Estimados hermanos y hermanas:
Aún resuenan en nuestros oídos y corazones la alegre noticia de la Resurrección del Señor Jesús. Dios por su infinita misericordia ha resucitado a su Hijo, abriéndonos las puertas del cielo para cada uno de nosotros; la muerte ha sido vencida para siempre.
La alegría de los primeros testigos de la resurrección llega hasta nosotros hoy. La esperanza y el júbilo de los primeros discípulos y discípulas de Jesús, nos ayudan a mirar y comprender nuestras historia real y cotidiana. Este tiempo de pascua que estamos inaugurando, nos vuelve a confirmar la principal y fundamental certeza que nos mueve desde lo más profundo de nuestras experiencias personales y comunitarias, “…Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte…” Hch 2,24. Desde ese anuncio kerigmático original, cargado de profunda esperanza, los quiero invitar a que contemplamos los desafiantes tiempos que nos toca vivir.
Eclesialmente continuamos en este proceso Sinodal, claramente un tiempo privilegiado al interior de nuestra Iglesia. Nos reconocemos miembros de este Pueblo de Dios que peregrina en medio del mundo y los desafíos en esta línea son claros y evidentes. Compartir la misión entre todos y todas: laicos y consagrados, miembros de una misma comunidad, donde participamos de una misma vocación redentora, heredada por nuestro fundador y asistida de manera permanente por María nuestra Madre de la Merced y fortalecidos con el Espíritu Santo que nos asiste con su gracia. Como Provincia Mercedaria de Chile, seguimos dando pasos que apuntan a construir esa Familia Mercedaria al servicio de nuestra Iglesia de Chile y Angola. La presencia y experiencia del Resucitado en cada uno de nuestros apostolados nos han de animar en toda nuestra labor.
En medio de tanta mirada pesimista, que en estos tiempos sobreabunda en muchos de nosotros, la Resurrección de Jesucristo nos impulsa a no bajar los brazos, la incertidumbre y el miedo no deben oscurecer la esperanza. Fue la experiencia profundamente humana de los apóstoles y de la primera comunidad cristiana. “… Al atardecer de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos estaban con las puertas cerradas por temor a los judíos…” Jn 20, 19. La presencia de Jesús resucitado en medio de la comunidad lo cambia todo. Con la confianza puesta en Jesús, abramos nuestras puertas, para que Él entre y nos transforme en hombres y mujeres valientes y llenos de esperanza para compartir con otros.
Por estos días, la palabra que más se repite en Chile es la palabra “crisis”. Crisis de seguridad, crisis de las instituciones, crisis de la familia, crisis de credibilidad, etc. Sin lugar a dudas, pasamos por tiempos complejos. Las crisis se enfrentan con unidad y con actitud de diálogo sincero, poniendo el bien común por encima de los intereses particulares y partidistas. Es un llamado no solo a la clase política o nuestros dirigentes, también ha de ser un compromiso que todos podemos abrazar. La experiencia del Resucitado transforma y dinamiza nuestras relaciones. La comunidad del libro de los Hechos de los Apóstoles, así lo entendió y lo vivió: “…todos los creyentes vivían unidos y tenían los bienes en común…” Hch. 2,44
¿Cuál era el secreto de la primera comunidad cristiana? No había ningún secreto: era la experiencia del Resucitado y la presencia del Espíritu Santo que los anima a dar testimonio del Señor en medio de ellos. Con su vida comunicaban que un mundo y una nueva forma de entender la sociedad era posible. “… alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo…” Hch 2,47
Hermanos y hermanas, reciban un afectuoso saludo de Pascua. Que la felicidad que nos deseamos al saludarnos sea la mejor expresión de lo que queremos de los demás. Que Cristo Resucitado, vaya realizando su obra en cada uno de nosotros y podamos alcanzar la luz de la vida eterna junto a Él, colaborando en la extensión del Reino de Dios en medio de nuestro mundo.
Concluyo este saludo con la Oración colecta del primer Domingo de Pascua, lo cual espero sea un nutriente de ánimo y esperanza que surge de una vida que agradece y se hace misión en el testimonio:
“Dios nuestro, que hoy has abierto para nosotros las puertas de la eternidad por la victoria de tu Hijo unigénito sobre la muerte, te pedimos que quienes celebramos la Resurrección del Señor por la acción renovadora de tu Espíritu, alcancemos la luz de la vida eterna”.
Una feliz Pascua de Resurrección a todos y todas.
Fraternalmente.
Fray Mario Salas Becerra, O. de M.
Superior Provincial