DOMINGO 21° DURANTE EL AÑO ( B )
Provincia Mercedaria
de Chile

DOMINGO 21° DURANTE EL AÑO ( B )

Sábado 21 de Agosto, 2021

 


         Acepta, Señor, mi fe vacilante y no dejes que me vuelva atrás

                Siempre es necesario renovar los compromisos que hemos hecho, libre y voluntariamente, con pleno consentimiento de los deberes y obligaciones que trae consigo todo camino vocacional en la vida de los seres humanos. Creer que basta con declarar los derechos divinos y humanos, aunque el mundo habla sólo de los derechos humanos, olvidando voluntariamente los derechos divinos por considerar que la fe religiosa es algo  insignificante y sin importancia para la sociedad misma, es un error muy lamentable. Porque sólo la fe y la creencia en Dios puede orientar la vida en el sentido verdadero e incluso sólo la fe religiosa pone frenos al hombre que se comporta como  un caballo brioso y altanero. Pero ¿qué sucede cuando la misma religión y en nombre de Dios se convierte en una violación permanente de los elementales derechos de las personas? Se tiende  a decir que eso es fruto del fanatismo religioso pero es extraño que todos guarden silencio y nadie condena ni reclama las evidentes violaciones  de los derechos fundamentales de las personas. Ni siquiera esa legión de vociferantes que pululan en nuestras alicaídas democracias. Han guardado silencio frente a las horrendas maniobras de quienes se apoderan de los pueblos  y los someten a su dura dictadura omnipotente. ¿Habrá todavía compromisos auténticos con la  verdad, la justicia, la libertad, la democracia? Al parecer, todo esto está teñido de un persistente telón de fondo como es la ideología del poder total y absoluto. Son los mismos que alzan sus críticas persistentes contra la democracia exagerando sus limitaciones con el fin de ir, poco a poco, demoliendo las certezas que fundan  este sistema de gobierno que privilegia a las mayorías y busca el aporte de todos los ciudadanos según sus dotes naturales y también de las agrupaciones organizadas en el  sistema de los partidos políticos y movimientos sociales. Naturalmente que el sistema democrático es más costoso de practicar que los sistemas totalitarios impuestos sin apelación y de los cuales cuesta mucho salir y liberarse. ¿Qué estorba a  los totalitarismos? La Iglesia Católica, el evangelio de Jesucristo, la doctrina religiosa y social de la Iglesia, los grupos  creyentes con vocación a la  libertad, al libre albedrío. Y detrás de esta pugna  está la visión del ser humano, la concepción humanista que propone el Evangelio. Estamos viviendo tiempos difíciles donde  hay que mantenerse firme en las convicciones y certezas sin las cuales no es posible vivir el evangelio como mensaje y estilo de vida. Es necesario renovar constantemente los compromisos ineludibles que hemos asumido con ilusión y esperanza como es el camino de la fe en Jesucristo. Hoy la Palabra de Dios nos abre sus profundos tesoros que nos iluminan nuestro camino discipular. No sé si todavía tendremos la valentía y claridad de Pedro que, ante la posibilidad de que todos se desbanden y dejen solo a Jesús, puntualiza de manera precisa cuando dice: “Señor, ¿a quién iremos si también te abandonamos? Pedro captó profundamente la expresión de Jesús cuando les dijo a sus discípulos: “¿También ustedes quieren dejarme?”. ¡Qué hora de Jesús, qué momento más delicado, sobre  todo cuando han vivido y compartido tantos momentos hermosos! Y Pedro expresa su convicción más honda: “Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros  hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”. No hay que  abandonar al Señor ni a su rebaño.  

                PALABRA DE VIDA

 Josué 24, 1-2.15-18         Por eso también nosotros serviremos al Señor

Sal 33, 2-3.16-23           ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!

Ef 5, 21-33                          Sométanse los unos a los otros en atención a Cristo

Jn 6, 60-69                          Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna

                Josué es el conductor del pueblo escogido por Dios una vez que Moisés, el gran caudillo, ha fallecido. No parece que le fue fácil instalarse como cabeza visible ante el pueblo. Las lecturas de hoy nos presentan situaciones parecidas entre Josué y Jesús. Murmura el pueblo de Israel y murmuran los discípulos de Jesús. Ambos líderes espirituales  ofrecen la posibilidad que cada uno tome la decisión libre y responsable. Las tribus de Israel que Dios ha sacado de Egipto hacen una opción por servir a Dios lo que significa que optan por el camino de la salvación que los aleja de la esclavitud. Y en el evangelio son los Doce Apóstoles que a través de Pedro, su cabeza visible, deciden acoger a Jesús y seguirlo, acto que sobresale ante los otros discípulos que optaron por abandonar a Jesús. Y nos recordamos de aquellas palabras proféticas pronunciadas en nombre de Dios: Pongo ante ti la vida y la muerte, elige.

