DOMINGO 17° DURANTE EL AÑO ( B )
Provincia Mercedaria
de Chile

DOMINGO 17° DURANTE EL AÑO ( B )

Sábado 24 de Julio, 2021

 


DOMINGO 17° DURANTE EL AÑO (B)

¡Señor Jesús! Haz de nosotros un pan partido  para todos

                Tanto la primera lectura como el evangelio de este domingo nos hablan del  pan. En ambos textos se trata de “veinte panes de cebada” en la lectura del segundo libro de Reyes y de “cinco panes de cebada y dos peces” en el evangelio de Juan. El pan de cebada era más corriente que el de trigo candeal y en ambos casos con levadura. Se le daba una forma de disco que servía de plato y se cocía sobre una plancha o al horno. El pan es de uso universal y significa simplemente la  comida. Nunca se corta con  cuchillo y siempre se parte con la  mano para repartirlo: partir el  pan es darlo y con ello significar la unión estrecha entre los comensales. Una de las peticiones de la Oración del Señor dice simplemente: “Danos hoy el pan nuestro de cada día”. No sólo pedimos el pan sino todo lo necesario para nuestra vida. El evangelio de san Juan en el  famoso capítulo seis  nos relata una multiplicación de los panes obrada por Jesús con la cual  alimentó a una multitud. Los evangelios nos relatan seis multiplicaciones de pan, lo que indica ya la importancia  que reviste esta dimensión de Jesús como  el Pan  vivo bajado del cielo y la eucaristía como alimento de la Iglesia. Junto a la preocupación por el hambre que afecta a una gran cantidad de personas, unos 250  millones, nos preguntamos si existe en los gobernantes la preocupación por la promoción de programas que tiendan a bajar tan alta cifra de personas  hambrientas. Se estima que la pandemia seguirá aumentado la ya penosa cifra en unos cien millones más de personas que han descendido al estado de miseria y extrema miseria. ¿Podrá el mundo soportar esta realidad? No han faltado esfuerzos por ir en ayuda de desarrollo posible para que la gente indigente y pobre logre superar su estado de postración y miseria pero no son constantes ni  obedecen a políticas generales de los países más ricos y poderosos. Para quienes sueñan con un mundo del goce sin límites la pobreza mundial no  está dentro de sus cánones de felicidad. Tampoco sirve de mucho multiplicar las ayudas que  son pan para hoy y hambre para mañana. Tendría que producirse un cambio muy profundo en las estructuras económicas y políticas del mundo de la riqueza y de la economía mundial.  No faltan esfuerzos por superar este flagelo resistente y de hondas consecuencias, no solo individual sino también social. Los rostros de la pobreza material son múltiples y repercuten en otros importantes aspectos de la vida de la persona humana y de la sociedad. Hay conferencias mundiales sobre el hambre y curiosamente las hacen normalmente los que tienen bastante y están satisfechos. Y una respuesta posible y seria es que para combatir el hambre hay que producir bienes que generen recursos para abrir espacios al desarrollo. Observo en el día a día las veredas de esta ciudad de Valparaíso repletas de personas que viven del comercio callejero que, por otra parte, no disminuyen sino que aumentan. ¿Es esta la solución? No. Es la extensión de la miseria, es el rostro de la pobreza que se multiplica. Y  me pregunto si hubiera fuentes de trabajo, estas personas están dispuestas a abandonar este modus vivendi que produce el acostumbramiento al mínimo y al repetitivo acto de contribuir a hacer más pobre aún el ámbito público de la ciudad. ¿Qué significa hoy multiplicar los panes? ¿Qué es necesario hacer para evitar que las personas terminen haciendo de las calles y veredas su hábitat diario y su exposición pública? Y nos acostumbramos hasta creer que esto es “normal”.

PALABRA DE VIDA    

2Re 4, 42-44       Porque así dice el Señor: Comerán y sobrará

Sal 144                  Abres tu mano, Señor, y nos colmas de tus bienes.

