4° DOMINGO DURANTE EL AÑO (C)
Provincia Mercedaria
de Chile

4° DOMINGO DURANTE EL AÑO (C)

Sábado 29 de Enero, 2022

 


¡Señor Jesús! Ayúdame a seguirte “poniendo la mano en el arado, sin mirar para atrás”.

                La Palabra de Vida sale a nuestro encuentro y nos interpela con una enseñanza que nos conmueve, sobre todo, porque se trata de una de las notas distintivas del cristiano: ser profeta junto a sacerdote y rey. Formamos parte de un pueblo de sacerdotes, profetas y reyes y esta es nuestra identidad más genuina que nos regala el bautismo. Y vivir este aspecto central de nuestra identidad cristiana es todo un desafío para este hombre posmoderno que goza y goza, pásalo bien y no te preocupes del pasado ni menos del futuro. Vivir es un eterno hoy, aquí y ahora, al momento absolutamente puntual. En cambio, el profeta lleva en su interior un fuego que quema, algo que no puede dejar en el olvido. Y qué común es la respuesta de nuestros interlocutores: “No te hagas problema, olvídalo”. El profeta auténtico no puede nunca dejar de vivir su condición de testigo y voz de la Palabra de Dios. Ser profeta es vivir y proclamar lo que Dios quiere comunicarnos. Y eso no es fácil. El profeta es llamado para hablar: “Anda y diles lo que yo te mando”. No es transmisor de su propia opinión, siempre debe comunicar lo que el Otro le manda. Y como no es dueño ni autor del mensaje, el profeta sabe que no todo serán bendiciones y buenos deseos. Por el contrario, debe comunicar lo que al público no le agrada, deberá denunciar males, conductas torcidas, incoherencias, injusticias, atropellos, traiciones, etc. y llamar y llamar a un cambio de conducta y de dirección. El profeta es incómodo para cualquier sociedad o grupo. Su anuncio no es de aprobación sino de clara denuncia. Y parece que a nadie le cae la denuncia, sobre todo, si es tan directamente “al hueso” de la persona o de la comunidad. Es la razón por la que nadie es profeta en su casa, con sus propios familiares y cercanos. Ejemplos de profetas tenemos de los verdaderos y muchos de los otros, los genuflexos del poder de turno o “de palacio”. El profeta nunca es institucional, no pertenece a un staf de expertos; siempre es auténticamente llamado por Dios, es muy libre y amante de la verdad y la verdad siempre duele. Y el profeta está dispuesto a arriesgar la vida hasta el sacrificio o martirio. No le faltan persecuciones, atropellos, vejaciones, torturas y muerte. Nuestro sufrido continente tiene en Mons. Oscar Romero un profeta mártir de nuestro tiempo, asesinado en el momento más sublime que tiene el sacerdote como es la celebración de la santa misa. Tuvo la gracia de unirse tan vitalmente al sacrificio de Cristo como había sido su vida. Jesús mismo vive la experiencia del rechazo de sus propios vecinos de Nazaret. No lo aceptan y lo desprecian porque conocen sus familiares y su condición humilde. Con su actitud cierran la puerta a la salvación que Jesús les trae y les ofrece. Y despreciar un regalo, un don, sobre todo si viene del mismo Dios, no resulta fácil entenderlo. Los tiempos que vivimos son muy parecidos a los que vivió Jesús y sus discípulos en su propio pueblo. Creció la adhesión y creció también el rechazo, Jesús fue experimentando ambos procesos en su ministerio público. Permaneció fiel a su Padre hasta el final de su existencia terrena. Esa fidelidad implicó la cruz en la que ofreció su vida por la humanidad entera. El verdadero profeta se prueba en el crisol de la entrega de su propia vida. Hoy, el cristiano está llamado a ser profeta de Dios “hasta que duela”. ¿Cómo vivo mi condición de profeta del Señor en el aquí y ahora? ¿Qué implicancias tiene el vivir y ser profeta en estos delicados tiempos que seguimos viviendo? Podemos suplicar con la Oración Colecta de este domingo: SEÑOR y DIOS NUESTRO, concédenos honrarte con todo el corazón y amar a todos con amor verdadero. Amén.

