DOMINGO 29° DURANTE EL AÑO ( B )
Provincia Mercedaria
de Chile

DOMINGO 29° DURANTE EL AÑO ( B )

Sábado 16 de Octubre, 2021

 
El evangelio de San Marcos, continuando con el capítulo 10, 35 – 45, nos da la sensación de que los esfuerzos de Jesús resultan infructuosos, ya que sus discípulos continúan pensando en la orientación terrena de sus esperanzas y en sus sueños de grandeza humana.

¡SEÑOR! Enséñanos a servir y a dar la vida como Tú la diste por nosotros

Continuamos con “el camino” que emprende Jesús a Jerusalén y lo hacemos de la mano de san Marcos, el autor del primer evangelio escrito hacia el año 65 después de Cristo. Y domingo a domingo vamos aprendiendo a “seguir a Jesús”, tal como lo hicieron sus discípulos. Ciertamente no es nada fácil pero tampoco imposible. Y no siempre estamos dispuestos a hacer el camino que el Maestro nos propone. Nuestra porfiada voluntad quiere hacerlo “a su manera” pero, si queremos ser discípulos de Jesús no nos queda otro camino que poner en práctica lo que nos enseña con su palabra y, sobre todo, con su ejemplo de vida. Si hay algo difícil de alcanzar es doblegar la voluntad humana, la propia, la de cada uno. El evangelio no deja de mostrarnos a los discípulos reales, tal como debieron ser, tan parecidos a nosotros. Porque no es fácil hacerse y vivir como discípulo de Jesús para lo cual hay que dejarse conducir, estar disponibles para poner en práctica lo que nos señala y enseña, no sólo parecer sino ser discípulo de verdad. Y la lucha más real es la que cada uno libra constantemente desde su interior con el Señor y su palabra. En la Biblia se relata una misteriosa lucha de Jacob con el ángel de Dios que se prolonga por toda la noche y hasta la madrugada, sin que Jacob desfallezca hasta tal punto que el misterioso contrincante le disloca el muslo al resistente Jacob, que aún así no lo deja partir sin antes bendecirlo. De este modo, el autor sagrado manifiesta la resistencia del hombre que no sólo enfrenta a Dios sino que combate cuerpo a cuerpo con Él. Sírvanos este recuerdo para comprender que nuestra relación con el Señor no es fácil y que se nos va la vida entera en ese esfuerzo por comprender y poner en práctica lo que Dios nos pide. Queda claro que no somos marionetas en manos de Dios sino criaturas suyas dotadas de libertad, inteligencia y voluntad. Y lo que Dios quiere de nosotros es que entremos en su diálogo de amor, que escuchando su palabra entremos en esa comunión de Creador y criatura, de Redentor y redimidos. Pero ¿qué sacaríamos con escuchar su palabra si no la practicásemos? La palabra, ese prodigioso instrumento mediador entre dos mundos distintos donde el yo humano queda involucrado en el Tú divino y éste se dona como promesa de salvación y vida eterna al hombre esclavo de su capricho de “querer ser como Dios” pero sin Dios sino lejos de Dios, fuente de la vida. Esta dinámica relación entre Dios que se abre y regala a su criatura y ésta que insiste en edificar “su mundo” lejos o de espaldas al misterio sin el cual no tiene sentido ni puede vivir, lo encontramos tan gráficamente narrado por el evangelista Marcos. Da la impresión que los discípulos no comprenden el camino de Jesús. Y en ellos están representadas todas las generaciones de discípulos de la historia y, por cierto, nosotros mismos. ¿Quién ha comprendido exactamente el alcance del evangelio, la profundidad de Jesús y su Reino, el mundo nuevo que Jesús anuncia y quiere para la humanidad? Este domingo queda en nuestra memoria la palabra del Divino Maestro: “Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud” (Mc 10,45).  No olvidemos la situación que rodea esta preciosa enseñanza que no es otra que la disputa de los primeros lugares en el reino futuro como lo piden Santiago y Juan. No es menos el enojo de los restantes.

PALABRA DE VIDA

Is 53, 10-11         Mi siervo inocente rehabilitará a todos porque cargó sus crímenes

Sal 32, 4-5.18-20.22     Señor, que descienda tu amor sobre nosotros.

