23° DOMINGO DURANTE EL AÑO (C)
Provincia Mercedaria
de Chile

23° DOMINGO DURANTE EL AÑO (C)

Domingo 04 de Septiembre, 2022

 
Nunca es la renuncia por la renuncia ni tampoco una regla ascética a secas. Es una consecuencia de acoger y seguir a Jesús, el Salvador, asumiendo su proyecto del Reino, de un orden muy distinto a los “paraísos mundanos” para unos poquitos. El mundo nuevo que soñamos no es posible sin dejar el mundo viejo en que nos encapsulamos por miedo y comodidad.

¡Señor Jesús! Dame el valor para seguirte

 

                ¿Habrá alguna palabra más incómoda para nuestra mentalidad de hoy que la palabra “renuncia”? Y, sin embargo, el evangelio no da tregua y la repite con sonora frecuencia como en el pasaje del evangelio de san Lucas de este domingo. En medio de la exacerbada “cultura de los derechos”, la exigencia que Jesús, el Señor, nos pide nos parece anticuada y de otra época. Y esta exigencia de la renuncia conlleva otras no menos radicales como aceptar que los amores considerados primeros y absolutos, tales como el amor al padre y a la madre, también deben  ser reubicados, cuando el discípulo cristiano comprende a Jesús y se arriesga el todo por el todo. Aún siendo tan importantes, también  pasan al segundo plano, cuando lo que está en juego es la opción por Jesús y su Reino. Además, si consideramos que en la sociedad judía y en el tiempo de Jesús, la familia era el centro protector del  individuo y tenía derechos y obligaciones sobre él. ¿Acaso Jesús no conocía el cuarto mandamiento de la Ley de Dios que manda honrar padre y madre? Claro que si conocía, la Ley de su Padre, al revés y al derecho, los mandamientos de la Ley de Dios. Y, sin embargo, tiene autoridad para pedir la exclusividad del amor a quien decide seguirle: “Si alguien  viene a mí y no me ama más que a su padre y su madre, a su mujer y  sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta  su propia vida, no puede ser mi discípulo”(Lc 14,26). Ponga atención a la traducción del texto en la Biblia de Jerusalén: “Si alguno viene donde mï y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío”. Jesús emplea una forma de hablar completamente hebrea cuando usa el verbo odiar. Jesús no nos pide odio sino desprendimiento completo e inmediato. Esto está en plena sintonía con las exigencias del seguimiento del Lc 9, 57-62. ¡Vaya renuncia! Jesús exige un amor exclusivo por su persona y su Reino. Se trata de prioridad o prioridades. ¿Quién es más importante, Jesús o la  familia? Es cristiano  sólo aquel que acepta este profundo cambio en la pirámide o escala  de nuestras  prioridades existenciales. Y cuando damos ese paso de calidad podemos empezar a comprender la propuesta espectacular de Jesús, es decir, el mandamiento nuevo del amor universal. Jesús rompe  los impenetrables círculos que los seres humanos fabricamos como puede ser la familia, el dinero, los condominios, los grupos exclusivos y cerrados, etc. Y nos pide renunciar no sólo al pecado sino también a cosas o convicciones lícitas y buenas para hacerse discípulo suyo. ¿Estoy dispuesto a aceptar este “auténtico cambio en profundidad que Jesús me propone? Nunca es la renuncia por la renuncia ni tampoco una regla ascética a secas. Es una consecuencia de acoger y seguir a Jesús, el Salvador, asumiendo su proyecto del Reino, de un orden muy distinto a  los “paraísos mundanos” para unos poquitos. El mundo nuevo que soñamos no es posible sin dejar el mundo viejo en que nos encapsulamos por miedo y comodidad. Así el seguimiento apunta a la convivencia con Jesús y a la imitación del Maestro, sobre todo, en su estilo de vida, marcado por el servicio al Reino de Dios. Renunciar a sí mismo es una de las dos condiciones que Jesús propone a quien quiere seguirle. La segunda condición es  cargar con la cruz.  Con ambas expresiones se comprende la radicalidad y seriedad de hacerse discípulo de Jesús. Es entonces explicable por qué razones nos cuesta tanto comprender y vivir esta condición de discípulo dentro de nuestra cultura de los derechos.  

