Estimados Hermanos:
Confiando en que el Señor nos sostiene y acompaña en el trabajo redentor, los saludo fraternalmente.
Estamos en la celebración de Nuestra Madre Santísima, ocasión en que nuestro amor filial se renueva y de múltiples maneras expresamos la devoción a María de la Merced, uniéndonos a la piedad de tantas personas que no sólo en nuestras comunidades, sino que en diversos lugares y santuarios, por estos días elevan sus voces al cielo para celebrar a la Madre de la Merced.
Quisiera compartir con ustedes un hecho que da cuenta de la devoción extendidísima de María de la Merced en nuestra patria, el cual nos habla de ese esfuerzo evangelizador de nuestros hermanos mayores, que no trepidaron en cruzar montañas y ríos en el anuncio del evangelio redentor de Jesucristo, siempre de la mano de María.
Hace algunos meses se acercó a las oficinas de la curia provincial una persona que trabaja en Santiago y cuya familia es de la Isla de Chiloé. Me pedía información sobre unos “Gozos a la Virgen de la Merced” que, en su pueblo de Aucar, se utilizan en la fiesta del 24 de septiembre y que necesitaba completar, pues al parecer el que ellos tenían adolecía de algunas partes en el texto. Fue grande mi sorpresa al comprobar que los “Gozos de la Virgen” se habían mantenido gracias a la tradición oral, que en la memoria de la gente de Aucar se perpetuaba por la devoción que se le prodiga a Nuestra Madre. Me fui enterando que cada 24 de septiembre toda la localidad de Aucar se organiza para celebrar en una gran fiesta a la Virgen. Todos los años una familia se hace responsable de coordinar no sólo la celebración litúrgica, sino también la acogida y alimentación de todos los peregrinos. Una persona, denominada “supremo”, se encargará de todos los menesteres necesarios para la más digna y hermosa celebración.
No deja de impresionar como la festividad de nuestra Madre se encuentre viva en una localidad tan extrema, y por otra parte sin presencia de religiosos mercedarios que hubieran mantenido la devoción. Sin duda, nuestra Madre se las “arregla” para estar siempre cerca de sus hijos.
En la vida y en la muerte,
Ampáranos Madre Nuestra.
Acuérdate no se ha oído,
ni en algún siglo se cuenta,
llorar desamparado
el que recurre a tu puerta
pues al toque de los ruegos
son tus mercedes respuesta.
Así canta la gente de Aucar cada 24 de septiembre en una seguidilla de hermosos versos con este inmemorial saludo a la Virgen Madre de Merced.
Cómo no valorar estas expresiones tan arraigadas de fe en nuestro pueblo, que nos permiten reconocer bastiones de fe que perduran a pesar de tanto secularismo. Sin duda, la presencia de la Madre convoca y defiende a los hijos.
¿Cómo llegó la devoción hasta esa apartada isla?, ¿qué religioso la llevó?, preguntas que la historia podrá responder, pero que hoy no dejan de interpelarnos en la medida que siempre y en todo momento nos esforcemos por anunciar y acrecentar la devoción a Nuestra Madre. Como decía un santo: “no debemos temer amar mucho a María, pues siempre ella nos lleva a su Hijo Jesús”. No temamos entonces abundar en gestos de ternura y amor a María de la Merced, pues tenemos la certeza de a quien nos conducirá.
Como dicen nuestras Constituciones: “grabando su imagen como un sello en sus corazones de forma que nada haya en su boca, en su mente o en su conducta que no respire amor a la Virgen María" . (Const. 154). Que podamos “respirar” esta devoción, no sólo como ejercicio de piedad, sino en el reconocimiento que María nos implica necesariamente en la obra redentora de su Hijo.
Ella es mujer y madre solidaria con todos los que sufren injusticias y opresiones. Se nos muestra como la misericordia de Dios que acompaña a los que sufren. Ella representa de algún modo a todos los pobres de nuestro mundo, pues se hace solidaria con los marginados, los que padecen y sufren cautividades. María es, por tanto, portadora de libertad.
Nuevamente le pedimos hoy, como Madre de los redentores, que nos ayude a ser agentes de liberación, para que gastemos nuestra vida en el apostolado redentor, en dar libertad a los cautivos de nuestro tiempo.
Termino, deseándoles a cada uno de ustedes y comunidades un muy bendecido día de celebración, que nuestra Madre de la Merced nos siga acompañando y bendiciendo con su maternal presencia.
En Cristo,
Fr. Ricardo Basilio Morales Galindo, O. de M.
Provincial