               

PALABRA DE VIDA                                                                                                       

Jer 1, 4-5.17-19                 Y tú ármate de valor, levántate, diles lo que yo te mando

Sal 70, 1-6.15.17 Mi boca, Señor, anunciará tu salvación.

1Cor 12, 31-13,13            Pero la más grande de todas es el amor

Lc 4, 21-30                          Ningún profeta es aceptado en su patria

                “El Señor pronuncia su Palabra para que la reciban aquellos que han sido creados precisamente “por medio” del Verbo mismo. “vino a su casa” (Jn 1, 11): la Palabra no nos es originariamente ajena, y la creación ha sido querida en una relación de familiaridad con la vida divina. El Prólogo del cuarto evangelio nos sitúa también ante el rechazo de la Palabra divina por parte “de los suyos” que no la recibieron. No recibirla quiere decir no escuchar su voz, no configurarse con el Logos. En cambio, cuando el hombre, aunque sea frágil y pecador, sale sinceramente al encuentro de Cristo comienza una transformación radical: “A cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios” (Jn 1,12). Recibir al Verbo quiere decir dejarse plasmar por Él hasta el punto de llegar a ser, por el poder del Espíritu Santo, configurados con Cristo, con el “Hijo único del Padre” (Jn 1,14) (Verbum Domini, 50).

               

                Del Libro del Profeta Jeremías 1, 4-5.17-19

                El profeta Jeremías se ubica en una época de cambios a nivel de los pueblos y de Israel que los vive de manera dramática y trágica. Se sitúa en la mitad del siglo VII antes de Cristo y concluye como parte de los desterrados a Babilonia en el año 586 a.C. Es el profeta del Antiguo Testamento más conocido. Inició su misión profética en el año 627 a.C. en que es llamado por Dios. Su vida queda marcada por lo trágico y conmovedor. Su inicio está teñido por la ilusión y el gozo con que vive la misión, pero ve surgir la resistencia pasiva al comienzo y luego activa y creciente de sus rivales entre los que se cuentan autoridades, profetas y familiares. Jeremías va experimentando su vocación como un desgarro interior y necesita del consuelo esperanzador de Dios. Todo esto es necesario tenerlo en cuenta cuando leemos el texto de hoy de la primera lectura. Los dos primeros versículos del capítulo uno se refiere a la vocación de Jeremías (Jer 1, 4-10) y señalan que Dios irrumpe en la conciencia de una persona y le hace ver que es un llamado que se hunde en las profundidades antes de nacer. “Antes de haberte formado yo en el vientre, te conocía” (v.5). En este texto “conocer”, por parte del Señor, equivale a elegir y predestinar. “Antes que nacieses, te había consagrado yo profeta” (v.5). El verbo “consagrar” significa más que una santificación interior indica una segregación o separación para el ministerio profético. En el pensamiento divino ya fuimos pensados por Dios, antes de ser formados en el vientre materno. Así Jeremías toma conciencia de su vocación profética: separado del resto para Dios y nombrado profeta de los pueblos. Por eso se dice que toda vocación es un misterio, del cual la persona, a medida que crece, va comprendiendo. Los tres últimos versículos (Jer 1, 17-19) enmarcan la vocación y misión de Jeremías: se tratará de una misión difícil porque deberá enfrentarse con todo el pueblo. Así resulta muy elocuente la advertencia: “No les tengas miedo” y la conclusión del texto: “Lucharán contra ti, pero no te vencerán, porque yo estoy contigo para librarte, oráculo del Señor “(v. 19). Es tan precioso este texto que te sugiero que leas Jer 1, 1-19 y así podrás comprender mejor tu propia experiencia vocacional como cristiano en el mundo de hoy.

                El salmo 70, 1-4.5-6.15.17 expresa los sentimientos de un anciano enfermo que suplica a Dios que no se olvide de él. Sin embargo, en lugar de quejarse por los males de la vejez que le aquejan, hace una profesión de fe, esperanza y fidelidad en el Señor. Sería bueno imitar este ejemplo de vida para no caer en la letanía de los males que padecemos.

