“Hagan lo que él les diga” Jn 2,5.
Provincia Mercedaria
de Chile

“Hagan lo que él les diga” Jn 2,5.

Domingo 17 de Enero, 2016

 
Comentario del Evangelio en el 2º domingo durante el año.

2° DOMINGO DURANTE EL AÑO(C)

En el Año de la Virgen de la Merced y Año Jubilar de la Misericordia

Textos

Is 62, 1-5           “A ti te llamarán mi Preferida y a tu tierra la Desposada”.

Sal 95, 1-3.7-10  Anuncien las maravillas del Señor por todos los pueblos.

1Cor 12, 4-11    “Pero todo lo realiza el mismo y único Espíritu repartiendo a cada uno como quiere”

Jn 2, 1-11             “Hagan lo que él les diga”.

                  Un 17 de enero de 1235, en la ciudad italiana de Peruggia, a través de la Bula Devotionis vestrae, el Papa Gregorio IX oficializó la presencia de la Orden de la Merced en la Iglesia universal a través del acto de erección canónica. Son 781 años que han pasado desde aquella memorable aprobación oficial de la Iglesia y por la cual la Orden Redentora, fundada por San Pedro Nolasco, era ratificada como inspiración del Espíritu Santo y podía extenderse por todo el mundo. Damos gracias a Dios, Padre de infinita misericordia, que ha inspirado el noble propósito al santo fundador de seguir las huellas de Cristo Redentor, Maestro y Modelo de la liberación de los cautivos. Que María de la Merced, inspiradora de esta maravillosa obra de misericordia, nos siga recordando a mercedarios y mercedarias lo que les dijo a los sirvientes en las bodas de Caná: “Hagan lo que él les diga”.

                  Pasemos a contemplar las maravillas de Dios a través de su Palabra, verdadero manjar para sostener la fe de su pueblo e invitación permanente a convertir nuestra vida.

                  Primera lectura:  Is 62, 1-5

                  Estamos situados en el Tercer Isaías, capítulos 56 – 66, el mensaje de la esperanza para un pueblo desganado y desencantado porque el retorno a Jerusalén no ha sido tan espectacular como lo soñaron en el cautiverio babilónico. Siempre es posible vivir un choque entre las visiones idealizadas y la realidad concreta. Somos muy parecidos a estos desterrados retornados a su tierra. Nuestro texto de esta primera lectura está dentro de un poema donde se resalta la nueva Jerusalén (Is 61, 10 – 62, 9). A través de este poema el profeta intenta seducir a los oyentes para que  se entusiasmen por una ciudad que todavía está en ruinas. Entonces sueña con una ciudad que puede volver a ser “ciudad de Dios”, fortaleza del Señor. Y cuando se trata de levantar el ánimo por algo que parece ya no vale la pena, hay que poner energía y convicción en lo que sí Dios puede hacer. El profeta está comprometido con el anuncio divino y tiene que cumplir su tarea aunque cueste y los oyentes no estén convencidos. Así se abre nuestro texto: “Por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que irrumpa la aurora de su justicia y su salvación brille como antorcha” (v.1). Leyendo este texto y relacionándolo con nuestro estado espiritual como Iglesia, podemos extraer una estupenda enseñanza. Como discípulos misioneros de Cristo deberíamos tener en este tiempo una muy lúcida conciencia, que las cosas ya no son como hace dos o tres décadas atrás; el mundo o sociedad en que estamos ya no es la misma de hace unos años atrás. Hay mucho desánimo y pesimismo radical, hay pocas ganas de vivir y trabajar codo a codo por un mundo distinto; hay mucho católico que vive lejos de toda referencia a Cristo, a la Iglesia, al evangelio. Imitemos entonces, al profeta: pongamos energía y convicción en nuestra tarea evangelizadora, despertemos de largo letargo o pesadilla que hemos vivido como Iglesia. Si nuestro anuncio es lánguido y plano, sin vislumbrar un entusiasmo y convicción, no vamos a mover a nadie. Es la vitalidad espiritual que le inyecta el Papa Francisco a esta Iglesia adormilada y cómoda que tiene miedo de anunciar con la vida y el testimonio diario.

