“El que coma de este pan vivirá eternamente” Jn 6, 51. Comentario del Evangelio
Provincia Mercedaria
de Chile

“El que coma de este pan vivirá eternamente” Jn 6, 51. Comentario del Evangelio

Domingo 09 de Agosto, 2015

 
La persona de Jesús es el pan que el Padre regala a la humanidad para que tengamos vida y vida en abundancia. Así la eucaristía no se reduce a ritos y ceremonias, aunque sean necesarias. Su universo de significación es la relación del Dios Eterno manifestado en su Hijo y en el Espíritu con el hombre, su creatura.

DOMINGO 19º DURANTE EL AÑO

Año de la Vida Consagrada y de San Pedro Nolasco, Fundador y Padre de la Familia Mercedaria

Textos 

1Reyes 19, 1-8  “Y con la fuerza de aquel alimento caminó hasta el monte de Dios”.

Sal 33                      ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!

Ef 4, 30- 5, 2        “Sigan el camino del amor a ejemplo de Cristo”.

Jn 6, 41-51          “El que coma de este pan vivirá eternamente”.

“Y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo” es la frase con que concluye el evangelio de este domingo. La palabra clave para comprender el alcance de esta sentencia de Jesús es “carne” (en hebreo bâsâr, en griego sarx). Es importante aceptar que nuestra comprensión inmediata de este vocablo es muy distinta al sentido bíblico. Y en primer lugar se refiere a la condición de creatura: el hombre es carne. Designa a la persona y no a una parte de ella como es típico en los dualismos de carne y espíritu. Así, por ejemplo, cuando se refiere al matrimonio dice del hombre y la mujer que “los dos serán una sola carne”, es decir, una unidad real tan única que los dos se funden en una realidad nueva. Carne designa a la persona en su totalidad y por eso sirve para poner de relieve la condición humana y su fragilidad. Cuando se dice que “el Verbo se hizo carne” estamos diciendo que el Hijo de Dios ha tomado, ha hecho suya la condición humana, idéntica a la nuestra pero sin el pecado. Jesús es un hombre verdadero, sujeto a las limitaciones de este mundo terreno, pero él no experimentó la corrupción, por ser Hijo de Dios. “Comer la carne y beber la sangre” de Jesús es “comerle a él”, es unirse profundamente a él por medio del Espíritu que vivifica. El texto dice entonces que el pan que Jesús da ya no se refiere al pan material sino a su propia persona, en su misteriosa realidad de Dios y hombre verdadero. La comunión eucarística es entrar en esa comunión maravillosa del discípulo y su Señor, haciendo que la realidad de Jesús vaya transformando nuestra realidad.

                  Entremos al breve examen de la Palabra de Dios, que es nuestra primera mesa nutritiva de nuestra vida entera, humana y divina al mismo tiempo.

                  Del Primer Libro de los Reyes 19, 1- 8

                  Uno de los pasajes bíblicos más hermosos, este capítulo 19. Su protagonista es un hombre de Dios, un profeta de fuego como fue Elías, originario de Tisbé de Galaad y conocido como “el tesbita”. Una visión más amplia del profeta la tienes si lees los capítulos 17 – 19 de 1Reyes. El texto de la primera lectura de hoy nos introduce en ese momento que Elías es perseguido por Jezabel, la esposa del rey Ajab, y está amenazado de muerte. El profeta emprende una peregrinación como si quisiera volver a comenzar de nuevo. Busca salvar su vida y se interna en el desierto; después de una agotadora jornada de camino solo, “se sentó bajo una retama y se deseó la muerte”. Y he aquí que Dios no lo abandona. Le ofrece un alimento que lo fortalece y logra reemprender su camino. Si al inicio el camino es una huida de la amenaza de Jezabel, ahora es una peregrinación “hasta el Horeb, el monte de Dios”. Así queda simbolizada la experiencia de Israel: en el desierto aprende a ir al encuentro con Dios. Fijémonos en las etapas del viaje de Elías: la ciudad, el desierto, la montaña, el ángel, la presencia de Dios. Descubrimos aquí un símbolo de la existencia humana, marcada por una serie de altibajos que se expresan en las actitudes y sentimientos de Elías, tales como miedo, tedio, aburrimiento, hambre, desesperación, culpabilidad. Es Dios que nos pone de nuevo en el camino hacia su encuentro. ¿Has sentido algunas de estas actitudes  y sentimientos? ¿Te cuesta aceptar tu condición humana frágil, vulnerable, finita?

