7° DOMINGO DURANTE EL AÑO (C)
Provincia Mercedaria
de Chile

7° DOMINGO DURANTE EL AÑO (C)

Sábado 19 de Febrero, 2022

 


¡SEÑOR!, enséñanos a amar a los enemigos

                El llamado de este domingo séptimo es urgente como siempre acontece con el evangelio. Difícilmente encontramos una síntesis tan apretada acerca de lo que significa amar al prójimo. Estamos de acuerdo que las imágenes son fuertes para expresar la absoluta necesidad de poner en práctica estas recomendaciones que si se viven producen el fruto llamado convivencia humana y evangélica. Están proclamadas estas enseñanzas de Jesús en un ambiente intensamente complejo donde lo más grave es la ruptura de la convivencia social incluso dentro de la Iglesia. Y fácilmente, a medida que leemos y meditamos el evangelio y la Palabra de este domingo, va emergiendo en nuestro espíritu la certeza que no estamos muy cerca del espíritu cristiano que tantas veces creemos que lo estamos viviendo. Hay muchos signos de la falta de una convivencia humana y evangélica. Se acrecientan los signos de la división en todos los ámbitos de la vida. Cada persona está dividida por dentro, sobrelleva una ruptura entre su mundo interior y lo que está viviendo. Es un yo partido, no integrado ni unificado. Esto abarca lo más variados aspectos de la vida de una persona: en el plano humano y social, se vive de la apariencia, se enmascara la realidad mostrando lo que no se es; en el plano espiritual es patética la doblez entre vida real que se lleva y la fe y sus exigencias morales; la división también se manifiesta en la vivencia de la sexualidad reducida muchas veces al tema del goce inmediato sin sentido de proyecto ni compromiso. Estamos en la cultura del fragmento, se ha perdido el sentido de totalidad de una vida humana y evangélica. Es el tiempo de la primacía de lo inmediato e instantáneo como quien se sirve un café. La Palabra nos invita a detenernos, a hacer una necesaria pausa en medio de la agitación de los ánimos, dejando que ella nos interpele para reencontrar el sentido en la hondura del ser humano, sobre todo para revisar nuestra manera de vivir la convivencia fraterna en los distintos espacios donde nos movemos. Porque Jesús nos propone un modo completamente nuevo de relacionarnos con el otro, con el prójimo, con aquel o aquellos con quienes compartes tu existencia diariamente. El Evangelio es para vivir día a día según el estilo de Jesús y no solo una doctrina interesante. Para estos momentos en que un grupo de ciudadanos elegidos por votación popular está empeñado en sacar adelante uno de los más complejos y exigentes desafíos como es la redacción de la nueva Constitución Política de Chile, es absolutamente grave la liviandad con que se enfrenta la tarea. O la ciudadanía al elegir no percibió la importancia del cometido o quienes están realizando la tarea no logran darse cuenta de lo que están realizando en nombre de un pueblo entero. No es la primera ni será quizás la última constitución política del país, porque en las cosas humanas hay que contar con el carácter provisorio de todo lo humano e histórico que constituye nuestra existencia temporal y finita. Quizás les asista a los constituyentes la tentación de confundir sus personales opciones políticas e ideológicas con el cometido que han recibido como mandato. Esperamos que este delicado trabajo no aborte la gran oportunidad de mejorar lo que nuestros compatriotas de antaño soñaron sobre el Chile de todos y para todos. Desgraciadamente se ha edificado la idea de partir de cero como si el país estuviera recién saliendo de los albores de la humanidad. Es una tentación muy poderosa que se cierne hoy sobre el mundo: volver la mirada a un supuesto pasado feliz olvidando las condiciones miserables en que vivieron los habitantes de este suelo.  

