Noviembre marca para la Orden de la Merced un tiempo de profundo recuerdo y oración dedicada a los fieles difuntos de la comunidad. Al hacer memoria de sus hermanos y hermanas que han emprendido el viaje hacia la casa del Padre, la Orden celebra la esperanza que la fe en Jesús Resucitado brinda. La muerte, en nuestra fe, no es un final, sino el camino a la vida eterna en plenitud que Cristo nos prometió.
Vivir en esperanza significa infundir un propósito elevado a la existencia humana y ofrecer un horizonte eterno que supera la finitud de la vida. Sin esperanza, el alma queda atrapada en un laberinto sin salida, mientras que con ella, se alza la mirada hacia la luz divina que brilla incluso en las tinieblas más densas. Así, la esperanza del creyente, a pesar de los desafíos humanos, se convierte en la fortaleza en el Redentor, quien es la roca inquebrantable. “Si con él morimos, viviremos con él; si con él sufrimos, reinaremos con él” (2 Tim 2, 11-12), declara la Orden con firmeza y devoción.
En nuestras Constituciones, respecto a esta fecha, viene señalado que “la caridad, que permanece siempre, ha de unirnos aún después de la muerte. Por eso, los hermanos que descansan en Cristo estarán siempre presentes en nuestra oración comunitaria y personal, y especialmente en el santo sacrificio de la misa, aplicándoseles los sufragios establecidos” (COM, 89).
En honor a esta tradición, la Orden establece diversas formas de conmemorar a sus difuntos. En noviembre y en fechas especiales, se ofrece una misa comunitaria dedicada a los religiosos, religiosas, terciarios, cofrades, cautivos, parientes y benefactores fallecidos. Adicionalmente, se celebra una misa de aniversario en los meses de febrero, julio y octubre, dedicando los otros ocho meses del año a orar por todos los fieles difuntos.
Además de los sufragios que pueden establecerse en los estatutos provinciales, aplíquense los siguientes: en el mes de noviembre y en el día señalado, conmemórese a los difuntos religiosos, religiosas, terciarios, cofrades, cautivos, parientes y bienhechores, aplicando una misa de comunidad y las oraciones y sufragios de ese día. Por la misma intención, la comunidad local celebre una misa de aniversario en febrero, julio y octubre, y, en cada uno de los ocho meses restantes, una misa por todos los fieles difuntos (NG, 57, 9°).
La oración mercedaria no solo es un recuerdo por quienes dedicaron su vida al servicio en esta familia, sino también un acto de caridad hacia aquellos que han partido sin nadie que los recuerde. La comunidad pide por el descanso y la paz de sus almas, confiando en que, junto a María y todos los santos, alcancen la plenitud en el Reino prometido.
Fuente: Secretaría Pastoral Provfincia Mercedaria de Chile.
