En este mes de noviembre, en que hacemos memoria de las huellas de santidad de tantos hermanos/as que han dado su vida en amor redentor y liberador, es importante acercarnos a ese origen de santidad que brotó en cada uno de ellos.
La santidad en cada uno de nuestros hermanos/as no deja de tener su origen en Dios, fuente de toda santidad.
Dios quiere hacer cercano su amor y su presencia a través de la consagración de nuestros hermanos/as que han respondido con generosidad confiada a Dios y a los hermanos, siempre en servicio de dar la vida. De Él han recibido el espíritu de gracia y santidad, que los ha movido con un enamoramiento profundo capaz de contemplar a Dios en la oración, en la eucaristía y en la caridad. Ese encuentro ha sido definitivo en el impulso recibido para entregarse en todo momento, con alegría generosa y confiada en su vivir cotidiano.
El fuego del Espíritu ha llenado sus almas, un fuego de amor y santidad que han querido irradiar desde el ejemplo evangélico de compromiso que han asumido con entera libertad y pasión en Jesucristo, modelo y clave de redención.
Ese fuego ha sido comunicado ejemplarmente en nuestro Fundador Pedro Nolasco. En su ejemplo han descubierto la perla preciosa de irlo a vender todo para que su pobreza les hiciera posible adquirir el amor redentor en cada uno de los rescatados y redimidos, colocándolos en libertad para ofrecer libertad. La fe plena solo se vive en libertad.
El perfume de santidad de cada uno de ellos es la fragancia que supera radicalmente la podredumbre del dinero y las pasiones que se corrompen inmediatamente, porque esta podredumbre no posee en sí el espíritu de Dios.
Ellos han sabido distinguir en su pobreza y amor dónde está la redención y liberación, para vivir el gozo de una fe que les ha abierto a una esperanza firme.
Su santidad tan fecunda ha dejado abiertos los cauces de la vida; ellos con su intercesión nos siguen alcanzando gracias, a los que aún somos peregrinos y caminamos entre penumbras, buscando este camino de verdad y salvación que nuestros santos mercedarios ya encontraron, llegando a la puerta de ingreso en Cristo a la eternidad del cielo.
Que ese fuego de gracia y santidad por el Espíritu Santo se derrame en cada uno de nosotros para que la pasión del Señor nos lleve a la concreción fecunda de liberación, ahí donde hay vidas y corazones destrozados, donde parece apagarse la llama de la fe.
Fuente: La Merced en la liturgia 2023-24.