Domingo de Ramos de la Pasión del Señor
Provincia Mercedaria
de Chile

Domingo de Ramos de la Pasión del Señor

Domingo 29 de Marzo, 2015

 
Mc 14, 1 – 15, 47 es el relato de la Pasión de Jesús. Comienza este camino o vía dolorosa con el complot para matar a Jesús a cargo de los sumos sacerdotes y letrados del pueblo judío. No es primera vez que intentan matarlo o tenderle una trampa. Encontraron en uno de sus discípulos el medio para lograrlo, Judas.

Textos

Is 50, 4-7             “Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban”

Sal 21    Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Mc 14, 1- 15, 47    “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.

Lo novedoso de este domingo de Ramos es precisamente la lectura del relato de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, esta vez y siguiendo el Ciclo B de las lecturas dominicales, corresponde escuchar el relato de San Marcos. También leeremos el relato de la Pasión que nos ofrece San Juan en la Liturgia del Viernes Santo. Son las dos ocasiones en  que el pueblo de Dios escucha en la liturgia tales relatos. En la historia de la formación de los libros del Nuevo Testamento, los relatos de la Pasión de los tres evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) fueron unidades autónomas que circularon en las comunidades cristianas y sostuvieron su fe en Jesucristo muerto y resucitado. Fue también el primer anuncio o Kerigma de la fe cristiana. Lo primero que anunciaron los apóstoles fue  a Jesús muerto y resucitado, es decir, el Misterio Pascual de Cristo. Pero hoy también es un día de proclamación pública de la fe en Jesucristo. Los ramos que portan hoy los fieles expresan el carácter perenne de la Buena Noticia de Jesús. Nuestros ramos son expresión de nuestra proclamación pública de la fe tal como aconteció con la gente que salió a recibir al Señor cuando entraba a Jerusalén, montado en un burro. Hoy, con la liturgia estamos invitados a proclamar: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

                Is 50, 4-7 es el texto de la primera lectura de la misa de hoy. Corresponde al tercer cántico del siervo de Yahvé. Son cuatro los cánticos del Siervo de Yahvé: Is 42, 1-9; Is 49, 1-13; Is 50, 4-11 e Is 52, 13 – 53, 12. En esta Semana Santa podemos leerlos y meditarlos pensando en Jesús, ya que podemos identificar ese misterioso personaje conocido como Siervo de Yahvé con la persona de Jesús. El texto que hoy nos ilumina el camino de Jesús se refiere al siervo que es fiel discípulo del Señor, formado en la escucha de la Palabra y para consolar al abatido mediante “una palabra de aliento”. El siervo – discípulo tiene una especial cercanía con el Señor y su respuesta es abierta y generosa. “El Señor me abrió el oído: yo no me resistí ni me eché atrás”. Estará dispuesto a sufrir por ser fiel al Señor: “Ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que me arrancaban la barba; no me tapé el rostro ante ultrajes y salivazos”. En realidad la misión del siervo – discípulo no será fácil, siempre tiene un aspecto doloroso e incluye incluso la violencia física. Pero la resistencia y fortaleza del siervo es una prueba que “El Señor me ayuda, sabiendo que no quedaría defraudado”. El siervo tiene una confianza irrevocable en el Señor que lo ha llamado para cumplir una misión. ¿Qué aprendo de este ejemplo del siervo – discípulo? ¿Cómo reacciono ante las adversidades o dificultades que provienen de ser fiel, justo, veraz? ¿Escucho al Señor en la vida diaria?

                Salmo 21 expresa nuestra respuesta al Señor que nos ha hablado por medio del profeta Isaías. Este salmo es una lamentación individual que va de los versos 2- 22. Es un poema que expresa la angustia de un moribundo, de alguien que está enfrentado a la muerte. Recordemos que estas palabras del inicio del salmo están en los labios de Jesús en la cruz. Es un grito doloroso pero revelar de una profunda confianza. No es un desesperado grito a la nada ni al sin sentido. Es el clamor de un creyente que está en extremo peligro.

                Flp 2, 6-11 es la segunda lectura de hoy. San Pablo comienza refiriéndose en el capítulo 2 de la Carta a los Filipenses al amor cristiano. “Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús” dice el apóstol y de inmediato inserta este precioso himno sobre la humildad de Cristo. Este himno se refiere al ejemplo del Señor y el acierto de San Pablo es haberlo introducido aquí. Este himno pertenece a la alabanza que brindaban las comunidades cristianas primitivas a Jesucristo. Dos son los temas principales en este antiguo trozo poético cristiano: la humillación y la exaltación como en el cántico del siervo de Yahvé en Is 53. El movimiento interno es el descenso y ascenso de Jesús, desde su pre-existencia divina junto al Padre desciende por medio de la encarnación hasta la condición humana sin diferenciarse de los demás seres humanos. Una expresión describe este increíble proceso: “se vació de sí mismo” en el versículo 7 que apunta en la misma dirección de aquella otra: “siendo rico se hizo pobre” (2Cor 8,9). Es la “kénosis” = “humillación” de Jesús que siendo Dios se hace hombre, se hace esclavo. La obediencia de Jesús “hasta la muerte, y una muerte en cruz” es la nota más notable en su condición humana. Jesús cumple la voluntad del Padre de tal modo que este rasgo de su persona define toda la existencia de Jesús hasta el extremo de la cruz. Se trata de una humillación total y abismante a la que corresponde la exaltación a la derecha del Padre, es  decir, la resurrección – glorificación de Cristo. ¿Qué aprendo del ejemplo de Cristo? ¿Busco la voluntad de Dios en mi vida diaria? ¿Soy verdaderamente humilde en el trato con los demás? ¿Me siento poderoso y soy prepotente?

                Mc 14, 1 – 15, 47 es el relato de la Pasión de Jesús. Comienza este camino o vía dolorosa con el complot para matar a Jesús a cargo de los sumos sacerdotes y letrados del pueblo judío. No es primera vez que intentan matarlo o tenderle una trampa. Encontraron en uno de sus discípulos el medio para lograrlo, Judas. La traición se anticipa en la cena que vive con sus discípulos. Jesús señala que “uno que moja el pan conmigo en la fuente” lo traicionará, y no es para menos porque este gesto era expresión máxima de comunión y fraternidad. Judas hipócritamente o cínicamente es discípulo y traidor. Jesús no obstante, ratifica su amor en la entrega de su vida anticipada en la Última Cena, en su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y vino. Para colmo de males los suyos lo abandonan e incluso Pedro que promete y promete se convierte también en traidor al negarlo tres veces. Jesús queda solo enfrentando las horas más dramáticas de su existencia como lo expresa la oración en el huerto de Getsemaní, una página sobrecogedora y de un profundo humanismo. Desde aquí Jesús es apresado y queda en manos de los enemigos y del pueblo. La muerte en la cruz es la última instancia terrena del Señor. Un pagano proclama la fe: “Realmente este hombre era Hijo de Dios”. Lo dice después que “Jesús lanzando un grito, expiró”. De aquí al sepulcro, lugar del silencio y de la espera, lugar del reposo. Aparentemente todo ha concluido aquí. Quedamos aquí sumergidos en un misterio extraordinario, simplemente contemplando a Jesús en el sepulcro. ¡No dejemos pasar Semana Santa en vano! Vivamos este tiempo con profundo espíritu de fe. La Palabra es abundante y rica en sugerencias.

                Un saludo fraterno y hasta pronto. Fr. Carlos A. Espinoza Ibacache, O. de M. 

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