Ef 4, 1-6               Los exhorto a vivir de acuerdo a la vocación que han recibido 

Jn 6, 1-15           Entonces  Jesús tomó los panes, dio gracias y los repartió

                El pan será el tema de estos próximos domingos. Seremos sostenidos por el extraordinario capítulo 6 de San Juan. En la Biblia la palabra pan traspasa los límites de su materialidad y pasa a significar el don definitivo o escatológico que Dios promete y da al hombre; también pan es la “Palabra de Dios” como un maná que comunica la verdadera vida. Pero, sobre todo, Jesús es “el pan vivo bajado del cielo”, único pan que da vida o vivifica al hombre. Es el gran regalo de Jesús, Palabra del Padre y eucaristía. Los comensales de la mesa escatológica viven ya la comunión y unidad profunda en torno a Cristo, “pan vivo bajado del cielo”. De ahí la excelencia del sacramento de la eucaristía, la centralidad de la fiesta dominical de la misa.

                Pasemos a recorrer brevemente los textos bíblicos que se nos sirven “en la mesa de la Palabra” como antesala de la “mesa eucarística” que el mismo Jesús nos prepara.

                Del segundo libro de los Reyes 4, 42-44

                La primera lectura nos ofrece uno de los milagros del profeta Eliseo como los narra el segundo libro de los Reyes. El mensaje de este texto subraya que, compartiendo lo poco que se tiene aún cuando los necesitados sean siempre más numerosos, Dios multiplica el pan. El milagro es que todos comen y todavía sobra. Es interesante señalar que la palabra de Dios no es aceptada de buenas a primeras. El criado de Eliseo le respondió ante el mandato de darle a la gente los veinte panes: ¿Cómo puedo dar esto a cien personas?”(v.43). Este puto de vista representa también nuestra común posición cuando se trata de compartir. Como él, también nosotros creemos que no vale la pena compartir lo poco y nos queda la sensación humana que nunca es suficiente. El profeta, hombre de Dios, con una fe arraigada en el Señor, vence esta porfiada actitud y el Señor realiza lo anunciado: “comerán y sobrará”. Es una tentación esperar tener mucho y muchísimo para compartir con los necesitados y solucionarles sus problemas. A Dios le bastan nuestros pobres medios humanos, “nuestros cinco panes de cebada”, para hacer presente su amor providente sobreabundante. ¿En qué me parezco al profeta Eliseo y en qué me identifico con su criado? ¿Qué “razones” me impiden compartir lo que soy y lo que tengo? ¿Comparto mi tiempo para entregar el evangelio o para realizar una obra solidaria?

                Salmo 144, 10-11.15-18 es también Palabra de Dios que nos inspira cómo podemos responder al Señor que dialoga con su pueblo. Este salmo es un himno de alabanza a Dios: Él no sólo manifiesta su grandeza  en sus acciones sino también muestra su bondad hacia sus criaturas. En este sentido el centro de este salmo es el Señor. Nos hace bien poner nuestra atención en Él, no solo con la mente sino también con el corazón. Una convicción creyente absoluta: “El Señor está cerca de cuantos lo invocan, de cuantos lo invocan sinceramente” (v. 18).

