DOMINGO DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR (A)
Provincia Mercedaria
de Chile

DOMINGO DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR (A)

Sábado 07 de Enero, 2023

 
La Navidad es una epifanía, una manifestación del misterio de Dios, escondido por siglos bajo el velo de la historia del pueblo escogido, de Israel y también de la humanidad. Estamos ante la revelación de la Luz que los hombres no han dejado de buscar, de desear, de pedir. Esa Luz que los sabios de Oriente han anhelado y seguido la Estrella del recién nacido en Belén de Judá.

¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz, Cristo Jesús!

Estamos todavía envueltos en ese resplandor divino que irradia el portal de Belén. El secreto del nacimiento de Jesús no es otro que la presencia sencilla y elocuente del misterio que permanece escondido en esa historia de José, María y el Niño Jesús. La Navidad es una epifanía, una manifestación del misterio de Dios, escondido por siglos bajo el velo de la historia del pueblo escogido, de Israel y también de la humanidad. Estamos ante la revelación de la Luz que los hombres no han dejado de buscar, de desear, de pedir. Esa Luz que los sabios de Oriente han anhelado y seguido la Estrella del recién nacido en Belén de Judá. Ellos, los magos de Oriente, vieron la estrella del rey de los judíos que acaba de nacer. Y lo buscan. En ellos podemos comprender al hombre mismo como quien pregunta y busca, a lo largo de los tiempos. Nunca nos faltan las preguntas y con esas interrogantes vamos oteando respuestas sin cesar. Somos siempre seres que  tienen la capacidad de preguntarse. Cuando anulamos esta hermosa capacidad de preguntar y preguntarnos, cerramos la puerta a lo verdaderamente importante. Y a Dios se accede por medio de nuestras preguntas fundamentales: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿adónde voy?, ¿cuál es mi destino? Quien no se pregunta cae en las redes de lo inmediato, del instante desconectado con un centro, un punto de referencia vital. Los magos de Oriente son imposibles de entender sin la capacidad de hacerse las preguntas. Son buscadores del acontecimiento que cambió la historia humana, ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Y podemos también nosotros preguntarnos si todavía buscamos a Alguien, porque la sociedad del consumo nos ha llevado que nuestras búsquedas sean normalmente los bienes materiales y con ello la satisfacción inmediata de lo que nos inculcan que debemos consumir. ¿Fue la Navidad la posibilidad de un encuentro con el misterio del nacimiento del Niño Jesús? ¿Qué celebramos o a quién recordamos en la Navidad? Renovemos nuestra capacidad de preguntar y preguntarnos porque así nos acercamos al maravilloso “intercambio” de un Dios que se introduce en nuestra humanidad y desde dentro nos libera del pecado, nos redime, nos salva. Así la novedad cristiana sigue iluminando nuestro camino histórico. Como los sabios de Oriente es necesario volver a ponerse en camino para buscar y preguntar nuevamente por Aquel que ha nacido en Belén. El hombre no puede sino ser un buscador de la eternidad, un infatigable inquieto lleno de preguntas que expresan que nuestro destino no se queda enredado en el mundo contingente del día a día. Hay que trascender más allá de lo inmediato. Hay que mirar más allá de las estrellas y descubrir el amplio horizonte de la Luz que ha nacido en Belén. No somos de las tinieblas sino buscadores de esa Luz que ilumina nuestras oscuridades existenciales. La solemnidad de la Epifanía nos deja tarea, nos invita a revisarnos y a mirar el nuevo año como un gran desafío, un reencuentro con la persona de Jesús y su evangelio. Así como los sabios de Oriente volvemos a ponernos en camino para encontrarnos con Aquel que nos ama y nos invita a amar como Él nos amó. Que seamos buscadores de lo eterno, que vivamos la intensa experiencia del encuentro con el Señor Jesús y con la comunidad, la Iglesia. Y como los sabios de Oriente, abramos de nuevo nuestra vida, nuestra historia, nuestros anhelos y nuestras energías para seguir construyendo un mundo renovado por el Espíritu de Jesús. Así, volvemos a poner nuestros talentos al servicio de los demás, Cristo volverá a ser nuestro centro en torno al cual se organizan nuestros compromisos de construir un mundo mejor con el evangelio de la caridad redentora. Frente a la incertidumbre que siembra el rey Herodes en torno a Jesús ,el Rey de los judíos que buscan los sabios de Oriente, debemos poner la fuerza de la fe que vence los obstáculos y nos conduce al feliz encuentro con Jesús y su Reino aquí y ahora, en este 2023.

PALABRA DE VIDA

Is 60, 1-6              Pero sobre ti brillará el Señor y su gloria aparecerá sobre ti.