                Adentrémonos en el corazón de la Palabra de Dios  para que ella ilumine nuestro propio camino y nuestras opciones concretas del día a día y, por cierto, nuestro camino comunitario como Pueblo Dios que peregrina en este sacudido Chile 2021.

                Del Libro de Josué 24, 1-2. 15-17.18

                La primera lectura, tomada del Libro de Josué capítulo 24, nos ofrece un relato que es considerado el acontecimiento más importante de todo el libro, porque señala una de las fechas señeras de toda la historia bíblica. Se trata de la gran jornada o asamblea de Siquem, presidida por Josué, que tiene por objeto la conclusión de un pacto o alianza entre las tribus de Israel y Yahveh. Es posible descubrir en este capítulo el esquema de los antiguos pactos de pueblos como los hititas cuando exigían vasallaje de otros pueblos más pequeños. Hay un recuerdo de todos aquellos beneficios que Dios ha hecho en favor de las tribus de Israel en el pasado hasta darles la tierra que les había prometido. Luego se mencionan  los deberes u obligaciones que los israelitas tienen para con Dios, entre las cuales está el abandonar los dioses de antes para servir exclusivamente al Señor. La decisión que deben tomar es clara: o eligen servir al Señor o eligen servir a los dioses. La respuesta del pueblo a favor de servir al Señor exclusivamente es el tema de los versículos 14-21  de este capítulo 24 de los cuales nuestra primera lectura de hoy selecciona lo más pertinente a nuestra fe. Si aprendemos a contemplar las maravillas del Señor, obradas en favor nuestro, podremos renovar constantemente nuestro compromiso o pacto o alianza de servir exclusivamente al único Señor. Nada fácil si consideramos nuestra tendencia a dejar siempre abierta la posibilidad de servir a nuestros dioses, “hechura de nuestras manos” como dice el salmista. Resulta más fácil y tan tentador fabricar nuestro propio dios, haciendo de la religión como una mercancía o producto de consumo a nuestro alcance. Se habla de “un cristianismo a la carta”, a la medida de nuestro yo. Por eso esta jornada de Siquem nos puede arrojar mucha luz sobre nuestro compromiso con el único Dios Verdadero, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo. ¿Por quién he optado en mi vida? ¿He elegido libremente servir al Señor sabiendo que Él ha hecho tanto por mí? ¿Qué dioses o ídolos me atraen? ¿Es tan cierto que puedo vivir como un cristiano “a mi manera”? ¿Cómo expreso mi servicio a Dios y a los hermanos en el día a día? ¿Soy un cristiano solo de palabra, de una fe sin obras? ¿Cuáles son las idolatrías del siglo XXI?

                El Salmo 33, 2-3.16-23 es el canto de acción de gracias que nos ayuda también a nosotros a responder al Señor que de tantas maneras nos ha mostrado su bondad, porque “el Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos”. Con tan consolador mensaje, el cristiano está enfrentando la dura realidad sin desesperarse. ¡Cuánto bien nos hace esta certeza espiritual! Pero cuidado con creer que viviremos sin problemas. “El justo padece muchos males, pero el Señor lo libra de ellos” pero también “El Señor rescata a sus servidores, y los se refugian en Él no serán castigados”. Es una llamada a la confianza aún en medio de las penurias que no faltan, una renovada confianza en el Señor. ¡Hay crisis de confianza!

