“Al desembarcar, vio un gran gentío y sintió compasión” Mc 6,34. Comentario de Evangelio
Provincia Mercedaria
de Chile

“Al desembarcar, vio un gran gentío y sintió compasión” Mc 6,34. Comentario de Evangelio

Viernes 17 de Julio, 2015

 
"Así surge la potente figura de Cristo que se ha acercado al hombre, también herido por el pecado, y ofrece su propia vida como prenda de rescate. Esa compasión brota de alguien que se deja interpelar por el dolor del otro y abre caminos de alivio y consuelo. Miremos a Jesús y aprendamos estas lecciones prácticas de un amor auténtico por el prójimo herido".

DOMINGO 16º DURANTE EL AÑO

Año de la Vida Consagrada y de San Pedro Nolasco, Fundador y Padre de la Familia Mercedaria

Textos

Jer 23,1-6        “Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas en todos los países”.

Sal 22               El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.

Ef 2, 13-18       “Porque Cristo es nuestra paz, el que de dos pueblos hizo uno solo”.

Mc 6, 30-34      “Al desembarcar, vio un gran gentío y sintió compasión”.

¿Qué es la compasión? Jesús “sintió compasión” nos dice el evangelista Marcos hoy. Y la pregunta por esta palabra es pertinente porque podría significar simplemente nuestro popular “sentir lástima” por alguien. La palabra “compasión”, que viene del verbo “compadecerse”, es muy importante en la experiencia creyente que nos comunica la Biblia, pero sobre todo en Jesús, nuestro Maestro y Modelo de vida. Esta actitud o hábito o virtud pertenece a una interesante familia de palabras como bondad, compasión, gracia, misericordia, piedad. Todas ellas expresan una actitud favorable hacia el que se encuentra en la desgracia. Es decir, si no tengo sensibilidad frente al otro, es imposible que tenga esta actitud favorable hacia el prójimo. Y nuestra cultura postmoderna es esencialmente egoísta, individualista, cada uno se centra sólo en su propio yo, no le importan las necesidades reales de los otros, porque no los ve, no cuentan para su vida, no tienen rostro. Por el contrario, el hombre y la mujer compasivos tienen una disposición objetiva para aliviar el desamparo del prójimo. En este caso se trata de una “inclinación hacia el otro necesitado” más que un sentimiento de compasión. Y, en otro sentido, la compasión tiene que ver con la fuente y profundidad del sentimiento que inclina hacia el acto de piedad o compasión. La compasión brota de las “entrañas”, del corazón y remite al amor propio de una madre. Nadie mejor que Dios mismo es “compasivo y misericordioso” con el miserable pecador que somos cada uno. Jesús nos manifiesta esta actitud  favorable a lo largo de su vida. Y por esta razón, la compasión es una nota distintiva también de sus discípulos. ¿Cómo vivo este rasgo distintivo de Jesús en mi vida concreta? ¿Conoces personas compasivas al estilo de Jesús o de Pedro Nolasco?

                  Veamos la Palabra de Dios para este domingo 16° del tiempo ordinario.

                  La primera lectura de hoy nos lleva al mundo del Antiguo Testamento, al mundo de los Profetas Mayores entre los cuales destaca el gran profeta Jeremías, una de las personalidades más conocidas del A.T. Nació en Anatot, pueblo de la tribu de Benjamín, a mediados del siglo VII antes de Cristo. Se inicia con su vocación hacia el año 627 a.C. Su vida y su pasión, sus trabajos y sus penas, le acercan muchísimo en ciertos aspectos a la experiencia de Cristo. El aspecto desgarrador de su vocación y misión nos habla de un hombre profundamente fiel y obediente a los caminos de Dios. Los profetas verdaderos no lo pasan muy bien si quieren ser fieles.

                  Hoy contemplamos los primeros seis versículos del capítulo 23 contra los pastores y guías de Israel que han fallado al no cumplir su misión como lo exigía su oficio. En lugar de reunir, han dispersado y en lugar de apacentar, han desparramado al pueblo de Israel. La idea se repite como una queja de fondo: dispersaron a las ovejas, las expulsaron y no se ocuparon de ellas (v. 2). ¿Quiénes son estos malos pastores? Sin lugar a duda, se refiere a los reyes de Judá de quienes se encargan los capítulos 21 y 22 y a los falsos profetas aquí, en el capítulo 23. El segundo aspecto a rescatar de esta primera lectura de hoy es la afirmación del verdadero pastoreo que reside en Dios mismo. Dios es el Pastor de Israel que: reúne a sus ovejas, las trae a sus pastos para crezcan y se multipliquen. Pero finalmente fijémonos en la promesa: Dios dará pastores verdaderos a su pueblo y de David nacerá un “retoño legítimo” cuyo título será “Señor, justicia nuestra”. En esa nueva realidad del futuro habrá “Justicia, derecho y paz” precisamente por obra de ese “Rey prudente”. Sólo Cristo puede hacer posible semejante anhelo pero igual cuenta con nuestra colaboración humana, siempre factible de equivocación. La Palabra no deja de llamarnos a la conversión sincera.