PALABRA DE VIDA

 1Sm 26,2.7-9.12-14.22-23    Él te puso hoy en mis manos, pero yo no he querido hacer daño al ungido del Señor

Sal 102, 1-4.8.10.12-13 El Señor es bondadoso y compasivo.                                                        

1Cor 15, 45-49  El último Adán, en cambio, es un ser espiritual que da la Vida              

Lc 6, 27-38 Pero a vosotros que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian

                La mesa de la Palabra está dispuesta y ahora nosotros los comensales, gratuitamente invitados, si queremos podemos nutrirnos de este divino manjar. No cabe duda, siempre se nos ofrece el mejor nutriente de nuestra fe, con el cual podemos sostenernos en fidelidad y docilidad de discípulos de Cristo, Palabra del Padre y Pan vivo bajado del cielo. Vivimos en una sociedad en donde es difícil vivir el evangelio con la radicalidad y exigencia que hoy nos recuerda san Lucas. Debemos aprender a amar gratuitamente en medio de la sociedad del tener y del consumo ilimitado, del narcisismo dominante e incluso donde parece justificarse el odio y rechazo. El llamado del amor fraterno toca nuestra puerta con una inusitada exigencia de amar al enemigo. El evangelio de este domingo, leído y meditado con atención en cada frase, es un golpe que puede dejar huella. Deja que llegue dentro y muy dentro de ti mismo y acógelo con todo tu ser. Escucha lo que Dios quiere decirte y decirnos hoy. Deja que despierte y cree en ti aquellos sentimientos y actitudes acordes con lo que Él quiere y espera de ti.

                Del primer Libro de Samuel 26, 2.7-9.12-14.22-23

                El presente texto es una ventana que se nos abre a una realidad que muchos creyentes no comprenden al creer que la Biblia sólo habla de Dios y de las cosas santas. Una rivalidad activa entre el primer rey de Israel de nombre Saúl y David, un subalterno que cumplirá un destacado papel en la historia de la salvación. El capítulo 26 de este primer libro de Samuel prácticamente sigue el mismo esquema narrativo del capítulo 24. En ambos casos se narra la persecución de Saúl contra David. Y en ambos se deja en claro la bondad de David al perdonarle la vida al rey Saúl, estando en ambos casos al alcance de la mano para matar al rey perseguidor. Así el relato deja al descubierto el buen comportamiento de David hacia Saúl a quien reconoce como “el ungido del Señor”. Se destaca el filial respeto del joven David y el relato ofrece un hecho concreto donde queda de manifiesto el temor de Dios en el corazón de David y la afanosa búsqueda de Saúl contra su enemigo David. El sentido de esta narración es pedagógico porque contiene una enseñanza fundamental acerca del amor y respeto a la vida del otro. Así la liturgia de la palabra nos prepara para entrar en la novedad que nos ofrece Jesús en su Evangelio y nos indica cuál es el camino a seguir entre los seres humanos. David respeta la vida de quien le persigue con todo el poderío bélico que el rey Saúl disponía. ¿Qué actitud tomo cuando el enemigo está indefenso? ¿No tendría derecho a eliminarlo creyendo que Dios lo pone en mis manos? ¿No sería justo que diera curso a mi afán de venganza? A David no le fue fácil porque su ayudante le sugirió que era bueno eliminar a Saúl indefenso, ¿cómo vencer la tentación de proceder con el ojo por ojo y diente por diente?

                Salmo 102 es nuestra respuesta a la propuesta que el Señor nos dirige en un ámbito tan delicado como es el amor al enemigo. Se inicia con un soliloquio, una palabra que sale de lo más hondo de sí mismo, y luego explota en un bellísimo himno de alabanza, que resalta la extraordinaria bondad del Señor que hace extensiva a los humildes. Dios es un padre cariñoso con sus hijos, en contraste con nuestra concepción de que es un juez implacable y terco. Nos hace bien recitar este salmo completo que nos ayude a modificar nuestra distorsionada mirada sobre Dios. La certeza absoluta del creyente: “El Señor es clemente y compasivo”.