                De la carta de san Pablo a los cristianos de Éfeso 5, 21-33

                La carta a los Efesios nos ha servido durante estos domingos para meditar nuestros compromisos cristianos en medio de un mundo bien distinto e incluso antagónico a los valores de la fe cristiana. Con San Pablo aprendemos a navegar contra corriente, porque los tiempos son difíciles para mantener  viva y despierta nuestra fe. El Papa Francisco nos llama a despertar de un largo sueño donde todo se hace rutinario y mediocre. Digamos de partida que el texto que hoy escuchamos puede llenar de perplejidad a muchos cristianos “crispados” de nuestro tiempo, ya que a primera vista San Pablo parece que nos ofrece una moral de represión y sumisión entre marido y esposa. Partamos reconociendo que es muy difícil esperar que un Apóstol del siglo primero de nuestra era cristiana pueda ofrecernos un modelo ético correspondiente al hombre del siglo XXI. Cuando leemos un texto de la Biblia no podemos aplicarlo de inmediato a nuestra situación. Tenemos que hacer un esfuerzo por comprender a ese creyente del siglo I cuyas exhortaciones, sin embargo, rompen con los estrictos esquemas de su época. Si habla de sumisión de unos a otros dice de inmediato que ha de realizarse “en el temor de Cristo”, ya que Él nos ha dado ejemplo al “hacerse siervo de todos”. Cuando habla que las mujeres deben someterse a sus maridos es “como al Señor” y esto no puede entenderse sino en relación a la analogía de la sumisión que la Iglesia presta a Cristo como esposo suyo. Y aquí surge una bella imagen  de la vida matrimonial: los desposorios de Cristo con su Iglesia, salvador de su cuerpo. La sumisión se comprende dentro de este misterio de amor de Cristo por su Iglesia y viceversa. Hay una forma de ser marido cristiano, es decir, al estilo como Cristo es esposo de su Iglesia. Ciertamente puede esta relación de esposo y esposa corromperse y convertirse en relación de dominación tiránica pero no es eso lo que aprendemos de Cristo, esposo de la Iglesia. Así el matrimonio no se reduce a los aspectos humanos formales; es mucho más que eso y San Pablo termina diciendo: “Este es un gran misterio: y yo lo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia” (v. 32). ¿Cómo veo yo mi realidad matrimonial o qué pienso hacer con el proyecto de formar una familia?

                Del evangelio según san Juan 6, 60-69

                Pasemos al evangelio de hoy. Durante estos domingos hemos estado contemplando el extraordinario capítulo 6 del cuarto evangelio. El domingo pasado  hemos visto cómo Jesús declaraba que “su carne es verdadera comida y su sangre verdadera bebida”. Hoy vamos a meditar acerca de las consecuencias del discurso de Jesús acerca de esa insistencia que provoca desazón: “Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”, “el que me come vivirá por mí”, “éste es el pan bajado del cielo…quien como este pan vivirá para siempre”. Hay que partir diciendo que el discurso de Jesús sobre el pan de vida y más aún las palabras eucarísticas que hemos recordado decepcionaron y escandalizaron, porque las tomaron al pie de la letra. Hay una incomprensión básica en torno a Jesús. Esto queda muy de manifiesto en el cuarto evangelio. Las palabras y la persona de Jesús no dejan indiferente a nadie. Son “piedra de tropiezo o de salvación”. Pero también hay una incomprensión que atraviesa los siglos, no siendo una excepción el presente. ¿Quién es realmente Jesús, el Mesías? ¿Qué sentido tiene creer en Él y vivir como Él nos propone en su evangelio? Estas y otras preguntas siguen vigentes y son el ámbito propio que posibilita la auténtica experiencia de fe en Jesús, el Cristo.

                El fracaso del ministerio de Jesús. El evangelista está narrando la última actividad de Jesús en Galilea, la que termina en fracaso como acontece con el ministerio en Judea. Sólo la confesión de Pedro, a nombre de los Doce, salva que éste sea completo. Éxito y fracaso en Jesús tienen un sentido relativo porque en verdad todo acontece según el plan del Padre. La murmuración se traslada a los discípulos ahora, antes había quedado en el grupo de los judíos. Sin embargo, Jesús declara que el escándalo sería mayor si vieran al Hijo del hombre subir allí donde estaba antes, es decir, cuando resucitado venza la muerte y su carne o condición humana ya no sea frágil ni corruptible sino gloriosa y llena del Espíritu. Entonces la carne de Jesús puede comunicar vida porque ha sido revestida del Espíritu vivificante, el Espíritu de Dios. Por lo tanto, sin la ayuda del Espíritu, sin el don de la fe, toda la vida de Jesús, se convierte en permanente escándalo. Desde ya sus palabras reveladoras están envueltas en un impenetrable y continuo velo de incomprensión por parte de sus discípulos. No es fácil ni evidente acoger el misterio humano – divino de Jesús. La incomprensión es parte del camino de la fe y del seguimiento de Jesús. Con todo “El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les he dicho son Espíritu  y Vida (v.63), les dice Jesús a los suyos y a nosotros. Y esto es lo que nos atrae y nos lleva a decidirnos por Él, porque amamos la Vida y somos sedientos del Espíritu, es decir la Vida Eterna. Pero una indudable verdad concreta que está siempre en nuestra posibilidad. También nosotros podemos vivir esto: “Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él”(v.66).

