5º domingo durante el año. Comentario del Evangelio
Provincia Mercedaria
de Chile

5º domingo durante el año. Comentario del Evangelio

Sábado 07 de Febrero, 2015

 
Un aspecto muchas veces olvidado por muchos trabajadores de la viña del Señor. Simón y sus compañeros nos representan porque buscan a Jesús para que siga evangelizando. Tendrán que aprender que la oración de quietud es indispensable. Sin embargo, Jesús no vuelve donde ellos querían; hay que ir a anunciar y sanar a otros pueblos.

DOMINGO 5° DURANTE EL AÑO – 2015, AÑO DE SAN PEDRO NOLASCO

Textos

Jb 7, 1-4. 6-7                      “Recuerda que mi vida es un soplo”

Sal 146                                  Alaben al Señor, que sana a los afligidos

1Cor 9, 16-19. 22-23        “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!”

Mc 1, 29-39                        “Y fue por toda Galilea, predicando en las sinagogas de ellos y expulsando demonios”.

 

                Con toda razón se dice que San Pablo es el más grande de los misioneros de todos los tiempos de la Iglesia. Tenía un fuego interior que lo impulsaba a vencer los obstáculos y peligros sin echarse nunca atrás en su afán de anunciar a Jesucristo crucificado y resucitado. Dice el Papa Francisco que “cuando más necesitamos un dinamismo misionero que lleve sal y luz al mundo, muchos laicos sienten el temor de que alguien les invite a realizar alguna tarea apostólica, y tratan de escapar de cualquier compromiso que les pueda quitar su tiempo libre” (EG 81). No cabe duda que hay miedo a los compromisos,  sobre todo, aquellos vínculos “para toda la vida”, como se decía antes, en torno al matrimonio o a la vida religiosa y al sacerdocio. Hemos caído en los compromisos “blandos” o “a corto plazo”. ¿Podrá una evangelización ser también “cortoplacista”?

                Pasemos a leer la Palabra de Dios para este domingo y dejemos que ella nos interpele y nos lance a la aventura espiritual y apostólica de convertir el mundo para Cristo.

                La primera lectura de Jb 7, 1-4. 6-7 es una intensa llamada a nuestra vida. El Libro de Job es un gigantesco drama expresado con pasión intensa por un autor simplemente genial. Se trata del sufrimiento de un inocente y cuyo grito sale desde lo hondo de su alma. Busca una respuesta y se enfrenta con el mismísimo Dios. Rechaza la tesis tradicional que decía que el sufrimiento está vinculado al pecado, es su consecuencia. ¿Qué sentido tiene el sufrimiento del inocente? De este siempre actual Libro de Job nuestra liturgia se enriquece con este trozo del capítulo siete. Es la respuesta de Job, capítulos 6 y 7, al discurso de uno de sus amigos, Elifaz, capítulos 4 y 5. Lo que nos recuerda la primera lectura de hoy es que la vida de un ser humano es una pesada carga, algo así como un servicio militar. Los días transcurren como los de un jornalero que tiene que marcar tarjeta de entrada y salida, es como un esclavo, vive esperando el salario y suspira por la sombra. Siente que vive meses vacíos y noches de sufrimiento. Job está en medio de un tedio en el que se hace larga la noche y está ahí dándose vueltas anhelando el alba. Es la imagen de un enfermo con muy pocas esperanzas de volver a levantarse y recuperar la vida que se le va entre los dedos. Job se consume sin esperanza y hace una confesión tremenda: “Recuerda que mi vida es soplo”. Nos hace mucho bien contemplar nuestra vida con los ojos de Job, con los ojos de los que sufren y viven el sin sentido de la existencia. Invitación a valorar nuestra vida y a practicar la humildad porque somos polvo, llevamos impresa nuestra fragilidad y límite.