Sal 71, 1-2.7-8.10-13                Pueblos de la tierra alaben al Señor.

Ef 3,2-6                 También los paganos participan de una misma herencia.

Mt 2, 1-12          ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?

                La Epifanía del Señor es una oportunidad preciosa que nos brinda el término del tiempo de Navidad que tuvo como antesala el Tiempo de Adviento que ojalá hayamos vivido con atención como preparación a lo que hemos celebrada el pasado año en la Navidad. Si la Navidad fue la epifanía o manifestación del Niño Jesús para Israel, el pueblo escogido por Dios para preparar el camino de la salvación prometida largamente por los profetas, la Epifanía o manifestación de Jesús con la visita de los reyes orientales, es la manifestación de Jesús a los pueblos paganos de la tierra. De esta manera, nuestras fiestas litúrgicas nos van introduciendo en el misterio de Dios revelado a los hombres, tanto a los del pueblo elegido, a Israel, como a los pueblos de la tierra que conocemos con el nombre genérico de pueblos paganos. Y nosotros estamos contados en estos últimos aún cuando recibimos la fe por medio de otros que también fueron paganos o bárbaros  convertidos a la fe cristiana. Es, por lo tanto, nuestra fiesta y debiera nuestra celebración estar llena de gratitud y de santa alegría. ¡Es hermoso ser cristiano! No lo merecemos, es una gracia desbordante de los divinos dones que Dios regala a través de su Hijo muerto y resucitado. Ahora bien, cada uno de los cristianos debiera ser también una “epifanía” para los demás, es decir, una manifestación gozosa del don recibido. Y la alegría nos lo ha recordado tantas veces el Papa Francisco es la esencia del evangelio en el cristiano, aún cuando estemos en medio de un mundo triste y cargado de asuntos que nos entristecen. La Iglesia entera debiera ser y volver a ser una epifanía de Dios para el mundo moderno. La comunidad religiosa debiera ser una permanente epifanía de los bienes eternos, un evangelio viviente. Las fraternidades laicales mercedarias debieran ser epifanía de la vida redimida. Todo debiera respirar y oler a pascua, a vida nueva, a evangelio en vivo. Que este año nuevo sea la oportunidad para vivenciar y mostrar los valores evangélicos que recibimos de nuestros padres, de nuestras comunidades, de nuestra Iglesia. Para ello hay que intensificar el encuentro con la Palabra, con Cristo nuestra Pascua. Y si así acontece no cabe duda que seremos más fraternos, solidarios, misericordiosos, y un poquito más santos cada día.

                Te invito a hacer el ejercicio de tratar de comprender lo mejor que podamos la rica palabra de esta solemnidad de la Epifanía o Manifestación del Señor.

                Del libro de Isaías 60, 1-6

                Los especialistas en Sagrada Escritura consideran que los capítulos 60 a 62 del tercer Isaías corresponden más bien al segundo Isaías, es decir, con los capítulos 40 a 55, el llamado Libro de la Consolación de Israel porque la consolación es el tema principal de estos capítulos. Se piensa que el autor es un profeta anónimo del fin del destierro babilónico. El texto de esta primera lectura se refiere al esplendor de Jerusalén, la ciudad santa de Israel, después de su destrucción y de ser pisoteada por los paganos que llevaron a cautiverio a sus habitantes a Babilonia, se nos ofrece una metáfora de la intervención salvífica de Dios. El esplendor de Jerusalén no se debe a su esfuerzo sino que Dios la reedifica tras la alianza que había hecho con ellos.

                En este texto de la primera lectura de la Epifanía del Señor nos damos cuenta que la gloria de la ciudad santa atrae la mirada de las naciones. Es el tema del capítulo 60, 1-22. Así Jerusalén restaurada representa la imagen de la ciudad redimida. Nuestro texto de hoy se refiere cómo la ciudad de Jerusalén irradia el esplendor divino que atrae a las naciones. El texto comienza con una invitación: “Álzate y brilla, que llega tu luz, la gloria de Yahvé amanece sobre ti” (v. 1). Este llamado hay que entenderlo en la perspectiva de un pueblo de antaño envuelto en el pecado. “Son precisamente vuestras faltas las que os separan de vuestro Dios; vuestros pecados le obligaron a ocultar su rostro para no oírlos”(Is 59, 2s). Frente a las crisis que nos acechan o nos envuelven la primera idea que nos surge es echarle la culpa a Dios. Este proceder nos engaña y no nos permite reconocer nuestro pecado con que nos alejamos de Dios.