                De la Primera Carta del apóstol San Pablo a los Corintios 12, 31 – 13, 13

                Es considerado por muchos especialistas de la Biblia como uno de los más impresionantes textos de la Sagrada Escritura. Se conoce como “Himno de la Caridad” o simplemente como “Himno del amor cristiano”. Ha venido hablándonos el Señor a través de esta carta de San Pablo por tres domingos, en una lectura continua: primero fue el tema de los carismas o dones espirituales que la Iglesia posee por obra del Espíritu Santo; luego nos ofreció la imagen del cuerpo humano en su diversidad de miembros y su unidad de un solo cuerpo, para referirlo a la Iglesia, cuerpo místico de Cristo; y ahora nos fascina con esta cumbre de la vida cristiana que es el amor divino. Es el super-carisma. “Aspiren a los dones más valiosos”, dice el Apóstol, “y ahora les indicaré un camino mucho mejor” (v.31). Y se abre el capítulo 13 como un torrente lírico para cantar al amor. Aquí Pablo usa el término griego “ágape” y no los más comunes de “eros” o “philía”, para resaltar que se trata del amor que el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo, infunde en el cristiano. Puede haber aspectos en que se toca el amor cristiano con los otros amores humanos, pero el origen y finalidad del “ágape” trasciende y supera a todos los demás amores. Podemos comparar este Himno del Amor Cristiano con Jn 15, 12-17, el discurso de despedida de Jesús en la última cena y también la Primera Carta de San Juan.

                La palabra griega “ágape” se ha traducido, en el lenguaje cristiano, como “caridad”. Pero esta palabra se ha desgastado en nuestra cultura y ya no significa mucho. “Hacer la caridad” no es más que poner una moneda o dar alguna cosa a un pobre ocasionalmente. Hay que reconocer que sí ha tenido fuerza extraordinaria en la vida de los santos que se distinguieron por una “vida de caridad evangélica” como San Pedro Nolasco, Santa María Micaela, San Alberto Hurtado, San Vicente de Paul y una inmensa lista que es el honor de la Iglesia. En el Himno de la Caridad se nos habla del amor como una actitud, compromiso y vida entera marcada por este don del Espíritu Santo. Si nos fijamos en el desarrollo interior de este Himno es claro que San Pablo descalifica y relativiza todo don humano, renuncia, esfuerzo y sacrificio que no esté inspirado en el amor-caridad (vv. 1-3). Luego propone el detalle práctico del amor y nos dice cómo es una persona animada por el amor (vv. 4-7). Y finalmente nos propone la plenitud del amor que nunca terminará (vv. 8-13), porque al final de cuentas, sólo quedará el amor que pusimos en la vida. Todo lo demás será chatarra inservible que, queramos o no, tenemos que dejar aquí. Sólo el amor- ágape permanece por la eternidad porque es el amor de Dios, el amor que Dios nos regala y es gratuidad pura. No cabe duda de que san Pablo cumplió con creces su intención de “Pero, voy a mostraros un camino más excelente” como dice en 1Cor 12, 31 aún mejor que “Aspirad a los carismas superiores”. Vale la pena leer pausadamente este hermoso Himno al amor hasta poderlo citar de memoria algunas de sus frases más significativas.

                Del evangelio según san Lucas 4, 21-30

                Sin lugar a duda estamos ante una situación de violento contraste. El domingo pasado concluía el evangelio: “Todos lo aprobaban, y estaban admirados por aquellas palabras de gracia que salían de su boca” (v.22). Era la espontánea reacción ante el impresionante anuncio de Jesús: “Hoy, en presencia de ustedes, se ha cumplido este pasaje de la Escritura” (v.21). Sin embargo, el “pero” no demoró en surgir. Decimos cuando algo bonito se echa de pronto a perder, “pelo en la leche”. Surgió la dificultad y fue creciendo hasta convertirse en actos de violencia contra el mismo que había sido aprobado con tanta euforia.