Heb 4, 14-16       El sumo sacerdote que tenemos no es insensible a nuestra debilidad

Mc 10, 35-45    Porque el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su  vida como rescate por muchos

                Las palabras servicio, servidor, servir, siervo no están de moda porque no están a tono con la mentalidad de una cultura de derechos. Todo se resuelve en el dinero que proporciona todo lo que una persona necesita. Así cada uno desarrolla la convicción que todo lo adquiere mediante su esfuerzo y su dinero. Incluso se dice que aquí en esta vida nada es gratis. ¿Podrá sobrevivir el sentido evangélico del servicio al otro? Desterrada la gratuidad fundamental en la existencia humana, se va por el despeñadero del olvido del otro. Cada uno se siente autosuficiente, no necesita del otro o de los demás. Hoy, la Palabra de Dios es rotundamente cuestionadora, interpelante, inquietante como es el ejemplo concreto de Jesús, el “Siervo, sufriente de Dios” quien “no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos”. Jesús está muy lejos de nuestra mentalidad exitista, individualista y ególatra. Él es “El Señor” pero no como los señores de este mundo. Lo es únicamente porque es “El siervo de Dios”, “el servidor de todos”. Es paradojal lo que este domingo escuchamos y meditamos. ¿De qué parte estás tú, si del mundo autosuficiente o del mundo necesitado del servicio al otro? Es hora de examinarse.

                Del Libro del Profeta Isaías 53, 10-11

                La primera lectura de este domingo está tomada del cuarto cántico del siervo (Is 52, 13 – 53,12) y en ella se describe su pasión o sufrimiento y su gloria final. Puede ser una ocasión muy oportuna para ir a nuestra Biblia y leer el texto completo del cual la liturgia de hoy sólo nos hace proclamar los versículos 10 y 11 del capítulo 53. Existe una palabra bíblica para describir la situación sufriente del siervo: el anonadamiento, es decir, el abajamiento que el Hijo de Dios vive al tomar nuestra condición humana, asumiendo la condición real de un siervo o, más fuerte todavía, de esclavo. Jesús es el Servidor por excelencia. Asume la condición de un siervo desfigurado, maltratado y rechazado, imagen de un Mesías muy distinto a las expectativas que no dejamos de soñar como un triunfador, victorioso y poderoso, que hace sentir su poder sobre el resto. El siervo se relaciona con el plan de Dios más que con el plan de los hombres, plan divino que beneficia a los hombres, rehabilitándoles precisamente mediante los trabajos que el siervo soporta y, porque entrega su vida como expiación por los pecados de los hombres. El texto finalmente nos señala que los padecimientos del siervo no son por sus propias faltas sino por los crímenes y abominaciones de la multitud. De esta manera, su sacrificio tiene el sentido de intercesión y rescate. En el sufrimiento sin causa el siervo “verá la luz y quedará saciado”.

                Salmo 32, 4-5.18-20.22 es un himno de alabanza al poder de Dios que se manifiesta en tres ámbitos: en su Palabra creadora (vv.1 - 9), en los planes de la Providencia divina lo que suscita sentimientos de confianza (v.20. 22). “Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti”