PALABRA DE VIDA

Sab 9, 13-18                       Los pensamientos  de los mortales son mezquinos

Sal 89, 3-6.12-14.17    ¡Señor, Tú has sido nuestro refugio!

Flm 9-10.12-17                  Prefiero suplicarte en nombre del amor

Lc 14, 25-33                        Quien no renuncie a sus bienes no puede ser mi discípulo

                 En el Mes de la Biblia recordamos que para escuchar con atención  la Palabra que Dios ha pronunciado es indispensable el silencio interior, el que debería buscarse incluso antes de disponerse a escuchar la palabra eterna, llena de vida y salvación, que alumbra el caminar del pueblo de Dios a lo largo de los siglos. El silencio  supera al bullicio y a la palabrería que nos  envuelve. Es un tiempo oportuno para reiniciar el contacto vivo con la Palabra de Dios en la lectura, meditación, oración  y contemplación de lo que Dios ha dicho y ha realizado a favor nuestro. Y, por feliz coincidencia es también el Mes de Nuestra Madre de la Merced, un tiempo de gracia que se nos ofrece para acercarnos a María, la madre de Jesús y madre nuestra, y con ella reemprender el camino de Jesús. Con ella aprendemos a seguir a Cristo Redentor y con ella hacemos el camino de encuentro con los hermanos especialmente los cautivos, los pobres, los desterrados hijos de Eva como decimos en la Salve.

                Disfrutemos de la mesa de la Palabra donde reparamos nuestras fuerzas y comemos el Pan de Vida, Cristo, para seguir anunciando la novedad de su Reino.

                Del libro de la Sabiduría 9, 13- 18

                El Capítulo 9 de este hermoso Libro de la Sabiduría nos ofrece una súplica o plegaria muy parecida a la oración del rey Salomón, tal como aparece en 1Re 3, 9 cuando suplica: “Enséñame a escuchar para que sepa gobernar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal”. La primera lectura es una súplica para adquirir sabiduría, sobre todo, para el  gobernante del pueblo. Es muy importante la interrogante con que se abre el texto: “Porque, ¿qué hombre conoce los planes de Dios? ¿Quién comprende lo que Dios quiere? (v. 13). Por de pronto, los pensamientos de Dios no son idénticos a nuestros pensamientos humanos, lo que constituye un necesario discernimiento de nuestra parte. Tampoco el querer de Dios se identifica con cualquier deseo o pensamiento humano, por recto que aparezca. Esto supone descubrir y afirmar que entre Dios y nosotros hay un abismo de distancia. Y que es honesto aceptar que Dios es Dios y nosotros sus creaturas. Así lo que Jesús nos aportará será la posibilidad de conocer y vivir una especial relación con Él y en Él con el Padre. Pero esa relación filial no suprime el hecho esencial de la distancia del misterio de Dios y nuestra pobre realidad humana. Podemos conocer los misterios eternos de Dios gracias a su propia iniciativa: “¿Quién conocerá tu designio, si tú no le das la Sabiduría enviando tu santo espíritu desde el cielo?”(v. 17). Para nosotros parece imposible, pero para Dios es posible a través de su Hijo y de su Espíritu que se nos regala en abundancia. Cuando escuchemos el evangelio de hoy comprobaremos cuánto cuesta entrar en los planes de Dios manifestados en Jesús. Las pretensiones humanas de alcanzar la verdad de todo no tienen límite; sin embargo, Dios sigue siendo el “absolutamente Otro”, el Misterio que nos envuelve pero no lo dominamos. Lo que conocemos de Él es porque el mismo se ha revelado en su Verbo Eterno, Jesucristo. Si Dios no hubiera tomado la iniciativa de hacernos partícipes de su naturaleza divina, permaneceríamos en la más absoluta imposibilidad. No puede el hombre alcanzar el misterio de Dios por su esfuerzo si Dios mismo no inspira ese mismo anhelo en el hombre.

