4° DOMINGO DE PASCUA (C)
Provincia Mercedaria
de Chile

4° DOMINGO DE PASCUA (C)

Sábado 07 de Mayo, 2022

 
En el texto breve del evangelio de este domingo podemos descubrir preciosas pistas para comprender la verdadera identidad de Jesús. Tres verbos constituyen el ADN de Jesús que lo identifican como el Cristo: conocer, dar vida eterna, no dejar arrebatar, es decir, ofrecer seguridad, proteger en el peligro; son las acciones esenciales que Jesús hace a favor de los suyos, sus ovejas. Jesús es el Buen Pastor porque nos ha dado la más grande prueba de su amor por nosotros ofreciéndose en la cruz. Se trata de un amor sin límites, “hasta el extremo”. Y esta actitud lo revela como el verdadero Pastor de las ovejas. Entregándose por nosotros ha vencido la muerte que nos amenazaba sin contrapeso. Y así nos ha dado una vida nueva y eterna.

¡Cristo Jesús! Danos Vida Eterna!

Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

                Este domingo cuarto de Pascua es llamado el domingo del Buen Pastor y coincide con la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Ciertamente estamos viviendo un tiempo de escasez de vocaciones a la vida religiosa y al ministerio sacerdotal. Las comunidades religiosas masculinas y femeninas están experimentando una progresiva falta de vocaciones y el aumento etario de quienes se mantienen “al pie del cañón”. Se ha llamado a esta realidad “proceso de reducción”. Pero ¿por qué faltan vocaciones en la Iglesia? La respuesta es compleja y tiene muchos aspectos a considerar. No cabe duda que la situación de la familia desde hace ya varios años es un aspecto gravitante en la disminución de las vocaciones religiosas y sacerdotales. Y la familia es la célula fundamental de la sociedad y de la Iglesia. Desde luego, la familia se ha achicado. Es poco frecuente encontrar una familia con numerosa prole. Y la vida cristiana tiene su arraigo en esa primera realidad donde se gesta y crece la fe cristiana junto a todos los otros aspectos que configuran el tejido humano, psicológico, comunitario, espiritual y moral de los hijos. El tema de la  familia es un aspecto clave de la evangelización y de la vida cristiana misma. Otro factor a tener en cuenta es la inmensa apertura de posibilidades que la sociedad abre a los jóvenes que acortan la preparación para llegar a convertirse en un profesional. Esto es especialmente complejo frente al largo período de los procesos formativos que deben realizar especialmente los candidatos al sacerdocio. Naturalmente que el abrazar el sacerdocio no es una profesión como cualquiera otra. El proceso formativo de un candidato  al ministerio sacerdotal es muy complejo. Se trata más de un camino vocacional que no es equiparable sin más a una profesión civil. En el caso del sacerdocio como también en el compromiso de la vida religiosa está en juego el tema propiamente vocacional y de una vocación muy especial. Es del todo fundamental que los candidatos a la vida religiosa y al ministerio sacerdotal comprendan, desde la partida, que es fundamental el descubrir que son llamados por Dios y, por lo tanto, la respuesta se sitúa en un plano de hondura tan decisiva que no puede sino comprometer la vida entera. Quien aspira a ser consagrado a Dios tiene que aceptar que el mismo origen de su iniciativa no se resuelve exclusivamente en sus deseos o aspiraciones puramente humanas o personales. Cuando un cristiano o cristiana quiere consagrarse a Dios tiene  que dedicar un buen tiempo a discernir si lo que siente o desea es verdaderamente voluntad de Dios o un anhelo, muy loable, pero puramente humano. Con toda razón se habla de vocación o llamado en el sentido bíblico del vocablo. Según la sagrada Escritura, Dios es el que siempre tiene la iniciativa y elige a quien quiere. Como este llamado no es evidente de buenas a primeras, el que lo siente o lo escucha queda con una tarea que debe resolver en un tiempo. Es el tiempo indispensable del discernimiento vocacional, normalmente hecho de inquietud interior, de “algo” que se va sintiendo, no del todo preciso. Normalmente no es tan evidente y tan rápido el proceso de llegar a definirse por lo que Dios quiere de  nuestra vida. Tampoco  el discernimiento se hace solo sino que es indispensable el contar con un acompañante espiritual, antes conocido como director espiritual. Ese acompañante es un cristiano o cristiana con experiencia cristiana de tal modo que pueda comprender el misterio de la llamada vocacional.   