                  En la segunda lectura continuamos con la Carta a los Efesios. El pasaje de hoy es magistral. Nos interpela directamente y nos invita a vivir la unidad por Cristo. El mensaje fundamental está expresado en el v. 18 que dice: “Porque por medio de Cristo, todos tenemos acceso al Padre por un mismo Espíritu”. Esta es la cumbre de la unidad que nos ha logrado “por la sangre de Cristo”. En efecto, Jesucristo hizo de los dos pueblos, judíos y paganos en que se dividía la humanidad, “uno solo, derribando con su cuerpo”, ofrecido en el sacrificio de la cruz, “el muro divisorio, el odio” o la hostilidad. No sólo esto: Jesucristo ha creado de los dos pueblos una nueva humanidad, condición indispensable para restablecer la paz. El efecto de este sacrificio de Cristo es la reconciliación con Dios “en un solo cuerpo por medio de la cruz”. Por esto podemos decir que Cristo es la imagen del Hombre Nuevo. Todo bautizado es una nueva creatura no por su empeño moral o espiritual sino por su unión con Cristo. Desgraciadamente no tenemos conciencia de esta realidad tan hermosa que tenemos por nuestra fe en Cristo. Y fuera de esta “comunión con Cristo” no podemos vivir la reconciliación con Dios, nuestro Padre, y con los demás. El gran don mesiánico que Dios nos promete es la Paz, que no es otra que la vida de amistad profunda con el sacrificio de Cristo. ¡Qué grande desafío nos deja esta Palabra de Dios! La tentación de dividir, dispersar, enfrentar, enemistar es una gran fragilidad del hombre. Sólo Cristo nos impulsa a ser hospitalarios con los demás. ¿Soy instrumento de la paz verdadera que Cristo nos comunica?

                  El evangelio de hoy, siguiendo con San Marcos en el capítulo seis, nos ofrece algunas pistas para profundizar la Palabra frente a la misión. Un detalle para nuestro conocimiento bíblico: aquí aparece por única vez en el evangelio de Marcos el título de “Apóstoles” dado a los discípulos. Y “apóstol” significa “enviado”. San Marcos habla de discípulos en 48 ocasiones en su evangelio. Estamos en el momento de regreso de la práctica de la misión. Si se acuerdan el domingo pasado Jesús los envía de dos en dos a la comunidad a evangelizar. Podemos imaginar cómo cada cual quería contar lo que le había pasado en el intento misionero, lo que habían hecho y enseñado. No era para menos. Desprendemos de este pasaje una lección permanente: después de un trabajo misionero o pastoral hay que dedicar tiempo para informes, evaluación y descanso. Lo que no se informa o no se evalúa no enseña mucho. Los discípulos misioneros de Jesús deben compartir lo que hacen y enseñan. Así también aprenden y enseñan a los otros misioneros. Una misión o tarea pastoral sin comunicación ni evaluación termina por convertirse en trabajo individualista y protagonismo ciego, difícilmente en sintonía con la construcción del Reino de Dios. El descanso después de las tareas no es pérdida de tiempo. Es Jesús que les indica: “Vengan ustedes solos, a un paraje despoblado, a descansar un rato”. Muy buena estrategia de Jesús, una anotación muy importante en nuestro tiempo. El grave peligro que indica el evangelista no ha pasado de moda. Son muchos los pastores y trabajadores de la viña del Señor a quienes se les puede aplicar esta misma constatación: “Porque los que iban y venían eran tantos, que no les quedaba tiempo ni para comer”. Se le llama activismo a esa tentación de “no tener tiempo”, tan propio de nuestros días. Y esto es muy grave, porque si no tenemos tiempo para comer siquiera, ¡qué será de esos otros momentos tan clave en la vida de los cristianos como es la oración, o la fraternidad o el examen personal, o la lectura espiritual, etc.! Es imposible perseverar fielmente si estos nutrientes diarios no están en el programa de un sacerdote, de un laico, de un religioso o de un obispo. ¿De qué se nutre quien no tiene tiempo ni espacio para sí mismo con el Señor? Quiero terminar simplemente indicando ese otro precioso detalle de la vida de Jesús. Dice el texto: “Al desembarcar, vio un gran gentío y sintió compasión, porque eran como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles muchas cosas”. Es la misma actitud evangélica que descubrimos en Pedro Nolasco cuando se acerca al drama humano del cautiverio de cristianos que caían en manos de los sarracenos. Hace suyo ese dolor que para los demás no pasa de ser un hecho rutinario. No sólo ve sino que actúa. Así surge la potente figura de Cristo que se ha acercado al hombre, también herido por el pecado, y ofrece su propia vida como prenda de rescate. Esa compasión brota de alguien que se deja interpelar por el dolor del otro y abre caminos de alivio y consuelo. Miremos a Jesús y aprendamos estas lecciones prácticas de un  amor auténtico por el prójimo herido.

                  Un saludo fraterno y hasta la próxima semana si Dios quiere.

                                                                      Fr. Carlos A. Espinoza I., O. de M.

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