SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS
El regalo de Dios.
Lecturas:
Libro de los Hechos de los Apóstoles 2,1-11.
Salmo 104(103),1ab.24ac.29bc-30.31.34.
Carta I de San Pablo a los Corintios 12,3b-7.12-13.
Evangelio según San Juan 20,19-23.
Hoy Domingo de Pentecostés nos encontramos como Iglesia celebrando la gran fiesta del Espíritu. Este día es el cual permite a toda la comunidad la comprensión del misterio salvífico de Jesucristo. Es el día donde el discípulo se hace consciente de su vida y misión. Es hoy cuando toma sentido nuestro ser discípulo-misionero. Pues la venida del Espíritu Santo, la irrupción donada del Espíritu de Dios es la que posibilita la comprensión no sólo del seguimiento, sino también hacernos conscientes que en nuestra naturaleza cristiana está escrita la identidad de una misión.
Ahora bien, decimos que celebramos la fiesta del Espíritu Santo, pero ¿quién es el Espíritu Santo? ¿de donde sale esta realidad nueva en la vida del creyente? La respuesta la encontramos en la misma historia de relación entre Dios y el hombre, la encontramos de modo expreso en el mismo mensaje de Jesús, pues el Espíritu Santo es nada menos que el Espíritu de Dios; es decir, el Espíritu de Jesús y el Espíritu del Padre. El es la presencia del Dios Trinidad en medio y con nosotros. Él es la promesa cumplida del Señor cuando nos dijo: “Miren que estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20).
Por eso es tan importante esta fiesta de Pentecostés, pues la celebración litúrgica que vivimos este Domingo nos hace explícitamente protagonistas de una acción de Dios y una realidad en sus hijos. La acción de Dios se expresa claramente en las lecturas que la liturgia de la Palabra dispone para este día: Dios dona a su comunidad el Espíritu Santo; Dios no se guarda la salvación como una especie de producto que vino a mostrar en Jesús, sino que regalándola en Él, nos hace partícipes de ella haciéndonosla vivir desde la presencia de su Espíritu. La salvación ha sido regalo de Dios y sigue siéndola en la medida que en la vida de cada uno de sus hijos se hace realidad desde la apertura al Espíritu, aquí es donde está presente la otra perspectiva de este día, la de nuestra disposición creyente.
Por eso entonces en Pentecostés por un lado conmemoramos la venida del Espíritu Santo a la Iglesia, a nuestra familia, pero a su vez es instancia donde rogamos para que ese Espíritu de vida y de verdad, se derrame en el corazón de cada uno de nosotros que con anhelo lo esperamos y con fuerza lo acogemos, pues sólo desde ese regalo y esa aceptación gratuita se hace vida nuestra santificación. En otras palabras, somos santos en la medida que aceptamos el regalo del Espíritu Santo, pues no nos hacemos santos solos, es desde Dios y con Dios que nuestra vida cobra plenitud.
La idea recién expuesta es lo que San Pablo con tanta fuerza nos recuerda en la carta a los cristianos de Corinto, podemos decir Señor solo por que el Espíritu Santo nos permite hacerlo en nuestro: “Nadie puede llamar a Jesús "Señor", si no es bajo la acción del Espíritu Santo”
¿Cómo actúa el Espíritu Santo en nosotros? ¿cómo es eso que por Él nos hacemos santos? Nuevamente la respuesta está en la Palabra de Dios, el Espíritu Santo se va derramando en cada uno de nosotros con sus gracias, con sus dones, frutos y carismas (1 Cor. 12, 3-7. 12-13). Todos estos son regalos del Espíritu Santo; es decir, cosas que recibimos de gratis, como un obsequio que sin merecerlos nos permite vivir el seguimiento de Jesucristo con heroísmo, con alegría, con gozo, en Paz. Pues siendo regalos del Espíritu Santo, son auxilios para esta vida que nos toca caminar.
Otro elemento que es digno de reflexionar en este Domingo de Pentecostés es la vida nueva de la comunidad con el Espíritu Santo que se ha donado. Evidentemente no se trata de una nueva experiencia a la cual estuvo convocada sólo la primitiva comunidad cristiana, sino también hoy esa es una realidad en nosotros. Hoy también se hace vida el regalo y la aceptación del Espíritu, pues hoy también tu estás invitado como yo, a ser santos y compartir la Buena Nueva del Reino.
Es cosa de recordar cómo eran los apóstoles antes de Pentecostés. No se trata de hombres que con valentía lideraban la marcha del pueblo, vemos más bien unos hombres temerosos y tímidos; de hecho al comenzar la persecución contra Jesús desaparecieron y se dispersaron. No quedaron para, como se dice coloquialmente, “colocar el pecho”, todo lo contrario arrancaron. Y quizás es legítimo pensar una actitud así, también es bueno recordar que habiéndolo dejado todo habían visto el aparente “fracaso” del maestro. Aparte de esto, eran bastante torpes para comprender las Escrituras y para entender las enseñanzas de Jesús, tanto así que en algunos momentos Jesús les tuvo que reprender porque no terminaban de entender lo que les decía.
Fue esto lo que cambió hoy, fue esta realidad la que se hizo nueva el día de Pentecostés. El regalo del Espíritu hizo en ellos un cambio radical: luego de recibir el Espíritu Santo, cambiaron totalmente: se lanzaron a predicar sin ningún temor y llenos de sabiduría divina, pues ese día comprendieron que verdaderamente el Señor ha triunfado, el Señor ha resucitado.
¿Y nosotros? ¿prefieres quedarte cómodo y arropado en el sillón del peregrinaje de tu fe? ¿o asumes la invitación que hoy te hace Jesús con tremendo regalo de su Espíritu?
Que hoy sea un recobrar las fuerzas en el Espíritu de Dios que se nos da. Sea la instancia para salir y aventurarnos en lo siempre nuevo que te pide el Señor. Que nuestra suficiencia no nos deje tranquilos, pues aún hay mucho que hacer, sobre todo hay mucho que compartiry regalar: la paz y alegría de Dios. Fue eso lo que el Resucitado invitó a vivir a su comunidad, a nosotros también hoy nos llama a compartir ese gozo.
Que el canto tantas veces repetido, sea una realidad en nuestra vida “Hey, tu que haces nuevas todas las cosas”
Que Dios les bendiga. Buen Domingo.
P. Ramón Villagrán O. de M.