DOMINGO 34° NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO ( B )
Provincia Mercedaria
de Chile

DOMINGO 34° NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO ( B )

Sábado 20 de Noviembre, 2021

 


DOMINGO 34° NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (B)

                 Nosotros los cristianos queremos destacar al auténtico Rey, a Jesús de Nazaret, a Jesucristo ya no como un rey cualquiera sino como el único Rey del Universo. Se trata de un reinado muy especial porque no hace lo que normalmente hacen los reyes de este mundo. Tal como el mismo Jesús lo declara: Mi reino no es de este mundo, aunque se manifiesta en este mundo de los hombres. Mientras los reyes de este mundo concentran su poder en los bienes materiales y en el poder que tienen para gobernar sobre sus súbditos, así se les llama a quienes están bajo su dominio y autoridad, Jesucristo manifiesta su poder es el amor que redime y su estilo de vida está marcado por el servicio al otro. No domina a nadie ni obliga, más bien, llama, propone, invita y quien lo acoge encuentra lo más preciado que es la vida misma. Jesús es un Rey que gobierna desde la cruz, signo de su máxima entrega por los demás. La cruz es su trono real y lo será también para sus discípulos. Es un Rey que se cuenta entre los pobres de la tierra, sin ejército, sin armas, sin los poderes de este mundo. Es un Rey humilde, manso como un cordero, sin violencia ni poder político ni económico. Sin lugar a dudas, es un Rey especial, mejor todavía excepcional. Su Reino no es de este mundo, pero está germinando en este mundo como una pequeñísima semilla. Todo esto nos señala que Cristo como Rey tiene que ser comprendido según la figura del pastor en la Sagrada Escritura. Y con Cristo Rey formamos todos un pueblo de reyes gracias a la dignidad de hijos que nos regala el Bautismo. Y los hijos de Dios son libres porque su Rey los liberó con su propio sacrificio. Vivir como reyes y no como esclavos, esa es la condición hermosa que hemos adquirido, gracias a este magnífico Rey del Universo. También el cosmos, el universo entero se ve beneficiado con el reinado de Cristo. También es Rey de la Creación pues su acto redentor no solo benefició a la humanidad sino también a universo entero. Reconozcamos a Jesucristo, nuestro Salvador, como nuestro Rey resucitado que nos hace partícipes de su reino de justicia y de paz, de amor y de libertad. Cuando nos reunimos a proclamar y celebrar a nuestro Rey del Universo como el único Soberano, nos enfrentamos a unas decisiones cruciales para el presente y futuro de nuestro país. Hemos sido convocados a ejercer nuestro derecho ciudadano de elegir al presidente de la República y a un número significativo de legisladores. El cometido no es nada fácil. El país vive una peligrosa y preocupante polarización, lo que hace más difícil el tránsito hacia una responsabilidad ciudadana lúcida y responsable. Como cristianos estamos llamados a ejercer nuestro derecho y deber ciudadano pero es también fundamental discernir entre los candidatos y las tendencias que representan. Ciertamente no es cuestión sólo de gusto o simpatía por uno u otro; es indispensable pensar en el bien del País porque no estamos eligiendo el país que quieres o deseas o se antoja sino que estás ejerciendo un derecho y un deber con la Patria que formamos todos los que aquí vivimos. Y como la Patria no la estamos inventando a cada rato ni tampoco de acuerdo a las preferencias individualistas, es un deber de conciencia examinar con detención lo que nuestro País necesita para seguir creciendo. No es buena señal el berrinche a secas contra el capitalismo o el progreso material de Chile. La Patria no puede ser refundada a partir de la nada y de la demolición progresiva de su historia y de su desarrollo. Partir de cero es completamente absurdo. Hemos hecho camino y hemos crecido. Nuestra inquietud es cómo seguir creciendo y no cómo demoler todo y supuestamente partir de cero. La pobreza no se combate empobreciendo al país entero. Es más sano y lógico seguir avanzando para que haya mejores oportunidades de desarrollo ya que la pobreza no se combate con más ideología sino con más oportunidades y desarrollo sostenido. Si el país estaba tan mal ¿cómo se explican los avances y la forma admirable como se enfrentó la Pandemia?  Ejercitemos nuestro derecho y deber ciudadano con responsabilidad histórica.