                De la Carta a los Hebreos 4, 14-16

                La segunda lectura nos ayuda a profundizar todavía más en la excelencia del Mesías Jesús que penetró en el cielo, garantía y apoyo para mantenernos fieles a la confesión de la fe. El primer modelo de la fidelidad es el mismo Cristo: “Él es fiel ante Dios que lo nombró para este servicio, como fue Moisés entre todos los de su casa” (Heb 3,2). Pero también Jesús es compasivo, es decir, sensible a nuestra fragilidad, ya que Él ha sido probado en todo excepto el pecado. Y compasivo es Dios según el Antiguo Testamento, uno de los atributos esenciales. Jesús es la manifestación de esta compasión divina. Al hacerse hombre en el seno virginal de María, Jesús ha experimentado nuestra condición humana, excepto el pecado. Jesús, en efecto, vivió bajo la tentación y las pruebas que corresponden a nuestra condición humana, razón por la cual sintoniza con nosotros, conoce de qué estamos hechos. Jesús es el Mesías compasivo y misericordioso que puede rescatarnos de nuestra debilidad; es el Mediador excelente fuera del cual no hay nadie más que pueda llevarnos a Dios. Que quede resonando la invitación con que concluye el texto de esta segunda lectura: “Por tanto, acerquémonos confiados al trono de nuestro Dios, para obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno” (v. 16). Hagamos vida esta invitación y podremos experimentar la fuerza redentora de Cristo, como la experimentó San Pedro Nolasco y la vivió en la redención de los cautivos cristianos. El mensaje de esta segunda lectura nos llena de ánimo y alegría porque tenemos “en Jesús, un sumo sacerdote excelente que penetró en el cielo”, y así nos abrió las puertas del paraíso que nuestro pecado había cerrado desde la culpa original de nuestros primeros padres. ¿Es Jesús la causa de nuestra alegría, la fuerza de nuestra esperanza?

                Del evangelio según san Marcos 10, 35-45

                El evangelio de San Marcos, continuando con el capítulo 10, 35 – 45, nos da la sensación de que los esfuerzos de Jesús resultan infructuosos, ya que sus discípulos continúan pensando en la orientación terrena de sus esperanzas y en sus sueños de grandeza humana. Nada parece haber conseguido Jesús con sus precedentes enseñanzas. Dos hechos dejan al descubierto este distinto modo de comprender entre Jesús y sus discípulos: por una parte, la sorprendente petición de los hijos del Zebedeo, a saber, Santiago y Juan y, por otra, la disputa siguiente acerca de un tema que ya había aflorado y de lo cual se habla en Mc 9, 33-37, la instrucción sobre el servicio. Jesús vuelve a instruirles sobre las condiciones para alcanzar el reino y ser parte de su comunidad, la comunidad cristiana.

                Nuestras peticiones no coinciden con el proyecto de Dios. Los versos 35 – 41 nos remiten a la petición de los hijos del Zebedeo que consiste en esto: “Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y el otro a tu izquierda” (v. 38). No se puede precisar si Santiago y Juan están pensando en la gloria del cielo o en la gloria y poder de la tierra pero, en ambos casos, no están en sintonía con el proyecto de Dios, manifestado en Jesús. Son intereses personales por encima de los demás que tergiversan el seguimiento de Jesús. En efecto, seguir a Cristo es abrazar su estilo de vida y no una oportunidad más para obtener privilegios o escalar puestos o acceder a poderes fácticos. El seguimiento de Jesús implica el camino de la cruz a través del cual se accede a la gloria eterna.

                Seguir a Jesús es “hacerse siervo como Él”. La respuesta de Jesús se centra en dos imágenes: la copa y el bautismo. Ambas imágenes evocan la amargura del sufrimiento. La copa es símbolo de sufrimiento como lo señala claramente en la oración de Jesús en el huerto cuando dice: “Abba- Padre-, tú lo puedes todo, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mc 14,36). Por otra parte, el bautismo es el símbolo de inmersión, es un “sumergirse” en la pasión y en la muerte y eso es precisamente lo que hará Jesús. De ahí que el discípulo debe hacer otro tanto: beber la copa y sumergirse en el bautismo de Jesús, es decir, participar y compartir la misma suerte del Maestro. Este es el camino de la gloria verdadera. Los hijos del Zebedeo aseguran que pueden abrazar este camino de la cruz de Jesús, pero no se les asegura que pueden obtener lo que piden, es decir, sentarse a la derecha e izquierda de Jesús en la gloria. El seguimiento de Jesús no es camino para asegurarse lugares de honor. Sólo el Padre sabe para quiénes están reservados. Dios es el dueño de nuestro futuro y a nosotros nos corresponde sólo seguir al Maestro en esta vida con entera generosidad y entrega.