PALABRA DE VIDA

Hech 13, 14.43-52            Nos dirigimos ahora a los paganos. Así nos ha ordenado el Señor                                                                                                                                 

Sal 99, 1-3.5                     Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Apoc 7, 9.14-17              Porque el Cordero que está en medio del trono será su Pastor 

Jn 10, 27-30                      Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen

                El cuarto domingo de pascua es el domingo del Buen Pastor, una figura extraordinaria que la Biblia recrea incesantemente. En el Antiguo Testamento es Dios mismo que se declara Pastor del pueblo israelita. Y el Salmo 23, comúnmente llamado “El Señor es mi pastor”, es una estupenda invitación a acrecentar nuestra confianza en Dios, nuestro pastor. La Palabra de este domingo motiva la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, iniciativa del Papa Paulo VI en el año 1964. El Pueblo de Dios está llamado a vivir las consecuencias del sacramento del Bautismo, es decir,  los frutos de la Vida Nueva.

                Concentremos la atención en la Palabra de Dios que nos ayuda a entrar más hondamente en el misterio de Dios, en la Pascua de Jesús y en nuestra propia pascua. Ojala pudiéramos imitar el compromiso pascual de los apóstoles y discípulos en quienes resplandece el frescor y entusiasmo de comunicar la Buena Nueva de Jesús resucitado y su novedad de vida. La Pascua es el motor de la evangelización.

                Del Libro de los Hechos de los Apóstoles 13, 14.43 - 52

                La primera lectura de hoy está tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles. Este capítulo se refiere al viaje y misión apostólica de Pablo y Bernabé. El pasaje de hoy parte señalando que ambos siguen viaje desde Perge hasta Antioquía de Pisidia, donde tienen una exitosa misión a partir de la sinagoga. En encendido discurso Pablo expone el testimonio de la Escritura a favor de Jesús tanto su padecimiento como su gloriosa resurrección. Y en Cristo, Dios otorga el perdón de los pecados y la salvación a todos sin distinción de raza o de nación. Ante el anuncio de Pablo muchos paganos aceptan la fe; en cambio, los judíos rechazaron el mensaje, “por envidia” al ver la multitud congregada para escuchar la Palabra de Dios que comunican los apóstoles. Pablo y Bernabé toman posición y declaran: “A ustedes debíamos anunciar en primer lugar la Palabra de Dios. Pero, ya que la rechazan y no se consideran dignos de la vida eterna, nos dirigiremos a los paganos” (v. 46). Así la predicación del Evangelio dirigida a los paganos se convierte en la prioridad. Pablo y Bernabé serán perseguidos y expulsados de aquel lugar. El anuncio del Evangelio continúa provocando admiración y rechazo, adhesión ferviente y oposición feroz. No se puede permanecer en la neutralidad. Hay que tener la fuerza y franqueza de Pablo y Bernabé para establecer las condiciones que implica abrazar la fe. Termina el texto con un alentador detalle: “Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo” (v. 52). La ciudad seguirá contando con el testimonio alegre de cuantos abrazaron la fe gracias al testimonio y anuncio de Pablo y Bernabé. ¿Qué nos enseña este episodio de la predicación de Pablo y Bernabé? ¿Qué nos acontece a nosotros cuando no nos identificamos como católicos? ¿Hay rechazo y persecución por causa de la Palabra de Dios? ¿Cómo reaccionamos ante los improperios y ataques? ¿En quién tienes puesta tu confianza?