                PALABRA DE VIDA                         

                Dn 7, 13-14         Su dominio es un dominio eterno que no pasará                                                             Sal 92, 1-2.5                ¡Reina el Señor, revestido de majestad!                                                              Apoc 1, 5-8         Testigo fiel, el Primero que resucitó de entre los muertos, el Rey de los                                               reyes de la tierra                                                                                                                           Jn 18, 33-37       Mi realeza no es de este mundo

                La Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, es muy reciente ya que fue introducida por el Papa Pío XI en 1925 con ocasión del aniversario del primer concilio de Nicea. El Papa quería con esta fiesta afirmar la soberanía de Jesucristo sobre los hombres e instituciones frente al avance del ateísmo y de la secularización en la sociedad. En la última reforma del calendario litúrgico de la Iglesia esta fiesta ha quedado en el último domingo del tiempo ordinario, muy vinculado al sentido escatológico que viene subrayando la liturgia. La idea central no es otra que poner la mirada en el Cristo Glorioso como punto central del universo y de la vida cristiana. Ahora bien, el Ciclo B litúrgico que estamos terminando desarrolla a través de las lecturas el título mesiánico de Cristo Rey. Con esta fiesta renovemos nuestra fe profunda en la realeza de Cristo que no puede ser identificada ni confundida con ninguna expresión humana como lo declara taxativamente el evangelio que vamos a escuchar. Ni siquiera una realización cristiana temporal puede sin más identificarse con la realeza única de Cristo. Ninguna realización humana puede identificarse con la realeza de Cristo. Dejemos que la Palabra de Dios nos ayude a penetrar en el misterio del reino o realeza de Cristo.

                Del Libro de Daniel 7, 13-14

                La primera lectura está tomada del más significativo libro del género literario que conocemos como apocalíptico, el Libro de Daniel. Y apocalipsis quiere decir revelación. En efecto, la finalidad del libro de Daniel es revelar el sentido oculto de la historia, que no es otro que el plan de Dios. Se escribe para mostrar el aspecto luminoso que tiene el tiempo de sombras y dificultades que vivía Israel, asediado por los poderosos imperios que van a ser representados por las figuras de las cuatro bestias, por ejemplo.  En este estilo literario son frecuentes las visiones, los sueños y su interpretación por Daniel.  El libro de Daniel afirma que, por sobre los acontecimientos históricos, hay un designio de Dios, un plan divino que se va manifestando y se cumple. Así, el autor va revelando el sentido de los hechos positivos o dolorosos que jalonan la historia humana, tanto de Israel como de los pueblos del mundo.                                                                                                        La primera lectura de este domingo está tomada del capítulo 7, donde se nos ofrece la primera visión. con que se inician las cuatro visiones del vidente Daniel. Los versículos 13 – 14 cambian bruscamente el escenario de las cuatro feroces bestias que destruyen todo a su paso, ya que cada una de estas bestias feroces desarrolla su acción maléfica destructiva. Y dan continuidad a lo que se dice en los versículos 9 y 10 acerca de la figura de un anciano que juzga las acciones de la historia humana. Es Dios que como soberano juzga y revela el destino de los hombres.   He aquí que emerge un anciano, un trono y un ser misterioso que es llamado “hijo de hombre” o “figura humana” que se acerca al anciano y es presentado ante él. Todos los elementos indicados nos orientan hacia la idea de un juicio que el Altísimo realiza sobre la historia y sus protagonistas. Este juicio no lo realiza directamente Dios. Por el contrario, recibe este “hijo de hombre” el poder real y dominio sobre todos los pueblos, naciones y lenguas quienes se ponen a su servicio. ¿Quién es este “Hijo de Hombre”? El Nuevo Testamento afirma que este Hijo de Hombre es Jesús proclamado Mesías y por lo tanto dotado de un dominio eterno que no pasa y su realeza no tendrá fin. ¿Cuál es el mensaje de este breve anuncio? El juicio universal que Dios realiza a través de este Jesús Mesías encierra una profunda esperanza: es el anuncio del desmoronamiento de todo poder y potencia enemigos de Dios y el triunfo definitivo del proyecto divino y de sus fieles adoradores. ¿Significa esto que el cristiano se cruza de brazos a esperar el triunfo de Dios? De ninguna manera. El creyente no puede conformarse con una actitud pasiva frente a la prepotencia y altanería de los opresores modernos y de sus estructuras también opresoras. Por el contrario, el cristiano está convencido del valor liberador, consolador y esperanzador de la Palabra y desde el proyecto de Jesús se compromete a trabajar, luchar y a sudar la gota gorda por la causa del reinado de Dios.