                Así concluye esta primera parte del discurso. Hay que decir que Jesús conocía la incredulidad de los discípulos como lo demuestran los versículos 60 – 66 como también conoce nuestra incredulidad. De esto no cabe duda. El conoce a toda persona de una manera que sólo Él nos conoce que ni siquiera nosotros logramos conocernos. Notemos que esta incredulidad acontece después de la intensa y extensa revelación de Jesús, su misterio, su obra, su origen. Los discípulos muestran su malestar frente a las “irracionales” afirmaciones de su Maestro, difíciles de aceptar humanamente. Esta incomprensión no afecta solo la declaración de comer su carne y beber su sangre, la carne y la sangre de Jesús sino al conjunto de su enseñanza, expresada en todo el discurso. El rechazo se refiere a la presencia de la divinidad en la persona del Nazareno. “Esta  enseñanza es inadmisible. ¿Quién puede aceptarla?” (v. 60). El rechazo no es a una parte de la  enseñanza sino a la identidad misma de Jesús, es decir, su condición de Hijo de Dios. La historia de la Iglesia muestra que este es el motivo central del rechazo. Si Jesús no es el Hijo de Dios,  su enseñanza y su misma palabra no tiene ninguna autoridad, porque sería un hombre, un profeta más. Este es el punto central del rechazo de Jesús a lo largo de los siglos. Y si Jesús no es hijo de Dios, no tiene ninguna importancia en la vida de las personas. Sería uno más de la humanidad caída.

                La respuesta de Jesús a la interpelación de los discípulos intenta precisar más todavía: “¿Esto os escandaliza”. ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?”(v. 62). Jesús apunta con esto a la pretensión de los discípulos de creer sólo después que Jesús haya ascendido al cielo como aconteció con los grandes  profetas de Israel. Para Jesús esto no tiene ningún sentido porque Él es el “Preexistente” que ha bajado del cielo. “Nadie ha subido al cielo a no ser el que de allí vino, es decir, el Hijo del hombre” (Jn 3, 13-15). Jesús no necesita subir al cielo porque siempre está unido al Padre: “El Padre y yo somos un misma cosa”.

                La clave del rechazo hacia Jesús está expresada en el v. 63: “El espíritu es el que da vida, la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida”. Esta constatación de Jesús está llena de amargura, y no es para menos, porque a pesar de todo el tiempo que han estado con él y no lo conocen. Sus discípulos están oprimidos por la “carne”, es decir, la debilidad de la naturaleza humana que no tiene en sí la vida, ya que no deja actuar al Espíritu de Dios, no acogen la palabra de Jesús que viene del Padre y da la vida. No aceptan el testimonio de Jesús y no penetran en su misterio. Por ello no creer en Jesús es cerrarle la puerta al Espíritu y así no logran liberarse de la esclavitud de la carne (= de la debilidad humana).  

                “Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él” (v. 66). Es la consecuencia de no creer en Jesús, de no acoger el Espíritu ni seguir la llamada de su Padre. El evangelio y Jesús mismos nos cuestionan nuestra forma de vivir y comprender la vida. La tentación de abandonar a Jesús y su Reino es permanente, aunque muchas veces ni siquiera contamos con ella. La tentación de quedarse “en la carne” y rechazar “la vida en el Espíritu”.

                Jesús toma la iniciativa e interpela a los Doce y con ello busca una confesión decidida: “¿También ustedes quieren abandonarme? (v.67). Jesús nos pone en jaque, no podemos esquivar la decisión por Él o contra Él. Es un momento ineludible en todo camino cristiano que quiera ser auténtico. La respuesta de Simón Pedro es muy alentadora porque es una confesión de fe en Jesús: “Señor, ¿a quién iremos?  Tú tienes palabras de Vida eterna” (v. 68). La palabra de Jesús provoca un cisma o división porque atrae a unos y aleja a otros. Pedro, en nombre de los Doce, pronuncia una doble palabra de reconocimiento de Jesús. Y la segunda es una adhesión de fe como algo adquirido y definitivo: “Nosotros hemos creído y reconocemos que tú eres el Consagrado de Dios” (v. 69). Las expresiones en plural  de esta confesión de fe indican que Pedro habla en nombre de los Doce y en representación de la iglesia apostólica, cuya fe cristológica y eucarística tanto inculca el evangelista Juan.     

             El Señor nos bendiga.                                                                   

Fr. Carlos A. Espinoza I., O. de M.

 

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