                La segunda lectura de 1Cor 9,16-19.22-23 es una hermosa invitación a considerar el propio ejemplo del Apóstol que, haciendo uso de la libertad que Cristo nos ha obtenido, se lanza a defender su condición de ser “apóstol al servicio del Señor”. En este capítulo 9 de su primera carta a los corintios, después de indicar que es apóstol y que ha renunciado a una serie de derechos libremente por el bien de la comunidad, pasa a describir el sentido de su misión de anunciar el Evangelio o Buena Noticia. Es el mensaje central de nuestra segunda lectura. Anunciar la Buena Noticia de Jesús no es motivo de orgullo “sino una obligación a la que no puedo renunciar”. El que ha sido encontrado por Cristo en el camino de Damasco comprende que ahora le corresponde hacerlo todo por Cristo. Así acuña una de las más bellas expresiones salidas de su boca: “¡Ay de mí si no anuncio la Buena Noticia!”. Pablo siente como un ardor interior al modo de Jeremías forzado a predicar. Es la fuerza de un cristiano convencido, creíble y convincente”, que irradia lo que anuncia, que compromete toda su persona en el cumplimiento de su acción evangelizadora. De esta motivación nace la fogosidad, fuerza y constancia para mantenerse en pie aún en medio de los peores momentos que debió enfrentar. Es la fuerza del amor que lo libera de las ataduras anteriores a su encuentro con Cristo y lo ata definitivamente a Cristo y al Evangelio. Lo que gratuitamente se nos ha dado, gratuitamente debemos entregarlo a los demás. Así vive la paradoja de “siendo del todo libre, me hice esclavo de todos para ganar al mayor número posible…, “me hice todo a todos para salvar por lo menos a algunos”.

                El evangelio de Mc 1, 29 – 39 de este domingo nos ofrece varios elementos de la persona y actividad de Jesús que, en definitiva, deben ser también los rasgos de la comunidad cristiana de Marcos. Señalemos la referencia a la casa que aparece en otros lugares: Mc 1, 29.33; 2, 1s.15; 3,20; 7,17; 9,28.33; 10,10. Puede referirse al lugar donde con frecuencia se reúne la comunidad de Marcos y donde Jesús sigue actuando y hacia ella concurre mucha gente. Hay todo un sentido bíblico de la casa como lugar de encuentro de la comunidad cristiana.

                Otro aspecto a destacar es la situación de la suegra de Pedro. La enfermedad margina o excluye del trato normal con los demás como el caso de los leprosos. Así acontecía también con las mujeres ancianas y enfermas, representadas en esta suegra. Interceden los discípulos ante Jesús y éste realiza tres acciones significativas: “Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar”. Y estas acciones manifiestan la manera como Jesús se relaciona con los oprimidos. Y según Jesús quien ha sido sanado, liberado o levantado debe ponerse al servicio del reino sirviendo a los demás. Es una lección estupenda acerca del servicio que todo cristiano debe vivir como respuesta al Señor que nos ha redimido. En la imagen de esta suegra vemos retratada la humanidad y el poder de Jesús que sana o libera integrándola al servicio a los demás.

                La jornada de Jesús concluye con la sanación de enfermos y endemoniados. Deja en claro Marcos que Jesús “a éstos no los dejaba hablar, porque sabían quién era Él”. Esta es una característica de Marcos en el sentido que los espíritus impuros o demonios reconocen perfectamente a Jesús como Hijo de Dios que viene a destruir su dominio sobre los hombres y instalar el reino de la salvación o liberación. La salvación de Jesús no queda enclaustrada en un grupo; por el contrario, abraza a todos los que se acercan o son acercados. Se nos muestra a Jesús sensible, solidario, cercano y comprensivo de la situación humana del sufrimiento. Junto a su enseñanza Jesús pasa a la práctica liberadora. El evangelio no es sólo una doctrina sino también un poder salvador.

                Una nueva jornada se inicia: “Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando”. Magnífico ejemplo de compromiso: no sólo evangelizar sino entrar en el diálogo personal con el Padre. Nunca la misión podrá ser excusa para no tener tiempo para orar. El gran engaño de muchísimos cristianos es una frenética actividad pastoral sin plegaria, sin tiempo ni espacio para volver al diálogo esencial con el Señor. Señala de esta manera la importancia central de la oración para el cristiano del cualquier estado o condición. Un aspecto muchas veces olvidado por muchos trabajadores de la viña del Señor. Simón y sus compañeros nos representan porque buscan a Jesús para que siga evangelizando. Tendrán que aprender que la oración de quietud es indispensable. Sin embargo, Jesús no vuelve donde ellos querían; hay que ir a anunciar y sanar a otros pueblos.

                ¿En qué me interpela la palabra de Dios de este domingo? ¿Qué lugar ocupa Jesús en mi vida? ¿Me doy tiempo y espacio para vivir el encuentro orante con el Señor?

                Que tengan un buen domingo. Un saludo fraterno. Fr. Carlos A. Espinoza Ibacache, O. de M. 

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