Estimados hermanos
Como familia mercedaria celebramos la fiesta de Cristo Redentor y no quisiera dejar de pasar la oportunidad para detenerme en algunas consideraciones en torno a lo que celebramos.
La Orden de la Merced se entiende, desde lo más profundo, como presencia liberadora de toda opresión y por tanto respondiendo a la gran liberación que realiza Cristo. Desde esta perspectiva, y así lo han entendido los primeros mercedarios, implicarse en la obra redentora es cumplir parte de la única obra de redención, la que realiza el mismo Jesús.
En este sentido es preciso señalar, que la redención de Cristo viene a ser para los cristianos el eje estructurante de la historia, entendiendo al Redentor, como aquel que nos rescata y nos salva, dando sentido a todo lo humano. La salvación dota a nuestra condición humana de esa plenitud que la realidad fragmentada del pecado nos impide vivir.
Pero ¿de qué nos salva?. Antes de responder es preciso comprender que el Salvador-Redentor único y definitivo es Cristo, fuera de él no hay salvación posible: “El que cree en Él se salva; el que no cree se condena” (Jn 3, 18; 12, 48). Por lo tanto, estamos claros que sólo Él es camino y la única verdad salvíficas.
También digamos que Cristo viene a mostrarse como Salvador-Redentor, no como lo esperaban algunos judíos de su tiempo, redentor político o social, sino como el “Siervo de Yahveh”, es decir, la redención entendida por el camino del sufrimiento. De aquí la gran disputa con fariseos y maestros de la ley, celosos custodios de la “norma”, incapaces de entender el camino de la cruz. Camino que tampoco entendieron los zelotes, defensores de la libertad de Israel, pero incapaces de entender que el seguimiento de Cristo no es ideología.
Podemos por tanto decir que la salvación del Redentor, nos salva de una fe que se vive desde el formalismo de una ley carente de sentido, indicando que la única libertad es la que se verifica en el amor al prójimo como auténtico amor a Dios.
Nos salva de encerrarnos en un espiritualismo ajeno a la realidad del mundo y que desconoce que precisamente la redención comienza en la encarnación.
Nos salva de vivir en una religiosidad ajena a la verdad del sufrimiento, es decir, desconectada de las pobrezas de nuestros prójimos.
Nos salva de querer convertir las “piedras en panes”, pensando que la fe la evidenciamos solamente desde un compromiso social.
Quisiera humildemente invitarlos a entender la profundidad del hecho de ser salvados. La redención que nos ofrece el Señor nos llama a vivir con una fe que nos impliqua tener los pies muy bien puestos en la tierra, pero sin dejar de mirar el horizonte de la promesa: “Sopesar la realidad humana, comprender con los ojos de la fe y llevar a la práctica el discipulado”.
Necesitamos como comunidad mercedaria, que tiene a Cristo Redentor como modelo, renovarnos en la fidelidad a Jesucristo y su Espíritu, para evitar caer en la indiferencia de la comodidad. Debemos ser capaces de dar testimonio del amor universal de Dios, que no duda en entregarse por todos.
Termino con un texto del Documento de Aparecida que nos ayuda a renovarnos y motivarnos en la misión redentora: “la evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana…conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo”(Nº29)
Para todos un fraternal saludo, que podamos vivir esta fiesta de Cristo Redentor con la alegría de quien se sabe salvado y experimentando un kairós que nos abre la ventana a la esperanza.
En Cristo,
Fr. Ricardo Basilio Morales Galindo, O. de M.
Provincial
Imagen: "Descenso a los Infiernos y Aparición del Resucitado" de Rupnik