                El salmo 23 (22) expresa a través de una sublime inspiración de alto vuelo poético la experiencia  del  orante como una serena emoción de intensa confianza en el Señor. Lo hace mediante la imagen de Dios Pastor que cuida y protege a sus fieles. Sin embargo, no deja de manifestar también la presencia de las cañadas oscuras y la mención de los enemigos que no hacen más que reforzar la confianza en el Dios Pastor. Nos hace bien orar con los gozos y también las penurias de nuestro camino. ¿Qué sentimientos te produce este salmo del Señor como pastor?

                Del Libro del Apocalipsis 7, 9.14-17

                La segunda lectura tomada del último Libro de la Biblia, el Apocalipsis,  nos ayuda a comprender otro aspecto importante de nuestra experiencia como creyentes: ¿cuántos se salvan? Es la pregunta constantemente aflora. Hay una respuesta que resuelve el dilema de la historia humana acerca de la salvación. Así comienza el texto de esta segunda lectura: “Después vi una multitud enorme, que nadie podía contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua: estaban delante del trono y del Cordero, vestidos con túnicas blancas y con palmas en la mano” (v. 9). Por de pronto puede parecernos incómoda la respuesta: Dios acepta a todos los pueblos, razas y lenguas, a una muchedumbre inmensa e incontable. Se nos viene abajo el naipe porque siempre pensamos que salvan unos pocos, unos cuantos y entre ellos, nosotros por supuesto. Pero la Palabra resalta la universalidad de la salvación. Otro detalle importante es la actitud de pie delante del trono y del Cordero, actitud de victoria y muestra que ya están participando de la resurrección de Cristo. Van vestidos con túnicas blancas, es decir, llevan los signos de la gloria definitiva que Dios les había prometido. Llevan palmas en sus manos, signos de triunfo y de las pruebas que soportaron por la fe y Cristo. En el pasado, esta muchedumbre viene de sobrellevar una gran tribulación, una prueba definitiva. Gracias al sacrificio redentor de Cristo han obtenido la purificación de sus pecados y “han lavado y blanqueado sus túnicas”, es decir, sus vidas en la sangre de Cristo, el Cordero Inmolado. Por eso visten de blanco y están en la presencia de Dios glorificados. En el presente del cielo glorifican a Dios siempre, le dan culto día y noche. Se habrá terminado para siempre todo lo que implicaba la existencia terrena marcada por las necesidades materiales. En la eternidad de Dios, el Cordero los apacentará y los guiará a fuentes de agua viva. No habrá más hambre ni sed. Dios será todo en todos. ¿Crees realmente que “después de esta vida no hay otra” como afirman muchos? ¿Por qué los cristianos en general van perdiendo la dimensión escatológica de la vida, es decir, la existencia glorificada en el cielo? ¿No será esta una consecuencia del materialismo dominante? ¿Qué sentido tiene entonces la vida humana?

                Del evangelio según san Juan  10, 27-30

                Estamos dentro de la sección de Jn 10, 22-42 referida a la segunda parte de Jn 10 en la cual continúa la confrontación entre Jesús y los judíos en la fiesta de la Dedicación y acontece en el templo (jn 10, 22 – 26). Luego se abre nuestro texto de este domingo con la declaración de Jesús, Pastor de las ovejas. Ya el v. 26 declara concluyendo la polémica con los judíos: “Vosotros, sin embargo, no me creéis, porque no sois de las ovejas de mi rebaño” El evangelio de san Juan siempre nos sorprende. Si leemos atentamente el capítulo 9 nos damos cuenta que allí es el tema de la ceguera y la luz indicando que los verdaderos ciegos son las autoridades religiosas de Israel y también sus discípulos. En el capítulo 10 Jesús revela su auténtica condición de pastor de su rebaño sin dejar de poner el paralelo de los otros pastores que el  pueblo ha tenido. Así nos sitúa ante una potente imagen que permitía recordar la alianza y evocaba el cuidado que Dios tiene hacia su pueblo. Dios es el Pastor por excelencia. También con el tiempo se llamaron pastores a los dirigentes políticos y religiosos de Israel porque Dios les había encomendado este servicio. Pero muchos no cumplieron con el cometido y se convirtieron en ladrones y salteadores, lo que permitió que Israel esperara un Mesías que, en nombre de Dios- Pastor, cuidara y apacentara a su rebaño. Jesús declara cumplir con esta promesa y se autodenomina como el Buen Pastor que el Padre ha enviado al mundo. Fijémonos en el capítulo 10 las veces que  Jesús emplea la expresión Yo soy. Por ejemplo: “Yo soy la puerta de las ovejas”(v.7), “yo soy la puerta”(v.9), “Yo soy el buen Pastor” (v. 11.14) “El Padre y yo somos una sola cosa” (v.30).