                De la primera carta de San Pablo a los Corintios 15, 45-49

              Continuamos con este importante capítulo 15 de la primera carta a los Corintios por tercer domingo consecutivo. Y no es para menos ya que la resurrección de Jesús, su Pascua, es el motor de nuestra existencia cristiana y también de todo hombre aún sin conocerlo. San Pablo nos ha dicho que “Y si Cristo no ha resucitado, vuestra fe carece de sentido y seguís aún hundidos en vuestros pecados” como leemos en 1Cor 15,17. Y esto significa que lo que elimina el pecado es la vida nueva, participación de la vida de Cristo resucitado.  Sigamos profundizando este maravilloso misterio, bajo la guía de San Pablo que nos ofrece una distinción que ha hecho historia en la vida cristiana y muy especialmente en la espiritualidad. Dice el Apóstol que Somos un cuerpo “psykhikon”= “físico”, es decir, cuerpo animal pero animado por un aliento vital “psykhe” = aliento vital, que no libra de la corrupción, y un cuerpo espiritual “pneumatikon”= espiritual, animado por un principio celeste “pneuma”= espíritu que nos comunica la incorruptibilidad. Esto está en la base del presente texto de la segunda lectura de hoy. Los padres del desierto distinguieron los hombres entre “carnales” y “espirituales”, donde carne se refiere a los dos aspectos primeros que hemos indicado: lo físico y psíquico. En cambio “los espirituales” son los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios. Pero no cayeron en la trampa del dualismo que nos ha hecho mucho daño: “los espirituales” no son ingenuos ni presuntuosos sino tienen una fuerte experiencia de su condición “física y psíquica”, la conocen y la aceptan, saben que son frágiles y practican la vigilancia constante en su vida para no caer en las trampas de su propia realidad humana. Este mismo pensamiento está propuesto por San Pablo en la contraposición entre Adán y Cristo. Lejos de pensar en figuras míticas, el Apóstol está refiriéndose a la dimensión histórica. Adán es criatura mortal, “de la tierra”, en cambio Cristo es el glorificado, el resucitado, el “hombre celestial”. Cristo es “el último Adán que se hizo un espíritu que da vida”. Y mira esta otra afirmación: “Como hemos llevado la imagen del terrestre, llevaremos también la imagen del celeste” (v.49). ¿Cómo está mi proceso de integración de estos aspectos centrales de mi persona? ¿Hay aspectos dicotómicos o separados en la comprensión y práctica de mi vida cristiana? ¿Cómo integro la dimensión humana con su complejidad y una espiritualidad cristiana? Digamos que Cristo no vino sólo a “salvar almas” o espíritus etéreos sino vino a salvar al hombre íntegro, es decir, la realidad humana histórica de cuerpo animal y su ánimo o psiquis. De este modo resucitará también nuestro cuerpo transformado por la fuerza de Cristo Resucitado. Será un cuerpo glorioso como el suyo. Por eso con cuánta razón profesamos la fe de la Iglesia: “Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna”, una fórmula mejor que la antigua “resurrección de lo  muertos” ya que la palabra carne expresa la vida humana en su doble componente.

                Del evangelio según san Lucas 6, 27-38

                El domingo pasado leímos y meditamos la primera parte de este capítulo 6 de san Lucas, la elección de los Doce Apóstoles y el sermón de la llanura con las cuatro “dichas” y las cuatro “desdichas” (Lc 6, 20-26). Hoy continuamos con el desarrollo del discurso programático de Jesús. No olvidemos que comprende el Sermón del Monte (Mateo) o Sermón de la llanura (Lucas) como el programa o proyecto de vida que un discípulo de Jesús debe vivir. Nuestro texto de hoy está referido al amor a los enemigos, un verdadero “golpe a la cátedra” que Jesús nos plantea, no como un consejo altruista o piadoso o de “buena persona”. Estamos ante un sacudón de proporciones, y cómo nos estremece al leerlo con calma y atentamente. Tampoco se trata de una mención al pasar o una anécdota entretenida del orador. Es el tema que ocupa gran parte de este discurso como lo podemos comprobar al leerlo “a sangre fría”. Se trata de un “golpe a la mesa”, una exigencia compleja y sin escapatoria para el que quiere ser verdadero discípulo de Jesús. Podemos dar vueltas y vueltas con el afán de encontrar una escapatoria a la gravedad de las palabras de Jesús, pero todo es inútil, hay que aceptarlo, tal como el Maestro lo propuso. Y en buena hora lo hizo, porque Él tiene “palabras de vida eterna” y dice y es la Verdad.

                Es una palabra universal bajo la única condición que quieran escucharla: “Pero a vosotros que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien” (v.27). Así comienza el discurso que Jesús está pronunciando en la llanura, después de las Bienaventuranzas y las maldiciones, acerca del amor a los enemigos, siendo éste, uno de los rasgos fundamentales, pero también más chocantes, de todo el Evangelio. El cristiano debe trabajar y luchar por instaurar el Reino de Dios en medio de los hombres, lo que no será fácil, pero tiene que hacerlo sin odio, sin venganza, más aún, perdonando y amando a los enemigos. Todos son invitados a hacerse cargo del Programa del Reino, sin excepción, pero a condición de ejercitar la “escucha”, la capacidad de oír.

