SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
“VIMOS APARECER SU ESTRELLA Y VENIMOS A ADORARLE”
Textos:
Is 60, 1-6 “Las naciones caminarán a tu luz”
Sal 71 ¡Pueblos de la tierra alaben al Señor!
Ef 3, 2-6 “También los paganos participan de una misma herencia”
Mt 2, 1-12 “Vimos aparecer su estrella y venimos a adorarle”.
Mientras en Occidente nacía la fiesta de la Navidad en el siglo IV, en Oriente se creaba la fiesta de la Epifanía del Señor en fecha 6 de enero con el objetivo de cristianizar la celebración pagana del Sol naciente. Epifanía o Teofanía nos indica que es la manifestación o iluminación que significa el Nacimiento de Jesús para los pueblos paganos. Esto explica que la Epifanía no sólo se refiera al encuentro de los tres reyes con Jesús sino también tenga vinculaciones con el Bautismo de Jesús e incluso con las Bodas de Caná. Porque estos episodios son profundamente manifestación de la divinidad del Señor. La Palabra de Dios de este domingo de la Epifanía será como una antorcha que nos guíe al descubrimiento del misterio del Salvador que ha nacido.
La primera lectura bíblica está tomada del profeta Isaías (60, 1-6). Como ya hemos dicho en otra oportunidad, se trata de esa sección del Libro de Isaías (cc.56 – 66) que contiene la intención de mantener viva la esperanza en medio de no pocas dificultades que viven los retornados del destierro babilónico a su tierra. Nuestro texto de la primera lectura describe el esplendor y el gozo de Jerusalén porque vuelve a estar habitada por la gloria del Señor y se llena de los retornados del cautiverio. El retorno a la tierra que había sido abandonada, es expresado en potentes imágenes como la luz, la gloria del Señor, el resplandor de la aurora, la alegría radiante, el corazón ensanchado y las caravanas de los pueblos que serán atraídos por este resplandor y traen abundancia de regalos y riqueza. Todo ello centrado en la presencia del Señor que se manifiesta en esta nueva y esperanzadora realidad. Es evidente que sobresale la luz como símbolo de salvación y de amanecer de una nueva etapa en la historia, una nueva época. Estamos ante la nueva Jerusalén, la ciudad de los redimidos del Señor. Se destaca el contrate del resplandor de Jerusalén y las tinieblas que cubren la tierra o la oscuridad que envuelve a los pueblos. Este mundo está en las tiniebla.
La segunda lectura tomada de la Carta a los Efesios (3, 2-6) nos ofrece el testimonio de San Pablo como misionero o evangelizador de los paganos. Para el Apóstol no se trata de una función o ministerio humano sino de una auténtica revelación de Dios acerca del misterio que se ha mantenido oculto por siglos. El gran misterio o secreto es el plan de Dios de salvar también a los paganos a través de Jesús, el Mesías. En efecto, la historia de Israel muestra cuán difícil era para el pueblo elegido integrar en el mismo don a los paganos. Se habla del exclusivismo de la salvación sólo para Israel. Pero la belleza del mensaje cristiano es inseparable de la universalidad de la redención. No es posible encerrar a Jesucristo en los márgenes de la Iglesia. Y San Pablo fue un valiente defensor de esta verdad. “Este misterio no se dio a conocer a los hombres en las generaciones pasadas; sin embargo, ahora se ha revelado a sus santos apóstoles y profetas inspirados”. ¿En qué consiste esta revelación o epifanía? Contesta San Pablo: “Por medio de la Buena Noticia los paganos comparten la herencia y las promesas de Cristo Jesús, y son miembros del mismo cuerpo”. Que esta palabra nos ayude a liberarnos de los exclusivismos y sectarismos tan de moda en nuestra cultura.