                De la carta de san Pablo a los Efesios 4, 1-6

                San Pablo, siempre preocupado de las comunidades cristianas que había fundado, hace un llamado a mantener la unidad de la Iglesia, ya que siempre le acecha el peligro de la  discordia entre cristianos. Es el tema que desarrolla en los versículos 1-3: “Os exhorto a que viváis de una manera digna de la llamada que habéis recibido” (v.1). Luego les señala de qué manera deben vivir manteniendo la unidad: “con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor (v.2). Y ciertamente lo más importante como consecuencia de lo anterior: “poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la  paz (v.3). El  llamado del Apóstol no ha pasado de moda y  nos invita a tomar en serio nuestra condición de cristianos y cristianas en el mundo concreto de hoy. San Pablo inicia en este capítulo cuatro la parte exhortativa de la carta a los Efesios. Lo hace desde su realidad como “prisionero por el Señor”. En efecto, el Apóstol ha sobrellevado muchos sufrimientos, persecuciones y cárcel por fidelidad a Cristo. Por eso, tiene autoridad para pedirles a los cristianos una vida más coherente con su vocación cristiana, que no es otra cosa que vivir concretamente la Palabra que han recibido. Siempre ha existido el peligro de esconder la fe en Jesucristo y dejarse acomodar a las modas del tiempo. La falta de identidad cristiana católica y del sentido de pertenencia a la Iglesia que Cristo reunió para que fuera portadora de su Buena Noticia para el mundo, es en nuestros días muy notoria. Cada bautizado ha recibido una vocación, una llamada a vivir según el evangelio. Ha sido consagrado, es decir, cada bautizado ya no se pertenece a sí mismo sino que  está dedicado al Señor. La vida del bautizado es una “vida consagrada” a Dios; es una forma de seguimiento de Cristo, una experiencia de santificación diaria, un compromiso a fondo con los valores de Cristo y de su Iglesia. “Vivir de acuerdo con la vocación que han recibido” implica hacernos cargo de nuestro bautismo y sus consecuencias prácticas. “Por sus frutos los conoceréis” dice Jesús, es decir, por las obras, los criterios, la mirada, los compromisos concretos que un cristiano vive, esto es lo que manifiesta si estamos en las huellas de Cristo o estamos muy lejos. Otro gallo cantaría si las familias fueran “escuelas de evangelización”, si los padres fueran de hecho “los primeros catequistas” de sus hijos. Y todo pasa por la calidad de vida cristiana del hogar. ¿Qué pasa cuando lastimosamente poco o nada de esto se da? ¿Qué sociedad se puede edificar si la primera célula que es el hogar no camina de acuerdo a su vocación humana y cristiana? Y todo pasa por el proceso de “humanización” basada en valores fundamentales que debieran darse en el hogar. Algo no está caminando. Prestemos atención a esta segunda lectura y meditemos nuestros compromisos de hoy. ¿Cómo entiendo el llamado a vivir “con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor”? ¿Tienen cabida estas virtudes evangélicas en el diario vivir en familia, en comunidad? Lea con atención Ef 4, 4-6, un texto hermoso: uno solo es el cuerpo (la Iglesia) y uno solo el Espíritu (que lo anima) y  una sola esperanza (la de la vida eterna) a la que hemos sido llamados. Todo habla de unidad: un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos (con señorío, que actúa en todos y en todo vive). Magnífico proyecto de Dios para salvarnos, animarnos y hacernos  partícipes. Repite la  lectura y deja que te envuelva en su atmósfera humana – divina. ¡Qué linda es nuestra fe!  

                Del evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 1-15

                Estamos ante el capítulo 6 del evangelio de san Juan que nos permite comprenderlo en toda su profundidad y belleza si descubrimos en él una relación estrecha con el Nuevo Éxodo (Jn 6, 1-15). Y el texto de este domingo nos trae a la memoria la experiencia  de Israel en el desierto. Jesús ofrece el nuevo éxodo y  recuerda el paso de Yahvé en medio de Israel en el desierto. Jesús, como Yahvé, camina sobre el mar (Jn 6, 16-21). Jesús es el nuevo maná o pan bajado del cielo (Jn 6, 22-40). Jesús es el pan de vida (Jn 6, 41-51ª). Jesús habla claramente de la eucaristía (Jn 6, 51b-59) Y la crisis profunda en el grupo de Jesús (Jn 6, 60-71).

                Este interesante vínculo entre el nuevo Éxodo y Jesús nos permite descubrir que la multiplicación de los panes provoca en sus seguidores y la gente la esperanza de un mesianismo meramente terreno, lo que lleva a forzarlo para que Jesús acepte ser rey. Esto provoca la decepción en Jesús que, al igual que Moisés frente al  episodio de la idolatría, se retira  al monte él solo. Y los discípulos en lugar de seguir el camino de Jesús, el éxodo, regresan a Cafarnaún, lugar de las instituciones. Y es aquí donde Jesús va a explicar en un discurso memorable en qué consiste su éxodo que no será otra cosa que la aceptación de su persona (Jn 6, 27-46), que se manifiesta en su carne – palabra hecha carne –, que hay que comer, aceptar y asumir, y en su muerte –sangre- que también hay que beber. Así la existencia de Cristo, como entrega total en su vida y donación también total en su muerte debe ser asumida por sus seguidores, y sólo así realizarán el nuevo  Éxodo. Las palabras carne y sangre se clarifican en la Eucaristía en la que el creyente al comerla manifiesta materialmente el sentido de su adhesión total a Cristo en su realidad encarnada.

                Con este trasfondo podemos acercarnos al evangelio de este domingo y tratar de comprender que también nosotros como seguidores de Jesús estamos constantemente llamados a vivir el nuevo Éxodo, la Pascua de Jesús en la adhesión y donación que implica el Paso o Pascua de Jesús.  Israel debió aprender a caminar en el desierto sólo sostenido por el poder de Dios y abandonar la seguridad y esclavitud que le ofrecía Egipto.    