                ¿Cómo entender este Programa de Jesús? Nuestra tendencia es creer que se nos está dando un nuevo código de leyes para regular nuestra conducta en determinadas situaciones. ¿Será esto la clave de comprensión? No necesariamente. La clave de lectura es prestarle atención al espíritu que debe animar desde dentro de la persona toda la vida cristiana. Y solo desde aquí se comprende que la motivación del amor a los enemigos no puede ser interesada ni llevada por motivos egoístas.

                ¿Cuál es la motivación del amor a los enemigos? Es una sola: el ejemplo del Padre cuyo Hijo viene a revelarnos para que nosotros recuperemos la imagen verdadera de Dios nuestro Padre. Y el broche de oro: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo” (v. 36). Y este es uno de los títulos clásicos del Señor como lo muestra la abundancia en las fórmulas litúrgicas de Israel.

                Benedicto XVI dice que “el evangelio de este domingo contiene una de las expresiones más típicas y fuertes de la predicación de Jesús:” Amad a vuestros enemigos”. Pero ¿Cuál es el sentido de esas palabras? ¿Por qué Jesús pide amar a los propios enemigos, o sea, un amor que excede la capacidad humana? En realidad, la propuesta de Jesús es realista, porque tiene en cuenta que en el mundo hay demasiada violencia, demasiada injusticia y, por tanto, sólo se puede superar esta situación contraponiendo un plus de amor, un plus de bondad” (El año litúrgico, p.299).

                Estamos ante la “carta magna” de la no violencia cristiana, que no consiste en rendirse ante el mal del mundo sino en responder con el bien rompiendo la cadena fatídica del mal que se apodera del corazón humano. El “evangelio de la no violencia” es afrontar el mal con el convencimiento que es el poder del amor de Dios más fuerte que toda forma de violencia. Es por lo tanto un compromiso activo que no cede a la tentación de no hacer nada o asumir una actitud pasiva ante el mal que nos rodea. El “amor a los enemigos” constituye la esencia del amor auténticamente evangélico, ya que nunca será más violencia o más injusticia, o más atropello lo que cambiará el mundo. El amor del Padre compasivo es la única estrategia que puede movilizar nuestra vida a hacer realidad la práctica del amor a los enemigos.

                En el centro de esta propuesta de Jesús está la regla de oro: el amor verdadero consiste en hacer real el amor a los enemigos. No se trata de un sentimiento sino de una acción y una tarea, que es la esencia de la ética evangélica y abraza hasta lo extremo que es el amor a los enemigos. Es interesante notar en el texto la variedad de formas verbales que implican acciones a realizar. Es como la lectura de la petición del padrenuestro: “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. No es un sentimiento o un buen deseo; es un compromiso real y concreto.

                El “amor a los enemigos” es un conjunto de acciones a realizar. Toma tu Biblia, busca el texto de Lc 6, 27-38, léelo y con lápiz anota en tu cuaderno o libreta, todos los verbos que aparecen vinculados con este mandato; y te darás cuenta cuántas acciones hay que realizar para vivir este mandato centralísimo de la vida cristiana. Luego ora y medita lo que has leído y analizado. Puede ayudarte la Oración de San Francisco de Asís.

 

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.   

Donde haya odio, ponga yo amor.

Donde haya ofensa, ponga yo perdón.

Donde haya discordia, ponga yo unión.                                                             

Donde haya error, ponga yo verdad.

Donde haya duda, ponga yo fe.

Donde haya desesperanza, ponga yo esperanza.

Donde haya tiniebla, ponga yo luz.

Donde haya tristeza, ponga yo alegría.

Haz que no busque tanto el ser consolado como el consolar,   el ser comprendido como el comprender, el ser amado como el amar.

Porque dando es como se recibe.                                                                                           Olvidándose de sí es como se encuentra a sí mismo.                                                                 Perdonando es como se obtiene perdón.

Muriendo es como se resucita para la vida eterna.

 

                Un saludo fraterno y hasta pronto.                     

    Fr. Carlos A. Espinoza I. O. de M.         

 



Provincia Mercedaria de Chile
Curia Provincial
Dirección: Mac - Iver #341, Santiago Centro
Teléfonos: 2639 5684 / 2632 4132