Comentario Religioso. Cuarto Domingo de Adviento
Provincia Mercedaria
de Chile

Comentario Religioso. Cuarto Domingo de Adviento

Sábado 22 de Diciembre, 2012

 
El cuarto domingo contempla el misterio de la Encarnación de Dios en María; el mensaje: una preparación profunda del misterio de la Navidad

COMENTARIO RELIGIOSO

Domingo 23 de diciembre

 

IV Domingo de Adviento

Lecturas: CICLO C

1 Lectura: Miqueas 5, 1-4

Salmo: 79,2-3.15-16.18-19

2 Lectura: Hebreos 10, 5-10

Evangelio:            Lucas 1, 39-45

 

            Ya nos encontramos en la antesala más próxima de la celebración del Misterio de la Encarnación (Natividad del Señor), pues el IV Domingo de Adviento nos coloca en el umbral de la fiesta de Navidad; frente al pesebre de Belén nuestro corazón se llenará otra vez de alegría para hacer memoria de ese acontecimiento que renovó la historia humana y que nuevamente se hace regalo a cada uno de nosotros. ¡Dios viene a nuestro encuentro, Él que hace nueva todas la cosas!

            El mensaje que la Palabra de Dios nos trae en este Domingo, no hace sino enmarcarnos en una perspectiva más cercana al misterio de la Navidad, pero sobre manera, nos coloca en una orientación más decisiva de lo que significan las consecuencias que tan grande misterio trae para la vida del hombre, y evidentemente para nosotros las repercusiones son maravillosas. En el Evangelio, como en las lecturas que le anteceden, tendremos como nota característica esta alegría que porta la venida del Señor, pero a su vez impele de modo especial la disposición del creyente.

             El profeta Miqueas que escuchamos en la primera lectura, hace notar como la voz de Dios – del cual es su portavoz – invita al pueblo a comprenderse nación elegida. Es Dios quien ha hecho proezas desde su bondad, pues sólo Él es capaz de sacar renuevos desde lo que aparentemente no le es posible. ¿De la pequeñez de un clan, podemos pensar que venga un líder para una gran nación? A los ojos del hombre, puede resultar difícil, por no decir imposible, pero es en esa precisa pre-comprensión humana donde Dios hace vida su paradoja de bondad. Del aparente fracaso, Dios saca la victoria. “Y tú Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti, me nacerá el que debe gobernar a Israel”.

             No sólo podemos observar que Dios es para el creyente, y para el hombre en general, la vida renovadora de su historia, sino también desde el mundo veterotestamentario se nos recuerda que cuando Dios actúa en el caminar de la humanidad, le permite a ésta entender y vivenciar su originalidad primigenia, la de ser en relación. Los acontecimientos que ha vivido el pueblo judío, no lo ha dejado impávido ni mucho menos carente de consecuencias, por lo pronto ha dispersado a los hermanos. ¿no es acaso también nuestra experiencia en la actualidad? ¿no es realidad que el mundo, cuando más medios nos coloca a disposición para comunicarnos, nos ha ensimismados y nos ha vuelto más individuos interconectados que personas relacionadas? Pues bien, Miqueas nos recuerda que la entrada del Mesías, trae alegría, pero una alegría sustentada en el encuentro humano, en la relacionalidad de los hermanos. “entonces el resto de sus hermanos volverá junto a los israelitas”

             Otra idea fuertemente expresada en la Liturgia de la Palabra, es la que nos plantea la lectura tomada del libro de los Hebreos. La nueva comprensión del creyente, del cristiano, ya no pasa sólo por no tener cabida la espera mesiánica desde la incertidumbre, o bien desde una espera hacia la victoria y triunfo guerrero, sino que se vive una relación nueva y creativa, donde la victoria y el triunfo se traducen en certeza de resurrección, de vida regalada, de entrada de lo Absoluto en la contingencia humana y eso no puede sino crear también una nueva forma de entender el tributo y el sacrificio. La conciencia del cristiano, se traduce en comprender la relación con Dios desde la entrega generosa de la propia vida, a imitación de la única entrega, del gran y único sacrificio de Jesucristo, quien entregando su vida, llevó a cabo el gran misterio de amor del Padre: “Y en virtud de esta voluntad quedaron santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo”.

             La alegría y gozo del Adviento, este Domingo viene representada en la figura de la Virgen María, es ella quien aceptando la voluntad de Dios, permite con su “fiat” la entrada de Dios con rostro humano, Jesucristo. Es ella quien no se queda con el regalo de la vida depositado en sus manos, sino que corre presurosa a entregarlo a su parienta Isabel. Es María la que experimentando con fuerza la visita y morada de Dios en su vida, la comparte con su familia.

             Miremos este Domingo el misterio de la Navidad, como oportunidad de renovar nuestra esperanza, profundizar nuestra alegría, pero sobre todo la instancia para fortalecer nuestra acción misionera. No debemos esperar que pertenezcamos a algún grupo misionero o partir a algún lugar de misión para compartir la fe. Seamos operativos en la entrega en forma inmediata, no esperamos para entregar la alegría de la Buena Noticia a otros hermanos.

             En un mundo de urgencias y competencias, contemplemos e imitemos la actitud de María, esperanzada es capaz de correr y entregar su fe. Es peregrina del amor cristiano. Hoy, evidentemente la sociedad y por cierto nuestra Iglesia está necesitada de hombres y mujeres que testimonien la santidad de Dios en el gozo de su vida.

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