                El evangelio que comenzamos a leer hoy es el extraordinario capítulo 6 de San Juan. El gran tema de este capítulo es el pan. Hoy se nos narra el milagro de la multiplicación de los cinco panes de cebada y dos pescados para una multitud de cinco mil hombres. La pregunta esencial es si este tema del pan y de la multiplicación se refiere sólo a un aspecto llamativo de la actividad de Jesús o se refiere muy fuertemente a Jesús mismo. Veremos que el tema se aclara definitivamente con la entrega de su cuerpo como pan para la vida del mundo en la noche anterior a la pasión y muerte de Jesús. Al hablar de la multiplicación de los panes es central fijar nuestra atención en Jesús que alimenta y alimenta con abundancia. De este modo, la multiplicación de los panes se convierte en el signo eminente de la misión mesiánica de Jesús. Él es el pan verdadero que han esperado los siglos, alimento que es capaz de saciar a muchedumbres. Pero también es el momento en que se produce un quiebre, ya que muchos no aceptan que Jesús sea ese pan de vida. Esto abrirá claramente el camino hacia la cruz por donde transitará Jesús por fidelidad al Padre. La cruz es  la cumbre de su Éxodo, de su Pascua y la Eucaristía su expresión simbólica y real de su Pascua.

                En el trasfondo del capítulo 6 de San Juan está la comparación entre Moisés y Jesús. La afirmación central es que Jesús es el Moisés definitivo y más grande de todos. Al final del relato de la multiplicación de los panes y antes de que intenten proclamar rey a Jesús se dice: “Éste sí que es el profeta que tenía que venir al mundo” (v. 14). Por lo tanto, el tema del pan es el tema de Jesús, Hijo del Padre, que ofrece su propia persona por la salvación de una multitud.

                Algunos detalles interesantes del evangelio de hoy. La situación en que se ubica la multiplicación de los panes es la referencia al milagro del maná en el desierto en el libro del Éxodo y la celebración de la eucaristía de la comunidad cristiana. El camino de Jesús va en sentido contrario a la Pascua, fiesta de los judíos: en lugar de dirigirse al templo, Jesús se retiró a un monte con sus discípulos. Le seguía un gran gentío. Desde aquí Jesús toma la iniciativa y le dirige su preocupación a Felipe: “¿Dónde comparemos pan para darles de comer?”(v.5). Felipe no hace más que expresar la dificultad de lograrlo, pero Jesús sabía bien lo que iba a hacer. También Simón Pedro señala la misma dificultad. Jesús procede entonces: fijémonos en los gestos eucarísticos: “Jesús tomó los panes, dio gracias y los repartió a los que estaban sentados” (v. 11). Esto revela que la comunidad cristiana primitiva ya celebraba la eucaristía, lo que indica que ya ha acontecido la pascua de Jesús. Todos se sacian con los panes y pescados que Jesús multiplica y reparte. Sobran doce canastas, cantidad suficiente para alimentar a un nuevo Israel. El pan, que es Cristo, no se agota nunca y sigue alimentando a miles y miles de hombres y mujeres que se sientan a su mesa para compartirlo. Sin embargo, el entusiasmo no basta para seguir las huellas de Jesús. La gente se entusiasma por esta nueva señal que Jesús ha obrado, la multiplicación de los panes, pero no llegan a la adhesión profunda de una fe radical. Intentan hacerlo rey, ya que les conviene un mesías que los alimente gratis y les solucione el tema de lograr el pan con el sudor de su frente. Los mesianismos populares nunca faltan en la historia humana y los fracasos son también terribles. Jesús no es un mesías populista ni político. Dice el texto que “se retiró de nuevo al monte, él solo” (v. 15) como Moisés que frecuentaba la montaña para vivir su encuentro con Dios “cara a cara”.

                Cuando hay tanta hambre y sed en el mundo y los mesianismos no faltan, con el atractivo nombre de “populismos”, es muy bueno volver a Jesucristo y reconocerlo como el Pan Vivo bajado del cielo, que sí tiene poder para alimentarnos y hacernos  hermanos en comunión.

                Un saludo fraterno. Que la Palabra de Dios nos sostenga en tiempos difíciles.

Fr. Carlos A. Espinoza I., O. de M.

 

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