                Salmo 89, 3-6. 12-14. 17 es una meditación sobre la brevedad de la vida convertida en plegaria comunitaria. Precariedad y brevedad de la existencia van de la mano en esta reflexión sapiencial y el salmista no se refiere a ninguna catástrofe histórica como suele suceder en los salmos sino se remite a la experiencia común de todas las personas como también a la de todos los pueblos como es la dureza de la vida de cada día. El contraste entre la grandeza de Dios y la pequeñez del ser humano es un motivo importante para adquirir humildad y sencillez. Salmo adecuado para combatir el narcisismo, el orgullo, la autosuficiencia, la arrogancia y otras malezas del espíritu humano, muy frecuentes en nuestra realidad de hoy.

                De la Carta a Filemón 9-10.12-17

                Es una pequeña carta de San Pablo, escrita desde la prisión en Roma entre los años 61 – 63 d. C. El protagonista es Filemón, un cristiano de buena posición social, y su esclavo Onésimo que había escapado hasta llegar a Roma. Allí Pablo le ofreció ayuda y lo convirtió al cristianismo. Legalmente la fuga era una falta grave y tenía consecuencias legales que podrían involucrar incluso a Pablo como cómplice de un delito. Prestemos atención a la solución que ofrece San Pablo a Filemón.

                Parte Pablo reconociendo que tiene autoridad apostólica suficiente para resolver de otro modo esta situación entre Filemón y su fugado esclavo Onésimo. Al respecto, dice: “Por eso, aunque tengo plena libertad cristiana para ordenarte lo que es debido, prefiero suplicarte en nombre del amor” (vv. 8-9). Pablo es capaz de renunciar a su derecho que tiene sobre el recién convertido a la fe y propone un camino más eficaz como es el camino del amor. Los lazos de Pablo con Onésimo son afectuosos desde su conversión a la fe cristiana: “Te suplico en favor de un hijo mío, que engendré en la prisión” (v. 10). No olvidemos que en el lenguaje de la comunidad primitiva el bautismo se identifica con un nuevo nacimiento. El bautizado es un hombre nuevo, una nueva creatura. Y la conversión se fundamenta en una palabra o mensaje que un apóstol comunica de tal modo que la relación adquiere la forma de una paternidad espiritual. De hecho Pablo está recomendando a Filemón un hombre nuevo y no a un simple esclavo: “Antes él no te prestó ninguna utilidad, pero ahora será de gran provecho para ti y para mí” (v. 11). El proceso de la conversión tiene un antes y un ahora, es decir, un profundo cambio en el bautizado que lo hace hermano liberto de Cristo y en tal condición debe ser aceptado. Dice San Pablo: “para que puedas recobrarlo definitivamente; y ya no como esclavo, sino como algo mucho mejor que esclavo: como hermano muy querido para mí y más aún para ti, como hombre y cristiano” (v. 16). Estamos ante una profunda visión de lo que significa ser cristiano. No todas las cosas deben ser solucionadas con la ley o en base a derechos; el amor es más fuerte y puede ayudar a encontrar caminos tan impresionantes en situaciones difíciles de la vida. De este modo, el ser cristiano es un enorme compromiso con la vida, con el prójimo caído. Significa aprender a mirar más al hombre que ha fallado más que sus fallas o pecados. Es la genuina misericordia en acción. Nada fácil por cierto pero es una excelente invitación a creer que es posible la vía del amor fraterno.

                Del evangelio de san Lucas 14, 25-33

                Seguimos con Jesús aprendiendo a ser discípulos suyos. “Cuando se iba cumpliendo el tiempo de que se lo llevaran al cielo, emprendió decidido el viaje hacia Jerusalén” nos ha señalado San Lucas al iniciar esta sección de su evangelio (9, 51). Es un camino de enseñanzas dirigidas a los discípulos. Precisamente de esto trata nuestro evangelio de hoy.