              La reacción del auditorio. ¿Qué cosa les provoca el rechazo hacia Jesús? Es la duda y se expresa en esta pregunta: “Pero ¿no es éste el hijo de José?” (v.22) Es evidente que no les cuadra la imagen de ese hombre de Nazaret que ha anunciado el cumplimiento de lo que ellos largamente han esperado. No puede ser. No pega con nuestra imagen de Dios y tampoco está vinculado a nuestras estructuras religiosas como el Templo, el Sacerdocio. Los oyentes actúan en bloque como lo expresa el versículo 20: “Todos los ojos estaban fijos en él”, después de escuchar la lectura que hizo Jesús. También ahora se indica la reacción: “Todos hacían comentarios sobre él y se extrañaban de la elocuencia y seguridad con que hablaba” (v.22).Es la reacción del auditorio La duda es si este hombre puede estar usurpando el lugar que sólo Dios y su Mesías pueden ocupar. Es demasiado común este Jesús como para creerle. De la duda razonable se pasa a la indignación.

                La respuesta de Jesús. Jesús no se quedó callado. Su respuesta es gradual o va creciendo en intensidad. Comienza enrostrándoles el rechazo que muchos otros han experimentado mediante el refrán “médico, sánate a ti mismo”. “Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaún, hazlo también aquí, en tu patria” (v. 23). La respuesta de Jesús es irónica y la imagen del médico es rara en el judaísmo y en la literatura de la iglesia primitiva cristiana.

                Pero lo que más les dolió fue el recuerdo de la historia de Israel al que alude Jesús: “Y les dijo: En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria” (v.24). Estamos ante un oráculo tradicional que revela el conflicto que empieza a surgir entre los designios de Dios y la voluntad humana del pueblo. En Jesús se anuncia “el año de gracia del Señor” pero en su pueblo natal el profeta es mal acogido.  Jesús está cumpliendo lo que dice la Escritura acerca del “año de gracia” según Lv 25, 10.25, “cada uno regresará a su patria” y Jesús está inaugurando su misión en su pueblo natal cumpliendo así la Escritura.                                                                                                                       Los profetas Elías y Eliseo que atendieron a personas paganas y no a israelitas, como fue el caso de la viuda de Sarepta en Sidón y al leproso Naamán el sirio. Jesús no hace más que recordar la constante de la historia: Jesús es rechazado porque no responde a los modelos que la mayoría se forja de un Mesías, enviado de Dios. Es demasiado humano, es como nosotros, pueden argumentar para rechazarlo como Enviado de Dios. En los vv. 25-27 encontramos una interpretación cristiana del rechazo y en forma positiva indican la misión en medio de los paganos y la comunidad entre judíos y paganos. Y estos versículos señalan un cristianismo que ha roto ya las barreras del judaísmo. Esto es muy acorde con la manera de ver la historia por parte de san Lucas, el evangelista de la universalidad del Evangelio.

                El final del evangelio de hoy, vv. 28-30, expresa, en la perspectiva de san Lucas, es decir, dejan en claro la resistencia del auditorio más que las curaciones como acontece en san Marcos. “Al oír esto, todos los de la sinagoga montaron en cólera” (v. 28). De la admiración (v. 22) se ha pasado a la indignación (v.28). No explica el evangelista Lucas por qué este paso, por qué se indigna la gente. El versículo 29 es una joya de descripción. San Lucas parece estar vinculando Nazaret con el ambiente de Jerusalén, el comienzo de la misión de Jesús e inicio también del rechazo e indignación, con el final de la vida del Mesías en Jerusalén, culminación de la obra salvadora de Jesús y también culminación del rechazo con la pasión, crucifixión y muerte de Jesús. Pero todavía no ha llegado el tiempo de la pasión y por eso Jesús se abre paso entre ellos: “Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó” (v.30). El verbo “irse, marcharse” es verbo teológico, es decir, el mismo verbo cuando Jesús “marcha” de Galilea a Jerusalén justamente para culminar su obra redentora su pasión y muerte – resurrección. Incluso “marcharse” se refiere a la glorificación de Jesús a la gloria del Padre. Finalmente, San Lucas no dice por qué Israel no aceptó la buena noticia, que es el tema que está a la base del inicio de la misión de Jesús en la sinagoga de Nazaret.  El mensaje de este evangelio de hoy sirve para que el cristiano esté dispuesto a aceptar, con la fuerza de Jeremías y de Jesús, las consecuencias del rechazo que pertenece a la historia de la vocación y de la misión del cristiano.   

                 Un saludo fraterno. Que el Señor los bendiga.                 

   Fr. Carlos A. Espinoza I., O. de M.   

 

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