Pasemos al evangelio de hoy (Mt 2, 1-12). Dice Benedicto XVI respecto a este texto evangélico: “Difícilmente habrá otro relato bíblico que haya estimulado tanto la fantasía, pero también la investigación y la reflexión, como la historia de los “Magos” venidos de “Oriente”, una narración que el evangelista Mateo pone inmediatamente después de haber hablado del nacimiento de Jesús”(La infancia de Jesús, p. 95). El relato comienza indicando el marco histórico mencionando el reinado de Herodes y el lugar geográfico, Belén, pueblo natal del rey David. Incuso al decir “Belén de Judá” nos remite a la bendición de Jacob cuando bendice a su hijo Judá y le dice que “No se apartará de Judá el cetro ...hasta que venga aquel a quien está reservado” (Gn 49,10).
¿Quiénes son los Magos venidos de Oriente? Se trata de unos personajes cuya sabiduría religiosa y filosófica los pone en camino hacia el encuentro con Jesús, “rey de los judíos que acaba de nacer”. Se trata de sabios cuya sabiduría los lleva a buscar, en definitiva, a Jesús, Sabiduría del Padre. Luego la tradición los ha convertidos en “Reyes Magos” sirviendo así a la convicción que para Jesucristo no hay distinción de color o razas o pueblos. Por lo tanto, a través de los Magos o de los Reyes Magos se quiere mostrar la universalidad de Jesús y su Buena Noticia. Ellos rompen el círculo “israelita” del nacimiento de Jesús y lo proyectan más allá en el horizonte de la humanidad.
¿Y qué pasa con la estrella? La Estrella cumple una importante misión: conduce a los Magos al encuentro con el Rey de los Judíos que acaba de nacer. Es la Estrella que impulsó a los Magos a buscar en Judea al soberano que ha nacido, a Jesús. Desde el punto de vista de la astronomía fue Johannes Kepler, muerto en el año 1630, quien calculó que entre los años 6 -7 a.C., considerado hoy como el año más verosímil del nacimiento de Jesús, hubo una conjunción de los planetas Júpiter, Saturno y Marte. Esto generó una luminosidad extraordinaria lo que explicaría la Estrella de Belén. Sea cual fuere el avance de los estudios de astronomía, está claro que para San Mateo la Estrella de Belén representa la búsqueda exterior e interior de un recién nacido que tiene, misteriosamente, importancia mundial. Su salvación también abraza a los “hombres de buena voluntad que ama el Señor”. Por otro lado, la Estrella de Belén señala que también el cosmos, el universo creado por Dios, se pone en movimiento en búsqueda del Salvador, que además ya nos habla de Jesús. Así se resalta la dimensión cósmica del nacimiento de Jesús.
No podemos dejar de meditar sobre el misterio de la iniquidad también presente aquí desde el mismo nacimiento del Redentor. Lo personifica Herodes que muestra toda su malicia cuando “comenzó a temblar, y lo mismo que él toda Jerusalén” al escuchar a los Magos preguntar por el “Rey de los judíos que acaba de nacer”. Herodes averigua más por miedo y envidia que por otra noble razón. “Averigüen con precisión lo referente al niño y cuando lo encuentren avísenme, para que yo también vaya a adorarle” les dice antes de enviarlos a Belén. Como José también los Magos son advertidos por un sueño y ya no volvieron donde Herodes.
Finalmente son significativos los regalos que le llevan los Magos al Niño Jesús: oro, incienso y mirra. Estos dones están vinculados al acto fundamental que hacen los Magos al postrarse y adorar; es el homenaje que se le rinde a un Dios-Rey. El oro y el incienso son los dones que menciona Is 60, 6 como dones que ofrecen los pueblos como homenaje al Dios de Israel. La tradición de la Iglesia ha dado un sentido más cristológico a estos dones: el oro expresa el reconocimiento de Jesús como Rey, el incienso como Hijo de Dios y la mirra como reconocimiento de la Pasión de Jesús.
¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo! Que sea de muchas bendiciones para cada uno de los anhelan conocer más la Palabra de Dios para ser mejores discípulos de Jesús, el Redentor y amante imitadores de María, Nuestra Madre. Fr. Carlos A. Espinoza Ibacache, O. de M.