Comentario Religioso del Evangelio. Quinto Domingo durante el año
Provincia Mercedaria
de Chile

Comentario Religioso del Evangelio. Quinto Domingo durante el año

Sábado 08 de Febrero, 2014

 
"Una fe verdadera se traduce siempre en un compromiso visible y concreto con el estilo de vida que Jesús nos propone. Las tres lecturas de este domingo nos conducen a la misma conclusión: la fe produce frutos de vida nueva siempre vinculados a la fraternidad".

QUINTO DOMINGO DURANTE EL AÑO

 

Textos:  Isaías 58, 7 – 10

             Salmo 111, 4 – 9

             1Corintios 2, 1 – 5

             Mt 5, 13 – 16

 

                “La Eucaristía debe ser la fuente y la cumbre de la Nueva Evangelización. Los Padres sinodales instan a todos los fieles cristianos a renovar su comprensión y su amor por la celebración eucarística en la que sus vidas quedan transformadas y unidas a la ofrenda de la propia vida en Cristo para la gloria de Dios Padre y la salvación del mundo entero. Aunque existe una tensión entre el domingo cristiano y el secular, es necesario recuperar el Domingo para la Nueva Evangelización, tal como enseñaba el Beato Juan Pablo II en Dies Domini. El Domingo con su carácter sagrado y especial, unido a la Misa debe ser el centro de la vida católica”, dice la Proposición 34 del Sínodo de la Nueva Evangelización para la transmisión de la fe, convocado por Benedicto XVI.

                Esta invitación tiene plena vigencia. El Papa Francisco la reitera fuertemente en su Evangelii Gaudium. Y con cuánta razón, porque sin vida eucarística no crece en el cristiano y en la comunidad la vida nueva del Resucitado. Se nos viene inmediatamente la imagen del sarmiento y la vid. Tiene que estar unido al tronco para que el sarmiento de fruto abundante. Intentar construir una vida cristiana lejos de Cristo y sin unidad profunda con Él no es más que una ilusión espiritual. Cada Domingo es volver a vivir esta dimensión tan esencial entre el discípulo y la comunidad discipular con su Señor  y Maestro.

                ¿Qué mensaje nos comunica hoy el Señor a través de su divina Palabra? Veamos brevemente las lecturas  bíblicas de este quinto domingo durante el año.

                La primera lectura está tomada del llamado “Tercer Isaías”, capítulos 56 – 66, ha sido considerada como obra de algún otro profeta llamado así. Nuestro texto de hoy está tomado del oráculo de la época posterior al exilio babilónico y se refiere a las prácticas religiosas del pueblo escogido. El autor invita a vivir un proceso de interiorización de las prácticas religiosas que corren siempre el peligro de quedarse en su aparataje exterior. Un auténtico sentido de la relación con Dios pasa por el compromiso real y concreto con el prójimo, sobre todo, necesitado. No puede ser auténtica una religión cuyos seguidores  “ayunan entre litigios y pleitos, repartiendo golpes de malas maneras”. El ayuno que agrada a Dios es “romper las cadenas injustas, soltar las coyundas del yugo, dejar libres a los maltratados y arrancar todo yugo”. Una fe católica verdadera se expresa en la práctica de la justicia que Dios quiere como primera condición. Esto implica una serie de compromisos muy concretos en el trato, consideración y acogida del prójimo que vive “próxim” a uno. Dios no quiere rezadores y ritualistas que hacen de su fe un espiritualismo vacío, carente de práctica fraterna del mandato principal. La advertencia tiene siempre mucha actualidad en el creyente y en la comunidad cristiana.

                La segunda lectura de San Pablo a los cristianos de Corinto está dentro del contexto de las divisiones que había dentro de la Iglesia de Corinto. Es el mismo Apóstol que recuerda el modo como evangelizó, no con sabiduría humana sino con la sabiduría de la Cruz de Jesucristo. Mientras la primera se fía de los razonamientos humanos, la segunda participa de la debilidad del Crucificado que sí tiene poder para salvar. Es el poder de Dios que se manifiesta en la debilidad de la cruz que logra la salvación del hombre y no los discursos humanos tan llamativos pero sin poder de cambiar el corazón del hombre. La fe no se fundamenta en razones humanas sino en el poder de Dios manifestado en el Crucificado resucitado, quien ha vencido el poder de la muerte y del pecado, los dos grandes enemigos de la felicidad del ser humano.

                El evangelio de San Mateo que hoy leemos está dentro del contexto del Sermón de la Montaña o Discurso evangélico en que Jesús expone el nuevo espíritu del Reino de Dios. Es considerado el programa de vida de un discípulo auténtico de Jesús. Dos son las imágenes que emplea el Señor para referirse a la identidad de sus discípulos: la sal y la luz. La declaración es muy  solemne: “Ustedes son la sal de la tierra.. Ustedes son la luz del mundo”. De la sal la imagen se refiere a la capacidad de sazonar que tiene este elemento material y de la luz su capacidad de iluminar a todos los que están en la casa. Si la sal y la luz no cumplen propiamente su finalidad que es sazonar e iluminar respectivamente, ya no sirven para nada. Todo esto se aplica al discípulo que, como la sal, debe impregnar la realidad donde vive y actúa con el  sabor del  evangelio. Del mismo modo, como la luz que se pone en el candelero para que ilumine, el cristiano está en un destacado lugar para que ilumine a los demás con la luz de Cristo.

                Una fe verdadera se traduce siempre en un compromiso visible y concreto con el estilo de vida que Jesús nos propone. Las tres lecturas de este domingo nos conducen a la misma conclusión: la fe produce frutos de vida nueva siempre vinculados a la fraternidad. Un cristiano comprometido con su fe le hace mucho bien al mundo, mientras que uno mediocre y tibio sólo acarrea desgracia. Renovemos pues nuestro compromiso con Cristo y ayudemos a mejorar este mundo para que sea siempre un hogar más digno de los hijos e hijas de Dios.

                Encomendémonos a la Virgen María que fue consecuente con su fe para que el mundo de hoy no se vea privado del testimonio de cristianos y cristianas más creíbles, convencidos y convincentes.

                El Señor les bendiga y hasta la próxima. Fr. Carlos A. Espinoza I., O. de M.         

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