                Descubrir el profundo contraste entre la Jerusalén reedificada por Dios y la realidad de las naciones. Una invitación muy importante: darnos cuenta de la realidad que envuelve al mundo que nos rodea. Dice el profeta: “Mira: la oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos” (v.2). Es decir, hay un contraste entre la Jerusalén que Dios reedifica y la situación de las naciones que viven en la oscuridad bajo la espesa nube del mal.

                El texto continúa mostrando el cambio que Dios provoca: “Todos se reúnen y vienen a ti” (v.4). La acción de Dios produce un nuevo dinamismo, un movimiento de todos hacia un centro que es la Jerusalén restaurada por el Señor. Es como el viaje emprendido por los magos de Oriente y todo lo que acontece en torno al descubrimiento del Rey de los judíos nacido en Belén de Judá. Es que la obra o acción de Dios en medio nuestro provoca un movimiento que asciende hasta la vida eterna.

                El Salmo 71 es un salmo real dedicado a Salomón, rey justo y pacífico, rico y glorioso. Designa al rey ideal del futuro, un rey mesiánico anunciado por los profetas. El salmo es una plegaria por el rey, un elemento clave para el ordenamiento social y sólo su gobierno justo podía ser garantía de abundancia y bienestar del pueblo. En este salmo se identifica al Mesías como Rey. Meditar este salmo nos hace bien para soñar con un mundo nuevo y mejor.

                De la carta de san Pablo a los Efesios 3, 2-6

                El capítulo 3 de esta carta a los cristianos de Éfeso está escrito en términos muy personales como si el autor de este escrito quisiese referir aspectos más personales de su misión como ser ministro del Evangelio.

                En primer lugar, hay una alusión al encuentro del camino a Damasco en la que Pablo vivió una experiencia fundamental con Jesucristo. En ese encuentro de Jesús con Pablo de Tarso se toca la razón y raíz de la misión apostólica del más grande de los evangelizadores que ha tenido el cristianismo. Así lo expresa: “…si es que conocéis la misión de la gracia que Dios me concedió en provecho vuestro” (v. 2). La acción misionera de Pablo siempre se orientó a la conversión de los gentiles al Evangelio de Cristo. Sus comunidades fueron fruto de su incansable servicio a la evangelización de los paganos. Sus desvelos de apóstol no tenían medida. Estuvo siempre dispuesto a todo con tal de ganarlos para Cristo.

                Continúa diciendo: “ cómo me fue comunicado por una revelación el conocimiento del misterio, tal como brevemente acabo de exponeros” (v.3). ¿A qué revelación se refiere? Sin lugar a dudas a la revelación del camino de Damasco (Ga 1, 16; He 9,15; 22,21) cuando escuchó  la voz sin ver a quien la pronunciaba: “Yo soy Jesús a quien tú persigues”.  A esta experiencia de revelación de la persona de Jesús, Pablo se referirá muchas veces en sus escritos. Y lo que allí se le reveló fue la persona de Jesús. El Pablo surgido de esta revelación será completamente un hombre nuevo, un discípulo valiente y generoso. “Todo lo soporto por Cristo, mi Señor” dirá.

                El misterio de Cristo, “un misterio que no fue dado a conocer a los hombres en generaciones pasadas. Ahora, en cambio, ha sido revelado a sus santos apóstoles y profetas por medio del Espíritu (v.5) sirve para indicar que Dios sigue confiando en los instrumentos humanos para dar a conocer el misterio de Cristo y a quienes mueve el Espíritu de Dios. Claramente hay una diferencia entre las generaciones pasadas y los predicadores de la Buena Noticia de Jesús. El misterio de Cristo permaneció oculto. “Ahora”, dice el apóstol, se revela el misterio de Cristo.

                Y concluye nuestro texto que el misterio no revelado a las generaciones pasadas es que los gentiles son coherederos con los judeo- cristianos “de la misma promesa cumplida en Cristo Jesús”(v.6). Así la obra redentora de Cristo no queda reducida a los márgenes de los judíos y de los cristianos convertidos sino que está destinada a la universalidad de los hombres. Esa vocación de los gentiles se revela en el Evangelio que anuncia Pablo.

                Del evangelio según san Mateo 2, 1-12

                  Estamos en el primer relato del evangelio de la infancia de Jesús, el del evangelio de Mateo. Se trata de la Adoración de los Magos. En realidad más que referirse a un relato encantador, el evangelista quiere destacar la misión salvífica de Niño que ha nacido en Belén, ofrecida a los paganos representados por estos peregrinos venidos de Oriente. Dicho de modo más adecuado celebramos hoy a Cristo, luz del mundo, y su manifestaciones a los pueblos del mundo. Y así como la luz ilumina y suprime la oscuridad, Cristo es luz  y donde está no hay tinieblas. Esta luz que es el Niño Jesús se presentó en Belén a un reducido grupo de personas: a María, a José y a los pastores. Ellos fueron partícipes del nacimiento de esta Luz en la sencillez más impresionante que podemos siquiera imaginar. El pesebre no es el mejor lugar para darse a conocer. Dios se “esconde, se anonada” en la profundidad de un nacimiento pobre entre empobrecidos de la tierra. “Una luz humilde, según el estilo del verdadero Dios”, dice el recordado Benedicto XVI.