                En el texto breve del evangelio de este domingo podemos descubrir preciosas pistas para comprender la verdadera  identidad de Jesús. Tres verbos constituyen el ADN de Jesús que lo identifican como el Cristo: conocer, dar vida eterna, no dejar arrebatar, es decir, ofrecer seguridad, proteger en el peligro; son las acciones esenciales que Jesús hace a favor de los suyos, sus ovejas. Jesús es el Buen Pastor porque nos ha dado la más grande prueba de su amor por nosotros ofreciéndose en la cruz. Se trata de un amor sin límites, “hasta el extremo”. Y esta actitud lo revela como el verdadero Pastor de las ovejas. Entregándose por nosotros  ha vencido la muerte que nos amenazaba sin contrapeso. Y así nos ha dado una vida nueva y eterna.

                Pero, de nuestra parte, ¿qué corresponde hacer para ser ovejas del Buen Pastor? Ante semejante amor incondicional de Jesús Pastor, el hombre responde con el dinamismo de la fe, del creer en Él. Dos verbos expresan esta fe en Cristo: escuchar la voz del Buen Pastor y seguirlo. Son los dos rasgos fundamentales del discípulo: la escucha atenta del Maestro y Pastor y el seguimiento incondicional, radical y para siempre. Estamos así en el corazón de una respuesta a la vocación cristiana, sea laico, religioso o sacerdote. Es fundamental escuchar el llamado del Buen Pastor: Ven  y Sígueme. Todo nace de aquí. Nunca el discípulo “elige” al Señor; siempre es el Señor que toma la iniciativa libérrima y llama a quien quiere, cuándo, dónde y cómo quiere. E incluso la fe brota cuando  el Señor llama, habla, manda. A esa palabra primera que el Buen Pastor dirige, surge una respuesta libre del ser humano.  “Tú me sedujiste, Señor y yo me dejé seducir” dirá el profeta Jeremías para expresar la gratuidad absoluta de la llamada divina.

                Este binomio Buen Pastor – oveja- discípulo expresa la relación de comunión que nace entre el Buen Pastor y el discípulo, una relación que traspasa el tiempo y se proyecta en la vida  eterna. De esta manera, Jesús nos introduce en la comunión más honda que Él tiene con su Padre del Cielo: “El Padre y yo somos uno” (v. 30). El Buen Pastor está sostenido por el amor y el poder del Padre, razón por la cual nada ni nadie puede destruir la comunión entre el Buen Pastor y la oveja – discípulo.

                ¡Qué bien nos hace esta Palabra de Dios en tiempos de desierto y de prueba! No tengamos miedo de vivir a fondo nuestra vocación a la que hemos sido invitados por puro amor. No dejemos que la duda se cierna sobre las exigencias de un llamado: todo es posible en Aquel que me amó y se entregó por mí.

                Los creyentes, que caminan en la verdad y en la luz, tendrán que sufrir, pero la vida de comunión con Cristo, vencedor de la muerte, les da la seguridad de la victoria. Y su vida es también para siempre comunión con el Padre, cuyas manos, más poderosas que todas, los sostiene y los protege dándoselos  al Hijo. Y esta comunión es irrompible porque el Padre y el Hijo son uno mismo. Hermoso y consolador para quienes caminamos en el mundo.

                Un abrazo y hasta pronto.                                            

               Fr. Carlos A. Espinoza I. O. de M.

 



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