                Ya se nos decía en la primera lectura que los planes de Dios son inalcanzables para el hombre. Si algo puede comprender es gracias a la Sabiduría que Dios mismo le regala. Cuando leemos y escuchamos el evangelio de hoy no nos dejará de desconcertar, pues estamos ante palabras fuertes y exigentes de Jesús. Para los cristianos “dulzones”, que le temen a las exigencias radicales, estas palabras de Jesús le resultarán casi imposibles de digerir. Sin embargo, estas declaraciones de Jesús están en perfecta relación con la condición del discípulo: para seguir a Jesús hay que hacer una opción radical por Él y su Reino que involucra todos los aspectos de la existencia humana. Por otra parte, hay que reconocer que nunca ha sido fácil ser y vivir como cristiano. No olvidemos situar este evangelio en el justo lugar para comprenderlo, es decir, se refiere al discipulado. El discípulo no es el que deja algo sino el que se ha encontrado con Alguien, cuyo nombre conocemos: Jesús de Nazaret. Y encontrarse con Cristo es haber hallado el tesoro escondido o la perla preciosa, es decir, la persona de Jesús y el gran proyecto del Reino. Sólo desde aquí se comprenden las opciones radicales que Jesús pide a sus discípulos en el evangelio que hemos escuchado.

                Notemos algunas expresiones muy típicas del seguimiento que Jesús nos propone: “si alguien viene a mí y no me ama más que...”, “quien no carga con su cruz y me sigue”, “quien no renuncie a sus bienes”. Fijémonos en otra expresión típica del seguimiento: “no puede ser mi discípulo”, la que repite en los versículos 26, 27 y 33.

                Si leemos en frío este evangelio, es decir, si sólo ponemos nuestra atención en las renuncias que Jesús está pidiendo y desde nuestro punto de vista de hoy, concluimos en un camino sin sentido. Es fundamental, para comprender este evangelio, el encuentro personal con Jesucristo vivo. Esto constituye la piedra angular de las exigencias que Jesús nos propone. Si un cristiano no ha experimentado un encuentro personal con la persona de Jesús, es muy difícil que pueda comprender esta página del evangelio y el evangelio mismo. Lo que Jesús nos está proponiendo es para seguidores suyos, discípulos misioneros, cristianos a concho. Y este puede ser el problema más grave de la Iglesia de hoy día. Somos cristianos tibios, adormilados, mediocres, acomodados, domesticados por una cultura amorfa. Ser discípulo es muy serio, tan serio como ser hombre, ser persona libre, responsable, sincera, madura, etc. Una vocación genuina implica por naturaleza acoger las exigencias radicales que Jesús nos propone.

                Jesús pide para Él el amor más grande entre todos los amores humanos lícitos y normales. Reclama ser considerado en el primero y exclusivo lugar: Jesús es Señor distinto a todo otro señorío. Sus exigencias tocan lo más hondo del ser humano: hay que poner en segundo lugar las seguridades que nos brindan los lazos familiares (v. 26). Y esto significa estar dispuesto a salir desde la pequeña familia y abrirse a la gran familia de Reino, donde todos son hermanos. Y ciertamente el discípulo debe abandonar la obsesión por sí mismo, por la propia vida, por el propio proyecto, etc. Hay que adecuar la propia vida a la de Jesús (v. 27), es decir, tomar la cruz como signo de todas las contrariedades que implica vivir cristianamente. Es el camino que lleva a la resurrección y la vida eterna. Y la tercera se refiere a algo muy querido por Lucas: el desprendimiento de los bienes materiales (v. 33).                                                                                                          Que Dios les bendiga.                                                                                 Fr. Carlos A. Espinoza I.

 

                SEÑOR JESÚS, DANOS FUERZA.

                   DANOS EL EMPUJE DE LA INICIATIVA

                                           Y EL CORAJE DE LA DISCIPLINA.                                                                                                              

                  MÁS AMOR, SEÑOR, MÁS AUTENTICIDAD.

                EL VALOR DE HACER  Y DESHACER SIN TEMORES.

                    MÁS COHERENCIA, SEÑOR,

          DAME MÁS IMPULSO.

                EL VALOR DE CONTINUAR Y EL ÁNIMO DE SIEMPRE RENOVARME.

                             MÁS GENEROSIDAD, SEÑOR, 

                 MÁS COMPRENSIÓN.

                Y POR ENCIMA DEL CUALQUIER DON,

                    CONCÉDEME, SEÑOR,

                                      QUE NADA NI NADIE ME SEPARE DE TI.             

 

 

DESCARGAR COMENTARIO DEL EVANGELIO



Provincia Mercedaria de Chile
Curia Provincial
Dirección: Mac - Iver #341, Santiago Centro
Teléfonos: 2639 5684 / 2632 4132