                  Carta de San Pablo a los cristianos de Éfeso

                  Seguimos con la sección exhortativa de esta carta acerca de la conducta cristiana. Es interesante descubrir que la fe en Jesucristo implica una vida nueva y ésta se manifiesta en un comportamiento coherente con las verdades de fe. El problema es cómo vivir las exigencias éticas o morales del evangelio cuando la mentalidad de la época está marcada por una idea que los valores y normas morales las determina cada uno a su pinta, sin referencia explícita al evangelio. Es el subjetivismo moral, es “la moral a la carta”, a pedido del consumidor. Y hemos llegado a creer que no hay normas universales sino que cada uno se hace la norma a su modo. Es un relativismo asfixiante: se descarta el valor moral objetivo, universal. Y así nos hace muy bien escuchar a San Pablo. Su llamado tiene una completa vigencia. Notemos que el llamado no es para los no creyentes sino precisamente para nosotros, los cristianos. Estas sanas normas de vida son saludables para la persona y para la comunidad. El modelo de esta vida nueva que se nos recuerda a los cristianos es Cristo. Y una linda advertencia: “No entristezcan al Espíritu de Dios, que los marcó con su sello para el día del rescate” (v. 30). Esto acontece cuando no seguimos sus inspiraciones sino nuestros caprichos. Una fe sin obras está muerta. Un cristiano que vive a la deriva deja mucho que desear. Se convierte en el cura Gatica que predica pero no practica. Nuestra gran prueba de credibilidad es lo que estamos viviendo en el día a día, si eso corresponde a las exigencias del evangelio de Jesús. ¿Qué está pasando con la opción por la vida del pequeño que todavía no nace? ¿Es lícito, justo, coherente apoyar una terrible ley de aborto?  ¿Puede un católico soslayar una definición moral de tanta trascendencia?

                  El evangelio de San Juan

                  Seguimos con el extraordinario capítulo 6 de San Juan. Estamos en el segundo diálogo de Jn 6, 41 – 51. Mejor dicho es una discusión, una polémica.  Notemos que en el texto de este domingo los interlocutores de Jesús ya no son la gente sino “los judíos”. Este cambio le da al texto un ribete de confrontación, de rechazo a la propuesta de Jesús. Ellos ya no hablan más con Jesús sino polemizan sobre Jesús.  La actitud de este grupo nos recuerda a los israelitas en el desierto que también murmuraban contra Moisés y Aarón. Aquí el motivo de la murmuración es la declaración de Jesús: “Yo soy el pan bajado del cielo”. No aceptan esta verdad porque ellos conocen el origen humano de Jesús: “hijo de José, conocen a su padre y a su madre”. Esto les provoca la pregunta: “¿Cómo dice que ha bajado del cielo?” Entonces hay una contradicción entre la procedencia terrena de Jesús que dicen conocer y lo que Jesús dice de sí mismo: “Yo he bajado del cielo”. La misma pregunta de los judíos deja claro que ellos no pueden creer que eso sea cierto.

                  A partir del v. 44 – 47 se abre un monólogo bastante extenso. Comienza invitando a los judíos a no murmurar. El acento en esta parte del monólogo recae en la relación entre “creer en Jesús” y la “vida eterna”. Una afirmación extraordinariamente importante es que la fe en Jesús no es el resultado de un humano razonamiento sino que es obra del Padre. Dice: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré el último día”. Jesús exige una fe incondicional que no depende de los cálculos humanos ni de la iniciativa humana ni de los méritos de la persona. La fe nace de esa atracción interior que el Padre suscita en el hombre. La iniciativa es divina y no obedece a un determinismo arbitrario. Dios atrae sin anular, Dios atrae contando con la condición de su creatura, abierta al diálogo, en libertad y amor.

                Un signo concreto de esta relación con el Padre es precisamente el ir a Jesús y creer en Él. Dice el texto: “Quien escucha al Padre y aprende vendrá a mí” v. 45. El creyente hace la experiencia de la escucha y del conocimiento de lo que Dios ha comunicado y entonces va al encuentro con Jesús. Y así surge la fe en Cristo. Esta fe incondicional en Cristo trae como consecuencia la vida eterna, la resurrección el último día. Jesús es el único revelador del Padre ya que nadie ha visto jamás a Dios. “No es que alguien haya visto al Padre, sino el que está junto al Padre; ése ha visto al Padre”. v.46. Esta es la razón por la que Jesús exige una fe incondicional: él es el testigo único de esa intimidad con el Padre y sólo acogiéndolo a él podemos acceder a la Vida, es decir, acceder nuevamente al misterio de Dios.

                  Los vv. 48 – 51 son la conclusión donde Jesús reafirma que es el pan de vida, es “el pan que baja del cielo”, que quien lo coma ya no muera sino que tenga la vida. La última frase del v. 51: “El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” es el punto culminante del evangelio de hoy. La persona de Jesús es el pan que el Padre regala a la humanidad para que tengamos vida y vida en abundancia.

                  Así la eucaristía no se reduce a ritos y ceremonias, aunque sean necesarias. Su universo de significación es la relación del Dios Eterno manifestado en su Hijo y en el Espíritu con el hombre, su creatura. Jesús, en su persona, divina y humana, restablece la comunión que nadie más puede recomponer. La eucaristía es el puente, Jesús es el puente, por donde podemos volver a los brazos del Padre y de la fraternidad restaurada.

                  No olvide orar por nosotros. El lunes 10 de agosto cumplimos 797 años de vida y misión redentora. Un 10 de agosto de 1218 San Pedro Nolasco fundó esta Orden de la Merced de la Redención de los Cautivos en la catedral de Barcelona, España. Demos gracias a Dios por tan hermosa obra de Dios. Un saludo fraterno.              Fr. Carlos A. Espinoza I., O. de M.

 

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