La Merced en Cuaresma
Provincia Mercedaria
de Chile

La Merced en Cuaresma

Jueves 29 de Febrero, 2024

 
La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión. Es un llamado a la reflexión para volvernos a Dios. Es un tiempo apropiado para limpiar o purificar nuestras faltas. Es una invitación para ser mejores discípulos y poder vivir, de esta manera, más cerca de Cristo.

La vida del ser humano tiene como uno de sus valores fundamentales la capacidad de cambio. Crecer es cambiar y cambiar, en el mejor de los sentidos, conlleva convertirse, esto es, reorientar y corregir, en lo que fuera preciso, el timón de nuestra vida. Lo que supone el cultivo de la libertad. Somos como somos y también como podemos llegar a ser. Pero la conversión o el cambio es una cuestión difícil y lenta. De hecho, se puede llegar a vivir en una especie de fatalismo y sumirnos en una desconfianza absoluta en las posibilidades de la naturaleza humana y en un conformismo que ahoguen cualquier impulso hacia la búsqueda de la gracia transformadora.

El tiempo de cuaresma viene a ser una llamada de atención que nos recuerda que nada ni nadie está perdido definitivamente. Durante este tiempo caminamos junto al antiguo pueblo de Dios por el desierto hacia la salvación de la tierra prometida. Se trata de la analogía, siempre viva, de la necesidad que el ser humano alberga de luchar para conseguir la libertad de alma y cuerpo, la libertad de la redención.

Para este combate la Iglesia nos ofrece tres armas:

El ayuno, esto es, la práctica voluntaria de abstenerse de los manjares de la tierra, no porque éstos sean malos, no por llevar a cabo una mortificación por la mera mortificación, sino como una pedagogía que nos haga caer en la cuenta del sentido profundo de la respuesta de Jesús al tentador: no solo de pan vive el hombre. Lo cual significa, entre otras cosas, dos principalmente. La primera es que el ser humano es un ser espiritual (de deseo) y no solo de necesidad (de instintos). La segunda, que el pan es de todos y que tenemos que saber compartirlo.

La oración se nos ofrece como instrumento que nos vuelva a recordar y a vivir nuestro ser criaturas. Dios nos ha creado por amor y nos espera por amor. De Dios venimos y hacia Dios vamos. La oración nos ayuda a restablecer nuestra relación con el Padre y a evitar, de este modo, la gran tentación de convertirnos en dioses y perder, con ello, el sentido de nuestra realidad. De ahí las palabras de Jesús al adversario: “No tentarás al Señor tu Dios”.

La limosna, la capacidad de compartir nuestra vida y bienes, debe brotar del convencimiento de que Dios y los tesoros de su creación pertenecen a todos sus hijos. El miedo (y el instinto) en la lucha de la supervivencia se convierte en egoísmo y en violencia y, por esto, estamos llamados a combatirlo con la actitud confiada de la solidaridad. “No se puede servir a Dios y al dinero”. Por eso Jesús replica a Satán: “Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás”.

El camino hacia la libertad, interior y exterior, es un combate siempre abierto, una meta siempre por alcanzar. La cuaresma es ese tiempo especial para tomar conciencia de las cadenas, de apariencia dulces y tranquilizadoras como las cebollas de Egipto, que nos atrapan y desvían del plan de salvación que Dios nos regala. Pongamos, pues, en Dios nuestro fracaso y liberémonos para poder ser libres para liberar.

 

Fuente: La Merced en la liturgia.



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