                Veamos algunos detalles interesantes que nos ofrece el evangelio de hoy, Solemnidad de la Epifanía del Señor.

                Comienza Mateo diciéndonos que “Jesús nació en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes” (v.1). ¿De qué rey Herodes? Naturalmente de Herodes el Grande que reinó del 37 al  4 antes de nuestra era cristiana. Su reino abarcó las regiones de Judea, donde nació Jesús, junto a otras como Samaria, Galilea y otras. Esto significa que Jesús nació hacia 5 o 4 años antes de la era cristiana, ya que ésta comienza por error unos años después del nacimiento de Cristo. No hay otro Herodes que coincida con el nacimiento de Jesús sino el conocido Herodes el Grande. Si se dice que Jesús tenía 33 años al morir crucificado, hay que sumarle 5 o 4 años más para ser exactos, es decir, 37 o 38 años tenía Jesús cuando padeció muerte en cruz(BJ).

                Dice Mateo: “Unos magos que venían  del Oriente, se presentaron en Jerusalén” (v.1). ¿De qué Oriente se trata? Es una designación de un espacio muy genérica. ¿De dónde provenían estos sabios? Pueden provenir de Persia o Babilonia o el sur de Arabia (BJ). Nótese que no aparece indicado ningún número. Dice el texto: “Unos magos”. La tradición ha pensado en tres incluso dando  su nombres. Pero el evangelio que comentamos no dice nada de esto.

                Respecto a lo que los mueve a desplazarse es interesante a partir de la pregunta que hacen: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Es que vimos su estrella en Oriente y venimos a adorarlo”(v. 2). ¿Cómo comprender el tema de la estrella en el relato de Mateo? Un interesante dato nos ayuda: en la comparación del relato de los magos de Mateo con el relato de los pastores en Lucas nos damos cuenta que la estrella que guía a los magos tiene la misma misión que cumple el ángel que se aparece a los pastores. Y otra sorprendente constatación: no sólo los pobres y sencillos de la tierra como los pastores acogen el anuncio del cielo sino también los sabios de Oriente que van a adorar al Niño que ha nacido en Belén. Los pastores son judíos, es decir, miembros del pueblo elegido, de Israel y los sabios son extranjeros que vienen de lejos y del mundo de la ciencia. Y el anuncio del nacimiento de Jesús también llega a los sacerdotes y escribas del templo e incluso al mismo Herodes.

                Examinando los relatos de Mateo en comparación con el Lucas descubrimos que la Epifanía es la fiesta de la universalidad del mensaje cristiano. Todos se enteran de la buena noticia del nacimiento del rey de los judíos y cada uno asume diversas actitudes o respuesta ante el anuncio: los pastores (judíos pobres) y los sabios de Oriente obedecen, los primeros al Ángel y los segundos a la estrella que han visto.

                ¿Por qué llegan a Jerusalén los sabios orientales? Por la simple razón que pensaban que tratándose del nacimiento de un rey lo lógico era buscarlo en la ciudad donde estaba el rey.

                Finalmente los sabios orientales realizan el gesto de fe: “Cuando vieron la estrella  se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose le rindieron homenaje”(v.10 -11).

                Al hacer una lectura comprensiva del texto de Mateo se nos muestra la profundidad de los detalles en los cuales se expresan verdades fundamentales de nuestra fe. Y la estrella o el Ángel nos ayudan a comprender el lugar de la Palabra de Dios en la vida y salvación del género humano. En efecto, nuestra estrella o nuestro ángel es siempre el anuncio del inmenso amor de Dios por la humanidad. La Palabra de Dios ofrece una constante Epifanía del misterio más hermoso que buscamos como los sabios o como los pastores y sencillos de este mundo. Lo verdaderamente importante es encontrarnos con Jesús, el Salvador. Y hallándole tendremos luz, alegría, salvación y muchas ganas de presentarle nuestros humildes dones que son en primer lugar la propia vida, nuestra persona. Pongámonos en búsqueda y vamos al encuentro del Señor.

Un saludo fraterno en esta Solemnidad de la Epifanía del Señor.

Fr. Carlos A. Espinoza I., O. de M.

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