. Jesús acompaña misteriosamente esta muchedumbre de testigos del Reino. Y esto nos anima, nos estimula, nos fortalece.

                La Palabra sale a nuestro encuentro en este domingo y espera nuestra acogida y renovado compromiso porque la misión está comenzando y reclama nuevos operarios. Veamos cómo la Palabra ilumina nuestro compromiso misionero hoy, en medio de esta Iglesia Chilena en turbulencia, sacudida pero no destruida, zarandeada pero abandonada. 

                Del libro del profeta Amós 7, 12-15

                El texto de esta primera lectura de hoy nos pone ante un conflicto entre Amasías, sacerdote a sueldo del santuario del rey, y Amós, profeta de Dios. En realidad, más que un simple guardián de rebaños, Amós es un ganadero, un propietario de ganados. Su ministerio profético se desarrolla en tiempos del rey Jeroboán II, que gobernó del año 783 al 743 a. C. El texto de la primera lectura de hoy, nos revela el conflicto entre la institución oficial y la novedad de la profecía. Mientras la primera defiende su orden establecido, la segunda es una voz inquietante, que reclama lo auténtico y verdadero desde la Palabra de Dios. Podemos comprender la actitud del sacerdote Amasías ante Amós por el temor que los profetas verdaderos anuncian calamidades que se cumplen. En general, los verdaderos profetas no son bienvenidos ni comprendidos porque tienen esa mirada que discierne a fondo lo que está sucediendo en el pueblo de Dios y en la humanidad. Su visión es inquietante, crítica, honda. Se considera peligroso para el sistema incluso para una religión que se entrampa en los rituales y en la norma moral. El profeta nos hace descubrir siempre lo que no se puede olvidar nunca. Amasías se atreve a sugerirle a Amós lo que debe hacer. Pero Amós revela el origen y sentido de su vocación; es tan libre que él era un pastor y cultivador de higueras, no era profeta oficial. Por el contario, es un hombre de Dios y en su nombre debe ejercer su misión. Fijémonos en el siguiente texto: “Pero el Señor me arrancó de mi ganado y me mandó ir a profetizar a su pueblo, Israel” (v. 15). La vocación y la misión que Dios encomienda significan una separación de aquello que se estaba haciendo y un abrazar un modo nuevo de vivir. ¿Conoces algún profeta de Dios en este tiempo? ¿En qué se muestra que es profeta de Dios? No se es profeta por pertenecer a un grupo profético o por ser un profeta profesional sino por la llamada y misión que Dios hace. El profetismo bíblico nace y se nutre de una profunda experiencia de Dios que los sitúa ante el  acontecer de la historia concreta del pueblo de Dios y su ministerio anuncia la buena noticia de Dios y denuncia el mal del pueblo o de miembros del pueblo. Por esto el profeta verdadero es incómodo, incomprendido, perseguido.

                Salmo 84, 9.10-14 es una oración por el pueblo y se sitúa en un tiempo de incertidumbre, como un tiempo muerto donde ya han vuelto los desterrados desde su exilio en Babilonia y la reconstrucción física, social y espiritual del pueblo es lenta y difícil. En esta situación, la comunidad pide a Dios una nueva demostración de su amor salvador. Es el tema de los versículos con que hoy oramos también nosotros, porque  nuestra situación está marcada por el sufrimiento y vergüenza de los abusos de poder y todo lo demás. Y como si fuera poco, nos ha caída la pandemia encima sin dejarnos de provocar o ahondar ya nuestra situación como Iglesia y como país. No dejemos lugar a la desesperación ni a la desesperanza. Vivamos la promesa de salvación que oramos con fe y confianza en este salmo 84.