                Salmo 92, 1-2.5 es un himno a la realeza divina. Los versículos citados son aclamaciones al poder y firmeza del poder de Dios y a la estabilidad de sus decretos como a la santidad que es el ornato de la casa de Dios. Con esta certeza podemos edificar nuestra vida de fe sobre la piedra angular que es Jesucristo. Y aunque parece difícil muchas veces descubrirlo, el Señor reina, revestido de majestad, como vencedor del pecado y de la muerte, como Señor de la Vida y de la historia.

                Del Libro del Apocalipsis 1, 5-8  

                La segunda lectura, tomada del Libro de la Apocalipsis de san Juan, es el último libro de la Biblia y está dirigido a cristianos amenazados por los poderes del mal, en medio de persecuciones y tribulaciones. Este libro pretende levantar y afianzar la fe de sus acongojados lectores porque Dios está a cargo de la historia, y los poderes del mal no pueden prevalecer contra la Iglesia. El gran perseguidor era el imperio romano, con el volumen aplastante de su poder; sin embargo, caerá como han caído todos los enemigos del Pueblo de Dios. Está muy lejos de ser un escrito dulzón o propicio para inventar fantasías; el Apocalipsis es una Palabra de Dios muy incisiva y poderosa en medio de una penosa realidad que envuelve a las comunidades cristianas joánicas. Son siete iglesias gobernadas por sus obispos a los que identifica como “el ángel de Éfeso”, etc. El saludo es de Juan, “hermano de ustedes, con quienes comparto las pruebas, el reino y la paciencia por Jesús” y de parte de Jesucristo. Tiene la forma de una carta. Lo más importante en esta segunda lectura de hoy es la riqueza de títulos que se le dan a Jesucristo como “Testigo fidedigno”, “el primogénito de los muertos”, “El Señor de los reyes del mundo”,” Yo soy el alfa y la omega”, la primera y última letra del alfabeto griego y que equivale a decir “el principio y el fin” de todas las cosas. Jesucristo lo abarca todo, absolutamente todo, nada escapa a su acción y poder redentor. Él es el que nos ama y nos libró con su sangre de nuestros pecados constituyéndonos en su reino y sacerdotes de su Padre. Para un tiempo de tribulación como el que vivían las comunidades cristianas el mejor alivio y consuelo es exaltar la persona de Jesucristo como el vencedor de todo mal y de todos los tiempos. ¿No nos hará falta leer este libro para iluminar nuestra alicaída situación eclesial? ¿Qué poderes se han alzado contra la fe?

                Del evangelio según San Juan 18, 33-37

                El Evangelio de San Juan nos ofrece para este domingo una admirable página tomada del capítulo 18, dentro de lo que los especialistas llaman “El libro de la Pasión y de la Gloria”, en la segunda parte del cuarto evangelio. Estamos concretamente en el proceso de Jesús ante Pilato, el Procurador romano. San Juan nos ofrece un relato lleno de tensión en que lo teológico, lo apologético y lo dramático juegan un papel preponderante. Todo esto es muy evidente si comparamos la narración de los sinópticos como San Marcos en este mismo tema. San Juan nos ofrece un escenario más complejo y dramático. El contexto de nuestro evangelio de hoy se mueve en dos ambientes. En el exterior del pretorio donde se hallan reunidos los judíos; al interior, se halla Jesús prisionero, Pilato que entra y sale continuamente viviendo la tensión entre los judíos y Jesús. Dentro hay una atmósfera de calma, donde reina la razón y se reconoce la inocencia de Jesús. Fuera domina la violencia, el odio, la coacción y el soborno para declarar culpable a Jesús. Entre estos frentes, Pilato libra una tremenda lucha interior: cada vez más convencido de la inocencia de Jesús, por una parte, y por otra, se halla maniatado por la presión judía que lo obliga a condenarlo. Es impresionante la cumbre de esta tensión: Pilato les presenta a Jesús como “He aquí al Hombre”, y los judíos declaran que reconocen como único rey al César de Roma.

