PRIMER DOMINGO DE CUARESMA (C)
“Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios” (Papa Francisco).
Textos
Dt 26, 1-2.4-10 “Gritamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz”.
Sal 90, 1-2.10-15 Dios mío, en ti confío.
Rom 10, 5-13 “El que cree en Él no quedará confundido”.
Lc 4, 1-13 “Y se dejó llevar por el Espíritu al desierto”.
La Cuaresma pertenece a la celebración de la Muerte y Resurrección del Señor, el misterio pascual, centro de todo el Año Litúrgico. A finales del siglo V° de nuestra era cristiana, la Cuaresma logró su estructura actual. Se alargó el tiempo de preparación al miércoles anterior al primer domingo de Cuaresma, día en que se imponía la ceniza a los penitentes y luego se hizo extensivo el rito a todos los fieles. Se llamó a este miércoles de ceniza “el día más importante de la Cuaresma” porque se entra a una larga preparación que culmina el Jueves Santo. Desde sus orígenes, la Cuaresma es comprendida como un tiempo de preparación a la celebración de la Pascua de Jesús, considerada como el centro de la historia y fuente de sentido. Y en esta preparación tienen gran importancia la oración y el ayuno pero también otras prácticas que buscan renovar la vida personal y comunitaria. San León Magno decía que la Cuaresma es “un retiro colectivo de cuarenta días, durante los cuales la Iglesia, proponiendo a sus fieles el ejemplo de Cristo en su retiro al desierto, se prepara para la celebración de las solemnidades pascuales con la purificación del corazón y una práctica perfecta de vida cristiana”. Vivamos entonces este tiempo especial como preparación intensa a la celebración de la Pascua en Semana Santa. Así seguiremos el ejemplo de Jesús en sus 40 días en el desierto como nos lo narra el evangelio de San Lucas en este primer domingo de Cuaresma.
Primera lectura: Dt 26, 1-2.4-10
El Libro del Deuteronomio es el último del llamado Pentateuco y se organiza en torno a dos largos discursos de Moisés antes de morir. En efecto, Moisés morirá antes de completar la empresa que Dios le había encomendado y el pueblo quedará a las puertas de la tierra prometida. Moisés lucha por inculcar la ley y poner en las entrañas del pueblo la fidelidad radical y duradera al único Señor, a sus leyes y mandatos, en medio de un ambiente de agitación por entrar a la tierra prometida. Este libro pretende hacernos escuchar con calma lo que Dios quiere hacer con el pueblo que ha sacado de Egipto por manos de Moisés. El capítulo 26 del Deuteronomio de donde está sacada la primera lectura de este domingo se refiere a las prescripciones rituales, las que Israel deberá tener presente al entrar en la tierra que el Señor le va a dar. Concretamente el texto de hoy se refiere a las normas relativas a la presentación de las primicias. El centro de este texto está en la llamada “profesión de fe” de Israel, considerada por algunos autores como el más antiguo credo de Israel. Este es el texto: “Mi padre era un arameo errante: bajó a Egipto y residió allí con unos pocos hombres; allí se hizo un pueblo grande, fuerte y numeroso. Los egipcios nos maltrataron y nos humillaron, y nos impusieron dura esclavitud. Gritamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz; vio nuestra miseria, nuestros trabajos, nuestra opresión. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con terribles portentos, con signos y prodigios, y nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel” vv. 5 – 9). Si nos fijamos el credo israelita simplemente hace un recuento de lo más central de su historia: sus orígenes y bajada a Egipto, la esclavitud egipcia, el clamor desde el sufrimiento y la acción liberadora del Señor. El rito de la presentación de las primicias o primeros frutos tiene como fundamento esta relación especial entre Dios y el pueblo escogido. La abundancia de bienes materiales no puede hacer olvidar al israelita su procedencia y, junto con ofrecer a Dios, debe compartir con los desposeídos, el levita y el emigrante. El mensaje central de este texto nos remite a la esencia de la Cuaresma: Dios y los más desposeídos que viven cerca de tu casa.
La segunda lectura: Rom 10, 5-13
En este capítulo 10 de la Carta a los Romanos, San Pablo reflexiona, siempre dentro del ambiente de debate y polémica, la situación religiosa de Israel ya que la mayoría rechazó el Evangelio. Quiere demostrar que, a pesar de esta temporal oposición a Cristo y al Evangelio, el pueblo escogido se convertirá finalmente. No cabe duda que los judíos muestran un loable celo por Dios y por la observancia de la ley, pero es un celo desorientado y desmedido. El esfuerzo sobrehumano desplegado para atraer al Mesías está a la base de la observancia minuciosa de la ley. Frente a esta realidad, San Pablo recuerda que el centro del mensaje evangélico lo encontramos en la siguiente profesión de fe cristiana: “Si confiesas con la boca que Jesús es Señor, si crees de corazón que Dios lo resucitó de la muerte, te salvarás. Con el corazón creemos para ser justos, con la boca confesamos para obtener la salvación” (vv. 9 – 10). Así quedan convocados todos los pueblos, judíos y griegos, al don de la salvación en Cristo “porque es el mismo el Señor de todos, generoso con todos los que le invocan” (v. 12). Ciertamente San Pablo siente profundamente la situación de su pueblo que rechazó a Jesús y ora por su conversión a Cristo, pues está convencido que la salvación de Cristo es universal.
