Domingo de la Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús María y José.
Provincia Mercedaria
de Chile

Domingo de la Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús María y José.

Domingo 28 de Diciembre, 2014

 
"Y con la solemnidad de Navidad se abre la Octava del Tiempo de Navidad; son los ocho días que siguen a una solemnidad como la que estamos celebrando. Y en el domingo dentro de esta Octava se nos invita a celebrar la Fiesta de la Sagrada Familia. Durante este tiempo celebrativo seguimos contemplando la encarnación de Dios en el vientre purísimo de la Virgen María, su natalicio y su infancia".

DOMINGO DE LA FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ

Textos:

Gn 15, 1-6; 17, 5; 21, 1-3  “Así será tu descendencia. Abrám creyó en el Señor”.

Sal 104  El Señor se acuerda eternamente de su Alianza.

Heb 11, 8.11-12.17-19   “Por la fe obedeció Abrahán”

Lc 2, 22- 40  “Porque mis ojos la salvación que preparaste”.

                Hemos celebrado el Nacimiento del Salvador con gran alegría y amor. Y con la solemnidad de Navidad se abre la Octava del Tiempo de Navidad; son los ocho días que siguen a una solemnidad como la que estamos celebrando. Y en el domingo dentro de esta Octava se nos invita a celebrar la Fiesta de la Sagrada Familia. Durante este tiempo celebrativo seguimos contemplando la  encarnación de Dios en el vientre purísimo de la Virgen María, su natalicio y su infancia. Dios hecho hombre debe crecer como verdadero hombre. María y José son los llamados a brindar al Niño Jesús todo lo necesario para que como guagua, infante, adolescente, joven se convierta en la persona madura humana que Dios, su Padre, quiere que sea. De esta dimensión humana de la infancia y adolescencia de Jesús no sabemos más que lo indispensable. Se le llama “vida oculta” porque es otro el foco de atención para el creyente, es decir, el misterio pascual, la muerte y resurrección que efectivamente supera el drama del pecado y de la muerte. Lo cierto es que Dios hecho hombre necesitó de una familia, ya que en ésta el hombre aprende a ser tal. Celebremos pues, esta fiesta con mucha atención leyendo en la profundidad el cumplimiento de las promesas divinas y la importancia de la fe en Dios y su Palabra.

                Veamos la Palabra de este domingo dentro de la Octava de Navidad.

                La primera lectura, tomada del libro del Génesis, primer libro de la Biblia, nos remite a la época patriarcal comenzando por Abrahán desde el capítulo 12. Dios irrumpe en la historia de un desconocido hasta ahora en la Biblia, que es, en definitiva, prototipo de la irrupción de Dios en la conciencia humana. Dios llama y su llamada pone en movimiento al elegido. Lo invita a dejar su tierra y de la casa de su padre para emprender una aventura, por la cual la vida de este hombre adquiere una nueva dimensión. El texto de la primera de lectura de hoy nos refiere uno de los momentos más impresionantes en la historia del encuentro de Dios con un ser humano; se trata de la Alianza o Pacto. Notemos que es Dios quien toma la iniciativa. Ningún humano tendría la ocurrencia de celebrar un pacto con Dios si éste no lo invitara primero. Sin embargo, las cosas no se dan según los cálculos humanos. Abrahán recibe una promesa de un descendiente pero pasan los años y no hay indicios que esto sea una realidad. Dios ratifica su promesa y realiza lo que promete. “El Señor visitó a Sara como lo había dicho y obró con ella conforme a su promesa”. Nace Isaac cuando Abrahán era anciano. Dios expresa la veracidad de su Palabra con el cambio de nombre: de Abrán  pasará a llamarse Abrahán “Yo te he constituido Padre de la multitud de naciones”. Este cambio de nombre indica que Dios destina al elegido para  una nueva misión. Alianza y fe de Abrahán son los acentos de la Palabra de Dios de este domingo. Dios cumple sus promesas no a nuestro estilo sino según un admirable designio suyo.