                Este episodio da origen a una reiteración de la enseñanza acerca del servicio (Mc 10, 42-45) con que termina el evangelio de hoy. El mensaje central es este: en la comunidad de Jesús cada uno ha de hacerse servidor de los demás. Consecuencia de este principio central de la vida cristiana es que hay que desterrar la ambición y el afán de dominio. Ahora bien, ambas tendencias están muy arraigadas en el corazón humano y tienen el poder de corromper al hombre tanto como las riquezas. La autoridad auténticamente evangélica es la que hace del servicio su forma real de ejercerse. Así la Iglesia es una “comunidad de servidores”. El modelo y ejemplo de esta fundamental actitud es el mismo Jesús como lo indica el v. 45: “Porque el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”.

                El espíritu cristiano auténtico no se puede entender sino en esta preciosa y fundamental actitud de Cristo. “Entre ustedes no debe ser así” ha dicho el Señor a los dos hermanos del grupo de los Doce, para indicar que la relación discipular no se da según los criterios del mundo sino en los términos de la fraternidad cuyo modelo y ejemplo es siempre Jesús, que lee su vida en la clave profética del Siervo de Yahvé. “Porque el hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate todos”, dice Jesús donde este “porque” indica que son palabras que manifiestan la clara conciencia de Jesús que va al encuentro de su destino, la muerte a la que da un sentido, pudiéndola evitar, se enfrenta libremente y la ve como un servicio, una entrega de sí mismo a los demás. Su entrega es un rescate por todos, es decir, Jesús se ve a sí mismo como el “Justo sufriente” cuya muerte – martirio se convierte en sacrificio de salvación para todos, es decir para todos los que lo acojan así entregado y se entreguen.

                Todavía podemos hacer notar que en Mc 10, 35-45 los discípulos parecen haber asimilado la muerte de Jesús, puesto que la petición de Santiago y Juan apunta a la situación de la gloria futura de Jesús. “Que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria” dicen. Sin embargo, es muy interesante descubrir que cada vez que Jesús menciona su pasión surge en el grupo de los discípulos la discusión sobre los primeros puestos. Los diez que han escuchado la petición de Santiago y Juan se enfadan porque también a ellos como a los dos les interesa el orden jerárquico aquí, en la tierra como allí en la gloria. Entonces Jesús les enseña cómo deben vivir aquí, para llegar allí: abandonar este razonar terrenal, fijarse en Él e imitarlo, no pensar como lo hacen los hombres. Y Jesús ya ha insistido fuertemente sobre la diferencia entre la actuación de un discípulo y la actuación del mundo: acoger a los pequeños, hacerse últimos y siervos, fidelidad absoluta en el matrimonio y abandono de la riqueza. Todo esto hemos ido recordando en varios domingos desde que Jesús decide resueltamente “subir a Jerusalén” donde le espera la muerte de cruz, como máxima expresión de su fidelidad al Padre y al hombre esclavo del mal. Ahora Jesús vuelve a retomar el tema del primer puesto. Lo hace poniendo el ejemplo negativo de los jefes de las naciones. Pensemos en Roma y sus imperadores: hay en ellos quienes se creen grandes que tiranizan y oprimen con su poderío a las naciones. Es decir manipulan y oprimen a los débiles.

                Al escuchar a Jesús nos parece que estuviera haciendo nuestra radiografía de lo que estamos sobrellevando en el día a día del mundo de hoy. Porque una forma de someter y oprimir es el miedo, el terror, la fuerza destructiva que ejercen sobre los débiles. Desde siempre se han refugiado tras la omnipotencia aparente del poder total. Cuando recuperemos el sentido evangélico del otro podremos volver a gozar del don de la justicia, sin la cual no puede haber paz, libertad, solidaridad y hermandad. Al presente, nos cabe “fijar los ojos en Jesús” para volver a aprender de Él y su ejemplo. “Subamos con Jesús a Jerusalén”, aceptemos el cáliz y el bautismo que aceptó y bebió hasta ofrecer su vida en rescate por la multitud de pecadores.   

                Un saludo fraterno y hasta otra oportunidad.    

                Fr. Carlos A. Espinoza I., O. de M.

DESCARGAR COMENTARIO DEL EVANGELIO



Provincia Mercedaria de Chile
Curia Provincial
Dirección: Mac - Iver #341, Santiago Centro
Teléfonos: 2639 5684 / 2632 4132