DOMINGO 28° DURANTE EL AÑO
Textos:
Is 25, 6 -10 “El Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros”
Sal 22, 1-6 El Señor nos prepara una mesa
Flp 4, 12-14. 19-20 “Yo lo puedo todo en Aquél que me conforta”
Mt 22, 1 -14 “Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren”
Hoy termina la Semana de la Familia y sigue el Sínodo de la Familia en Roma. Se puede seguir reflexionando todo el mes acerca de esta esencial realidad donde Dios quiere que la persona humana se forme y desarrolle. El Catecismo de la Iglesia Católica considera dos sacramentos con dimensión social: el sacramento del matrimonio y el sacramento del Orden Sagrado. Y con toda lógica. Porque los esposos construyen una realidad que está directamente vinculada con la sociedad civil y con la Iglesia. El amor conyugal de un hombre y una mujer no se agota en el aspecto interno de ambos sino que es ya una célula social, una “iglesia doméstica”. Su sentido trasciende su fines puramente individuales. Al igual que el ministerio sacerdotal es por esencia una forma de servicio a la comunidad muy importante. Nadie es sacerdote para sí mismo; el sacerdote es siempre para los demás y su cometido es ser instrumento de esa relación del hombre y de los hombres con Dios. La familia cristiana necesita ministros consagrados y la Iglesia necesita matrimonios y familia que sean núcleos de vida evangélica, ya que toda vocación nace y se gesta en el corazón de una familia que tiene a Cristo por centro.
Contemplemos la Palabra de Dios que hoy se nos ofrece en la “mesa de la Palabra” y comamos el pan “en la mesa eucarística”. Veamos los textos sagrados de hoy.
La primera lectura, tomada del profeta Isaías, nos prepara para comprender el evangelio de hoy. El capítulo 25, 1 – 12 es un canto de acción de gracias por diversos motivos, por la victoria del Señor sobre los enemigos de Israel; el profeta anima, reconforta y levanta el ánimo de la gente que vive situaciones muy difíciles. En medio de éstas su voz se alza como consuelo y esperanza porque “la mano del Señor se posará en este monte” que hoy está asediado por los enemigos. Y en este clima espiritual nos encontramos con el texto que hoy nos ofrece la primera lectura de la misa. El tema del banquete o festín ya no lo pueden ofrecer los hombres ni siquiera como promesa. Sólo Dios puede hacer esta promesa. Un festín abundante en manjares y vinos siempre está en los deseos de la humanidad pero no llega casi nunca a realizarse. Sólo Dios puede ofrecer una mesa abundante a todos los pueblos de la tierra. La historia humana está repleta de promesas y diagnósticos pero la porfiada realidad sigue señalando el dato durísimo que hay una gran cantidad de pueblos que no tienen acceso a la mesa; sólo unos poquitos se sientan a gustar la abundante mesa de los bienes. Sólo el Señor puede arrancar el velo que cubre la conciencia de los pueblos, ya empobrecida. Y sólo entonces podremos celebrar y festejar la salvación y eso sólo cuando el Señor habite en medio de nosotros. La esperanza no se agota y seguimos caminando bajo la luz de la fe.
La segunda lectura, tomada de la carta a los Filipenses, es una necesaria exhortación a mantener viva la esperanza en medio de nuestras estrecheces no sólo económicas sino también humanas, espirituales, morales, fraternas. Así San Pablo nos ofrece su propia experiencia humana y cristiana. Resaltemos ese postulado de la existencia cristiana:”Yo lo puedo todo en Aquél que me conforta”. ¿Es acaso el cristiano un superhéroe? No, de ninguna manera. Se trata de vivir las pellejerías humanas como cualquier hijo de vecino pero con una confianza irrevocable en Cristo que también las vivió, aunque no en el pecado. Pero no todo es privación y dificultad. El Señor pone a nuestro lado las generosas manos de los otros que nos ayudan a llevar la cruz cada día. Y cuando se vive en verdadera hermandad los sufrimientos y las alegrías tienen otro sabor, el de Cristo. ¿Acaso no es vital formar parte de una fraternidad? Allí en la reunión de los hermanos está Cristo presente y haciendo posible que todos seamos confortados, aliviados y ayudados.
El evangelio de San Mateo, el banquete de bodas, nos ofrece una respuesta a la pregunta acerca del reino de Dios. Jesús usa su extraordinaria capacidad de enseñar en parábolas, esas historias sencillas que sus oyentes podían perfectamente comprender su enseñanza. La parábola tiene dos partes: los invitados al banquete en los versículos 1 – 10 y el comensal que no lleva el traje adecuado en los versículos 11 – 14. Trata de un banquete de bodas del hijo de un rey quien comparte esa alegría con otros, los invitados. Descubrimos dos tipos de invitados: entre los primeros están los que se autoexcluyen y argumentan como excusa sus intereses personales. Incluso entre estos invitados hay asesinos. Son dueños de campos y negocios. La enseñanza es clara: no son dignos del Reino porque han rechazado la propuesta de Dios, su libre y generosa invitación a la salvación. Los segundos invitados están en los cruces de los caminos, son malos y buenos, de tal modo que la sala del banquete se llena de estos nuevos invitados que no estaban inicialmente invitados sino excluidos. Éstos aceptan y acogen con gozo la inesperada invitación al Reino que Dios les dirige a través de sus enviados, los predicadores del Evangelio. La segunda parte de la parábola contiene un elemento nuevo como es la presencia del rey en la sala de los invitados. El rey hace un juicio sobre cada uno de los invitados al banquete. Para entrar en el banquete del Reino es necesario abrazar un estilo de vida que ponga en práctica las enseñanzas de Jesús. Es el sentido del traje de bodas. Y así entendemos que “muchos son los invitados y pocos los elegidos”. La enseñanza es clara y contundente: la Iglesia puede estar llena de cristianos (invitados) pero pocos viven el estilo de vida evangélico de Jesús (elegidos). Porque entrar al banquete definitivo del Reino supone vivir el evangelio día a día, sin excusas. Lo que convierte a los invitados en elegidos es el amor, la entrega, el seguimiento de Jesús, el perdón de las ofensas, etc. con que hagan visible su vida cristiana. Sería bueno volver a leer Mt 25, 31 – 46.
Que tengan un buen día del Señor y una semana de generosa entrega al Señor y a los demás bajo la protección de Nuestra Madre de la Merced. Fr. Carlos A. Espinoza Ibacache.