                La segunda lectura, de la homilía o Carta a los Hebreos, del famoso capítulo 11 donde se reúnen todos los testimonios de una fe bíblicamente vivida y que se abre con esta afirmación: “La fe es la garantía de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve”, nos ofrece una necesaria reflexión acerca de la fe. Esta segunda lectura de hoy nos ofrece unos versículos relacionados con el “Padre de los creyentes”, Abrahán, quien “salió sin saber adónde iba”. Grande es también la fe de Sara, su esposa que “aún pasada su edad, recibió crucial en la vida de Abrahán, cuando Dios le pide el sacrificio de su hijo Isaac. Es un momento de prueba extrema para este creyente: “Por fe, Abrahán, cuando Dios lo puso a prueba, tomó a Isaac, para ofrecerlo en sacrificio”. No era un momento más en el caminar de la fe sino el punto crucial de una fe que se traduce en obediencia hasta el límite. Pues bien, Abrahán acepta la prueba porque “pensó que Dios tiene poder para resucitar de la muerte”. La fe es el don que Dios concede para que el hombre emprenda el camino confiando en Él, se abre  a la esperanza donde Dios es la garantía de las promesas y se traduce en obediencia, en disponibilidad, en decisión y compromiso de caminar por donde Dios quiera llevar al que llama. No faltan pruebas ni obstáculos a la fe en el Dios único y verdadero, pero siempre se pueden superar con su gracia poderosa. La palabra clave de la fe es confiar y confiarse en las manos del que nos llamó a salir de las tinieblas y caminar hacia la luz. ¿Está mi fe hoy en esta dirección? ¿Dejo lugar a Dios en mi vida? ¿Me dejo conducir por la voluntad amorosa de Dios?

                El evangelio, de San Lucas 2, 22-40, es la continuación del relato del nacimiento de Jesús que hemos proclamado en la misa de la noche de Navidad. Notemos que estamos ante el cumplimiento de los padres de Jesús de tres ritos que manda la Ley de Dios, a saber, el rito de la circuncisión del niño a los ocho días de su nacimiento y la imposición del nombre que fue anunciado por el Ángel Gabriel. Este rito es un sello o marca en la carne  por el cual el varón israelita queda incorporado al pueblo de la alianza.                                                                                                     El segundo rito es la presentación del niño Jesús en el Templo  para cumplir lo mandado por la Ley y por tratarse de un primogénito varón, unido a la purificación de la madre. Esta presentación tenía como finalidad consagrar a todos los primogénitos varones al Señor de acuerdo con aquel criterio que todo primer fruto pertenece al Señor. Esto regía para animales, vegetales y humanos. “Consagrar” significa “dedicar” o “pertenecer” a Dios. De aquí el sentido de los padres que “consagran” sus hijos a Dios, o a la Virgen María o a algún santo. Esta práctica tiene un aspecto muy hermoso al querer reconocer la soberanía de Dios en la vida concreta de las personas. A Dios le pertenece siempre la vida, las personas, las primicias de animales y vegetales.                                      El tercer rito era la purificación de la madre, entendida más como pureza cultual y ritual y no tiene nada que ver con la pureza moral. Así lo establecía la Ley. Ofrecieron los padres el sacrificio de los pobres: un par de tórtolas o dos pichones, dice San Lucas.

                ¿Qué pretende San Lucas con estos datos que hemos mencionado? Ciertamente resaltar el cumplimiento de las promesas. Todo lo que envuelve la vida de Jesús implica descubrir que las promesas divinas alcanzan su cumplimiento. Por otra parte, mostrar el modo humano de la vida de la Sagrada Familia que camina inmersa en esta atmósfera divina pero sin ponerse fuera del tiempo y de la sociedad donde vive. Sin embargo, estos hechos no quedan encerrados en la crónica del Niño Jesús. Distintos personajes como el anciano Simeón y la profetiza Ana dejan claro el alcance universal y salvífico de Jesús, su persona y su obra. El llamado “himno de Simeón” es bella confesión de que Dios cumple con la promesa de salvación largamente esperada por Israel y “como luz para iluminar a los paganos y como gloria de tu pueblo Israel”. Ana da testimonio de lo que está viendo cuando Jesús es llevado por sus padres al templo: “Dando gracias a Dios y hablando del niño a cuantos esperaban la liberación de Jerusalén”.

                Que la Palabra de Dios  nos haga descubrir la belleza de la familia que acoge por la fe el proyecto de Dios.  Que  tengan un buen domingo en familia. Fr. Carlos A. Espinoza I.      

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