                  Segunda lectura: 1Cor 12, 4-11

                  Esta carta fue escrita por San Pablo desde Éfeso donde permaneció entre los años 54 a 57 evangelizando esta importante ciudad marina de Asia. Mientras desplegaba su labor a todo dar, le llegaron pésimas noticias de Corinto en el sentido de divisiones internas y escándalos en la comunidad cristiana. Así nació la Primera Carta a los Corintios, aunque en realidad escribió una primera que está perdida. En ella contesta asuntos doctrinales que le han consultado y comportamientos a seguir sobre delicados asuntos morales. La carta resulta un testimonio infaltable para el caminar de todas las comunidades del pasado, del presente y del futuro. De este escrito hoy leemos un trozo del capítulo 12 completamente dedicado al tema de los dones o carismas espirituales en la comunidad eclesial. El protagonista central de la vida interna de la comunidad es el Espíritu Santo y todo, absolutamente todo, es obra del Espíritu Santo, hasta decir que Jesús es el Señor. Resaltemos de este encantador texto lo siguiente: en la comunidad hay diversidad de dones espirituales. Hay una diversidad humana básica de caracteres, personalidad, gustos, ideas, etc. pero San Pablo se refiere expresamente a los dones que proceden del Espíritu Santo. Por de pronto, hay diversidad de dones o carismas, hay diversidad de ministerios o servicios, y hay diversidad de actividades en el corazón de la comunidad. Pero todo procede del único manantial de la vida nueva que es la Santa Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y la comunidad cristiana está configurada a imagen de la Trinidad. Un segundo aspecto clave en el vers. 7: “A cada uno se le da una manifestación del Espíritu para el bien común”. En la comunidad los dones están al servicio de todos y no del bien particular solamente. En una sociedad que ha perdido el sentido del bien común, podemos dimensionar el tremendo desafío que se nos plantea a los cristianos. Existe la egolatría, el narcisismo, la autorreferencialidad, el protagonismo exitista individualista, y para qué seguir. El Papa nos llama a “salir” de este clima desalentador porque hay muchos signos que indican que estamos metidos en lo mismo. Volvamos a leer el texto y miremos la realidad en que estamos metidos para convertirnos de actitudes concretas que dañan el anuncio alegre del evangelio.

                  Evangelio: Jn 2, 1-11

                  El evangelio de este domingo es siempre iluminador y sigue trasmitiendo jovialidad y alegría de la buena. Es una fiesta, no lo olvidemos. Es una fiesta de matrimonio. Es un encuentro comunitario  donde María, la madre de Jesús, y Jesús y sus discípulos están dentro de los invitados. Cada uno imagine ese clima de contagiosa alegría y de compartir simplemente la vida. ¿Dónde estaba María, la mamá de Jesús? Con toda probabilidad metida en los menesteres de la familia que debía atender a sus invitados, mientras Jesús y los suyos conversaban animadamente de las cosas humanas que normalmente afloran en esta ocasión. Todos están “enfiestados”, están alegres y contagian ese optimismo tan sano del encuentro familiar y fraterno. Les ruego que vayan leyendo el texto tratando de imaginar los detalles de los cuales también tienes alguna experiencia. Ya es muy bonito incluso como experiencia humana que la gente se reúna a celebrar el matrimonio, una de las experiencias más plenas que el ser humano puede alcanzar en esta vida. Y que conste que la Biblia emplea la imagen del matrimonio como expresión plástica del amor de Dios (esposo) con su pueblo (esposa).  

                  Pero ¿dónde está el punto central? ¿Cuál es el mensaje? Resulta que este episodio es una epifanía de Jesús, una manifestación del Mesías esperado. Él trae buena noticia a los hombres, Él nos trae el Reino de Dios y lo expresa a través de un signo: cambia el agua en un vino nuevo. Una de las mejores imágenes de la llegada del reino es la imagen del banquete de bodas donde está presente el Esposo Jesús. El vino nuevo representa todas las bendiciones que Jesús nos ha traído. Si la fiesta se acaba cuando se acaba el vino, Jesús indica que, con la sobreabundancia de agua convertida en vino, la alegría del Reino ya no acaba más. Jesús nos regala la alegría y la esperanza, que contamos con Él hasta el fin de los tiempos. Y este signo, el primero que Jesús hace, es fruto de la intervención de María que, a pesar de la primera resistencia del Hijo, ella confía absolutamente en que hará lo que ella pide. María, “adelanta la hora de Jesús” y éste se manifiesta en su gloria de Mesías y los discípulos creen en él.

                  Durante este año recordaremos otra intervención de María, la del siglo XIII a Pedro Nolasco. También aquí, María se hace cargo del drama del cautiverio que sufren los cristianos bajo el dominio de los musulmanes; inspira al joven cristiano Pedro Nolasco que no tenga miedo y que emprenda lo que su Hijo también quiere. Así el “mercader de la libertad” pone en práctica lo que Ella le ha inspirado a nombre de Cristo. Nolasco visita la “periferia del cautiverio” y siembra la libertad que Cristo nos había conquistado. La tristeza de la falta de libertad se convierte, como el agua en vino nuevo, en canto de hombres liberados. Nace la Orden de la Merced para prolongar en la historia el banquete de la libertad cristiana.

                  Un saludo especial al Hno. Carlos Ortega que ayer se consagró para toda la vida en nuestra familia religiosa. Eso significa emitir los votos solemnes. Hasta la próxima semana si Dios quiere.

                                   Fr. Carlos A. Espinoza I. O. de M.   

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