El 17 de enero de 1235, en la Casa de Santa Eulalia de Barcelona, la Orden de la Merced vivió un hito que cambiaría para siempre su historia. Bajo la bula Devotionis vestrae del Papa Gregorio IX, la Santa Sede confirmó oficialmente a la Orden como parte de las instituciones religiosas que seguían la Regla de San Agustín. Este acto selló la transición de una comunidad local a una orden con proyección universal, destinada a llevar el mensaje de redención a todos los rincones del mundo.
El breve pero significativo texto de la bula destaca la profunda espiritualidad y compromiso de la Orden:
"Gregorio obispo, siervo de los siervos de Dios: A los amados hijos, el maestre y los frailes de la casa de santa Eulalia de Barcelona. Inclinados por preces de vuestra devoción, os concedemos, con toda nuestra autoridad que, puesto que todavía no habéis abrazado ninguna de las reglas aprobadas, podáis profesar la de san Agustín. Dado en Perusa, el 17 de enero de 1235, en el año octavo de nuestro pontificado."
Esta aprobación pontificia no solo representó un reconocimiento eclesial, sino también una señal de confianza en la misión de la Orden, liderada por el Maestre Pedro Nolasco y su comunidad. La adopción de la Regla de San Agustín cumplía con las directrices del IV Concilio de Letrán (1215), que promovía la organización y cohesión de las órdenes religiosas.
El momento fue crucial para una Orden nacida con el propósito de redimir cautivos y anunciar la libertad a los oprimidos. Su incorporación oficial a la vida religiosa institucional fortaleció su carácter canónico, sentando las bases para su expansión y misión universal.
Hoy, este capítulo en la historia mercedaria resuena como un recordatorio de la fuerza transformadora de la fe y del compromiso con una causa noble. Desde aquella confirmación en la Casa de Santa Eulalia, la llama de la redención sigue viva, iluminando corazones y cruzando fronteras.
Fuente: Secretaría Provincial Provincia Mercedaria de Chile.