                De la carta de san Pablo a los Efesios 1, 3 -14

                Estamos ante uno de los textos más difíciles del Nuevo Testamento. Su género literario corresponde a una bendición o un conjunto de bendiciones. El contenido de esta prolongada bendición, casi dicha sin respirar, de una sola vez como una cascada de sentimientos y frases ante la majestuosidad del Misterio de Dios, es muy especial. Este estilo de bendición  es más para ser contemplada, escuchada, disfrutada en el clima de una oración litúrgica. Significaría que el  lector debiera mostrar su habilidad para comunicar la  unción y magnificencia del texto. Lo central es la experiencia estética de escuchar una formidable creación  que expresa el gozo profundo y la acción de gracias de quien o quienes están a punto de ser bautizados. Por otro lado, esta bendición hace referencias a la vida nueva en Cristo que alcanzan los catecúmenos como la filiación divina, el perdón de los pecados, la incorporación a Cristo y el sello del Espíritu Santo. En definitiva, todo el esplendor de la gracia bautismal lleva a contemplar el maravilloso plan de Dios cuyos protagonistas son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es el Padre el que “nos bendijo”, “nos eligió antes de la creación del mundo”, “nos predestinó a ser sus hijos adoptivos” (vv. 3.4.5.6). Por su Hijo “nos predestinó a ser sus hijos adoptivos”, “por medio de su sangre obtenemos el rescate, el perdón de los pecados”, “dándonos a conocer el misterio de su voluntad establecido de antemano que se realizaría en Cristo en la plenitud de los tiempos” (vv. 5.6.7.9. 11). Y el Espíritu Santo con el que “fueron marcados”, “garantía de nuestra herencia”, “y prepara la redención del pueblo que Dios adoptó” (vv. 13.14). No olvidemos es una Bendición en la que se dejan fluir los más hermosos sentimientos y certezas de la fe bautismal. Léelo con una suave música de fondo o ante un idílico paisaje. Tomemos conciencia que el autor de esta Bendición  se eleva desde el principio al plano celestial en que se mantendrá toda la carta (v. 3). Y desde este plano proceden desde toda eternidad “las bendiciones espirituales”: Primera bendición (v. 4), segunda Bendición (v.5-6); tercera bendición (v. 7-8); cuarta bendición (v.9-10): ojo, el v.10 es el tema central de toda la carta: Cristo hace posible que el mundo creado, marcado por el pecado, retorne al mundo celestial, liberado por Cristo; quinta Bendición (v. 11-12) y sexta Bendición (v. 13 – 14)[Biblia de Jerusalén].

                Del evangelio según san Marcos 6, 7 - 13

                Continuamos escuchando y meditando el primer evangelio, el de san Marcos escrito hacia el año 65 d. C. Y el texto de este domingo es la continuación del capítulo 6 que leímos el domingo pasado sobre el rechazo que Jesús experimentó en su propio pueblo, lo que expresa en la famosa sentencia “Nadie es profeta en su propia tierra” (Mc 6, 1-6). Ahora evangelio nos refiere el envío a la misión que Jesús hace a los discípulos. De este modo, éstos inician el aprendizaje práctico por iniciativa propia de Jesús. Ya sabemos que los discípulos han sido llamados por Jesús “para estar con Él” y “en su nombre ser enviados” (Mc 3,14). La verdadera formación no se hace sólo mediante la instrucción o enseñanza “en aula”; es indispensable dar un paso más. Esto constituye la práctica o ejercicio concreto de estos aprendices de misioneros, los doce apóstoles.                   ¿Dónde deben ir a realizar primera práctica “pastoral”? El espacio de la misión evangelizadora es la comunidad, hombres y mujeres que están allá fuera. Por lo tanto, Jesús no sólo tiene autoridad para enviarlos sino también para fijar el lugar donde deben ir. Así, tanto el acto del envío como el  dónde deben ir, no queda a la libre elección de los discípulos; es Jesús el que los envía así como él es el que los ha llamado. La misión no es a la pinta de cada uno o al gusto del consumidor. Jesús es el Señor y Él es el que envía y fija también las condiciones en que deben realizar el gran cometido de la misión evangelizadora. Jesús se revela como  excelente Maestro, magnífico líder.                                                                                                                                                                      Dice el inicio del evangelio de hoy: “Llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos” (v.7). A Jesús no le detiene el rechazo ni las dificultades, la misión debe continuar: “Jesús recorría los pueblos del contorno enseñando”, dice el evangelista en Mc 6,6b. ¿Qué significa esto de “enviarlos de dos en dos?  Por una parte, según la Biblia, el testimonio de dos constituye valor de prueba y autenticidad.  El mensaje  tiene la garantía de ser predicado “de a dos”. Luego también para señalar la igualdad de los anunciadores y así ninguno se apropie del mensaje y de la misión. También significa el apoyo mutuo en la misión. Así este “de dos en dos” es potente para comprender bien la misión, el mensaje. Nos hace bien aprender esto desde el evangelio porque en nuestra Iglesia hay tantos misioneros o evangelizadores o monitores, coordinadores, animadores, etc. que les cuesta mucho compartir con otros la tarea. Se anuncian a sí mismos y son el centro de todo. El Papa Francisco es clarito cuando dice que tenemos que abandonar la “autorreferencialidad”. El centro de la misión es Aquel que nos eligió, nos envía y nos  acompaña. La misión es siempre en, con y desde la comunidad eclesial porque así lo quiso Jesús. Nunca la misión es el campo de un protagonismo narcisista egolátrico.