Evangelio: Lc 4, 1-13
En el Padre nuestro Jesús enseñó a sus discípulos a pedir: “No nos dejes caer en la tentación” (Lc 11,4). Resulta difícil para el común de las personas comprender el evangelio de hoy, el relato de las tentaciones que vive Jesús en el desierto. Podría ser visto como una narración de ciencia-ficción. Primero, porque para mucha gente el tema de la tentación no es más que una anécdota, algo intangible. No podría ser de otra manera, si el grueso de la gente ha eliminado de su experiencia real el tema del pecado. A lo más se piensa que todos los males humanos proceden de la estructura social, económica o política, nunca de la propia persona. Vivimos bajo el slogan que todo el mundo es bueno o buenísimo. Y, sin embargo, vivimos un porfiado fenómeno del mal incrustado en la sociedad, en personas individuales y en grupos. Hablar de la tentación, cuando se ha adormecido la conciencia de cada uno, es hablar de algo del pasado. Hoy, el evangelio nos confronta con un hecho inaudito: Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, lleno del Espíritu Santo, es sometido a la prueba de la tentación.
Hemos de reconocer que el tema de la tentación forma parte de la trama humana y de la historia. El lenguaje de San Lucas es simbólico y su narración alegórica, única forma para describir una realidad de otro orden. Es el lenguaje de la teología, es el lenguaje de la liturgia, es la forma de acercarnos a una realidad espiritual. Veamos los siguientes elementos del evangelio de hoy:
1° Jesús, que ha sido confirmado en su condición de Hijo Amado del Padre y ha recibido el Espíritu que lo consagra como Mesías, es empujado por el mismo Espíritu al desierto, lugar de la prueba. Significa que ni la filiación divina ni el Espíritu Santo separan a Jesús de la historia humana y de la ambigüedad que ésta tiene. Como Jesús, somos invitados al centro de esta historia donde se da la lucha que Jesús nos enseña a afrontar. Y entonces la historia humana está marcada por una lucha que el cristiano experimenta permanentemente. Unos dirán que es una lucha entre el bien y el mal, otros entre Cristo y su enemigo, entre el evangelio y las idolatrías.
2° El desierto es el lugar de la prueba y de la tentación, según la Biblia, morada del mal y de los malos espíritus que atacan al hombre. Pero también es lugar del encuentro con Dios, de decisiones y de experiencias divinas, lugar desde donde llega la salvación. En él se experimenta el enfrentamiento con el diablo, espíritu enemigo de Dios y del hombre, y al mismo tiempo, lugar donde se vive la ayuda de Dios. El Espíritu conduce a Jesús y nos conduce a nosotros al centro de esta realidad tan variada, tan sujeta a enfrentamientos y consuelos. Dice Jesús que “estamos en el mundo pero no somos del mundo”. La fe se vive “donde las papas queman”, dice el refrán. No se invita a una serena posesión adelantada del cielo; se nos invita a enfrentar el mal real, el que está dentro de nosotros y el que nos esclaviza desde fuera.
3° Los cuarenta días es una cifra simbólica. En la Biblia significa simplemente todo el tiempo necesario para obtener algo y no mide cronométricamente un tiempo. Así, por ejemplo, Israel anduvo 40 años en el desierto; 40 días y noches duró el diluvio universal; 40 días estuvo Moisés en el monte Sinaí; 40 días anduvo Elías por el desierto hasta llegar al Monte de Dios. Esto quiere decir que es el tiempo en que sucede y se vive algo fundamental. En concreto, los 40 días de Jesús es su vida entera. La tentación no es algo aislado ni temporal; la tentación y la prueba es parte de la trama de la existencia humana y también de los creyentes. Cada uno tendrá que reconocer que la tentación persiste por largo tiempo y a veces por la vida entera.
4° El diablo es el adversario o enemigo del plan de Dios sobre la humanidad, ya que justifica el fin con medios que avasallan y niegan la libertad de las personas, poseyéndolas, fanatizándolas y deshumanizándolas. Diabólico es el espíritu malo que oprime en la sociedad, indiferente a las desastrosas consecuencias que acarrea el abuso de poder para la humanidad.
5° Jesús aparece en este relato de las tentaciones como el peregrino humano en el desierto que va haciendo camino caminando. Él también siente el drama interior de permanecer fiel al camino o plan trazado por el Padre. Nos enseña que sólo con fidelidad hasta las últimas consecuencias se puede ser discípulo suyo.
El Señor les bendiga con la abundancia de su gracia redentora. No se olvide de Cooperar con la Campaña Cuaresma en Fraternidad. Un abrazo. Fr. Carlos A. Espinoza I., O. de M.