                Un aspecto tratado en este auténtico proceso que nos ofrece el evangelista del cuarto evangelio es el de la realeza de Jesús, siempre en el juicio de Jesús ante Pilato. Jesús está de acuerdo con la pregunta de Pilato, pero la precisa diciendo que ha venido a dar testimonio de la verdad. Jesús no ha venido a garantizar su soberanía, sino a revelar, a dar a conocer, a manifestar a Dios, que es la verdad total. Así deshace Jesús toda vinculación de su realeza con las formas políticas e históricas que los hombres continuamente defienden o imponen. ¿Comprendió Pilato la precisión de Jesús?  Posiblemente no, pero queda convencido que la realeza de Jesús no pone en riesgo ningún poder de este mundo. Jesús no es un político. Es un rey especial, es alguien vinculado a la verdad y eso no es preocupante para este mundo. Pilato busca la forma de liberarlo, pero su proyecto es destruido cuando los judíos prefieren a Barrabás, ese bandido encarcelado por delito de sedición.

                Jesús se proclama REY pero no como lo piensan los hombres. Las realezas del mundo dominan y ponen duras cargas sobre sus súbditos. La realeza de Jesús no va por este camino. Es rey porque es el servidor, el esclavo, el que está al servicio de todos. No domina, sino que libera; no amenaza, sino que ama; no se sirve de los demás, sino que su clave es servir a los demás hasta el extremo de dar su vida. Jesús es Rey porque comunica la verdad de Dios. Por eso dice: “Quien está de parte de la verdad escucha mi voz” (v. 37). El reinado de Jesús, el reinado de Dios mira a la hondura del hombre, su corazón y su vida. Cristo reina cuando lo escuchamos, lo acogemos, creemos en su persona, aceptamos su redención gratuita, nos hacemos parte de su proyecto de una nueva forma de construir humanidad en base al reconocimiento del otro, el respeto, la dignidad y el servicio fraterno.

                Si quieres proclamar a Cristo como Rey del Universo acoge y vive su propuesta de un mundo distinto al que los hombres edificamos con la violencia, el terror, la muerte, el atropello permanente, etc. Ese Reino de Paz, de Justicia, de Libertad, de Amor y de Esperanza sólo Cristo puede instaurarlo en los corazones de los hombres. Un texto del gran San Agustín: “Maestro de humildad es Cristo, que se “humilló, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. No pierde la divinidad cuando nos enseña la humildad... ¿Qué era para el Rey de los siglos ser hecho rey de los hombres? Cristo no era Rey de Israel para imponer tributos ni para tener ejércitos armados y guerrear visiblemente contra sus enemigos; era Rey de Israel para gobernar las almas, para dar consejos de vida eterna, para conducir al Reino de los Cielos a quienes estaban llenos de fe, esperanza y amor”.  

                Entramos a la última semana del año Litúrgico del Ciclo B. Puede ser un momento para evaluar nuestro camino creyente en este 2021, sacudido por el rigor de la Pandemia del Covid 19. Es oportuno preguntarse: ¿Cómo viví la fe cristiana católica en medio de la Pandemia? ¿Fue un tiempo para intensificar la vida espiritual: oración, lectura de la Palabra de Dios, ¿cuidado efectivo de la salud propia y de los demás? ¿Experimenté momentos de mucho desconcierto, desaliento, miedos, preocupaciones exageradas? ¿Me costó integrarme poco a poco a la vida normal o seguí encerrado por miedo, comodidad, inercia? ¿Qué aprendizajes significativos he logrado en este año? ¿Qué lugar ocupó Jesucristo Redentor y María de la Merced en esta realidad de pandemia que estamos viviendo?   

 

Que el Señor les bendiga.                                                           Fr. Carlos A. Espinoza I. O. de M.



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