El título de "Redentor" atribuido a Cristo Jesús es central en la teología y espiritualidad bíblica. Este término deriva del latín "redemptor", que significa "el que compra de nuevo" o "el que rescata". En el contexto cristiano, se refiere al acto salvador de Jesucristo, quien, mediante su vida, pasión, muerte y resurrección, redime a la humanidad del pecado y la lleva, por medio del derramamiento y la ofrenda de su preciosísima sangre, a la reconciliación con Dios (1 Pe 1).
Según la enseñanza de la Iglesia, el estado de pecado original, condición heredada de nuestros primeros padres, introdujo el pecado y la muerte en el mundo, haciendo que el ser humano se viera cautivo del pecado, el mal y la muerte, experimentando la conciencia de la lejanía y la separación del Padre Dios, quien era la fuente de su auténtica libertad. La redención se vuelve necesaria porque la persona humana, afectada por el pecado, no puede restaurar esta comunión con Dios y la libertad de que gozan sus hijos por sí misma. Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es enviado por el Padre para llevar a cabo esta misión redentora, que se hace efectiva por obra y gracia del Espíritu Santo, a través de la Iglesia y los medios que en ella y más allá de sus límites institucionales Cristo ha regalado a la humanidad. Su sacrificio en la cruz es el acto supremo de amor y obediencia, cumpliendo la voluntad del Padre y ofreciendo su vida como rescate por muchos (Mt 20, 28).
La Carta a los Romanos (3,23-24) resume este misterio: "todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, pero son justificados gratuitamente por su gracia mediante la redención realizada en Cristo Jesús". La redención no es meramente una transacción legal, sino un don gratuito de la gracia divina. Cristo, al asumir la condición humana, se solidariza con nosotros en nuestra debilidad, y al resucitar, nos abre las puertas a la vida eterna.
Esta redención se actualiza y se hace efectiva a través de los sacramentos, especialmente en el bautismo y la Eucaristía. Al participar en la Misa, los fieles celebran y actualizan el sacrificio redentor de Cristo, recibiendo su cuerpo y sangre como alimento espiritual y fuente de gracia y libertad, que a su vez los asemeja al Redentor para hacer de sus propias vidas, tanto personal como comunitariamente, una ofrenda por la libertad de los cautivos y sufrientes de hoy.
Afirmar que Cristo es nuestro Redentor significa reconocer que su encarnación, pasión, muerte y resurrección son el fundamento de nuestra salvación. Su amor incondicional y su obediencia al Padre nos liberan del poder del pecado y nos reconcilian con Dios, dándonos esperanza y la promesa de la vida eterna. Unámonos a Él e imitémosle en su entrega por quienes necesitan, hoy más que nunca, escucharel mensaje esperanzador del del Evangelio y experimentar el amor de Dios, que liberta y lleva a una vida de abundancia (Jn 10, 10).
Fuente: Secretaría Pastoral Provincia Mercedaria de Chile.