                “Dándoles poder sobre los espíritus inmundos” (v. 7) Al parecer al evangelista se le escapó la primera tarea de la misión: predicar la Buena Nueva como señala Mc 3,14, aunque se subentiende porque es lo primero que hacen los enviados como indica el v. 12: “Ellos, yéndose de allí, iban predicando a la gente la conversión”. Es interesante señalar que los enviados  o misioneros hacen lo mismo que han visto hacer a Jesús: predican la conversión (Mc 1,15) y hacen milagros como expulsar demonios y sanar de enfermedades. Ambas acciones son propias de Jesús y lo grandioso es que las comparte con sus discípulos.                                                                                     Jesús les señala unas condiciones mínimas que deben observar antes de emprender la tarea o misión que les encomienda. Estas indicaciones no son otras que las mismas que Jesús vive y practica. Estas indicaciones son un acercamiento extraordinario al modo de vida de Jesús. Y este modo es el de un pobre que “no tiene ni siquiera donde reclinar su cabeza” (Lc 9,58). Así como Él tienen que ser sus discípulos. El mensaje no debe quedar oscurecido por los bienes y las preocupaciones del mundo. Ante el mundo “el apóstol” es pobre y sólo  confiado a la Providencia, es decir, a Dios. A esto apuntan las recomendaciones de Mc 6, 8-10.  Deben llevar lo estrictamente necesario, es decir, deben mostrarse desprendidos  y pobres. Sólo así no caerán en la tentación de considerarse más inteligentes, poderosos, superiores, santos, etc. ¡Cuántos deberemos pedir perdón por nuestras exageradas muestras de poderío “pastoral”! Bajo la palabra “pastoral” caen todos los equipamientos mundanos con que nos presentamos ante la comunidad a anunciar el evangelio. Tampoco nos falta una contundente ideología sobre los pobres. Desprovistos de muchas cosas, así quiere Jesús a sus discípulos misioneros. Es necesario un testimonio de pobreza, porque eso nos hace más disponibles para comprender y compartir con los pobres del mundo. Se juega la credibilidad del mensaje en esta actitud de sencillez evangélica tan deseada por el Papa Francisco para la Iglesia.

                Estamos ante las instrucciones de Jesús a sus enviados y se refieren más bien al estilo de vida propio de los misioneros que al contenido de la predicación. Se menciona el equipaje que deberán llevar, “ligero de equipaje”, hasta el comportamiento que deben observar donde se hospedan. El equipaje ligero con el mínimo es absolutamente indispensable para facilitar los desplazamientos de un lugar a otro. Así experimentarán la pobreza y la providencia de Dios y la solidaridad de las personas.

                Otro detalle del texto que conviene comprender es el versículo 11: “Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos”. El anuncio del Evangelio suscita aceptaciones y rechazos y esto como una lógica dado el carácter interpelante del Evangelio, que apunta a lo más profundo de las personas dejándolas  ante la libertad de acoger la gracia de Dios o encerrarse en su yo.

                Un saludo fraterno                         

                                                Fr. Carlos A. Espinoza I., O. de M.

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